La atención el
principal problema del siglo XXI
La primera reunión de padres en el colegio de mis hijos consistió
en una charla de la psicóloga en donde se nos pedía poner atención a nuestros
hijos, pero la psicóloga no nos atendió en ningún momento, no dio tiempo de preguntas,
y en su discurso nosotros los padres éramos los culpables de mala atención de
nuestros niños al comprarles aparatos “celulares, videojuegos, tablets, etc” y
no supervisarlos; en ningún momento pudimos dar nuestro punto de vista, no nos
atendió si eso hace una psicóloga que se
supone su función es atender, ¿Qué podemos esperar de los profesores?, pues algo mucho peor,
porque luego pasamos a las aulas y el profesor hablo al aire con una mascarilla
que no se le permitía escuchar nada de lo que se decía , pero al él no le
importaba, estaba como en su clase virtual ,sin esperar ninguna atención,
haciendo su trabajo como un robot, yo no me aguante y le dije que me iría porque no le
escuchaba, ni le entendía, lejos de cambiar de actitud y relacionarse con nosotros,
siguió en su soliloquió a lo
que yo respondí yéndome.
¡¿Qué le pasa al sistema
escolar?! ¿Es que acaso no se dan cuenta que los niños vienes de dos años de pandemia donde su atención ha sido destruida?
¿Podía acaso atender un alumno en su casa con todas las distracciones a su alrededor
y con todas las posibilidades que te da el celular de ver cosas mucho mas
divertidas? Pero aun así se validaron estos dos años de “educación”
ahora
que han vuelto ¿No tocaría enfocarse en lograr una atención de calidad en los
alumnos y de brindarles esa atención? Por supuesto, pero lejos de eso, los
maestros están con temor por el covid y se dedican a llamar la atención una y otra
vez a los niños para que cumplan los protocolos es decir para que no socialicen
terminando de destruir así toda posibilidad de atención.
¡Qué les pasa! ¡No
comprenden que el mayor problema del siglo XXI es justamente la atención! ¿Acaso
no fue eso lo que dinamito la guerra en Ucrania? Que le costaba a Europa
atender el problema del Donbass y atender la solicitud Rusa para que Ucrania
estuviera como estado neutral, ¿Acaso no es este nuestro principal problema en
nuestro país? Donde a Castillo no se lo vaca pero nadie le presta atención, y
al igual el no presta atención para nada al congreso y mucho menos a la oposición,
alargando un conflicto que nos tiene atrapados, ahí están los paros los
conflictos sociales y estos conflictos no son de clase, son problemas de
atención y en mi propia vida familiar es muy palpable ¡¿No se enfermó mi madre de los nervios porque nadie atendió el
maltrato del que era víctima? ¿No murió mi
padre porque mi madre jamás lo pudo atender,
ya que a ella nunca la atendieron? , ¿No tuve un problema con mis hermanos
porque mi hermana se sintió ofendida al yo apagarle el televisor a su esposo
para que nos atendiéramos? ¿No le soy demasiado pesado a mi hermano porque le
exijo atención? Atención que el como ingeniero no puede darme porque realmente
está haciendo muchas tareas a la vez,
sin poder atender lo que verdaderamente importa, no es justamente esta falta de
atención una extrema violencia y el
inicio y el final de todos los conflictos. ¿Y acaso cuando atendemos no
logramos cosas muy buenas como en el caso de la selección peruana que Gareca le
dio a los jugadores la atención de padre que muchos de ellos no tuvieron?
Si la respuesta es sí y la atención es el problema entonces
hay esperanza porque podemos simplemente prestar atención y lograr la biodramaturgia
que devele el ser, esta es la base del método noumenologico la atención como
oración y la gran maestra en esta vía es la matria Simone Weil que para mí de
lejos es la mejor filosofa del siglo XX y a la que ahora debemos de prestar mucha
atención.
SIMONE WEIL: ATENCIÓN Y ORACIÓN MARÍA DEL SOL ROMANO
Université Catholique de Lyon
La atención es un concepto clave en la filosofía de Simone
Weil. Para la autora, la atención no se limita a posturas físicas o gestos,
sino que expresa una “espera”. Los estudios escolares son el mejor medio para
formar la atención, ya que preparan el alma para un nivel superior de atención,
el de la oración. El más alto nivel de atención es sinónimo de la oración y no
surge de manera espontánea, es más bien algo a ejercitar y desarrollar. La
oración no es una simple repetición de fórmulas, es la unidad entre la palabra
y la contemplación. Además, la oración implica vaciarse de sí mismo, lo que
hace estar disponible para adoptar una actitud de “espera”. En definitiva, la
oración no consiste en un alejamiento del mundo, ya que a través de ella se
recibe una inspiración para comprometerse y actuar en el interior de la vida
social y política; y a fijar la mirada en el prójimo, particularmente en los
más desdichados.
I.
INTRODUCCIÓN Simone Weil (1909-1943) es una
filósofa con una profunda vocación por unir su pensamiento y su vida. Su
preocupación por los más desfavorecidos y su inagotable deseo de verdad y de
justicia, la conducen, por una parte, a un fuerte compromiso social y político
y por otra, a una intensificación de su experiencia espiritual y a una
inagotable búsqueda del bien. Su reflexión sobre la atención es fundamental en
su filosofía, pues a través de este concepto, como se verá, se hace posible en
la existencia humana no solamente un progreso intelectual, sino también moral y
espiritual. No obstante, la atención no surge de manera espontánea e inmediata,
de acuerdo a S. Weil, esta facultad requiere de una formación que tiene sus
orígenes en los estudios escolares, en los que debe despertarse un profundo
deseo de verdad. Con el tiempo, el ejercicio de la atención, posibilitará a
quien desea y ama la verdad a alcanzarla, incluso si no es alguien brillante:
“Cualquier ser humano, incluso si sus facultades naturales fuesen casi nulas,
penetra en ese reino de verdad reservado al genio, si solamente desea la verdad
y hace un perpetuo esfuerzo de atención por alcanzarla. Se convierte entonces
en un genio, incluso si, por carecer de talento, este genio no pueda ser
visible al exterior”1 . A pesar de que la atención crece y se desarrolla en un
ámbito intelectual, puede alcanzar niveles más elevados cuando se es movido por
un auténtico deseo de verdad. La atención, como la entiende S. Weil, es central
en todos los ámbitos de la existencia humana, pues, “es la clave para una
relación auténtica con la realidad”, lo que conlleva a una importante relación
de la atención conproblemas “cognitivos, espirituales, éticos y políticos”2 .
De ahí que “no se trata de un simple concepto filosófico sino de una exigencia
ética y política”3 . El propósito de este artículo es el de considerar a la
atención en su estado más puro y elevado, en el que es sinónimo de la oración.
En donde la oración es considerada, de acuerdo a S. Weil, como “la orientación
hacia Dios de toda la atención de que el alma es capaz”4 . Por consiguiente, en
un primer momento se verá lo que es la atención para S. Weil. Luego, se mostrará
de qué manera la atención puede formarse en los estudios y cómo estos son una
preparación para la oración. Y finalmente, se abordará el tema de la atención
como oración, que no consiste en una búsqueda, sino en una “espera” de Dios.
II.
¿QUÉ ES LA ATENCIÓN? El filósofo Alain
manifiesta que la atención es un “problema de primera importancia. El más alto
valor intelectual, e incluso uno de los valores morales es la capacidad de
poner atención”5 . Sin embargo, a pesar de la importancia de este concepto, no
se sabe poner atención y mucho menos lo que este concepto significa. Una vida
sin atención es como vivir en una “sórdida mezcla de funcionamientos
vegetativos y sueños fragmentados [en donde] se está apartado de la realidad
exterior”6 . Es vivir en un mundo sin realmente vivir en él, es vivir en lo
irreal y prefabricado. La ausencia de atención provoca que el mundo gire
alrededor de uno mismo, que la realidad se falsee y se reduzca a la propia imaginación
y a la elaboración del “yo”. Se vive en un constante espejismo y el entorno se
ve de acuerdo al propio criterio. También existe la tentación de querer
“atender” varias cosas a la vez, lo que lleva a una dispersión total, al
agotamiento y a llenar el pensamiento de cosas inútiles. Pues al intentar hacer
varias cosas a la vez, buscando tener resultados rápidos y una solución
inmediata a los problemas, la concentración se vuelve imposible porque se
permanece en la superficie y se llena el pensamiento de elementos que lo
distraen y llevan al error. Esto se debe a que al hombre le es difícil evitar
proyectarse en el mundo y por orgullo se cree capaz de lograrlo todo con sus
propias fuerzas. Para que el conocimiento pueda experimentar un verdadero
progreso, para que la inteligencia humana pueda captar la realidad tal cual es
y haga grandes descubrimientos, necesita de tiempo y de una incesante práctica
de la atención. Pero la atención, como la entiende S. Weil, no consiste en una
interminable y agotadora búsqueda de varias cosas a la vez, en llenar la cabeza
de un sinnúmero de nociones o vivir bajo tensión, es más bien centrarse en “lo
dado”. Para la autora, “la atención consiste en relajarse, en hacer el vacío un
momento en [el] pensamiento. Para no partir en una falsa vía solo se tienen que
mantener los datos”7 . De este modo, la atención no implica un desgaste físico
y aunque muy frecuentemente se le asocie con posturas físicas o con emociones,
no puede reducirse a eso. Simone Weil deja claro que la atención no es un
“esfuerzo muscular” como pretende definirla la psicología experimental, que ve
en la “contracción de músculos” un “signo de la atención”9 . Una atención
concebida como un simple esfuerzo muscular sería aparente, pues se intenta
creer que se ha puesto atención y se ha entendido por realizar una serie de
gestos como “fruncir las cejas, retener la respiración, contraer los músculos”:
“Muy a menudo se confunde la atención con una especie de esfuerzo muscular. […]
Se desperdicia con frecuencia este tipo de esfuerzo muscular en los estudios.
Como acaba por cansar, se tiene la impresión de haber trabajado. Es una
ilusión. La fatiga no tiene ninguna relación con el trabajo. El trabajo es
esfuerzo útil, sea o no cansado. Esta especie de esfuerzo muscular en el
estudio es completamente estéril, incluso realizado con buena intención”10 . De
este tipo de atención solamente podría obtenerse un resultado superfluo,
infecundo y sin frutos, porque la realidad no podría aprehenderse tal cual es
simplemente manteniendo una postura física o gesticulando. Es más, un excesivo
esfuerzo muscular solo provocaría una fatiga innecesaria11 que impediría poner
verdaderamente atención y además este tipo de esfuerzo “degrada y limita la
atención superior”12. Aunque la atención implique mantener ciertas posturas
físicas, no puede reducirse a algo físico ni definirse como un “esfuerzo
muscular”. La atención sobrepasa este ámbito y si bien es “el mayor de los
esfuerzos”, este es “negativo”. La atención no consiste en fatigarse, ya que la
fatiga dificultaría su ejercicio. De ahí que para la autora, en el caso de
sentir fatiga, lo mejor es “abandonarse, buscar un descanso, luego un poco más
tarde volver a empezar [porque] veinte minutos de atención intensa y sin fatiga
valen infinitamente más que tres horas de esa dedicación de cejas fruncidas que
lleva a decir, con el sentimiento del deber cumplido: ‘he trabajado bien’”13 .
La atención tampoco consiste en un esfuerzo obsesivo por dirigirse a un objeto
sin distraerse, porque la obsesión además de causar una gran fatiga,
inevitablemente produce una vuelta a sí mismo en la que se hace constantemente
conciencia de que se está poniendo atención. El poner atención a la atención no
es un verdadero esfuerzo de atención,14 ya que la verdadera atención, como
señala S. Weil, “consiste en deshacerse de la obsesión que se tiene de poner
atención”15. Y también consiste en “eliminar el miedo de no comprender” porque
–como indica Alain–, “el temor a equivocarse lleva al error, y también la
precipitación”16. Por eso es tan importante eliminar todo lo que impide poner
atención, evitando que lo superfluo entre en el pensamiento y sobre todo,
impidiendo que la imaginación se precipite e intente elaborar una realidad que
no existe. La verdadera atención, como la concibe S. Weil, no es pretender que
el pensamiento produzca o genere algo. No consiste en una desesperada búsqueda
de algo, sino en una paciente y tranquila espera para aprehender la realidad
como es. Para esto es imprescindible, como indica la autora, estar “disponible,
vacío y penetrable al objeto”: “La atención consiste en suspender el
pensamiento, en dejarlo disponible, vacío y penetrable al objeto, manteniendo
cerca del pensamiento, pero en un nivel inferior y sin contacto con él, los
diversos conocimientos adquiridos que deban ser utilizados […]. Y sobre todo el
pensamiento debe estar vacío, a la espera, sin buscar nada, pero dispuesto a
recibir en su verdad desnuda el objeto que va a penetrar en él” De este modo,
la atención “no consiste en ‘resolver’ problemas ni ‘plantearlos’; sino en
contemplarlos”18. Es una mirada a distancia, es vaciar el pensamiento y
permanecer inmóvil sin intentar apropiarse de las cosas ni “interpretarlas,
sino mirarlas hasta que la luz brote”19. Con la atención se aprende, primero, a
vaciar el pensamiento para deshacerse del ruido interior, de los propios
fantasmas, de las distracciones, para escuchar la realidad y actuar de acuerdo
a ella. Luego, se aprende a mirar atenta y pacientemente, sin precipitarse,
esperando a que la realidad aparezca y brote como la luz. La mirada a distancia
permite diferenciar lo real de lo ilusorio, lo que es en sí de lo que produce
el “yo”. De ahí que la atención debe ser “una mirada y no un apego” porque “el
apego es fabricador de ilusiones, y quien quiere lo real debe estar
desapegado”20. Pero la capacidad de atención, el aprender a mirar, no es algo
que surja de la noche a la mañana, se requiere de un aprendizaje que se
desarrolla a través del tiempo. Y el mejor medio para comenzar a ejercitar la
atención, como bien muestra S. Weil, es en los estudios.
III.
III. LOS ESTUDIOS ESCOLARES COMO FORMACIÓN DE LA
ATENCIÓN Y PREPARACIÓN PARA LA ORACIÓN Es indudable que la atención es una
facultad de suma importancia en tanto que permite al hombre entrar en contacto
con la realidad, pero, como ya se ha visto, no se sabe poner atención.
Comúnmente se orienta la atención hacia lo efímero, lo superfluo y los propios
intereses. Se vive con una atención diluida en un sinfín de cosas vanas no solo
para el intelecto, sino también para el alma. Incluso, no es extraño ver a
instituciones educativas que en vez de tener por misión educar la atención y
despertar en sus estudiantes un deseo de verdad y de justicia, se centran en
formar estudiantes que tengan como único deseo el triunfo y el éxito
profesional. Por eso –siguiendo a S. Weil– “el deseo de aprender por aprender,
el deseo de verdad se ha vuelto muy raro”21. Si desde la infancia se formara la
atención, inevitablemente la sociedad tendría ciudadanos más responsables,
respetuosos y reconocedores de la dignidad de todo ser humano. Por eso, la
formación de la atención en los estudios supone para S. Weil “el verdadero
objetivo y casi el único interés de los estudios”22. De acuerdo a la autora,
“el primer deber de la escuela es el de desarrollar en los niños la facultad de
atención a través de ejercicios escolares” y permanentemente debe enseñarles
que deben “saber estar atentos para más tarde ser justos”23 . El aporte de S.
Weil es luminoso y pertinente, particularmente para las instituciones
educativas que deberían tener como prioridad la educación de la atención y no
limitarse a formar personas competitivas. De ahí que el papel de la escuela,
además de formar intelectualmente a sus estudiantes, es la de inspirar en ellos
una incesante búsqueda de verdad y de justicia. De acuerdo a la perspectiva
weiliana, el educar desde la infancia la atención no solo traería frutos que
hagan crecer espiritualmente al ser humano, sino que el hecho de proporcionar
una educación de este género tendría implicaciones políticas y sociales
visibles24. Por esta razón, los estudios “constituyen una gimnasia de la
atención”25 y se vuelven el método por el que progresivamente se fortalece la
atención y se experimenta un mejoramiento espiritual. El ejercicio de la
atención que comportan los estudios, no solamente forma una atención
discursiva, que tiene más propiamente relación con el razonamiento, sino
también prepara para una atención “al vacío”26 que implica para S. Weil una
atención superior que se orienta hacia Dios. De esta manera, lo que diferencia
los estudios de otras ocupaciones, es que estos acercan más a Dios porque
tienen la atención como centro y su práctica a través del tiempo se convierte
en oración. De ahí que la atención en los estudios escolares, no radica
simplemente en llegar a la solución de un problema matemático o tener notas
sobresalientes, sino en los frutos espirituales a los que finalmente conduce.
Aun cuando parece que no se obtiene nada a partir del esfuerzo de atención,
siempre es eficaz en el ámbito espiritual. Por esta razón, el esfuerzo en tanto
que sea auténtico y se mueva por un deseo de verdad nunca está perdido,
independientemente de que se llegue o no a la solución, por ejemplo, de algún
problema matemático. Pero, ¿algo tan simple como concentrarse en un problema
matemático puede dar frutos, incluso si se fracasa?, ¿qué valor puede tener
algo que no tiene un resultado rápido y ventajoso? Los fallos en los estudios,
más propiamente en los ejercicios escolares, no son cosa perdida, muchas veces
se aprende más de los propios errores. Al centrar la atención en ellos se
aumenta la concentración para determinar el origen de un mal resultado, esto
es, se intenta ir más despacio, mirar cada detalle y no precipitarse para
evitar fallar. El poner atención en los propios errores hace reconocer la
propia fragilidad intelectual, que en el plano moral equivale a poner atención
en los propios actos y reconocer la inclinación al mal moral. Y a pesar del
esfuerzo que implica reconocer los propios fallos sean intelectuales o morales,
la atención ayuda a afrontar la propia debilidad y favorece la adquisición de
virtudes, particularmente la de la humildad, que es la esencia misma de la
atención27 y la virtud que abre el acceso a la verdad. A través de reconocer y
mirar los fallos de frente, de seguir insistiendo, de no dar la espalda incluso
a lo más sencillo, se está creciendo espiritualmente y se está respondiendo al
deseo de verdad inscrito en el alma. Como afirma S. Weil, “todas las veces que
un ser humano realiza un esfuerzo de atención con el único deseo de volverse
más capaz de captar la verdad, adquiere esta aptitud más grande, incluso si su
esfuerzo no ha producido ningún fruto visible […]. Hay verdadero deseo cuando
hay esfuerzo de atención”28 . La formación de la atención en los estudios tiene
implicaciones en el plano intelectual, moral, espiritual y social. Los frutos
espirituales recibidos a través de la atención, “por añadidura” comportan un
enriquecimiento intelectual29 . Luego, conducen a un progreso moral, pues si en
determinados momentos, por muy cortos que sean, se tiene una atención real “se
destruye el mal que hay en sí”30. Y, finalmente, producen una orientación hacia
un compromiso social. Por eso, a pesar de que en los estudios no se tengan
resultados aparentemente satisfactorios, si se hace un verdadero esfuerzo de
atención se adquieren hábitos que fortalecen la vida espiritual. Aunque algunas
prácticas de la atención –como resolver un ejercicio matemático– puedan parecer
demasiado simples, la ejercitan y la hacen llegar cada vez más lejos. Estas
prácticas se vuelven una preparación, un ejercicio para desarrollar la
atención, para intensificarla con el fin de llegar a un nivel superior, el de
la oración. Cada esfuerzo realizado es muy valioso y por muy simple que sea, se
va transformando en un cúmulo de bienes espirituales, es decir, “cada esfuerzo
añade un poco más de oro a un tesoro que nada en el mundo puede arrebatar”31.
Esto manifiesta el estrecho vínculo entre los estudios escolares y la oración,
pues estos son un entrenamiento para una atención superior que “dirigida
directamente hacia Dios, constituye la verdadera oración”32. Cuanto más se
ejercita la atención en los estudios, mayor es la capacidad de ponerse
disponible para la oración. Por lo tanto se necesita: “Estudiar sin ningún
deseo de obtener buenas notas, de aprobar los exámenes, de conseguir algún
resultado escolar, sin ninguna consideración por los gustos o aptitudes
naturales, aplicándose de la misma manera a todos los ejercicios, pensando que
todos sirven para formar esta atención que es la sustancia de la oración. En el
momento en que uno se aplica a un ejercicio, hay que tratar de realizarlo
correctamente, porque esta voluntad es indispensable para que haya verdadero
esfuerzo. Pero a través de este fin inmediato, la intención profunda debe estar
dirigida exclusivamente hacia el acrecentamiento de la capacidad de atención
para la oración […] Poner en los estudios esta única intención excluyendo
cualquier otra es la primera condición para su buen uso espiritual. La segunda
condición es la de obligarse rigurosamente a mirar de frente, a contemplar con
atención, durante largo rato, cada ejercicio escolar fallido, en toda la
fealdad de su mediocridad, sin buscar ninguna excusa, sin olvidar ninguna falta
ni ninguna corrección del profesor, y tratando de remontar al origen de cada
error”33
IV.
IV. LA ORACIÓN COMO “ESPERA” DE DIOS Si a partir
de los estudios se formara la atención, con el tiempo se progresaría en la
manera de captar la realidad, se aceptaría tal cual es y se tendría una mirada
más justa hacia el mundo, hacia el prójimo y hacia uno mismo. También
aumentaría la capacidad de orientar toda la atención y amor hacia una “realidad
situada fuera de este mundo” que responde a la “exigencia de un bien absoluto”
que habita en el corazón de todo hombre y de la que desciende “todo el bien
susceptible de existir en este mundo, toda belleza, toda verdad, toda justicia,
toda legitimidad, todo orden, toda subordinación de la conducta humana a
obligaciones”34. Es decir, el desarrollo de la capacidad de atención se vería
reflejado en la intensificación de la capacidad de oración. De este modo,
aunque los ejercicios escolares desarrollen “una parte menos elevada de la
atención. Sin embargo, son plenamente eficaces para incrementar la capacidad de
atención que estará disponible en el momento de la oración, a condición de que
se realicen con este fin y solamente con este fin”35 . Para Simone Weil “la
atención, en su más alto grado, es lo mismo que la oración. Supone la fe y el
amor”36. La atención que es libre de la influencia de la propia imaginación y
que es totalmente pura “es la atención dirigida a Dios, que está presente en la
medida en que hay atención”37. Se trata simultáneamente de una atención que es
oración y de una oración que “está hecha de atención”38 . La atención como
oración que en términos weilianos es una atención “sobrenatural”, manifiesta un
deseo de verdad y bien. Pero este deseo no es sinónimo de una pretensión por
adueñarse o buscar la verdad y el bien como si se tratase de un trofeo. El
deseo no es un apego a un bien determinado ni un interés por llenar espacios vacíos,
resolver problemas o recibir un bien específico. El verdadero deseo de verdad y
bien es movido por la gracia y se orienta hacia un Bien absoluto que no
corresponde con ningún objeto preciso y que es, en sentido kantiano, una
“finalidad sin fin”. Dicho en otros términos, el deseo de verdad y bien
manifiesta explícitamente el deseo de Dios. La atención sobrenatural implica,
además del deseo de verdad y bien, no una búsqueda, sino una espera
desinteresada y gratuita de Dios, del supremo Bien. Porque, como manifiesta S.
Weil, es “solamente en Dios que se puede pensar con la plenitud de la atención”
y “solamente con la plenitud de la atención se puede pensar en Dios”39. De ahí
que “solo la parte más elevada de la atención entra en contacto con Dios, cuando
la oración es lo bastante intensa y pura para que tal contacto se establezca”40
. Cuando no se dirige a Dios una atención religiosa y sobrenatural, se está
dirigiendo la atención a algo que no es Dios y se corre el riesgo de caer en la
idolatría de bienes pasajeros41. Para no caer en esta idolatría, es importante
– siguiendo a S. Weil– “vaciar el deseo de todo contenido, la finalidad de todo
contenido”42 con el fin de dirigir “la plenitud de la atención a nuestro deseo
puro, vacío”43. Porque “solo el deseo sin objeto está vacío de imaginación. Y
hay presencia real de Dios en todo lo que no está cubierto con la
imaginación”44. Para lograr vaciar el deseo, el alma humana necesita tener su
propio espacio de silencio y soledad. Debe también renunciar a los deseos que
le imponga el “yo” y a la influencia de la colectividad. Solo de este modo
podrá posibilitarse “el paso a grados de atención cada vez más elevados”45. El
más alto grado de atención conlleva, en última instancia, a una cierta renuncia
al propio egoísmo y a dejar de intentar proyectarse en el mundo46. Esta
renuncia consiste en vaciarse de sí mismo para poderse llenar de aquello que
viene de fuera y orientar la mirada a lo que no es el “yo”. Hacer el vacío es
detener a la imaginación que intenta llenarlo47 y prepararse para recibir lo
que no han producido las propias facultades. Es estar disponible para recibir y
llenarse de lo que viene de fuera, para acceder a lo real y en última
instancia, acoger la verdad y el bien. Como señala Vetö, “la atención que se
propone aprender algo es siempre una atención al vacío que espera que algo
aparezca, se revele, se manifieste”48. La atención al vacío en la oración es
adoptar una actitud de espera, una disponibilidad interior en la que el
pensamiento se libera de sus propias producciones. Como subraya S. Weil, “los
bienes más preciados no deben ser buscados, sino esperados. Porque el hombre no
puede encontrarlos por sus propias fuerzas, y si se pone en su búsqueda,
encontrará en su lugar falsos bienes de los que no sabrá discernir la
falsedad”49 . Pero la actitud de espera que se adopta en la oración no es
sinónimo de inmovilidad o pasividad total en donde el pensamiento permanece
inactivo e indiferente frente a su objeto. Se trata más bien de un tipo de
“vigilancia”50 presente en la parábola del siervo que “vela y escucha” y está
atento para el momento en que llegue su amo a tocar la puerta51. De acuerdo a
S. Weil, en la oración se imita la paciencia del siervo que espera y que sin
importar las dificultades y obstáculos que se le presentan, permanece firme y
perseverante, espera pacientemente a pesar de las adversidades “y de todos los
golpes con los que se trata de hacerlo mover”52. Gracias a la paciente espera
del siervo, su amo al volver tendrá un “exceso de ternura” hacia él, porque lo
que hace que el siervo sea amado por su amo “es únicamente la vigilia, la
espera y la atención”53. En este sentido, orar no es pretender alcanzar algo
que sea acorde con los dictados de la voluntad, porque –como señala S. Weil– “la
voluntad no abre las puertas de lo sobrenatural”54. La atención como oración
“no [está unida] a la voluntad, sino al deseo”55. Es decir, la oración
manifiesta un profundo deseo de bien en donde el alma está en una situación de
espera, disponibilidad y preparación para escuchar lo que Dios quiere de ella.
Al mismo tiempo, orar es experimentar una esperanza paciente y perseverante, en
la que misteriosamente se siente una alegría interior por aguardar un bien que
es una plenitud para el alma. La oración no consiste en repetir fórmulas de
manera irreflexiva o en decir palabras vacías. Tampoco implica liberarse de
toda palabra y permanecer en silencio o en un estado de contemplación. En la
oración están unidos la palabra y el silencio, la palabra y la contemplación.
Esto es, la oración es el vínculo entre lo que se ve y no se ve, entre lo que
se escucha y no se escucha. La oración necesita del mínimo de palabras que
abran al silencio y a la contemplación. Un ejemplo en S. Weil de la palabra que
la lleva al silencio es cuando recita el poema Love de George Herbert. Este
poema lo recita con toda su atención, como una oración, durante sus crisis de
migraña. Las bellas palabras del poema la transportan a la oración y esta le
abre las puertas a una atención suprema que la conduce a lo indecible, a lo que
no es controlado por las facultades y que escapa a la imaginación. S. Weil
experimenta la gracia de un Amor que sobrepasa el gozo que proporciona la
belleza del poema y el sufrimiento causado por los dolores de cabeza. Así lo
manifiesta la autora al Padre Perrin: “He aprendido [el poema] de memoria y a
menudo, en el momento culminante de las violentas crisis de dolor de cabeza, me
he dedicado a recitarlo poniendo en él toda mi atención y abrazando con toda el
alma la ternura que encierra. Creía recitarlo solamente como un bello poema,
pero, sin que yo lo supiera, esta recitación tenía la virtud de una oración.
Fue en el transcurso de una de estas recitaciones que, como ya le he escrito,
Cristo mismo descendió y me tomó”56 . Otro ejemplo es cuando la autora
experimenta la unión de la palabra con la contemplación al recitar con toda su
atención el Padre Nuestro, en donde las palabras “arrancan [su] pensamiento de
[su] cuerpo y lo transportan a un lugar fuera del espacio en donde no hay
perspectiva ni punto de vista”57. En S. Weil es evidente que conforme se dilata
su experiencia espiritual y su atención se vuelve oración, el deseo de Dios se
vuelve cada vez más explícito. Su atención como oración hace que la verdad
venga a ella, como un “don”, sin haber provocado o planeado su llegada, sin la
participación de los sentidos o la imaginación58. Su atención como “espera” de
un Bien absoluto, la llevó a la experiencia de Cristo59, lo que muestra que la
oración ayuda a experimentar un amor que supera toda expectativa y todo
obstáculo que pueda imponer la carne. V. CONCLUSIÓN De lo anterior se deriva
que la atención como sinónimo de la oración es “la única facultad del alma que
da acceso a Dios”60 y que dispone al alma para acoger la gracia divina. Y si
“la atención humana no puede forzar ninguna puerta hacia lo sobrenatural; […]
hace posible un encuentro con lo divino”61. La atención como oración, según los
términos de Platón, es dirigirse “con toda el alma” hacia Dios, es reconocerlo
como la Verdad y el Bien supremo. Esto indica que el hombre no puede alcanzar
el bien y la verdad absolutos con sus propias fuerzas, puesto que no pueden
poseerse, afirmarse o negarse, más bien engloban al hombre y lo complementan.
Para orientarse a lo que se desea desde el fondo del alma, el hombre que es
previamente inspirado por una gracia “antecedente”, se pone en una disposición
interior y se vacía de sus propias elaboraciones para recibir lo que le viene
del exterior, es decir, hace un esfuerzo de atención y se pone en una actitud
de espera.
V.
El alma que se dispone a esperar y que ora con
toda su atención se enriquece espiritualmente y además recibe una inspiración,
que como indica S. Weil, es la “recompensa de la más alta atención”62. La
inspiración hace que el hombre busque encarnar en el mundo a través de su
acción la verdad y la justicia. La atención como oración une la acción y la
contemplación en tanto que “posee un poder generador”63 o una capacidad
creadora. Por consiguiente, una atención que no es inspirada por el bien y que
no busca la unidad entre la contemplación y la acción, no es verdadera oración
sino una repetición de fórmulas, un simple “esfuerzo muscular”. La atención
como oración no solo debe ser orientada al amor de Dios, a la contemplación,
sino también al amor del prójimo. Porque, siguiendo a S. Weil, “no es solamente
el amor a Dios que tiene por sustancia la atención. El amor al prójimo, que
como sabemos es el mismo amor, está hecho de la misma sustancia”64 . La
atención como deseo de bien es “creadora”, pues mueve al hombre a socorrer a
los desdichados, a sacarlos de la privación social para devolverles su
dignidad. La atención es también una fuente de inspiración para la acción, pues
hace que el hombre se comprometa en el mundo65. Después de todo esto, podría
creerse que la atención como oración es algo imposible e irrealizable para el
hombre. Y si bien se trata de “una especie de milagro […] es un milagro al
alcance de todos, en cualquier momento”66. La atención es alcanzable por el
hecho de que está en las manos del hombre un primer paso, el de responder al
deseo de bien inscrito en su alma consintiendo a vaciar su pensamiento, a
“renunciar” a sí mismo y disponiéndose interiormente para esperar a que el amor
de Dios actúe en él. Luego, “la gracia hará el resto”.
file:///C:/Users/PC/Downloads/Dialnet-SimoneWeil-5780640.pdf
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