jueves, 31 de marzo de 2022

La atención el principal problema del siglo XXI

 

La atención el  principal problema del siglo XXI

La primera reunión de padres en el colegio de mis hijos consistió en una charla de la psicóloga en donde se nos pedía poner atención a nuestros hijos, pero la psicóloga no nos atendió en ningún momento, no dio tiempo de preguntas, y en su discurso nosotros los padres éramos los culpables de mala atención de nuestros niños al comprarles aparatos “celulares, videojuegos, tablets, etc” y no supervisarlos; en ningún momento pudimos dar nuestro punto de vista, no nos atendió  si eso hace una psicóloga que se supone su función es atender, ¿Qué  podemos esperar  de los profesores?, pues algo mucho peor, porque luego pasamos a las aulas y el profesor hablo al aire con una mascarilla que no se le permitía escuchar nada de lo que se decía , pero al él no le importaba, estaba como en su clase virtual ,sin esperar ninguna atención, haciendo su trabajo como un robot, yo no  me aguante y le dije que me iría porque no le escuchaba, ni le entendía, lejos de cambiar de actitud y relacionarse con nosotros, siguió  en su soliloquió   a lo que yo respondí  yéndome.

¡¿Qué  le pasa al sistema escolar?! ¿Es que acaso no se dan cuenta que los niños vienes de dos años  de pandemia donde su atención ha sido destruida? ¿Podía acaso atender un alumno en su casa con todas las distracciones a su alrededor y con todas las posibilidades que te da el celular de ver cosas mucho mas divertidas?   Pero aun así se validaron estos dos años de “educación”   ahora que han vuelto ¿No tocaría enfocarse en lograr una atención de calidad en los alumnos y de brindarles esa atención? Por supuesto, pero lejos de eso, los maestros están con temor por el covid y se dedican a llamar la atención una y otra vez a los niños para que cumplan los protocolos es decir para que no socialicen terminando de destruir así toda posibilidad de atención.

¡Qué  les pasa! ¡No comprenden que el mayor problema del siglo XXI es justamente la atención! ¿Acaso no fue eso lo que dinamito la guerra en Ucrania? Que le costaba a Europa atender el problema del Donbass y atender la solicitud Rusa para que Ucrania estuviera como estado neutral, ¿Acaso no es este nuestro principal problema en nuestro país? Donde a Castillo no se lo vaca pero nadie le presta atención, y al igual el no presta atención para nada al congreso y mucho menos a la oposición, alargando un conflicto que nos tiene atrapados, ahí están los paros los conflictos sociales y estos conflictos no son de clase, son problemas de atención y en mi propia vida familiar es muy palpable ¡¿No se enfermó  mi madre  de los nervios porque nadie atendió el maltrato del que era víctima? ¿No  murió mi padre porque mi madre jamás lo pudo  atender, ya que a ella nunca la atendieron? , ¿No tuve un problema con mis hermanos porque mi hermana se sintió ofendida al yo apagarle el televisor a su esposo para que nos atendiéramos? ¿No le soy demasiado pesado a mi hermano porque le exijo atención? Atención que el como ingeniero no puede darme porque realmente está  haciendo muchas tareas a la vez, sin poder atender lo que verdaderamente importa, no es justamente esta falta de atención una extrema violencia    y el inicio y el final de todos los conflictos. ¿Y acaso cuando atendemos no logramos cosas muy buenas como en el caso de la selección peruana que Gareca le dio a los jugadores la atención de padre que muchos de ellos no tuvieron?         

Si la respuesta es sí y la atención es el problema entonces hay esperanza porque podemos simplemente prestar atención y lograr la biodramaturgia que devele el ser, esta es la base del método noumenologico la atención como oración y la gran maestra en esta vía es la matria Simone Weil que para mí de lejos es la mejor filosofa del siglo XX  y a la que ahora debemos de prestar mucha atención.    

SIMONE WEIL: ATENCIÓN Y ORACIÓN MARÍA DEL SOL ROMANO Université Catholique de Lyon

La atención es un concepto clave en la filosofía de Simone Weil. Para la autora, la atención no se limita a posturas físicas o gestos, sino que expresa una “espera”. Los estudios escolares son el mejor medio para formar la atención, ya que preparan el alma para un nivel superior de atención, el de la oración. El más alto nivel de atención es sinónimo de la oración y no surge de manera espontánea, es más bien algo a ejercitar y desarrollar. La oración no es una simple repetición de fórmulas, es la unidad entre la palabra y la contemplación. Además, la oración implica vaciarse de sí mismo, lo que hace estar disponible para adoptar una actitud de “espera”. En definitiva, la oración no consiste en un alejamiento del mundo, ya que a través de ella se recibe una inspiración para comprometerse y actuar en el interior de la vida social y política; y a fijar la mirada en el prójimo, particularmente en los más desdichados.

 

I.                    INTRODUCCIÓN Simone Weil (1909-1943) es una filósofa con una profunda vocación por unir su pensamiento y su vida. Su preocupación por los más desfavorecidos y su inagotable deseo de verdad y de justicia, la conducen, por una parte, a un fuerte compromiso social y político y por otra, a una intensificación de su experiencia espiritual y a una inagotable búsqueda del bien. Su reflexión sobre la atención es fundamental en su filosofía, pues a través de este concepto, como se verá, se hace posible en la existencia humana no solamente un progreso intelectual, sino también moral y espiritual. No obstante, la atención no surge de manera espontánea e inmediata, de acuerdo a S. Weil, esta facultad requiere de una formación que tiene sus orígenes en los estudios escolares, en los que debe despertarse un profundo deseo de verdad. Con el tiempo, el ejercicio de la atención, posibilitará a quien desea y ama la verdad a alcanzarla, incluso si no es alguien brillante: “Cualquier ser humano, incluso si sus facultades naturales fuesen casi nulas, penetra en ese reino de verdad reservado al genio, si solamente desea la verdad y hace un perpetuo esfuerzo de atención por alcanzarla. Se convierte entonces en un genio, incluso si, por carecer de talento, este genio no pueda ser visible al exterior”1 . A pesar de que la atención crece y se desarrolla en un ámbito intelectual, puede alcanzar niveles más elevados cuando se es movido por un auténtico deseo de verdad. La atención, como la entiende S. Weil, es central en todos los ámbitos de la existencia humana, pues, “es la clave para una relación auténtica con la realidad”, lo que conlleva a una importante relación de la atención conproblemas “cognitivos, espirituales, éticos y políticos”2 . De ahí que “no se trata de un simple concepto filosófico sino de una exigencia ética y política”3 . El propósito de este artículo es el de considerar a la atención en su estado más puro y elevado, en el que es sinónimo de la oración. En donde la oración es considerada, de acuerdo a S. Weil, como “la orientación hacia Dios de toda la atención de que el alma es capaz”4 . Por consiguiente, en un primer momento se verá lo que es la atención para S. Weil. Luego, se mostrará de qué manera la atención puede formarse en los estudios y cómo estos son una preparación para la oración. Y finalmente, se abordará el tema de la atención como oración, que no consiste en una búsqueda, sino en una “espera” de Dios.

II.                  ¿QUÉ ES LA ATENCIÓN? El filósofo Alain manifiesta que la atención es un “problema de primera importancia. El más alto valor intelectual, e incluso uno de los valores morales es la capacidad de poner atención”5 . Sin embargo, a pesar de la importancia de este concepto, no se sabe poner atención y mucho menos lo que este concepto significa. Una vida sin atención es como vivir en una “sórdida mezcla de funcionamientos vegetativos y sueños fragmentados [en donde] se está apartado de la realidad exterior”6 . Es vivir en un mundo sin realmente vivir en él, es vivir en lo irreal y prefabricado. La ausencia de atención provoca que el mundo gire alrededor de uno mismo, que la realidad se falsee y se reduzca a la propia imaginación y a la elaboración del “yo”. Se vive en un constante espejismo y el entorno se ve de acuerdo al propio criterio. También existe la tentación de querer “atender” varias cosas a la vez, lo que lleva a una dispersión total, al agotamiento y a llenar el pensamiento de cosas inútiles. Pues al intentar hacer varias cosas a la vez, buscando tener resultados rápidos y una solución inmediata a los problemas, la concentración se vuelve imposible porque se permanece en la superficie y se llena el pensamiento de elementos que lo distraen y llevan al error. Esto se debe  a que al hombre le es difícil evitar proyectarse en el mundo y por orgullo se cree capaz de lograrlo todo con sus propias fuerzas. Para que el conocimiento pueda experimentar un verdadero progreso, para que la inteligencia humana pueda captar la realidad tal cual es y haga grandes descubrimientos, necesita de tiempo y de una incesante práctica de la atención. Pero la atención, como la entiende S. Weil, no consiste en una interminable y agotadora búsqueda de varias cosas a la vez, en llenar la cabeza de un sinnúmero de nociones o vivir bajo tensión, es más bien centrarse en “lo dado”. Para la autora, “la atención consiste en relajarse, en hacer el vacío un momento en [el] pensamiento. Para no partir en una falsa vía solo se tienen que mantener los datos”7 . De este modo, la atención no implica un desgaste físico y aunque muy frecuentemente se le asocie con posturas físicas o con emociones, no puede reducirse a eso. Simone Weil deja claro que la atención no es un “esfuerzo muscular” como pretende definirla la psicología experimental, que ve en la “contracción de músculos” un “signo de la atención”9 . Una atención concebida como un simple esfuerzo muscular sería aparente, pues se intenta creer que se ha puesto atención y se ha entendido por realizar una serie de gestos como “fruncir las cejas, retener la respiración, contraer los músculos”: “Muy a menudo se confunde la atención con una especie de esfuerzo muscular. […] Se desperdicia con frecuencia este tipo de esfuerzo muscular en los estudios. Como acaba por cansar, se tiene la impresión de haber trabajado. Es una ilusión. La fatiga no tiene ninguna relación con el trabajo. El trabajo es esfuerzo útil, sea o no cansado. Esta especie de esfuerzo muscular en el estudio es completamente estéril, incluso realizado con buena intención”10 . De este tipo de atención solamente podría obtenerse un resultado superfluo, infecundo y sin frutos, porque la realidad no podría aprehenderse tal cual es simplemente manteniendo una postura física o gesticulando. Es más, un excesivo esfuerzo muscular solo provocaría una fatiga innecesaria11 que impediría poner verdaderamente atención y además este tipo de esfuerzo “degrada y limita la atención superior”12. Aunque la atención implique mantener ciertas posturas físicas, no puede reducirse a algo físico ni definirse como un “esfuerzo muscular”. La atención sobrepasa este ámbito y si bien es “el mayor de los esfuerzos”, este es “negativo”. La atención no consiste en fatigarse, ya que la fatiga dificultaría su ejercicio. De ahí que para la autora, en el caso de sentir fatiga, lo mejor es “abandonarse, buscar un descanso, luego un poco más tarde volver a empezar [porque] veinte minutos de atención intensa y sin fatiga valen infinitamente más que tres horas de esa dedicación de cejas fruncidas que lleva a decir, con el sentimiento del deber cumplido: ‘he trabajado bien’”13 . La atención tampoco consiste en un esfuerzo obsesivo por dirigirse a un objeto sin distraerse, porque la obsesión además de causar una gran fatiga, inevitablemente produce una vuelta a sí mismo en la que se hace constantemente conciencia de que se está poniendo atención. El poner atención a la atención no es un verdadero esfuerzo de atención,14 ya que la verdadera atención, como señala S. Weil, “consiste en deshacerse de la obsesión que se tiene de poner atención”15. Y también consiste en “eliminar el miedo de no comprender” porque –como indica Alain–, “el temor a equivocarse lleva al error, y también la precipitación”16. Por eso es tan importante eliminar todo lo que impide poner atención, evitando que lo superfluo entre en el pensamiento y sobre todo, impidiendo que la imaginación se precipite e intente elaborar una realidad que no existe. La verdadera atención, como la concibe S. Weil, no es pretender que el pensamiento produzca o genere algo. No consiste en una desesperada búsqueda de algo, sino en una paciente y tranquila espera para aprehender la realidad como es. Para esto es imprescindible, como indica la autora, estar “disponible, vacío y penetrable al objeto”: “La atención consiste en suspender el pensamiento, en dejarlo disponible, vacío y penetrable al objeto, manteniendo cerca del pensamiento, pero en un nivel inferior y sin contacto con él, los diversos conocimientos adquiridos que deban ser utilizados […]. Y sobre todo el pensamiento debe estar vacío, a la espera, sin buscar nada, pero dispuesto a recibir en su verdad desnuda el objeto que va a penetrar en él” De este modo, la atención “no consiste en ‘resolver’ problemas ni ‘plantearlos’; sino en contemplarlos”18. Es una mirada a distancia, es vaciar el pensamiento y permanecer inmóvil sin intentar apropiarse de las cosas ni “interpretarlas, sino mirarlas hasta que la luz brote”19. Con la atención se aprende, primero, a vaciar el pensamiento para deshacerse del ruido interior, de los propios fantasmas, de las distracciones, para escuchar la realidad y actuar de acuerdo a ella. Luego, se aprende a mirar atenta y pacientemente, sin precipitarse, esperando a que la realidad aparezca y brote como la luz. La mirada a distancia permite diferenciar lo real de lo ilusorio, lo que es en sí de lo que produce el “yo”. De ahí que la atención debe ser “una mirada y no un apego” porque “el apego es fabricador de ilusiones, y quien quiere lo real debe estar desapegado”20. Pero la capacidad de atención, el aprender a mirar, no es algo que surja de la noche a la mañana, se requiere de un aprendizaje que se desarrolla a través del tiempo. Y el mejor medio para comenzar a ejercitar la atención, como bien muestra S. Weil, es en los estudios.

III.                III. LOS ESTUDIOS ESCOLARES COMO FORMACIÓN DE LA ATENCIÓN Y PREPARACIÓN PARA LA ORACIÓN Es indudable que la atención es una facultad de suma importancia en tanto que permite al hombre entrar en contacto con la realidad, pero, como ya se ha visto, no se sabe poner atención. Comúnmente se orienta la atención hacia lo efímero, lo superfluo y los propios intereses. Se vive con una atención diluida en un sinfín de cosas vanas no solo para el intelecto, sino también para el alma. Incluso, no es extraño ver a instituciones educativas que en vez de tener por misión educar la atención y despertar en sus estudiantes un deseo de verdad y de justicia, se centran en formar estudiantes que tengan como único deseo el triunfo y el éxito profesional. Por eso –siguiendo a S. Weil– “el deseo de aprender por aprender, el deseo de verdad se ha vuelto muy raro”21. Si desde la infancia se formara la atención, inevitablemente la sociedad tendría ciudadanos más responsables, respetuosos y reconocedores de la dignidad de todo ser humano. Por eso, la formación de la atención en los estudios supone para S. Weil “el verdadero objetivo y casi el único interés de los estudios”22. De acuerdo a la autora, “el primer deber de la escuela es el de desarrollar en los niños la facultad de atención a través de ejercicios escolares” y permanentemente debe enseñarles que deben “saber estar atentos para más tarde ser justos”23 . El aporte de S. Weil es luminoso y pertinente, particularmente para las instituciones educativas que deberían tener como prioridad la educación de la atención y no limitarse a formar personas competitivas. De ahí que el papel de la escuela, además de formar intelectualmente a sus estudiantes, es la de inspirar en ellos una incesante búsqueda de verdad y de justicia. De acuerdo a la perspectiva weiliana, el educar desde la infancia la atención no solo traería frutos que hagan crecer espiritualmente al ser humano, sino que el hecho de proporcionar una educación de este género tendría implicaciones políticas y sociales visibles24. Por esta razón, los estudios “constituyen una gimnasia de la atención”25 y se vuelven el método por el que progresivamente se fortalece la atención y se experimenta un mejoramiento espiritual. El ejercicio de la atención que comportan los estudios, no solamente forma una atención discursiva, que tiene más propiamente relación con el razonamiento, sino también prepara para una atención “al vacío”26 que implica para S. Weil una atención superior que se orienta hacia Dios. De esta manera, lo que diferencia los estudios de otras ocupaciones, es que estos acercan más a Dios porque tienen la atención como centro y su práctica a través del tiempo se convierte en oración. De ahí que la atención en los estudios escolares, no radica simplemente en llegar a la solución de un problema matemático o tener notas sobresalientes, sino en los frutos espirituales a los que finalmente conduce. Aun cuando parece que no se obtiene nada a partir del esfuerzo de atención, siempre es eficaz en el ámbito espiritual. Por esta razón, el esfuerzo en tanto que sea auténtico y se mueva por un deseo de verdad nunca está perdido, independientemente de que se llegue o no a la solución, por ejemplo, de algún problema matemático. Pero, ¿algo tan simple como concentrarse en un problema matemático puede dar frutos, incluso si se fracasa?, ¿qué valor puede tener algo que no tiene un resultado rápido y ventajoso? Los fallos en los estudios, más propiamente en los ejercicios escolares, no son cosa perdida, muchas veces se aprende más de los propios errores. Al centrar la atención en ellos se aumenta la concentración para determinar el origen de un mal resultado, esto es, se intenta ir más despacio, mirar cada detalle y no precipitarse para evitar fallar. El poner atención en los propios errores hace reconocer la propia fragilidad intelectual, que en el plano moral equivale a poner atención en los propios actos y reconocer la inclinación al mal moral. Y a pesar del esfuerzo que implica reconocer los propios fallos sean intelectuales o morales, la atención ayuda a afrontar la propia debilidad y favorece la adquisición de virtudes, particularmente la de la humildad, que es la esencia misma de la atención27 y la virtud que abre el acceso a la verdad. A través de reconocer y mirar los fallos de frente, de seguir insistiendo, de no dar la espalda incluso a lo más sencillo, se está creciendo espiritualmente y se está respondiendo al deseo de verdad inscrito en el alma. Como afirma S. Weil, “todas las veces que un ser humano realiza un esfuerzo de atención con el único deseo de volverse más capaz de captar la verdad, adquiere esta aptitud más grande, incluso si su esfuerzo no ha producido ningún fruto visible […]. Hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención”28 . La formación de la atención en los estudios tiene implicaciones en el plano intelectual, moral, espiritual y social. Los frutos espirituales recibidos a través de la atención, “por añadidura” comportan un enriquecimiento intelectual29 . Luego, conducen a un progreso moral, pues si en determinados momentos, por muy cortos que sean, se tiene una atención real “se destruye el mal que hay en sí”30. Y, finalmente, producen una orientación hacia un compromiso social. Por eso, a pesar de que en los estudios no se tengan resultados aparentemente satisfactorios, si se hace un verdadero esfuerzo de atención se adquieren hábitos que fortalecen la vida espiritual. Aunque algunas prácticas de la atención –como resolver un ejercicio matemático– puedan parecer demasiado simples, la ejercitan y la hacen llegar cada vez más lejos. Estas prácticas se vuelven una preparación, un ejercicio para desarrollar la atención, para intensificarla con el fin de llegar a un nivel superior, el de la oración. Cada esfuerzo realizado es muy valioso y por muy simple que sea, se va transformando en un cúmulo de bienes espirituales, es decir, “cada esfuerzo añade un poco más de oro a un tesoro que nada en el mundo puede arrebatar”31. Esto manifiesta el estrecho vínculo entre los estudios escolares y la oración, pues estos son un entrenamiento para una atención superior que “dirigida directamente hacia Dios, constituye la verdadera oración”32. Cuanto más se ejercita la atención en los estudios, mayor es la capacidad de ponerse disponible para la oración. Por lo tanto se necesita: “Estudiar sin ningún deseo de obtener buenas notas, de aprobar los exámenes, de conseguir algún resultado escolar, sin ninguna consideración por los gustos o aptitudes naturales, aplicándose de la misma manera a todos los ejercicios, pensando que todos sirven para formar esta atención que es la sustancia de la oración. En el momento en que uno se aplica a un ejercicio, hay que tratar de realizarlo correctamente, porque esta voluntad es indispensable para que haya verdadero esfuerzo. Pero a través de este fin inmediato, la intención profunda debe estar dirigida exclusivamente hacia el acrecentamiento de la capacidad de atención para la oración […] Poner en los estudios esta única intención excluyendo cualquier otra es la primera condición para su buen uso espiritual. La segunda condición es la de obligarse rigurosamente a mirar de frente, a contemplar con atención, durante largo rato, cada ejercicio escolar fallido, en toda la fealdad de su mediocridad, sin buscar ninguna excusa, sin olvidar ninguna falta ni ninguna corrección del profesor, y tratando de remontar al origen de cada error”33

IV.                IV. LA ORACIÓN COMO “ESPERA” DE DIOS Si a partir de los estudios se formara la atención, con el tiempo se progresaría en la manera de captar la realidad, se aceptaría tal cual es y se tendría una mirada más justa hacia el mundo, hacia el prójimo y hacia uno mismo. También aumentaría la capacidad de orientar toda la atención y amor hacia una “realidad situada fuera de este mundo” que responde a la “exigencia de un bien absoluto” que habita en el corazón de todo hombre y de la que desciende “todo el bien susceptible de existir en este mundo, toda belleza, toda verdad, toda justicia, toda legitimidad, todo orden, toda subordinación de la conducta humana a obligaciones”34. Es decir, el desarrollo de la capacidad de atención se vería reflejado en la intensificación de la capacidad de oración. De este modo, aunque los ejercicios escolares desarrollen “una parte menos elevada de la atención. Sin embargo, son plenamente eficaces para incrementar la capacidad de atención que estará disponible en el momento de la oración, a condición de que se realicen con este fin y solamente con este fin”35 . Para Simone Weil “la atención, en su más alto grado, es lo mismo que la oración. Supone la fe y el amor”36. La atención que es libre de la influencia de la propia imaginación y que es totalmente pura “es la atención dirigida a Dios, que está presente en la medida en que hay atención”37. Se trata simultáneamente de una atención que es oración y de una oración que “está hecha de atención”38 . La atención como oración que en términos weilianos es una atención “sobrenatural”, manifiesta un deseo de verdad y bien. Pero este deseo no es sinónimo de una pretensión por adueñarse o buscar la verdad y el bien como si se tratase de un trofeo. El deseo no es un apego a un bien determinado ni un interés por llenar espacios vacíos, resolver problemas o recibir un bien específico. El verdadero deseo de verdad y bien es movido por la gracia y se orienta hacia un Bien absoluto que no corresponde con ningún objeto preciso y que es, en sentido kantiano, una “finalidad sin fin”. Dicho en otros términos, el deseo de verdad y bien manifiesta explícitamente el deseo de Dios. La atención sobrenatural implica, además del deseo de verdad y bien, no una búsqueda, sino una espera desinteresada y gratuita de Dios, del supremo Bien. Porque, como manifiesta S. Weil, es “solamente en Dios que se puede pensar con la plenitud de la atención” y “solamente con la plenitud de la atención se puede pensar en Dios”39. De ahí que “solo la parte más elevada de la atención entra en contacto con Dios, cuando la oración es lo bastante intensa y pura para que tal contacto se establezca”40 . Cuando no se dirige a Dios una atención religiosa y sobrenatural, se está dirigiendo la atención a algo que no es Dios y se corre el riesgo de caer en la idolatría de bienes pasajeros41. Para no caer en esta idolatría, es importante – siguiendo a S. Weil– “vaciar el deseo de todo contenido, la finalidad de todo contenido”42 con el fin de dirigir “la plenitud de la atención a nuestro deseo puro, vacío”43. Porque “solo el deseo sin objeto está vacío de imaginación. Y hay presencia real de Dios en todo lo que no está cubierto con la imaginación”44. Para lograr vaciar el deseo, el alma humana necesita tener su propio espacio de silencio y soledad. Debe también renunciar a los deseos que le imponga el “yo” y a la influencia de la colectividad. Solo de este modo podrá posibilitarse “el paso a grados de atención cada vez más elevados”45. El más alto grado de atención conlleva, en última instancia, a una cierta renuncia al propio egoísmo y a dejar de intentar proyectarse en el mundo46. Esta renuncia consiste en vaciarse de sí mismo para poderse llenar de aquello que viene de fuera y orientar la mirada a lo que no es el “yo”. Hacer el vacío es detener a la imaginación que intenta llenarlo47 y prepararse para recibir lo que no han producido las propias facultades. Es estar disponible para recibir y llenarse de lo que viene de fuera, para acceder a lo real y en última instancia, acoger la verdad y el bien. Como señala Vetö, “la atención que se propone aprender algo es siempre una atención al vacío que espera que algo aparezca, se revele, se manifieste”48. La atención al vacío en la oración es adoptar una actitud de espera, una disponibilidad interior en la que el pensamiento se libera de sus propias producciones. Como subraya S. Weil, “los bienes más preciados no deben ser buscados, sino esperados. Porque el hombre no puede encontrarlos por sus propias fuerzas, y si se pone en su búsqueda, encontrará en su lugar falsos bienes de los que no sabrá discernir la falsedad”49 . Pero la actitud de espera que se adopta en la oración no es sinónimo de inmovilidad o pasividad total en donde el pensamiento permanece inactivo e indiferente frente a su objeto. Se trata más bien de un tipo de “vigilancia”50 presente en la parábola del siervo que “vela y escucha” y está atento para el momento en que llegue su amo a tocar la puerta51. De acuerdo a S. Weil, en la oración se imita la paciencia del siervo que espera y que sin importar las dificultades y obstáculos que se le presentan, permanece firme y perseverante, espera pacientemente a pesar de las adversidades “y de todos los golpes con los que se trata de hacerlo mover”52. Gracias a la paciente espera del siervo, su amo al volver tendrá un “exceso de ternura” hacia él, porque lo que hace que el siervo sea amado por su amo “es únicamente la vigilia, la espera y la atención”53. En este sentido, orar no es pretender alcanzar algo que sea acorde con los dictados de la voluntad, porque –como señala S. Weil– “la voluntad no abre las puertas de lo sobrenatural”54. La atención como oración “no [está unida] a la voluntad, sino al deseo”55. Es decir, la oración manifiesta un profundo deseo de bien en donde el alma está en una situación de espera, disponibilidad y preparación para escuchar lo que Dios quiere de ella. Al mismo tiempo, orar es experimentar una esperanza paciente y perseverante, en la que misteriosamente se siente una alegría interior por aguardar un bien que es una plenitud para el alma. La oración no consiste en repetir fórmulas de manera irreflexiva o en decir palabras vacías. Tampoco implica liberarse de toda palabra y permanecer en silencio o en un estado de contemplación. En la oración están unidos la palabra y el silencio, la palabra y la contemplación. Esto es, la oración es el vínculo entre lo que se ve y no se ve, entre lo que se escucha y no se escucha. La oración necesita del mínimo de palabras que abran al silencio y a la contemplación. Un ejemplo en S. Weil de la palabra que la lleva al silencio es cuando recita el poema Love de George Herbert. Este poema lo recita con toda su atención, como una oración, durante sus crisis de migraña. Las bellas palabras del poema la transportan a la oración y esta le abre las puertas a una atención suprema que la conduce a lo indecible, a lo que no es controlado por las facultades y que escapa a la imaginación. S. Weil experimenta la gracia de un Amor que sobrepasa el gozo que proporciona la belleza del poema y el sufrimiento causado por los dolores de cabeza. Así lo manifiesta la autora al Padre Perrin: “He aprendido [el poema] de memoria y a menudo, en el momento culminante de las violentas crisis de dolor de cabeza, me he dedicado a recitarlo poniendo en él toda mi atención y abrazando con toda el alma la ternura que encierra. Creía recitarlo solamente como un bello poema, pero, sin que yo lo supiera, esta recitación tenía la virtud de una oración. Fue en el transcurso de una de estas recitaciones que, como ya le he escrito, Cristo mismo descendió y me tomó”56 . Otro ejemplo es cuando la autora experimenta la unión de la palabra con la contemplación al recitar con toda su atención el Padre Nuestro, en donde las palabras “arrancan [su] pensamiento de [su] cuerpo y lo transportan a un lugar fuera del espacio en donde no hay perspectiva ni punto de vista”57. En S. Weil es evidente que conforme se dilata su experiencia espiritual y su atención se vuelve oración, el deseo de Dios se vuelve cada vez más explícito. Su atención como oración hace que la verdad venga a ella, como un “don”, sin haber provocado o planeado su llegada, sin la participación de los sentidos o la imaginación58. Su atención como “espera” de un Bien absoluto, la llevó a la experiencia de Cristo59, lo que muestra que la oración ayuda a experimentar un amor que supera toda expectativa y todo obstáculo que pueda imponer la carne. V. CONCLUSIÓN De lo anterior se deriva que la atención como sinónimo de la oración es “la única facultad del alma que da acceso a Dios”60 y que dispone al alma para acoger la gracia divina. Y si “la atención humana no puede forzar ninguna puerta hacia lo sobrenatural; […] hace posible un encuentro con lo divino”61. La atención como oración, según los términos de Platón, es dirigirse “con toda el alma” hacia Dios, es reconocerlo como la Verdad y el Bien supremo. Esto indica que el hombre no puede alcanzar el bien y la verdad absolutos con sus propias fuerzas, puesto que no pueden poseerse, afirmarse o negarse, más bien engloban al hombre y lo complementan. Para orientarse a lo que se desea desde el fondo del alma, el hombre que es previamente inspirado por una gracia “antecedente”, se pone en una disposición interior y se vacía de sus propias elaboraciones para recibir lo que le viene del exterior, es decir, hace un esfuerzo de atención y se pone en una actitud de espera.

V.                  El alma que se dispone a esperar y que ora con toda su atención se enriquece espiritualmente y además recibe una inspiración, que como indica S. Weil, es la “recompensa de la más alta atención”62. La inspiración hace que el hombre busque encarnar en el mundo a través de su acción la verdad y la justicia. La atención como oración une la acción y la contemplación en tanto que “posee un poder generador”63 o una capacidad creadora. Por consiguiente, una atención que no es inspirada por el bien y que no busca la unidad entre la contemplación y la acción, no es verdadera oración sino una repetición de fórmulas, un simple “esfuerzo muscular”. La atención como oración no solo debe ser orientada al amor de Dios, a la contemplación, sino también al amor del prójimo. Porque, siguiendo a S. Weil, “no es solamente el amor a Dios que tiene por sustancia la atención. El amor al prójimo, que como sabemos es el mismo amor, está hecho de la misma sustancia”64 . La atención como deseo de bien es “creadora”, pues mueve al hombre a socorrer a los desdichados, a sacarlos de la privación social para devolverles su dignidad. La atención es también una fuente de inspiración para la acción, pues hace que el hombre se comprometa en el mundo65. Después de todo esto, podría creerse que la atención como oración es algo imposible e irrealizable para el hombre. Y si bien se trata de “una especie de milagro […] es un milagro al alcance de todos, en cualquier momento”66. La atención es alcanzable por el hecho de que está en las manos del hombre un primer paso, el de responder al deseo de bien inscrito en su alma consintiendo a vaciar su pensamiento, a “renunciar” a sí mismo y disponiéndose interiormente para esperar a que el amor de Dios actúe en él. Luego, “la gracia hará el resto”. 


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