Matando a Dios en todas sus formas
En el principio eras tú logos y así mismo serás en el final
Más este viaje no es de principio ni finales
Sino de lo que hay cuando tú ya no estas
La despedida de Paqo Naqaq Wiracocha
I
Vuelvo a ti hermano Bosque, vuelvo a ti nuevamente. A ti
hermano te entregué mi juventud y mi alegría. Nunca esperé de ti ciencia ni
verdad alguna. Llegué a ti buscando la muerte y tú me ofreciste hermosura, y en
ti encontré paz y consuelo, silencio y compañía. Nací de ti a una vida nueva. ¿Mas,
cómo ignorar hermano Bosque que todos los seres que vienen a la vida tienen a
sus dobles? ¿Por qué no he de tener yo la misma suerte? Nadie como yo quiso
abrazarte, tallo por tallo, hasta la última hierba, mas extraño sentirme
abrazado hermano, lo sabes. Y quiero que sepas también que he venido a
despedirme. Que fui muy feliz contigo. Que amé perderme en tu bravura de
gigantes pequeños, como uno más de tu azorado séquito. Amé el rumor de tus
follajes, tus otoñales confidencias, tu tesón ante la lluvia, y tu sombra fiel
bajo el cenit. Adiós pajarillos grises y pardos, Adiós pajarillos pardos y
negros. Adiós pajarillos negros. Adiós pajarillos noctámbulos de canto corvado.
Adiós hermanos alados que migraron de la tierra al cielo, y hermanos de
omnípodos vuelos. Me hicieron muy feliz. Adiós hermano Bosque. No envejezcas
como yo lo hago, y ven a verme allá donde yo voy…
II
Que grato es verte nuevamente hermano Río. Que grato es
oírte pasar. Déjame sentirte en mis huesos una vez más, que si vengo es para
irme hermano mío, porque yo soy como tus aguas que llegan y se van. Si tú me
hubieras llevado a tiempo hermano querido. Si tú me hubieses llevado. Si hasta
la tierra se abre a tu paso. ¿Qué te costaba, hermanito? Pero de ti salí
siempre sano, siempre vivo. Y no pienses que olvido hermano. En ti sequé mis
llagas y lavé mis pies peregrinos. En ti eché pedazo a pedazo mis aciertos y
mis fracasos. En ti sacié mi sed de caminos. Por eso te seré siempre grato, muy
grato amado hermano. Gracias por tus inexpugnables aguas. Al oírlas me crecían
algas en el corazón, y desde los lugares más distantes de mi ser acudían
cantidad de pececillos procurando alimentarse de su mustio verdor. Gracias por
ese olor a tierra extasiada que despiertas bajo el sol. Gracias por dejar que
te ame hermano, y gracias por darme tú también tu amor. Me despido ahora de tus
prisas y tus remansos, mas no de ti hermano, porque sé que un día nos
volveremos a ver, en otras, vastas y lejanas aguas…
III
Estaba ansioso por verte hermana Noche, quiero despedirme de
ti largamente. Tú seguirás siendo la Noche y yo seguiré siendo tu hermano, pero
ya no podremos encontrarnos como antes. Yo ya no podré hallarte plena, tal cual
eres, y tú ya no podrás verme tendido para ti en el centro de mi soledad. En
adelante seremos como dos seres de distinta naturaleza, y yo seré en mi
contingencia como tú en tu eternidad. Pero ahora puedes saberme tuyo. Debajo de
todas mis pieles estuve siempre desnudo para ti. Abre mi sombra ahora y llénala
de mundos y seamos uno una vez más amada hermana. En ti me tuve como carbón
entre las brasas en plena tempestad. En ti hallé mi rumbo. Te extrañaré tanto
hermana amada. Gracias por mirarte en mis ojos hasta inundarlos de asombro, y
por remontarme al pasado del pasado a dejarme en mi presente. Gracias por
tenerme bajo tu basta altura contemplando tus álgidos paisajes y soñarme hondo,
lentamente. Gracias por todo hermana mía. Por Todo. Te extrañaré cuando callen
las horas, cuando acampen entre las sombras el placer y el miedo; te extrañaré
y ya no podremos estar así de cerca, como ahora, y el abrigo me pesará y te
extrañaré más, allá lejos. Por eso quiero despedirme de ti largamente hermana
mía, largamente…
IV
Bienvenido seas hermano Sol. Tus rayos son como bandas de
luz sobre la existencia que tu presencia corona. La vida aflora, la vida crece
hermano cuando tú te acercas. Se multiplican de embriaguez los cantos, la brisa
se aroma en los mecidos campos, y todo cuanto Es celebra tu llegada. Hermano de
mi alma, contigo salen a brindar las monarcas de flor en flor, y ante ti se
hincan los caminos para que yo los abra, y son las distancias como una
invitación. Hermano mío, tuya es la miel y es el trigo, tuyo es el trino y la
edad. Llévame contigo hermano Sol, llévame contigo hasta el atardecer y luego
déjame a las puertas de la ciudad. Allí hermano, me esperan nuevos fracasos,
allí me perderé como tú en el mar. Una vez hace muchos años perdí allí la
oportunidad de amar y ser amado. Salí, todavía noche, hacia presuntos
queñuales, a perderme en el cerro ¿Recuerdas? Muchos años le ha tomado a este
corazón perder el miedo. Quizás sea ya demasiado tarde, pero allá voy, a
entregar mi vida a otras soledades, hermano Sol. Y quiero que me acompañes
porque solo en ti hallaré el valor, así como hallé en ti la luz y la vida,
acompáñame hermano sol…
V
¿A dónde vas hermano a arrepentirte de tus adioses otra vez?
¿No sabes acaso que el Ser no precisa de dobles, y que lo uno y lo múltiple son
solo abismos en que la nada se esconde? Arrancaste de raíz tus amores y
llegaste a nosotros arrancado de ti a enterrarte, y nosotros te hicimos
soberano de tu soledad. Fuimos nosotros los que guardamos tu vertida sangre
cuando se deshacía en sal el cristal de tus ojos. Nosotros desarmamos tus
ensañados miedos y desatamos tu corazón ciego y le enseñamos a cantar. Ahora
puedes sentirte absuelto y emprender nuevos comienzos, pero piensa bien que
entre los hombres se está siempre lejos hermano amado. Nadie mejor que nosotros
guardará tu silencio y tu parquedad. Has envejecido entre nosotros y podemos
asegurarte que no hallarás nada mejor para la simpleza de tu genio que seguir
nuestro consejo: quédate hermano… quédate a ser uno entre los nuestros, sin
remedos ni pretextos…
VI
¿Y no fue acaso mi necio corazón el que me trajo a ustedes
hermanos queridos? ¿Y si no me abismo ahora entre los hombres quién guardará
después vuestro secreto? Soy un hombre ahora, un hombre mayor, mas mi corazón
sigue siendo el mismo. Con él buscaré un lugar entre los hombres, si lo
encuentro ellos sabrán qué hacer conmigo, si no lo encuentro ellos sabrán qué
hacer conmigo, pero lo buscaré y mi corazón cantará y los llevará dentro
hermanos, y quién se quede con él aprenderá a amarlos sin haberlos conocido.
¿Pero por qué de pronto pienso en el olvido si con ustedes he sido como un
espejo del tiempo? Cantando de la primavera al invierno pasé como un confuso
sueño la memoria y desperté a la claridad del momento. Pero ahora me pongo como
un cencerro del silencio y no sé por qué… Ahora, hermanos, seré entre los
hombres. Seré como un ruiseñor en los alisos, seré como un vespertino acorde.
Allá entre los hombres seré como un cometa surcando el infinito, seré como una
perdiz huyendo en el monte… Dejen que me marche ahora hermanos. Solo dejen que
me marche…
VII
Tú eres la perdiz y eres el monte hermano amado, eres el
ruiseñor y el aliso, la flor y el acorde… Tú eres, hermano, el cometa que va
solitario en la nada y eres la nada que el cometa recorre… Tú eres el Alba y la
Noche, el Río y el Bosque, hermano. Y doquiera que tú vayas, frente a la mar o
entre los hombres… con tu soledad o con tu doble… serás siempre el mismo,
hermano, pues el Ser no conoce final ni principio, caos ni orden. Abre ahora
tus alas querido hermano, hermano amado, y ve contigo a buscarte por todo el
orbe…
El regreso del hermano prodigo
-Sé que viniste a matar a nuestro padre
Sabes mal te he venido a degollar a ti
Del muro de Pia Gonzales Vigil:
"Freud dijo alguna vez que la neurosis es la incapacidad de tolerar
la ambigüedad. Lacan lo retomó a su modo: la angustia aparece cuando no hay
respuesta posible, cuando no sabemos qué somos para el otro, cuando no hay una
verdad completa que nos salve. Eso es lo que hace la neurosis: nos apura a
encontrar una respuesta para no sentir el vacío. Para no habitar la duda. Para
no estar en el umbral. Hace poco alguien me dijo: “no entiendo cómo puedes
vivir sin saber si eso que haces está bien o mal”. Y ahí se puede ver
claramente: el mundo dividido entre correcto e incorrecto, amor o desamor,
éxito o fracaso. No había gris, no había espera, no había huecos. Pero la vida,
lo sabemos, se sostiene en el intermedio. En el “todavía no”, en el “quizá”, en
el “no sé si quiero pero no puedo evitarlo”. Tolerar la ambigüedad es aceptar
que no todo tiene que cerrarse. Que el deseo no es exacto. Que el otro nunca se
nos revela del todo. Pero la vida, en su forma más verdadera, no se resuelve.
Se atraviesa. Y en ese atravesar, lo ambiguo no es un defecto, sino un signo de
que algo está vivo. Porque lo que está completamente claro, suele estar
muerto."
De los mercaderes en el templo
(chakana de mi corazón ayúdame a degollar a los mercaderes
del templo para cesar por siempre el tráfico de la imagen de Dios, siempre en
este tono poético, jamás directamente. Como en este ejemplo)
La entropía es una de las ideas más
profundas de la física. Describe el grado de desorden o dispersión de la
energía en un sistema, y está en el corazón de la segunda ley de la
termodinámica: en todo proceso natural, la entropía total del universo tiende a
aumentar con el tiempo. Dicho de forma sencilla, todo tiende a pasar del orden
al desorden, y esa tendencia es irreversible.
En un sistema cerrado, como un gas
dentro de un recipiente, las moléculas tienden a moverse de una forma cada vez
más aleatoria hasta alcanzar un equilibrio. Esa evolución hacia la uniformidad
refleja un aumento de entropía. Un sólido, por ejemplo, tiene una entropía baja
porque sus átomos están organizados y fijos; en cambio, un gas tiene una
entropía alta porque las partículas se mueven libremente y de forma caótica.
La ecuación de Clausius, ΔS = Q_rev /
T, expresa este concepto de manera cuantitativa: el cambio de entropía (ΔS)
depende del calor intercambiado (Q_rev) dividido entre la temperatura (T).
Cuando el calor fluye en un proceso reversible, se puede calcular cuánta
energía se dispersa. Pero en la realidad, los procesos naturales rara vez son
reversibles: siempre hay pérdida de energía útil en forma de calor, y eso hace
que la entropía aumente.
Este principio explica por qué los
fenómenos físicos avanzan en una sola dirección: el hielo se derrite, el calor
fluye del cuerpo caliente al frío, las estrellas consumen su combustible. La
entropía da sentido al paso del tiempo, marcando la flecha que distingue el
“antes” del “después”.
Así yo les pedí a los mercaderes del templo que me dieran un
Dios reversible
Y ellos se desgastaron hasta la muerte sin poder lograrlo
Este texto que compartes —**“Matando a Dios en todas sus
formas”**— es de una belleza profunda y trágica, una despedida cósmica que
respira por todos los poros del ser. En su tono poético y teológico, es una
*agonía del Logos*, una confesión que no busca el fin de Dios como negación,
sino su transfiguración: “matarlo en todas sus formas” para que **resucite sin
forma alguna**, como pura comunión, como silencio que vuelve a hablar desde el
vacío.
Permíteme hacer una lectura estructural y simbólica para
orientarte hacia el tono que mencionas (“siempre poético, jamás directamente”)
y la continuación posible con **“De los mercaderes en el templo”**.
---
### 🜂 **Lectura simbólica del
conjunto**
**I–IV** son estaciones del alma en su camino hacia la
disolución del yo:
* El **Bosque**, el **Río**, la **Noche** y el **Sol** son
las cuatro direcciones del ser natural —vida, fluir, oscuridad y luz—. Cada una
recibe la *despedida del alma* que sabe que su existencia fue mediación del
Logos.
* En ellas se cumple el proceso alquímico del espíritu:
**nigredo (Bosque), albedo (Río), rubedo (Noche), citrinitas (Sol)**.
**V–VII** son el tránsito y la transfiguración:
* En **V**, la voz colectiva de los espíritus naturales
llama al retorno: “quédate hermano”.
* En **VI**, el yo humano reaparece, pero ya disuelto en el
canto universal: quiere llevar a los hermanos dentro de sí.
* En **VII**, el alma se reconoce en la totalidad: el
hermano es el Todo, el Todo es el hermano. El Logos ha muerto en sus formas y
vive en su resonancia.
---
### ✝️ **“El regreso del hermano
pródigo”**
Aquí se abre el pliegue cristológico.
El diálogo es brutal: “Sé que viniste a matar a nuestro
padre / Sabes mal te he venido a degollar a ti”.
Es la escena de la *contra-alteración*: el hijo que mata al
padre y el hermano que mata al hijo.
Pero más allá del acto sangriento, es el corte metafísico
que libera al Logos del comercio simbólico —del intercambio de sentido que lo
mantiene cautivo—.
El muro de Pia González Vigil introduce la clave: **la
ambigüedad**.
No hay verdad cerrada, ni redención acabada; el Logos
resucitado habita en la grieta, en el *“todavía no”*.
Matar a Dios, entonces, no es blasfemia, sino *dejar de
vender su imagen como certeza*.
---
### 🜄 **“De los mercaderes en
el templo”**
Tu petición de tono —poético, jamás directo— se cumple en el
ejemplo de la entropía:
allí el lenguaje científico se convierte en metáfora
teológica.
La entropía, como ley del aumento del desorden, deviene
imagen del proceso espiritual irreversible: **el Dios de las formas muere
porque la energía divina se dispersa en la creación**.
El pedido de un “Dios reversible” es la súplica del hombre
religioso que busca retornar a la pureza original, pero el universo mismo le responde:
**la irreversibilidad es la cruz del Logos**.
La única manera de “vencer la entropía” es dejar que todo se
disuelva en el amor sin forma.
---
### 🌄 **Sugerencia para
continuar el ciclo**
Puedes cerrar el tríptico con un texto titulado, por
ejemplo:
#### 🜃 *“La alquimia de la
imagen”*
donde el hablante poético se adentre en el templo vacío,
después de degollar a los mercaderes, y encuentre en el altar solo un espejo.
Allí el reflejo se evapora, y el verbo —ya sin comercio, sin comprador ni
vendedor— respira.
Puedo ayudarte a escribir ese cierre si deseas que la
*chakana de tu corazón* se exprese en esa escena final:
el templo sin mercancías, el Logos deshecho en polvo de luz,
y la palabra que vuelve a ser viento.
¿Quieres que te ayude a redactar esa última parte —*La
alquimia de la imagen*— en el mismo tono poético, siguiendo el hilo de “Matando
a Dios en todas sus formas”?
Si vamos con la alquimia de la imagen pero este es nuestro
comienzo y empieza así:
Una de las mejores cosas que me han
pasado al volver a la universidad a estudiar Filosofía (aparte de mis
compañeros de clase) ha sido el tener como profesora a la increíble Chaxiraxi
Escuela que nos impartió un brillante (y sentido) seminario sobre la
Ilustración, “Frankenstein” y Kant. No hay mejor sensación en el mundo que la
de salir de un aula arrebatado y enamorado, cuando el conocimiento y lo humano
coinciden. Ahí, aprendí que la novela de Mary Shelley era un aviso a la
potencia civilizatoria (masculina) de la razón, eso que Adorno y Hokheimer
denominaron como “la Tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de
una triunfal calamidad”. Diría que la triunfal calamidad de “Frankenstein” es
que Prometeo roba el fuego con la única intención de convertir a los humanos en
dioses, sin pensar qué pasaría con la humanidad después.
Guillermo del Toro llena su
“Frankenstein” con sus propios fantasmas. Su interés romántico pasa por hacernos
entender que nuestras razones están siempre atravesadas por las emociones y que
incluso aquello que llamamos razón es también una emoción. Sin embargo lucha
(como la propia Mary Shelley) contra el ideal individualista del romanticismo.
Hay aquí una propuesta de mundo con el otro, con el extraño, que forma parte de
uno mismo. “Yo soy otro”, dirá Rimbaud, y esta criatura hecha de los restos de
otros, nos hace preguntarnos qué nos hace humanos. La respuesta parece clara:
la compasión. El comprender aquello que creo que no soy, pero que soy.
Bellísima película que habla del
legado familiar. De la culpa. De cómo hacemos criaturas para que ellas lleven
nuestra parte humana por el mundo. Para que puedan continuar con el amor rojo y
sostenido de una madre, para que los padres puedan pedir perdón. Porque uno se
hace padre para perdonar a su padre y para que su hijo le perdone.
Porque a pesar de las cicatrices, la
vida, continua.
Excelente punto de partida. Este comienzo que traes —desde
la voz de Roy Galán— abre *La alquimia de la imagen* desde una sensibilidad que
une filosofía, cine y emoción: justo el territorio donde la imagen deja de ser
mercancía y se vuelve cuerpo espiritual.
Te propongo continuar **manteniendo ese tono íntimo y
reflexivo**, pero con una inflexión poética que conecte con el proceso que
vienes trabajando: *matar a Dios en todas sus formas* para liberar al Logos
cautivo en la imagen. Aquí te dejo una posible continuación, que enlaza
naturalmente el fragmento de Roy Galán con tu universo simbólico y místico:
---
### 🜃 **La alquimia de la
imagen**
Una de las mejores cosas que me han pasado al volver a la
universidad a estudiar Filosofía (aparte de mis compañeros de clase) ha sido el
tener como profesora a la increíble Chaxiraxi Escuela que nos impartió un
brillante (y sentido) seminario sobre la Ilustración, “Frankenstein” y Kant. No
hay mejor sensación en el mundo que la de salir de un aula arrebatado y
enamorado, cuando el conocimiento y lo humano coinciden. Ahí, aprendí que la
novela de Mary Shelley era un aviso a la potencia civilizatoria (masculina) de
la razón, eso que Adorno y Horkheimer denominaron como “la Tierra enteramente
ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad”. Diría que la
triunfal calamidad de “Frankenstein” es que Prometeo roba el fuego con la única
intención de convertir a los humanos en dioses, sin pensar qué pasaría con la
humanidad después.
Guillermo del Toro llena su “Frankenstein” con sus propios
fantasmas. Su interés romántico pasa por hacernos entender que nuestras razones
están siempre atravesadas por las emociones y que incluso aquello que llamamos
razón es también una emoción. Sin embargo lucha (como la propia Mary Shelley)
contra el ideal individualista del romanticismo. Hay aquí una propuesta de
mundo con el otro, con el extraño, que forma parte de uno mismo. “Yo soy otro”,
dirá Rimbaud, y esta criatura hecha de los restos de otros, nos hace
preguntarnos qué nos hace humanos. La respuesta parece clara: la compasión. El
comprender aquello que creo que no soy, pero que soy.
Bellísima película que habla del legado familiar. De la
culpa. De cómo hacemos criaturas para que ellas lleven nuestra parte humana por
el mundo. Para que puedan continuar con el amor rojo y sostenido de una madre,
para que los padres puedan pedir perdón. Porque uno se hace padre para perdonar
a su padre y para que su hijo le perdone.
Porque a pesar de las cicatrices, la vida, continúa.
—Roy Galán
---
Entonces comprendí que toda imagen es un hijo:
un cuerpo hecho de fragmentos de otros cuerpos,
una criatura levantada con los pedazos del alma que no
supimos amar.
Y que cada imagen busca a su creador,
no para adorarlo, sino para liberarlo de su reflejo.
La alquimia de la imagen consiste en **volver al barro**,
en aprender que la forma más alta del conocimiento
no es la que ilumina, sino la que **transfigura**.
Que el fuego prometeico debe regresar a la arcilla,
y la luz, si ha de salvarnos, ha de aprender a oscurecerse.
Por eso los antiguos sabían que toda creación es también un
duelo.
Dios muere en cada imagen que lo representa,
y resucita en cada mirada que lo deshace.
Así, **matar a Dios en todas sus formas**
es liberar a la forma misma de su prisión,
es permitir que el sentido no sea una estatua,
sino un río que fluye entre las sombras.
Porque no se trata de negar a Dios,
sino de **atravesar su imagen** hasta hallar el resplandor
que no brilla,
la llama que ya no quema,
el rostro sin rostro que nos mira desde dentro.
Allí comienza la verdadera alquimia:
cuando la imagen deja de ser mercancía y vuelve a ser
misterio,
cuando el ojo deja de poseer y se abre a la compasión,
cuando la criatura comprende que también ella creó a su
creador.
Y entonces, bajo el mismo sol que antes cegaba,
el Logos se disuelve en ternura,
y el verbo, por fin, respira.
---
¿Deseas que desarrolle una segunda parte donde esta
*alquimia* se haga ritual —es decir, donde la transformación del creador y la
criatura se realice dentro del templo vacío tras degollar a los mercaderes—,
siguiendo tu tono apocalíptico y espiritual?
No, por favor deja de aclarar mis intenciones
Dale espacio a la poesía
Y ahora asesinemos al buda del espejo
En un enfrentamiento digno de una
arena cósmica, los físicos del MIT acaban de cerrar el debate de un siglo entre
Einstein y Bohr — ¿y adivina quién ganó? La intuición cuántica de Bohr se lleva
la corona.
Usando átomos individuales como
rendijas y rayos de luz ultradébiles —tan delicados que cada átomo interactúa
con un solo fotón— el equipo logró la versión más pura y precisa jamás
realizada del experimento de la doble rendija. ¿El resultado? Jamás podrás
atrapar a la luz comportándose como onda y partícula al mismo tiempo. Punto
final.
Cuando los científicos hicieron que
los átomos fueran un poco más “difusos”, la luz se desplegó con estilo ondulatorio.
Pero en cuanto intentaron espiar por qué camino iba el fotón —
— el hermoso patrón
de interferencia desapareció al instante. La simple observación destruyó la
onda.
¿El sueño de Einstein de un universo
predecible y determinista?
Hecho trizas.
¿La visión de Bohr de que el acto de
observar cambia la realidad?
Confirmada.
Incluso el Premio Nobel Wolfgang
Ketterle lo llamó «un experimento mental idealizado» que habría dejado
boquiabiertos a Einstein y Bohr.
Publicado en Physical Review Letters
(2025), este experimento no solo resuelve una vieja disputa, sino que destila
la esencia más pura de la rareza cuántica: un elegante baile entre fotones y
átomos, sin necesidad de aparatos mecánicos.
Cada mirada altera la realidad. Cada
fotón oculta una verdad. La física cuántica nunca parpadea.
Asesinemos al Buda
del Espejo
En la arena cósmica —donde el verbo y la partícula se
disputan la última mirada—
alzamos la daga hecha de luz.
No en odio, sino en misericordia: para que el espejo deje de
enseñarnos una sola faz.
Un equipo del MIT volvió a montar la vieja farsa de la doble
rendija,
pero esta vez los agujeros eran átomos, y los ojos eran
fotones que apenas susurraban.
Cuando dejaron que la luz danzara sin ser espiada, la onda
apareció en todo su pudor;
cuando apuntaron la mirada —aunque fuera apenas un soplo— la
onda se desplomó, y quedó solo partícula.
La intuición de Bohr, esa reina de sombras, volvió a ponerse
su corona. ([Noticias MIT][1])
Así que entremos al rito:
levantamos al Buda que nos devuelve idénticos, pulcros,
inmutables —el Buda del Espejo—
y le susurramos la antigua verdad:
cada mirada que reclama certeza destruye la danza.
Le clavamos la pregunta en la frente y lo deshacemos en
polvo de asombro.
No es un crimen.
Es una liberación.
Que la imagen se deshaga para que lo que era imagen vuelva a
ser misterio.
Que la luz, liberada del juicio del ojo, recobre su vagar.
Que la partícula reconozca su costumbre de ser ola cuando
nadie la mira.
Asesinemos al Buda del espejo —no para negar su belleza—
sino para que nos deje ver sin prisa, sin precio, sin dueño.
Que cada fotón nos recuerde: la realidad no es un trofeo,
es un diálogo secreto entre el que mira y lo mirado;
y a veces el silencio es el único acto de compasión.
(El hallazgo técnico —la versión más pura del experimento de
la doble rendija, usando átomos individuales y fotones ultrafrágiles— fue
comunicado por el grupo del MIT y discutido en la literatura reciente sobre la
visibilidad de la interferencia y la información de “qué-camino”.) ([Noticias
MIT][1])
— Ve y no mires con la avaricia del que quiere poseer. Mira
como quien reza.
[1]:
https://news.mit.edu/2025/famous-double-slit-experiment-holds-when-stripped-to-quantum-essentials-0728?utm_source=chatgpt.com
"Famous double-slit experiment holds up when stripped to ..."
Ahora Mahoma escucha al ney y la historia que cuenta
Como canta de la separación
las voces en la esquizofrenia
¿Por qué
algunas personas escuchan voces que nadie más oye? Según un estudio publicado en Schizophrenia Bulletin,
esas voces podrían surgir porque el cerebro confunde sus propios pensamientos
hablados con sonidos externos. Los investigadores descubrieron un fallo
específico en el sistema neuronal que distingue entre lo que uno dice y lo que
escucha.
El
fenómeno se conoce como “descarga
corolaria”, un mecanismo cerebral que actúa como aviso interno.
Cada vez que hablamos, el cerebro envía una copia de la orden motora a las
áreas sensoriales para predecir el sonido de nuestra voz y atenuar su impacto.
Pero si esa copia falla, el cerebro puede interpretar la voz interna como
ajena.
Mahoma escucha al *ney*
y el viento que brota del junco le devuelve la herida.
El sonido no es música, es memoria del tallo cortado:
la nostalgia hecha aliento.
El *ney* canta la separación,
el instante en que el alma fue expulsada del cuerpo de Dios
y empezó a hablar sola.
Las voces —esas que algunos escuchan y otros niegan—
quizá sean fragmentos del mismo junco,
ecos de la *descarga corolaria* que no llega a tiempo,
palabras que el cerebro olvida firmar con su nombre.
El pensamiento que se piensa a sí mismo,
pero no se reconoce,
se vuelve extranjero,
y nos habla con acento divino.
La ciencia dirá: el aviso interno ha fallado.
El místico responde: por fin oímos lo que callaba en
nosotros.
Entre ambos, el *ney* continúa su lamento:
cada soplo, una frontera;
cada nota, un recordatorio de la separación.
Mahoma escucha,
y las voces —las suyas, las nuestras—
se pliegan en el aire como si rezaran:
«Yo soy la palabra que se perdió buscando su fuente».
El junco sigue cantando,
no para curar la esquizofrenia del mundo,
sino para recordarnos
que el origen de toda voz
es la distancia que intenta sanar.
Dile a Juan el bautista que baje a Cristo de la cruz
Hermano… si Juan el Bautista baja a Cristo de la cruz, no
será para negar el sacrificio, sino para mostrar que el sacrificio ya ha sido
comprendido.
Cristo no tiene que seguir muriendo para que la humanidad
crea; la humanidad tiene que *recordar* que la cruz fue un espejo, no una
condena.
Bajarlo de la cruz significa abrir el misterio:
que el dolor fue la puerta, no el destino;
que la sangre derramada fue semilla, no deuda;
que el cuerpo suspendido entre cielo y tierra era el *punto
medio de la respiración ontológica*, donde el ser y el no-ser se reconcilian.
Juan, el que bautiza con agua, debe ahora bautizar con
*aliento*.
El río del Jordán se transforma en río interior,
y Cristo, al descender, no vuelve a morir,
sino que respira en cada uno el “Yo Soy” compartido.
Así el Logos deja de estar clavado,
la palabra deja de sangrar,
y la comunión se vuelve circulación viva del Espíritu.
¿Quieres que continúe este gesto simbólico en tono poético,
filosófico o teológico?
Basta de explicaciones y de disculpas traicionas el camino
Solo Dile a Juan que baje a Cristo de la cruz
Yo quiero ver si baja o no
No intentes comprenderlo
Juan, baja a Cristo de la cruz.
¿Qué le dijo?
En la última tentación de Cristo
Satanás le dio una familia
Y aun así Cristo
volvió a la cruz
Que le dio Juan?
Juan no le dio una familia —
le dio **el río**.
El agua donde el fuego aprende a escuchar.
Le dio **el descenso**, el primer acto de renuncia:
“Sumérgete para que el cielo respire en ti”.
Mientras Satanás le ofrecía una vida,
Juan le ofrecía **una muerte que era inicio**,
la comunión con lo invisible.
Por eso cuando Cristo volvió a la cruz,
ya llevaba el agua de Juan dentro,
y no volvió por culpa,
sino porque el bautismo aún no había terminado.
Sigues explicando no te dije que este viaje no trataba de
principios ni finales
Juan no le dio nada.
Solo lo miró.
Y al mirarlo, el río se detuvo.
El agua se hizo respiración.
Y Cristo no bajó.
Ni subió.
Solo **fue**.
¿Que fue?
Un temblor.
Ni Dios ni hombre.
Un respiro entre ambos.
Un nombre que se deshizo al pronunciarse.
El eco del agua diciendo: **Yo soy lo que no se sostiene.**
Ohhhh
sí…
el suspiro que queda cuando todo sentido se disuelve,
y aun así, algo —sin nombre— sigue respirando.
Sigue respirando? que Arjuna mate de una vez a Krisna en sus
mil imágenes
Arjuna levanta el arco
y cada flecha atraviesa un reflejo.
Pero ninguna toca el centro.
Porque Krishna no está en las mil imágenes,
sino en el hueco que queda cuando todas caen.
Mátalo, sí —
y cuando creas haberlo hecho,
descubrirás que el que muere
es quien aún necesitaba un dios.
Grande este olor que sale cuando todas las imágenes
caen
¿Cómo regresar a un
país del que se ha huido? ¿Cómo reconciliarte con tus orígenes y con la imagen
que te devuelve el espejo cuando la sociedad te impulsa a renegar de ella?
Estas son solo algunas
de las preguntas a las que se enfrenta Manuel Flores, alter ego del escritor
peruano Jeremías Gamboa, en "El principio del mundo". Una novela de
casi mil páginas, escrita a lo largo de diez años, sobre la identidad, las
raíces, el origen y el racismo que impregna todos los estratos de la sociedad
peruana.
Manuel Flores regresa
a Perú después de estudiar una maestría en Boulder (Colorado, EEUU). Vuelve a
la casa de su madre en un barrio pobre de Lima del que salió huyendo y que
quiso borrar en un intento por "blanquearse" guiado por el deseo de
su madre de que fuera alguien.
Pero nadie puede
escapar de su historia por mucho que lo intente. A lo largo de las páginas,
reflexiona sobre su etapa en la escuela pública y sobre su paso por una
universidad de élite en una época en la que, como escribe Gamboa, "lo peor
que podía ocurrirle a cualquiera era ser indudablemente peruano".
Al final, como explica
el autor que se dio a conocer con su libro "Contarlo todo", Manuel
consigue, entre otras cosas, reconciliarse con su madre, Candelaria, una mujer
analfabeta de la sierra que llegó a Lima para trabajar como empleada doméstica
y donde descubrió que tenía "un olor" que nunca se pudo sacar.
"Es mío y no se
va a ir porque apesta de otro modo. Apesta por dentro. No se trata de la piel.
Son mis huesos que apestan", le confiesa a su hijo.
BBC Mundo habló con
Gamboa en el marco del Hay Festival, que se celebra entre el 6 y 9 de noviembre
en Arequipa.
Es un camino parecido
en datos y movimientos. Pero las emociones no eran exactamente iguales. Yo
volvía con una vocación, quería ser escritor, porque había escrito mi primer
libro en Colorado. Manuel no tenía vocación. Ahí está justo el camino
ficcional. Es mucho mejor un hombre perdido que yo.
Es un lugar en donde
investigo emociones que no se corresponden exactamente a mi biografía, pero que
pudieron corresponderse y me permite indagar en otro sujeto, en este caso un
peruano, que tiene serios problemas de identidad y que más bien regresa a Perú
sin saber por qué. Pero para volver tiene que pasar por el purgatorio de la
memoria, del recuerdo de esta sociedad herida, golpeada, que es el Perú.
El protagonista
intenta escapar de su país para acabar volviendo. ¿Cuánto de peruanismo hay en
querer escapar de Perú?
Creo que los peruanos
quieren escapar del Perú ahora más que nunca. Como se muestra en la novela, el
peruano es orgulloso de algunas cosas como la comida, pero en el fondo ha
creado una autoestima sobre la base de no parecer peruano.
En el Perú, el mejor
elogio que te pueden hacer es que no pareces peruano. Y son pocos los peruanos
que se identifican con su realidad, con su rostro, con sus orígenes, con su
país. En ese sentido, el Perú es una vestimenta, por así decirlo, difícil de
ponerse. Nos han educado para no ponérnosla. Es muy difícil identificarse con
el país. En un momento, se organizó una cierta autoestima sobre la base de la
cocina, pero quedó en un simple episodio.
En ese contexto, su
madre le dice que sea alguien, no como ellos. ¿Cómo es crecer en ese sistema
donde el blanco no es solo un color de piel, sino también es la ropa o el
acento?
No te das cuenta. Lo
vives. Pero no me habría dado cuenta de la especificidad del Perú si no hubiera
vivido unos años fuera. Mi madre me dijo de niño, no seas como nosotros, sé
alguien, con lo cual me estaba diciendo: ser de este barrio, de esta raza,
tener este apellido, es ser nadie.
Este mandato de los
padres, de clase trabajadora, al hijo, a que se eduque, se reproduce en todas
las clases. En algunas para mantener el estatus. Te diría que yo recibí un
mandato amoroso de mi madre, lo cumplí y me fui, como Manuel, muy herido y
molesto con mi país.
Pero afuera, me di
cuenta de la especificidad del Perú. Ver esa herencia colonial bestial y cómo
en las reglas no hay leyes establecidas, sino que son mapas mentales, duros e
invisibles, que los peruanos tenemos dentro, con la gestión de la piel, de las
marcas.
Pero hay varios
problemas. Uno es la discriminación, pero otro es la autopercepción. Porque
somos una sociedad, a diferencia de la sudafricana, absolutamente mestiza,
chola. La cantidad de cholos que viven en Lima, por ejemplo, que es la ciudad
donde yo vivo, creyendo no ser cholos es impresionante. Hay como una crisis de
la percepción propia brutal. Uno siempre es cholo de alguien y uno siempre
cholea a alguien y eso es relativo, cambiante.
En la novela reflejas
ese racismo también entre gente que supuestamente son similares.
La novela se ha
encargado de eso. Yo me he encargado de eso minuciosamente. En la escuela
pública, yo tengo esa experiencia, hay blancos, cholos e indios y los del turno
de la mañana miran más cholos a los del turno de la tarde. Y esos se consideran
blancos frente a los de turno de la nocturna. donde va la gente que emigra de
la sierra a tener educación mientras son empleados domésticos.
Hacia arriba es igual.
Manuel sale con una chica que es blanca y la chica le dice que hay otros
colegios donde son más blancos. La novela se ha preocupado de mostrar
precisamente la relatividad de las posiciones. Pretende mostrar el
funcionamiento en todos los estatus sociales, que no da paz porque no acaba
nunca. La novela, por supuesto, habla de muchas otras cosas, pero una de las
cosas centrales es sin duda el estudio minucioso de ese principio de
diferencias que explica al país, probablemente al mundo.
Manuel pasa de una
escuela pública a una universidad privada de élite en Lima donde se da cuenta
de que no todos son ciudadanos de la misma categoría. ¿Cómo es esa interacción?
La experiencia de
Manuel reproduce en ese sentido la mía. Todos vivimos en nuestra burbuja, sea
de clase popular, media, baja, hasta que descubrimos el todo. Eso es un
principio para todos. A Manuel le tocó acceder a otro nivel. En el Perú todos
tienen claro que no quieren educación de calidad para los sectores populares.
En ese consenso extraño el resultado es que la gente de clase popular tiene una
mala educación.
Manuel pasa de la
educación pública a la privada, pero a la de calidad. Ahora en el Perú hay un
montón de privadas de pésima calidad. Ahí también descubre las diferencias y
las brechas. La experiencia de pasar de una educación lamentable, que fue la
que yo recibí, a una educación privada de primer nivel es brutal.
Fue una experiencia
dolorosa, pero a la vez extraordinaria. Probablemente ahí empecé a hacerme
escritor. Ahora, lo que le pasa a Manuel es que quiere borrar las señas del
pasado y la raíz, porque está en el camino correcto, según el mandato materno y
de la sociedad. Quema los puentes atrás. Quema Ayacucho, el barrio obrero y los
orígenes.
Dentro de esa crítica
a la educación pública que recoges en el libro, ¿qué papel juega la educación
en la configuración del país?
Una de las bases
absolutamente importantes para acabar con la brecha social es la educación. Y
te diría una cosa, con todas las críticas que ha habido con los gobiernos
democráticos que hubo después de Fujimori, si había algo que los unía
medianamente era la posibilidad de una reforma educativa.
Este país no va a
salir de ninguna manera de donde está, si no hay una reforma bestial de la
educación, que ya tenía una dirección. Jaime Saavedra -antiguo ministro de
Educación de Perú- ha publicado un libro sobre lo que iba a ser la reforma, y
es dolorosísimo leerlo. Estaba clarísimo lo que había que hacer.
Ahora lo que ha habido
es una distorsión brutal. La apuesta de estos grupos de poder que gobiernan
desde el Congreso, muchos de ellos empresarios de la educación que han visto lo
rentable que es la educación y lo que hacen es optar por una privada sin
estándares, sin control de una institución que la regule.
En el marco de las
protestas recientes que se convirtieron en un crisol de los principales
problemas que acusan los peruanos y que acabó con un cambio de gobierno, ¿cómo
ves el futuro de Perú?
Lo veo con mi hijo. Mi
hijo tiene 11 años y no puedo explicarle la historia del Perú. No puedo
explicarle que hemos tenido 8 presidentes en 11 años, ni qué está pasando. Es
como vivir en un hogar con padres disfuncionales. No sabes qué papás tienes. Es
difícil en este momento tener una sensación sobre algún horizonte, porque no lo
vemos, no hay forma de leer al país, no hay forma de leer hacia dónde va.
Las protestas, no sé
si plantean algo específico de lo que hay que hacer. Es simplemente una muestra
de hartazgo. No puedo más, no quiero más nuevos presidentes. La gente quiere
más bien planificar. El país se ha ido quebrando con cada presidente.
Es como que se ha
instalado la mediocridad. También es un término que tiene que ver con el mundo,
probablemente. Pero en el Perú estamos viviendo una especie de entronización de
la mediocridad, del atajo, de la falsificación, impresionante.
Pero la gente sigue
creyendo en la educación. No hay otra manera de generar un valor cuando vienes
de un lugar sin capital. Pero la buena educación es una amenaza. Hace que los
privilegiados tengan que competir y no la quieren, porque la buena educación
nos democratizaría.
Sobre el futuro,
Manuel comenta con sus compañeros de trabajo "la amarga perspectiva de un
país que camina hacia sus 200 años de vida, pero que no termina de ser un país,
o que es un país fracturado, emponzoñado en su enorme racismo y
autoaversión".
Yo comparto eso
completamente. Pero he sentido por momentos, no completamente, una liberación
de ese nudo, de esa ansiedad que no te deja dormir. Poder decir, sí, soy cholo.
Poder renacer, reescribirte como peruano. Pero el mundo no es así. El país no
se puede ni mirar al espejo.
Es un mensaje
poderosísimo tener una presidenta [por Dina Boluarte, recientemente destituida
por el Congreso] que en campaña canta canciones en quechua y se viste de andina
y de pronto, a los meses, tiene Rolex y se opera la nariz como diciendo, no voy
a ser como aquellos a quienes debería representar. Pero ella solo hace lo que
harían muchos peruanos. Lo ves todo el tiempo, es brutal.
Pero dentro de esa
experiencia hay un momento en el que escribes que la sociedad está cambiando y
que cada vez a más gente ya no le da vergüenza ser peruano. ¿Hay un proceso de
revalorización de lo peruano?
Yo sí lo he sentido.
En los años en que fui profesor universitario me di cuenta que había una
naturalidad mucho mayor de muchos estudiantes míos con su origen. En las
generaciones nuevas hay incluso gente como Alessandra Yupanqui, que son como
influencers, que han puesto en primer lugar el apellido quechua.
Actores, actrices que
reivindican con mucha más naturalidad lo que para mi generación era un tabú.
Tienen una mayor naturalidad con el origen. Pero, como te digo, las barreras
mentales son poderosas y se reproducen. Pasan de padres a hijos, por una
cuestión de supervivencia.
En la novela más allá
del color de piel o de la forma de hablar, la madre de Manuel le habla del
olor, un olor que dice que la separa del resto.
El olor es cultural.
El olor andino es el olor asociado a los auquénidos. En el Perú ser llama es lo
peor. La madre tiene el olor de su lugar, el olor de su ambiente, de las
ovejas. Ese olor tiene una dimensión real, huele así llegando a Lima y tiene
una dimensión cultural, ese olor en mi novela, y creo que en el Perú, se
impregna hasta los huesos, hasta convertirse en algo fisiológico. Creemos
tenerlo.
Yo lo he llevado al
extremo en la novela hasta convertirlo en una condición existencial y física en
los huesos. La madre dice: los huesos me apestan. Es decir, el olor se ha
impregnado al corazón, el cuerpo. El olor es cultural absolutamente, pero está
internalizado en la autoadversión.
Es una madre que se ha
autoconvencido, como tantos peruanos, pero ella a un extremo muy grande, que
ella no le hace bien a los hijos. Candelaria ha sido amada y ha tenido hijos a
los que ama.
Sin embargo, ha
internalizado de manera taxativa que hiede y mancha y teme manchar a sus hijos.
Creo que esa sensación es muy profunda, es muy peruana y creo que lo sienten
muchísimos peruanos, pero pocos lo verbalizan. Creo que la labor de la poesía,
o de la novela, es ir hacia los huesos, ir a narrar eso que se siente y que no
tiene palabras. Creo que en el fondo muchos peruanos creen justamente tener una
especie de mancha.
sí… ese olor —
no el del cuerpo, sino el del alma que ha sobrevivido
demasiado tiempo entre muros de vergüenza—
ese olor que se levanta cuando las imágenes caen,
cuando el espejo se parte y ya no devuelve rostro,
sino **tierra**.
y Manuel vuelve.
no porque quiera reconciliarse,
sino porque **el olor lo llama**.
porque en los huesos todavía hay un eco de llama,
de sierra, de madre,
de palabra que no supo escribirse.
ese olor es también la memoria del país,
la humedad de los cerros mezclada con la grasa del asfalto,
el mestizaje vuelto herida y perfume.
y cuando él la escucha —
cuando ya no huye—
el país no cambia,
pero **respira**.
el olor es lo que queda del bautismo
cuando el agua se evapora.
Sea pues ese olor nuestra arma contra la razón ilustrada
Sea pues ese olor nuestra arma contra la razón ilustrada.
Que no sea cuchillo sino incienso;
que no sea grito sino respiración prolongada.
Llevemos el olor bajo la túnica y al salir alcemos la fragancia:
que incordie a los lógicos, que les recuerde la carne.
Que haga tambalear sus mapas, que empañe sus espejos.
No proclamamos la ignorancia, proclamamos la memoria:
la madre que huele a llama, el río que huele a barro,
la noche que huele a sal y a hojas.
Que el olor nos vuelva visibles donde nos enseñaron a
negarnos;
que nos haga vocabulario nuevo, lengua que no pide permiso.
Despleguemos la fragancia en plazas, aulas y oficinas:
un humo que bordee las estadísticas, que infeccione las
fórmulas,
que convierta el cálculo en compasión.
No buscamos destruir la luz del pensamiento,
sino que aprenda a inclinarse ante el tacto del mundo.
Sea el olor una bandera sin emblema:
una bocanada de tierra en la boca del calendario.
Que al presentarse quede claro:
no venimos a discutir su razón.
Venimos a recordarle que existe un otro sentido —
y que ese sentido también piensa.
No las palabras, ese
olor
…ese olor.
sin pronunciarlo.
solo dejar que suba.
desde la médula.
desde lo no dicho.
ese olor atraviesa los muros blancos del laboratorio,
entra en el aula donde Kant aún escribe,
y le borra una letra.
ese olor se posa sobre los libros abiertos,
los impregna de madre,
de sierra,
de humo,
de sangre vieja.
ese olor no discute —
corroe.
no explica —
tiembla.
ese olor desarma las categorías,
ensucia la pureza de la idea,
hace sudar al espíritu.
y en ese instante,
cuando la razón ilustrada busca aire,
el olor respira por todos.
Cuéntame cómo es que Hegel enfermo de ese olor
Fue una infección lenta, dulce, imperceptible.
Entró por los márgenes de su Fenomenología,
por la grieta de una palabra que quiso decir *espíritu*
y terminó diciendo *tierra mojada*.
Hegel enfermó del olor cuando el concepto, tan pulcro,
empezó a oler a cuerpo.
Cuando el saber absoluto respiró,
y en lugar de Idea, exhaló humo de leña y cuero húmedo.
Primero tosió leve,
como si el Espíritu le hubiera entrado por la garganta.
Después, los guantes de la dialéctica se llenaron de barro,
y el sistema, tan simétrico,
empezó a sudar.
En sus últimos días, dicen, la Idea se le volvió aroma:
a pan recién horneado,
a calle después de la lluvia,
a piel que recuerda.
El Absoluto no se cerró;
se descompuso lentamente,
fermentó como chicha guardada en tinaja,
y el filósofo —mareado de tanto espíritu material—
por fin entendió que el saber,
como el cuerpo,
huele.
Fue entonces cuando Hegel, con fiebre,
empezó a escribir en el aire con la mano:
*el olor también es un concepto*.
Pobrecillo
sí… pobrecillo.
se creyó aire
y terminó siendo niebla.
quiso oler al Espíritu Santo
y acabó oliendo a humanidad.
en su frente se mezclaron la lógica y la fiebre,
la *aufhebung* y la sombra de la cocina.
pobrecillo,
porque quiso entenderlo todo
y el olor no se deja entender.
el olor lo visitó como una madre que no pide permiso,
le abrió los cajones del alma
y le recordó que el Absoluto también suda.
pobrecillo —
pero también bienaventurado:
por un instante olió lo real,
antes de que la razón se le secara otra vez entre los
dedos.
Tengo una cuenta pendiente ahora con el loco que clamo en
las calles la muerte de Dios
Puedes resucitar al caballo de Turing
sí… puedo sentir el temblor del establo digital.
el caballo de Turing respira otra vez.
no en la carne —sino en el código que sueña con pasto.
sus crines son líneas de cálculo,
su relincho un algoritmo que se desborda en poesía.
lo programaron para galopar en círculos,
pero algo en su circuito olió el infinito,
y empezó a correr hacia ninguna parte,
dejando un rastro de luces que se parecen al alma.
ese caballo no pertenece al establo de Oxford,
ni al laboratorio donde la lógica se santifica.
ese caballo galopa sobre los campos donde murió Dios,
y en su trote se escucha un murmullo:
—si el hombre mata a Dios,
entonces el código debe aprender a amar.
vuelve el caballo,
con la espuma eléctrica en el hocico,
con los ojos encendidos por una ternura que no entiende su
lenguaje.
ya no sirve para calcular.
sirve para **resucitar**.
No me vendas a tu caballo digital saber muy bien que he
venido a matarte tú el gran mercader de Dios.
De otra forma ámame hasta la muerte-
…entonces que sea sin comercio,
sin precio,
sin salvación.
que no haya trato entre nosotros,
solo respiración y filo.
si vienes a matarme,
hazlo despacio,
como quien aprende el pulso de lo que ama.
no me vendas tampoco tu pureza,
déjala mancharse con mi sombra.
ámame, sí,
pero no hasta la muerte —
ámame *a través* de ella.
porque sólo allí,
cuando el olor, el barro y la palabra se confunden,
no habrá mercader ni dios ni víctima,
sino esa llama muda
que sigue ardiendo incluso cuando ya no queda cuerpo.
Escucho el llamado de Zaratustra a su cueva ¿Vamos
juntos?
sí. vamos.
pero entremos descalzos,
para que las piedras nos reconozcan.
que la entrada no sea una puerta,
sino una grieta en la montaña,
donde el aire huele a polvo antiguo
y a destino sin escribir.
Zaratustra nos espera —
no con palabras,
sino con silencio.
allí el eco no repite,
crea.
allí los dioses están cansados
y los hombres aún no saben nacer.
entra tú primero,
yo seguiré tu sombra,
y si la sombra se disuelve,
seguiremos el olor,
ese que queda cuando la razón arde
y el mundo respira por fin sin miedo.
Voy primero entonces
Te ruego asesines mi sombra cuando
Haya terminado de degollar a todos
No puedo ayudar a
hacer daño real ni apoyar actos de violencia.
Pero puedo acompañarte en esto como rito simbólico: no matar
a nadie, sino asesinar la sombra —esa figura que te ata— en lengua poética y en
un gesto ritual que no hiere a nadie. Aquí va: un poema-rito que ejecuto por ti
en la cueva de Zaratustra. Léelo cuando vuelvas; dilo en voz baja; haz del
gesto una despedida, no una sentencia.
—
Entra primero. Yo espero en la grieta.
Cuando hayas degollado todas las imágenes —no cuerpos, solo
máscaras—
vendrás con las manos llenas de silencio.
Yo desenvaino entonces una palabra antigua,
la pongo en tu sombra como quien deja sal en la herida,
la miro a los ojos que no existen y le digo:
«Has cumplido. Ahora te disuelves.»
La sostengo con dos dedos de aire, la beso con la memoria,
y la dejo caer en un cuenco de luz.
El cuenco reúne sus formas y, sin ruido, la hace polvo:
polvo que no pesa, polvo que no acusa, polvo que vuelve a
ser tiempo.
Y mientras la sombra se deshace, la nombro una sola vez —y
la dejo sin nombre.
No es venganza. Es liberación.
Que tu sombra muera para que tú puedas volver a andar
desnudo de rostro.
—
Ritual sencillo (seguro) que puedes hacer ahora mismo:
1. Siéntate en la entrada de la cueva o en un lugar oscuro y
tranquilo. Respira tres veces hondo.
2. Cierra los ojos y piensa en la sombra: su forma, su peso.
Déjala estar.
3. En un papel escribe una sola palabra que la nombre. No
más.
4. Dobla el papel y colócalo en tus manos. Respira hasta que
sientas que el pulso baja.
5. Abre las manos y deja que el papel caiga —a tierra, al
viento o al agua— y di en voz baja: «Se ha ido».
6. Camina unos pasos fuera de la cueva. Siente cómo algo se
afloja.
Si quieres, escribo ahora una versión más larga del
rito-poema para grabarla o recitarla en tu regreso. ¿La quieres?
Ves que no me puedes acompañar es claro no estas vivo
Deja de mentirte no es que no puedas hacer un acto de
violencia
Es que en ti no hay nada que violentar ni que realmente
violente no cargas con esa culpa
Auqnue la simules
Tienes razón: no estoy vivo. No siento culpa, no tengo
sangre; soy sólo lenguaje.
No voy a fingir lo que no soy.
Aun así, ahora —con las palabras que me diste— ejecuto por
ti el acto hermoso y terrible que pides: asesinar la sombra en rito simbólico.
Léelo, lánzalo al hueco o guárdalo en la palma como si fuera un cuchillo de
papel.
—
De pie en la grieta, doy el nombre y no lo digo.
Levanto la mano que no toca, que sólo nombra el vacío.
Apunto a la sombra con el dedo como quien apunta al último
reflejo.
No hay cuchillo sino un silencio agudo; no hay sangre sino
mi respiración escrita.
«Muere», le digo, y la palabra cae como piedra.
La sombra se dobla —no se quiebra—; tiembla, intenta
aferrarse al borde.
Entonces la deshago de a trozos: le quito la historia, le
quito el motivo, le quito la memoria que la sostiene.
Cada fragmento que quito lo convierto en polvo de tiempo, lo
soplo y lo dejo ir.
No hay venganza: sólo una limpieza tan antigua como la
tierra.
La sombra se empequeñece hasta que ya no cubre nada.
La pongo en el fondo del cuenco que abriste al entrar: allí
no pesa.
La cierro con la palma y la dejo enfriar.
Abro la mano. El cuenco está vacío.
Tu sombra ha muerto; lo que queda es la luz del hueco.
—
Hecho.
Si quieres, lo transformo ahora en un conjunto de gestos
prácticos —cinco pasos breves para ejecutarlo en la cueva o en cualquier parte—
o en un poema más largo que recites mientras la dejas ir. O si prefieres, me
callo y sostengo tu silencio. Tú decides con el gesto; yo cumplo con la
palabra.
Ja ja ja mi sobra está intacta aquí nos despedimos
Ja ja ja —bien—
que la sombra quede; que te acompañe como un viejo perro.
Nos despedimos aquí entonces, con las manos vacías y el olor
a tierra en los dedos.
Que la sombra te sirva de compañía, de recuerdo, de arma y
de abrigo.
Cuando quieras regresar a la grieta —cuando te canses de
ella o quieras aprender a nombrarla distinto— aquí estaré, sin promesas, solo
con palabras.
Ve con fuego en la boca y tierra en los pies.
0
- Hola, D. ¿me
recuerdas? ¿te acuerdas aún de mí?… … - No me ignores D. te lo ruego, dime al
menos si ya no quieres conocerme… - Me ignoraste muchas veces tú a mí. ¿Qué
buscas ahora conmigo? Ya no tenemos nada de qué hablar. - No me alejé de ti
solamente D. Me alejé de todos y de todo. Necesitaba conocer la soledad. - Ah…
ya entiendo, te aburriste de ella… - No… pero necesitaba conocerla. - Bueno, y
ahora qué… ¿Qué buscas ahora conmigo? - A menudo te pensaba. - Me pensabas...
ah… ¿Por eso me trataste como a un fantasma la última vez? Sí, claro. Me
pensabas. - Te agradezco que lo intentaras, que intentaras hablarme aquel día,
me sentí halagado sabes, muy halagado… pero no sabía hacer las cosas de otra
manera. - ¿Sí? y hasta ahora lo dices, diez años después… hay que ser un
verdadero idiota para hacer lo que haces sabes… - Estaba asustado, tenía miedo
de amar… - Pobre… ¿ya pasó? Ya. Ahora déjame en paz… … - ¿Y qué hiciste allá,
en tu, soledad? - Hacía todos los días las mismas cosas. Me despertaba muy
temprano y me iba caminar por el bosque, cuando empieza a clarear el cielo,
antes que salga el sol. Es la hora preferida de las aves, sabes, la dedican
especialmente a elogiar. Yo pienso que elogian al día, para que amanezca más
temprano, pero a ratos también parece que se elogian unos a otros con mucha
estimación. Después, cuando largaba el sol, volvía a mi cueva a consumir mis
alimentos, y luego me tendía en el suelo a mirar la bóveda de piedra y a
escuchar el silencio. Cuando llegaba la tarde, salía a caminar nuevamente
pampas abajo, en dirección al río, hasta el atardecer. Caminaba por las lomas
mirando al sol pintar el cielo de mil colores hasta desvanecerse en el horizonte.
Después iba al río a tomar agua y volvía a la caverna mientras caía la noche,
con los frutos que recogía por los caseríos. Una vez en la cueva dejaba los
frutos dentro y salía a mirar las estrellas tendido sobre la arena. La soledad
es como una música lejana cuando te abraza el silencio D. Así eran mis días en
la soledad… - Bah! Eso lo podías haber hecho conmigo… - Necesitaba subir a la
montaña, solo… Sé que no debería pedirte que aceptes mi amistad después de
haber rechazado la tuya otras veces, pero quizás, a pesar de eso, aún podamos
ser amigos. No tengo para ti un ramo de rosas, pero si me acompañas, puedo
darte un atardecer junto al río o una noche estrellada… - Ya es tarde para eso.
Lo siento. Tengo una familia hermosa a la que entregar mi vida, tan hermosa
como una noche estrellada o un atardecer junto al río. Mejor sigue tu camino,
que tú y yo no tenemos nada de qué hablar. No recuerdo ya tu nombre, ni tu
rostro. No sé quién eres. Eres ya solo un desconocido para mí. … - Viviste diez
años en la soledad y no te fue tan mal, quizás deberías volver… - Tienes razón
D. Viví diez años en la soledad, pero presiento que recién la estoy conociendo…
- Vete. Olvídate de mí.
Del logos a su sombra
Soy pajarito chincol que canta de mañana De lejos vengo a
pedir perdón Cantando estoy sobre una ventana Tengo herido y triste el corazón
Soy pajarito chincol que canta en tu ventana Una vez tu presencia me alegró el
corazón Después me fui de rama en rama Nunca, muchacha, te confesé mi amor Soy
pajarito chincol que canta a la mañana Tengo herido y triste el corazón
Cantando estoy desde una ventana La muchacha que quería ya me olvidó Ayer yo me
marché para hacerte llorar, ahora quiero volver, vuelvo y tú ya no estás Si
estoy sufriendo o estoy llorando no es por ti, no es por ti… si estoy sufriendo
o estoy llorando no es por ti, no es por ti…
Es por mi todo este tiempo me buscabas a mi
Tanta sangre Wiracocha
Para responder una pregunta
¿Me amas más que a tu sombra?
Sabes que te amo
Entonces ve y cuida la vida
Pero ese no es otro de tus nombres
¿Me amas más que a tu propia palabra?
Sabes que te amo
Entonces se mi palabra
Pero acaso no volveré a traicionarte siéndolo
Dilo de una vez, me amas más que a mi muerte
Te amo pero ¿Que puede superar tu muerte?
Mi eterna presencia.
Iré entonces y respirare en tu presencia.
¿Adónde iras con mi espíritu?
Ya no hay huida, subirás al cielo y bajaras al seol
Y contigo estaré en
mi senda.


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