miércoles, 26 de marzo de 2025

El factor religioso Sumak kausay

 

               El factor religioso

                   Sumak kausay

7 ensayos biodramaturgicos del no ser peruano

En el Principio era el verbo

Es decir en el principio era la idea

En el principio era la acción 

En el principio era la relación

En el principio es el Logos 

Y el logos condensa con el Chaupi quipu

Y desplaza con el Koshi kene 

 Logrando  la

       Sumaq qamaña     

 

Escuche decir a un pastor: La iglesia es un lugar para pecadores. Por eso jamás me han visto allí, no cumplo con el requisito.   

Javier Arévalo

 

No, tu eres de los orgullosos que no reconocen su pecado al punto que nisiquiera comprenden lo que es pecado porque simplemente no les da la gana de comprender o dime ¿Qué es pecado? 

No respondes, así que la pregunta cae sobre mí, más  yo responderé:  

 

 

 

Primero quisiera señalar que el problema del mal no es solamente de índole especulativa: exige una convergencia del pensamiento y la acción (en el sentido moral y político) y una transformación espiritual de los sentimientos.

1. Pensar

 

En el plano del pensamiento —al cual nos constreñimos no bien dejamos el estadio del mito—, el problema del mal merece ser llamado desafío, pero en un sentido que no ha dejado de enriquecerse. El desafío es tanto un fracaso para síntesis siempre prematuras como una incitación a pensar más y de otra manera. En el camino que va de la vieja teoría de la retribución a Hegel y Barth, no cesó de enriquecerse un trabajo de pensamiento aguijoneado por la pregunta «¿Por qué?» contenida en la lamentación de las víctimas, pese a lo cual hemos visto de qué modo fracasaban las onto-teologías de todas las épocas. Pero este fracaso no invitó nunca a una capitulación pura y simple, sino a un refinamiento de la lógica especulativa; la dialéctica triunfante de Hegel y la dialéctica fracturada de Barth son instructivas a este respecto: el enigma es una dificultad inicial cercana al grito de la lamentación; la aporía es una dificultad terminal producida por el trabajo mismo del pensamiento; este trabajo no fue suprimido, sino incluido en la aporía. La acción y la espiritualidad son llamadas a dar a esta aporía no una solución, sino una respuesta destinada a volverla productiva, es decir, a proseguir el trabajo del pensamiento en el registro del actuar y del sentir.

 

2 Actuar

 

Para la acción, el mal es, ante todo, lo que no debería ser, mas tiene que ser combatido. En este sentido, la acción invierte la orientación de la mirada. Bajo el influjo del mito, el pensamiento especulativo es llevado hacia atrás, hacia el origen: ¿de dónde viene el mal?, pregunta. La respuesta —no la solución— de la acción es: ¿qué hacer contra el mal? La mirada se ha vuelto, pues, hacia el futuro, por la idea de una tarea que es preciso cumplir, réplica de la de un origen que es preciso descubrir.

 

No debe temerse que el énfasis en la lucha práctica contra el mal haga perder nuevamente de vista el sufrimiento. Muy por el contrario. Ya hemos visto que todo mal cometido por uno es mal padecido por otro. Hacer el mal es hacer sufrir a alguien. La violencia no cesa de recomponer la unidad entre mal moral y sufrimiento. Por consiguiente, sea ética o política, toda acción que disminuya la cantidad de violencia ejercida por unos hombres contra otros, disminuye el nivel de sufrimiento en el mundo. Si descontáramos el sufrimiento infligido a los hombres por los hombres, veríamos lo que queda de él en el mundo; a decir verdad, no lo sabemos, hasta tal punto la violencia impregna el sufrimiento.

 

Esta respuesta práctica tiene efectos en el plano especulativo: antes de acusar a Dios o de especular sobre un origen demónico del mal en Dios mismo, actuemos ética y políticamente contra el mal.

 

Se objetará que la respuesta práctica no es suficiente; primero, el sufrimiento infligido por los hombres se halla repartido, como se dijo al principio, de manera arbitraria e indiscriminada, de modo tal que las multitudes innumerables lo sienten inmerecido; subsiste la idea de que hay víctimas inocentes, como lo ilustra con crudeza el mecanismo del chivo emisario descripto por René Girard. Por añadidura, hay  una fuente de sufrimiento que está más allá de la acción injusta de unos hombres sobre otros: catástrofes naturales (no olvidemos la querella desatada por el terremoto de Lisboa), enfermedades y epidemias (pensemos en los desastres demográficos causados por la peste, el cólera y, todavía hoy, la lepra, para no hablar del cáncer), el envejecimiento y la muerte. En consecuencia, la pregunta cambia: ya no es «¿Por qué?», sino «¿Por qué yo?». La respuesta práctica deja de ser suficiente.  

 

3. Sentir

 

La respuesta emocional que quiero añadir a la respuesta práctica concierne a las transformaciones por las cuales los sentimientos que nutren la lamentación y la queja pueden beneficiarse de la sabiduría enriquecida por la meditación filosófica y teológica. Tomaré como modelo de esas transformaciones el trabajo del duelo tal como lo describe Freud en un famoso ensayo titulado «Duelo y melancolía». El duelo es descripto aquí como el desligamiento, una  por una, de todas las ataduras que nos hacen sentir la pérdida de un objeto de amor como pérdida de nosotros mismos. Este desprendimiento que Freud llama «trabajo de duelo» nos deja libres para nuevas investiduras afectivas.

 

Quisiera considerar la sabiduría, así como sus prolongamientos filosóficos y teológicos, como una ayuda espiritual para el trabajo de duelo y dirigida a un cambio cualitativo de la lamentación y la queja. El itinerario que voy a trazar no aspira en modo alguno a la ejemplaridad, sino que representa uno de los caminos posibles en cuyo transcurso el pensamiento, la acción y el sentimiento pueden andar de la mano.

 

La primera manera de hacer productiva la aporía intelectual es integrar en el trabajo de duelo la ignorancia que ella engendra. Ala tendencia que lleva a los supervivientes a sentirse culpables de la muerte de su objeto de amor, o, peor aún, a la tendencia de las víctimas a acusarse y entrar en el juego cruel de la víctima expiatoria, es preciso poder replicar lo siguiente: no, Dios no ha querido eso; y menos aún ha querido castigarme. El fracaso de la teoría de la retribución en el plano especulativo debe ser  integrado aquí en el trabajo de duelo, liberándose de la acusación y dejando en cierto modo al desnudo el sufrimiento en tanto que inmerecido. (En este aspecto, el pequeño libro del rabino Harold S. Kushner, When bad things happen to good people, publicado por Schocken Books en 1981, tiene una gran dimensión pastoral.) Decir: no sé por qué, las cosas son así, hay azar en el mundo, constituye el grado cero de la espiritualización de la queja, devuelta sencillamente a sí misma.

 

Un segundo estadio de la espiritualización de la lamentación es dejarla extenderse a una queja contra Dios. Este es el camino que tomó toda la obra de Elie Wiesel. La propia relación de la Alianza, que es un proceso mutuo intentado por Dios y por el hombre, invita a tomar ese camino y llegar a articular una «teología de la protesta» (como la de John K. Roth en Encountering Evil, John Knox Press, 1981). Esta teología protesta contra la idea del «permiso» divino, que sirve de recurso en tantas teodiceas y que el propio Barth procuró repensar distinguiendo entre la victoria ya obtenida sobre el mal y la plena manifestación de esa victoria.  

 

 

La acusación contra Dios es aquí la impaciencia de la esperanza. Tiene su origen en el grito del salmista: «¿Hasta cuándo, Señor?».

 

Un tercer estadio de la espiritualización de la lamentación instruida por la aporía especulativa es descubrir que las razones para creer en Dios no tienen nada en común con la necesidad de explicar el origen del sufrimiento. El sufrimiento sólo es un escándalo para aquel que entiende a Dios como la fuente de todo cuanto hay de bueno en la creación, incluyendo la indignación contra el mal, el valor de soportarlo y el impulso de simpatía hacia sus víctimas; creemos así en Dios a despecho del mal (conozco la confesión de fe de una denominación cristiana cuyos artículos comienzan en su totalidad, según un plan trinitario, con las palabras a pesar de). Creer en Dios, a pesar de. .., es una manera más de integrar la aporía especulativa en el trabajo de duelo.

 

Más allá de este umbral, hay sabios que avanzan solitarios por el camino que conduce a renunciar por completo a la queja. Algunos consiguen discernir en el sufrimiento un valor educativo y purgativo. Pero es necesario decir  sin tardanza que este sentido no puede ser enseñado: sólo puede ser hallado o reencontrado; y tal vez sea un afán pastoral legítimo impedir que, asumido por la víctima, este sentido la reconduzca a la autoacusación y la autodestrucción. Otros sabios, que avanzaron todavía más por este camino de renunciamiento de la queja, hallan un consuelo sin igual en la idea de que Dios mismo sufre y de que la Alianza, más allá de sus aspectos conflictivos, culmina con la participación en el descenso del Cristo de los dolores. La teología de la Cruz —es decir, aquella según la cual Dios mismo murió en Cristo— no significa nada fuera de una transmutación correspondiente de la lamentación. El horizonte hacia el cual se dirige esta sabiduría parecería ser la renuncia a los deseos que, al verse coartados, engendran la queja: renuncia, en primer lugar, al deseo de ser recompensado por las propias virtudes, renuncia al deseo de salvarse del sufrimiento, renuncia al componente infantil del deseo de inmortalidad, que haría aceptar la propia muerte como un aspecto de esa parte de lo negativo cuya nada agresiva, das Nichtige, distinguía cuidadosamente Karl   Barth. Similar sabiduría está bosquejada quizás al final del libro de Job, cuando se dice que Job llegó a amar a Dios por nada, haciendo perder así a Satanás su apuesta inicial. Amar a Dios por nada es abandonar completamente el ciclo de la retribución del que la lamentación permanece todavía cautiva, mientras la víctima se queja de su injusta suerte.

 

Tal vez este horizonte de la sabiduría, en el Occidente judeocristiano, coincide con el de la sabiduría búdica en cierto punto que sólo un prolongado diálogo entre judeocristianismo y budismo podría identificar.

 

No quisiera aislar estas experiencias solitarias de sabiduría de la lucha ética y política contra el mal en torno a la cual pueden congregarse todos los hombres de buena voluntad. En relación con esta lucha, tales experiencias son, como las acciones de resistencia no violenta, anticipaciones —en forma de parábolas— de una condición humana en la cual, una vez suprimida la violencia, quedaría al desnudo el enigma del verdadero sufrimiento, del sufrimiento irreductible.

 

¿Más donde se podría dar ese dialogo entre lo judeo Cristiano y lo budista? 

Pues en la cultura andino amazónica donde la complementariedad nos permite integrar el ajayu el alma complementaria  más los dos punto de esta alma están en el ser   que tanto reflexiono la cultura occidental y que solo se logra alcanzar por la fe en lo judeo Cristiano revelándose como lo uno real y en la nada donde por fin accedemos a la experiencia pura, solo en la complementariedad de lo uno y la nada, descubriremos el pecado como aquello que no permite esa integración abriendo el mal desde la libertad humana.   

 

 

Para esto me saco la máscara de Paul Ricoeur y me pongo la máscara de Mareategui, esto requiere de un rito de invocación del alma, no para que me posea sino para que me medie y me complemente permitiendo seguir mi camino. 

 

   Hay una herida enorme la de la guerra interna que se abre cuando llamo a Mareategui, pero desde mi interior clamo su nombre y digo ven Amauta ayúdame a caminar, ante su presencia me queda claro que esta será una guerra, que sea pues también una relación sexual y como tal una religación espiritual, Señor santo ayúdame Emanuel.        

I. LA RELIGIÓN DEL TAWANTINSUYO HAN TRAMONTADO definitivamente los tiempos de apriorismo anticlerical, en que la crítica “librepensadora” se contentaba con una estéril y sumaria ejecución de todos los dogmas e iglesias, a favor del dogma y la iglesia de un “libre pensamiento” ortodoxamente ateo, laico y racionalista. El concepto de religión ha crecido en extensión y profundidad. No reduce ya la religión a una iglesia y un rito. Y reconoce a las instituciones y sentimientos religiosos una significación muy diversa de la que ingenuamente le atribuían, con radicalismo incandescente, gentes que identificaban religiosidad y “oscurantismo”. La crítica revolucionaria no regatea ni contesta ya a las religiones, y ni siquiera a las iglesias, sus servicios a la humanidad ni su lugar en la historia. Waldo Frank, pensador y artista de espíritu tan penetrante y moderno, no nos ha asombrado, por esto, cuando nos ha explicado el fenómeno norteamericano descifrando, atentamente, su origen y factores religiosos. El pioneer, el puritano y el judío, han sido, según la luminosa versión de Frank, los creadores de los Estados Unidos. El pioneer desciende del puritano: más aún, lo realiza. Porque en la raíz de la protesta puritana, Frank distingue principalmente voluntad de potencia. “El puritano –escribe– había comenzado por desear el poder en Inglaterra: este deseo lo había impulsado hacia la austeridad, de la cual había pronto descubierto las dulzuras. He aquí que descubría luego un poder sobre sí mismo, sobre los otros, sobre el mundo tangible. Una tierra virgen y hostil demandaba todas las fuerzas que podía aportarle; y, mejor que ninguna otra, la vida frugal, la vida de renunciamiento, le permitía disponer de esas fuerzas”*. El colonizador anglosajón no encontró en el territorio norteamericano ni una cultura avanzada ni una población potente. El cristianismo y su disciplina no tuvieron, por ende, en Norteamérica una misión evangelizadora. Distinto fue el destino del colonizador ibero, además de ser diverso el colonizador mismo. El misionero debía catequizar en México, el Perú, Colombia, Centroamérica, a una numerosa población, con instituciones y prácticas religiosas arraigadas y propias. Como consecuencia de este hecho, el factor religioso ofrece, en estos pueblos, aspectos más complejos. El culto católico se superpuso a los ritos indígenas, sin absorberlos más que a medias. El estudio del sentimiento religioso en la América española tiene, por consiguiente, que partir de los cultos encontrados por los conquistadores. La labor no es fácil. Los cronistas de la Colonia no podían considerar estas concepciones y prácticas religiosas sino como un conjunto de supersticiones bárbaras. Sus versiones deforman y empañan la imagen del culto aborigen. Uno de los más singulares ritos mexicanos –el que revela que en México se conocía y aplicaba la idea de transustanciación– era para los españoles una simple treta del demonio. Pero, por mucho que la crítica moderna no se haya puesto aún de acuerdo respecto a la mitología peruana, se dispone de suficientes elementos para saber su puesto en la evolución religiosa de la humanidad. La religión inkaica carecía de poder espiritual para resistir al Evangelio. Algunos historiadores deducen de algunas constataciones filológicas y arqueológicas el parentesco de la mitología inkaica con la indostana. Pero su tesis reposa en similitudes mitológicas, esto es formales; no propiamente espirituales o religiosas. Los rasgos fundamentales de la religión inkaica son su colectivismo teocrático y su materialismo-animista . Estos rasgos la diferencian, sustancialmente, de la religión indostana, tan espiritualista en su esencia. Sin arribar a la conclusión de Valcárcel de que el hombre del Tawantinsuyo carecía virtualmente de la idea del “más allá”, o se conducía como si así fuera, no es posible desconocer lo exiguo y sumario de su metafísica. La religión del quechua no era un código moral es decir no terminaba en la impotencia y tristeza en la que acaba toda moral,  como tampoco  una concepción metafísica, sino un biotejer desde la ética al otro,  hecho que nos aproxima a la China mucho más que a la India, solo que este biotejer es afectivo distinto al accionar volitivo Chino. El Estado y la Iglesia se identificaban absolutamente; la religión y la política reconocían los mismos principios y la misma autoridad. Lo religioso se resolvía en lo social. Desde este punto de vista, es evidente entre la religión del Inkario y las de Oriente la misma oposición que James George Frazer constata entre éstas y la civilización greco-romana. “La sociedad, en Grecia y en Roma –escribe Frazer– se fundaba sobre la concepción de la subordinación del individuo a la sociedad, del ciudadano al Estado; colocaba la seguridad de la república como fin dominante de conducta, por encima de la seguridad del individuo, sea en este mundo, sea en el mundo futuro. Los ciudadanos, educados desde la infancia en este ideal altruista, consagraban su vida al servicio del Estado y estaban prontos a sacrificarla por el bien público. Retrocediendo ante el sacrificio supremo, sabían muy bien que obraban bajamente prefiriendo su existencia personal a los intereses nacionales. La propagación de las religiones orientales cambió todo esto: inculcó la idea de que la comunión del alma con Dios y su salud eterna eran los únicos fines por los cuales valía la pena de vivir, fines en comparación de los cuales la prosperidad y aun la existencia del Estado resultaban insignificantes”*. Identificada con el régimen social y político, ¿La religión inkaica no pudo sobrevivir al Estado inkaico?. ¿Tenía fines temporales más que fines espirituales. Se preocupaba del reino de la tierra antes que del reino del cielo? No, la espiritualidad Inka es una espiritualidad del sentir y lo que se siente primero es el espacio tiempo el cual tiene tres niveles el nivel de la semilla uku pacha, el nivel de la realización el Hanan pacha  y el nivel de la complementariedad de uno y otro el Kay pacha cuando no se puede complementar uno se retira a la semilla se repliega pero el estado Inka no muere sino que se repliega con la misma religión, ¿Cómo fue este repliegue? ¿Se intentó y logro una complementación con lo Católico? ¿Hasta qué  punto? Lo cierto es que el Hanan pacha no se ha logrado y hoy parece que las semillas que descansaban en la tierra están despertando:   

https://www.youtube.com/watch?v=S_puQdaFgIM

El biotejido de Wiracocha  

 

 

 

Es cierto la religión andina prehispánica   constituía una disciplina social más que una disciplina individual. El mismo golpe que acabo con el tawantinsuyo no hirió de muerte la teocracia y la teogonía. Lo que tenía que subsistir de esta religión, en el alma indígena, había de ser, no una concepción metafísica, sino los ritos agrarios, las prácticas mágicas y el sentimiento panteísta**, más la concepción estaba ahí,nos e podía conceptualizar libremente pero estaba ahí en la acción, en el rito, en la práctica, en la relación comunitaria que hasta hoy con todos sus problemas perdura.  De todas las versiones que tenemos sobre los mitos y ceremonias inkaicas, se desprende que la religión quechua era en el imperio mucho más que la religión del Estado (en el sentido que esta confesión posee en nuestro evo). La iglesia tenía el carácter de una institución social y política. La iglesia era el Estado mismo. El culto estaba subordinado a los intereses sociales y políticos del Imperio. Este lado de la religión inkaica se delinea netamente en el miramiento con que trataron los inkas a los símbolos religiosos de los pueblos sometidos o conquistados. La iglesia inkaica se preocupaba de avasallar a los dioses de éstos, más que de perseguirlos y condenarlos. El Templo del Sol se convirtió así en el templo de una religión o una mitología un tanto federal. El quechua, en materia religiosa, no se mostró demasiado catequista ni inquisidor. Su esfuerzo, naturalmente dirigido a la mejor unificación del Imperio, tendía, en este interés, a la extirpación de los ritos crueles y de las prácticas bárbaras; no a la propagación de una nueva y única verdad metafísica. Para los inkas se trataba no tanto de sustituir como de elevar la religiosidad de los pueblos anexados a su Imperio. La religión del Tawantinsuyo, por otro lado, no violentaba ninguno de los sentimientos ni de los hábitos de los indios. No estaba hecha de complicadas abstracciones, sino de sencillas alegorías. Todas sus raíces se alimentaban de los instintos y costumbres espontáneos de una nación constituida por tribus agrarias, sana y ruralmente panteístas, más propensas a la cooperación que a la guerra. Los mitos inkaicos reposaban sobre la primitiva y rudimentaria religiosidad de los aborígenes, sin contrariarla sino en la medida en que la sentían ostensiblemente inferior a la cultura inkaica o peligrosa para el régimen social y político del Tawantinsuyo. Las tribus del Imperio más que en la divinidad de una religión o un dogma, creían simplemente en la divinidad de los Inkas. Los aspectos de la religión de los antiguos peruanos que más interesa esclarecer son, por esto –antes que los misterios o símbolos de su metafísica y de su mitología muy embrionarias–, sus elementos naturales: animismo, magia, totems y tabúes. Es ésta una investigación que debe conducirnos a conclusiones seguras sobre la evolución moral y religiosa de los indios. La especulación abstracta sobre los dioses inkaicos ha empujado frecuentemente a la crítica a deducir de la correspondencia o afinidad de ciertos símbolos o nombres el probable parentesco de la raza quechua con razas que, espiritual y mentalmente, resultan distintas y diversas. Por el contrario, el estudio de los factores primarios de su religión sirve para constatar la universalidad o semi-universalidad de innumerables ritos y creencias mágicas y, por consiguiente, lo aventurado de buscar en este terreno las pruebas de una hipotética comunidad de orígenes. El estudio comparado de las religiones ha hecho en los últimos tiempos enormes progresos, que impiden servirse de los antiguos puntos de partida para decidir respecto a la particularidad o el significado de un culto. James George Frazer, a quien se deben en gran parte estos progresos, sostiene que, en todos los pueblos, la edad de la magia ha precedido a la edad de la religión; y demuestra la análoga o idéntica aplicación de los principios de “similitud”, “simpatía” y “contacto”, entre pueblos totalmente extraños entre sí*. Los dioses inkaicos reinaron sobre una muchedumbre de divinidades menores que, anteriores a su imperio y arraigadas en el suelo y el alma indios, como elementos instintivos de una religiosidad primitiva, estaban destinadas a sobrevivirles. El “animismo” indígena poblaba el territorio del Tawantinsuyo de genios o dioses locales, cuyo culto ofrecía a la evangelización cristiana una resistencia mucho mayor que el culto inkaico del Sol o del dios Kon137. El “totemismo”, consustancial con el ayllu y la tribu, más perdurables que el Imperio, se refugiaba no sólo en la tradición sino en la sangre misma del indio. La magia, identificada como arte primitivo de curar a los enfermos, con necesidades e impulsos vitales, contaba con arraigo bastante para subsistir por mucho tiempo bajo cualquiera creencia religiosa Estos elementos naturales o primitivos de religiosidad se avenían perfectamente con el carácter de la monarquía y el Estado inkaicos. Más aún: estos elementos exigían la divinidad de los Inkas y de su gobierno. La teocracia inkaica se explica en todos sus detalles por el estado social indígena; no es menester la fácil explicación de la sabiduría taumatúrgica de los Inkas. (Colocarse en este punto de vista es adoptar el de la plebe vasalla que se quiere, precisamente, desdeñar y rebajar). Frazer, que tan magistralmente ha estudiado el origen mágico de la realeza, analiza y clasifica varios tipos de reyes-sacerdotes, dioses humanos, etc., más o menos próximos a nuestros Inkas. “Entre los indios de América –escribe refiriéndose particularmente a este caso– los progresos más considerables hacia la civilización han sido efectuados bajos los gobiernos monárquicos y teocráticos de México y del Perú, pero sabemos demasiado pocas cosas de la historia primitiva de estos países para decir si los predecesores de sus reyes divinizados fueron o no hombres-medicina. Podría encontrarse la huella de tal sucesión en el juramento que pronunciaban los reyes mexicanos al ascender al trono; juraban hacer brillar al sol, caer la lluvia de las nubes, correr los ríos y producir a la tierra frutos en abundancia. Lo cierto es que en la América aborigen, el hechicero y el curandero, nimbado de una aureola de misterio, de respeto y de temor, era un personaje considerable y que pudo muy bien convertirse en jefe o rey en muchas tribus, aunque nos falten pruebas positivas, para afirmar este último punto”. El autor de The Golden Bough, extrema su prudencia, por insuficiencia de material histórico; pero llega siempre a esta conclusión: “En la América del Sur, la magia parece haber sido la ruta que condujo al trono”. Y, en otro capítulo, precisa más aún su concepto: “La pretensión de poderes divinos y sobrenaturales que nutrieron los monarcas de grandes imperios históricos como el Egipto, México y el Perú no provenía simplemente de una vanidad complaciente ni era la expresión de una vil lisonja; no era sino una supervivencia y una extensión de la antigua costumbre salvaje de deificar a los reyes durante su vida. Los Inkas del Perú, por ejemplo, que se decían hijos del Sol, eran reverenciados como dioses; se les consideraba infalibles y nadie pensaba dañar a la persona, el honor, los bienes del monarca o de un miembro de su familia. Contrariamente a la opinión general, los Inkas no veían su enfermedad como un mal. Era, a sus ojos, una mensajera de su padre el Sol que los llamaba a reposar cerca de él en el cielo”*. El pueblo inkaico ignoró toda separación entre la religión y la política, toda diferencia entre Estado e Iglesia. Todas sus instituciones, como todas sus creencias, coincidían estrictamente con su economía de pueblo agrícola y con su espíritu de pueblo sedentario. La teocracia descansaba en lo ordinario y lo empírico; no en la virtud taumatúrgica de un profeta ni de su verbo. La religión era el Estado. Vasconcelos que subestima un poco las culturas autóctonas de América piensa que, sin un libro magno, sin un código sumo, estaban condenadas a desaparecer por su propia inferioridad. Estas culturas, sin duda, intelectualmente, no habían salido aún del todo de la edad de la magia. Por lo que toca a la cultura inkaica, bien sabemos además que fue la obra de una raza mejor dotada para la creación artística que para la especulación intelectual. Si nos ha dejado, por eso, un magnífico arte popular, no ha dejado un RigVeda ni un Zend-Avesta138. Esto hace más admirable todavía su organización social y política. 

¿Más era necesario superar el estadio mágico?

¿Y si la cultura andino amazónica prehispánica seguía en este estadio podemos hablar de imperio?

Para nosotros es claro que aquí se daba la transferencia ontológica en una magia por semejanza y contaminación, también es claro que la cultura andina no accede ni al ser de occidente ni al no ser de Oriente, comprendemos  que la etapa mágica será también la etapa del tabú, que el hombre primitivo no es libre sino que le preocupa su acción porque esta o puede atraer lluvias y hacer brillar el sol o puede atraer desgracias y que no puede objetivar, ni subjetivar lo real, que aún se está  construyendo, pero accede a lo absoluto desde lo ritual con ayuda de plantas psicotrópicas y que extiende todo su ser al cosmos, reflejándose en él, por lo mismo es un hombre mucho más puro, que se transfiere a todo lo que lo rodea siendo mediado por plantas, animales y humanos, estando su alma constituida por todos ellos en un amor natural-espiritual.

Si el tawantinsuyo logro vencer el hambre es porque el otro importaba, pero el Tawantinsuyo no logro vencer el mal.

 

¿Qué  es el mal? 

 

Es la persistencia en la  herida.

¿Qué  es la herida?  

 

Es un desplazamiento metonímico  que nos rompe adentro.

Karl Barth asume que en la nada está el mal, pues se equivoca al contrario en la nada está  el ser  y el ser es Dios y como tal es inconcebible.

Más cuando la nada olvida que es nada y se desplaza en su deseo queriendo tener y como tal condensando su ser en contradicción con el ser mismo se produce la herida y eso es el pecado. 

Y esto sucedió porque algo  herido nos medio.

 

01←0←10←→10→1→01

 

Está en síntesis es la estructura sintransferencial de Dios.

Tiene el desplazamiento perfecto 01

Y la condensación perfecta 10

Así como la complementariedad perfecta.

Es decir tiene la acción perfecta

La idea perfecta

Y la relación perfecta

La biblia nos dice que nosotros fuimos creados a imagen de Dios.

 

Hombre 1←0←1→0→1→0 Mujer  

Con la diferencia que nosotros no teníamos conciencia, es decir no podíamos desplazarnos no condensarnos como quisiéramos, esto simplemente sucedía.

Pero había a una religación con la naturaleza, con Dios y con nosotros mismos, complementándonos unos a los otros.

Al punto que había sintergia creación de materialidad, sintransferencia comunión espiritual y sincronicidad creación de eventos, no porque hiciéramos magia a voluntad, esto simplemente sucedía, los mitos están  repletos de estos recuerdos imaginarios y de hecho la magia es como un intento de recuperar esta sintransferencia que en algún momento poseímos si creemos en la anamnesis ¿Porque no recuperamos el recuerdo de esta totalidad del ser? ¿No será que nuestro preconsciente funciona como una barrera para mantenernos dormidos tanto de este lado como del otro?

Pero paso algo, otra estructura nos medió.

 

1→0 0→1/2→←5/6←1→←1←0

Esta vendría a ser la estructura del diablo.

 

Y yo lo se Javier aquí saltaras hasta el cielo y puedes dejar de leer pero algo nos alteró y adultero nuestra naturaleza espiritual.

 

Así de esto:

1←0←1→0→1→0 → 1→0 0→1/2→←5/6←1→←1←0 →(pasamos a ser esto)1→0 0→1/2→←5/6←1→←1←0

¿Qué  sucede?

Yo quiero condensar, es decir pensar, pero soy incapaz de lograr la síntesis porque produzco una mediación racional perdiendo mi posibilidad de conocer en acto intuitivamente.

1→(0→1/2→0)→1/2

 

Y es que hay una ruptura en mi nada, ya minada no es la nada de Dios y por lo mismo no puede conocer en acto, sino que lo hago racionalmente, voy partiendo la realidad, analizando pero nunca logro completarla.

1→0→1/2→1/3→1/4→..0→ 1/2→1/3→1/4…

Mi ciencia no logra lo absoluto y empieza a conocer por causas y efectos, perdiendo la mediación de la nada y el ser.

Mi Acción produce cosas en las que me quedo atrapado idolatrándolas, en el fondo todas ellas son reflejos de mi ser que quiere encontrase, pero ninguna de ellas es, apegándome a un desplazamiento metonímico sexual que me destruye creando una contradicción en mi propio deseo.

 

0→1→5/6→5/7→5/8…←1→5/6→5/7→5/8…

 

Así quiero tener y lucho violentamente por tener, el resultado es una contratransferencia entre mi pensamiento y mi acción.

 

 1→0→1/2→1/3→1/4→..0→ 1/2→1/3→1/4…→←…5/8←5/7←5/6←1→5/8←5/7←5/6←1←0 

Nosotros lo escribimos así para simplificar

1→0 0→1/2→←5/6←1→←1←0

Pero lo que está  ocurriendo es que quieres encontrar un mediador que te permita recuperar la sintransferencia, así buscas llenar tu vacío que no es una nada pura sino una ruptura ontológica en la nada misma, la cual no te permite descansar en la nada y buscas superar la contradicción en tu deseo, sin jamás lograrlo, la cultura andina no lograr superar el mal por algo es destruida pero persiste porque mantiene una apertura afectiva hacia el otro , es decir que no ha perdido la esperanza de encontrar al mediador.

 

Ese mediador es Jesucristo

 

1←0←1←→0→1→0 

Él es el logos.

El podrá lograr la sintraferencia del Kama y hacer posible la vida plena en el convivio de amor donde uno está  en el otro Sumak Kausay

1→0 0→1/2→←5/6←1→←1←0 →1←0←1←→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0 

 

Encontrado el mediador la transferencia se ha logrado.

 

Pero el hombre tiene que encontrar la transferencia en la religión Espíritu Absoluto ½, en el arte Espíritu revelado 2/3, en la filosofía Espíritu subjetivo ¾, en la ciencia 4/5 Espíritu objetivo , en la acción 5/6  y experimentación de todas ellas como en su relación 7/8 8/9 hasta lograr la comunión 9/9.   

La acción tendrá que encontrar la nada pura para mediar el pensamiento y lograr la relación complementaria y el pensamiento tendrá que lograr la unidad absoluta para mediar al acción y poder complementarse y el sentir, el corazón tendrá que abrirse a la búsqueda de los dos y perdonar hasta lograr la complementariedad y hace vencer al pecado esa persistencia en la herida donde queremos accionar imponiendo nuestra voluntad para conseguir nuestros deseos y pensar sin llegar a la unidad de decir sin hacer el salto de fe que nos religa sino quedarnos  en mediaciones que llenen momentáneamente nuestro vacío, viviendo relaciones de dominación como las que Hegel y Marx denuncian.

Y entonces si tú  dices estoy libre de pecado mientes, y actúas de mala fe como diría Sartre porque el hecho que no quieras darte cuenta de tu pecado, no te hace libre de él, ya al decidir ignorarlo has pecado, cuando nuestro deber es superarlo más queda claro que no lo podemos hacer solos.

 

Esta es la gran diferencia de nuestro pensamiento con el de Mareategui, el comprenderá que el problema es infraestructural pero nosotros que el problema es meta estructural ¿Esto quiere decir que nos alejamos del problema económico y de la lucha de clases? Noooooo, la meta estructura radicaliza la infraestructura y la súper estructura para disolver la estructura y con ella todo sistema en una abrazo sintransferencial logrando el Ajayu.         

 

YO NO SOY EL CUERPO NI LA MENTE.

Maharaj: El fruto de la iluminación, ello está aquí, conmigo.

Int: ¿Qué es?

Mah: Me conozco a mí mismo como yo soy en realidad. Yo no soy el cuerpo ni la mente ni las facultades mentales. Yo soy más allá de todos éstos.

Int: ¿Es usted simplemente nada?

Mah: Vamos, sea razonable. Por supuesto que yo soy —tangibilísimamente. Solamente que yo no soy lo que usted puede pensar que soy. Esto le dice a usted todo.

Int: Eso no me dice nada.

Mah: Debido a que no puede decirse. Usted debe ganar su propia experiencia. Usted está acostumbrado a tratar con cosas, físicas y mentales. Yo no soy una cosa, ni tampoco usted lo es. Nosotros no somos ni materia ni energía, ni cuerpo ni mente. Una vez que usted tenga un atisbo de su propio ser, usted no me encontrará difícil de comprender.

Nosotros creemos en muchas cosas solo de oídas. Creemos en tierras y gentes remotas, en cielos e infiernos, en dioses y diosas, debido a que así se nos ha dicho. Similarmente, también se nos han dicho cosas sobre nosotros mismos, nuestros padres, nombre, posición, deberes y demás. Jamás nos tomamos la molestia de verificar. La vía a la verdad pasa por la destrucción de lo falso. Para destruir lo falso, usted debe cuestionar sus creencias más arraigadas. De todas ellas, la idea de que usted es el cuerpo es la peor. Con el cuerpo viene el mundo, con el mundo —Dios, que se supone que ha creado el mundo, y así comienzan los temores, las religiones, las plegarias, los sacrificios, y toda suerte de sistemas- todos para proteger y sostener al hombre aniñado, asustado por los monstruos de su propia producción. Dése cuenta de que lo que usted es no puede nacer ni morir, y una vez partido el temor todos los sufrimientos acaban.

Nisargadatta Maharaj.

 

 


  

 Diacrítica  

 

LA CREACIÓN Y LA NADA

 

A diferencia de los dioses griegos, incluso del Dios del monoteísmo filosófico helénico, el Dios bíblico —tanto en el judaísmo como en el cristianismo— aparece como un Dios creador. La noción de creación es primariamente religiosa, y en el Antiguo Testamento aparece en contextos puramente religiosos, ni siquiera «teológicos», como el primer versículo del Génesis ¿y dpyí éxoigsev 6 Deoc tóv oópavoy xal ti» y» (en arkhé epoiesen ho theós tón ouranón kai ten gén), según la versión griega de los Setenta; in principio creavit Deus caelum et terram, según la Vulgata—; incluso el pasaje de Macabeos 1I, 7, 28, donde se añade la referencia a la creación de la nada — ox ¿£ ovtov erotyoev ata 6 Deoc (ouk ex ónton epoíesen autá ho theós); ex nihilo fecit illa Deus-- es estrictamente religioso y sin propósito «teórico» alguno: no se olvide que son palabras de la madre de los Macabeos al exhortar el más joven de ellos a aceptar el suplicio antes de faltar a las prescripciones de la Ley.

 

Pero esa idea religiosa de creación, tan pronto como hay filosofía, tiene inmediatas consecuencias filosóficas; quiero decir que, en principio y por lo pronto, nada tiene que ver con la filosofía, pero «en presencia» de esta se convierte en un concepto filosófico decisivo, que es el que aquí nos interesa. La cosa resulta clara  ya desde el punto de vista de un judío helenizado como Filón de Alejandría o desde la perspectiva cristiana de los Padres de la Iglesia.

 

En ninguna de las dos lenguas matrices de la filosofía occidental había ninguna palabra para expresar la idea de creación; tanto en griego como en latín se recurre a palabras usuales, de significación por lo general muy laxa, a las cuales se va inyectando un sentido más preciso. En griego se ha empleado sobre todo el verbo zowsiv (poiein), el verbo más amplio para «hacer» o «producir», desde la fabricación hasta la poesía; o bien los sustantivos xtiaw (ktísis), creación, xrispa (ktiísma), criatura, y el propio verbo xritew (ktízein), relacionados con la idea de «fundar» y «fundación». En latín, el verbo facere alterna con el más específico creare —de la misma raíz que crescere, crecer—, un término de la lengua rústica que quiere decir producir o hacer brotar y por extensión elevar a cualquier magistratura: consulem creare; para los nombres, predominan creatio, creatura y, por supuesto, creator, que dentro del cristianismo reciben un sentido mucho más concreto que el que tenían en la lengua clásica; en algunas ocasiones se usa condere, fundar.  

 

En cambio, es curioso que rara vez se acude a la raíz yéveo:s (génesis), a pesar de su larga tradición filosófica griega, especialmente entre los presocráticos, y de ser la palabra empleada para traducir el título del primer libro del Pentateuco, es decir, el relato de la creación. Filón, que muestra una sorprendente oscilación terminológica, emplea ocasionalmente génesis y genetós, y también la vieja expresión platónica dmyroveyós (deniourgós) para «creador», y a veces denomina la creación del mundo xosuoratia (hkosmopotía). Desde muy pronto, la raíz de génesis queda reservada para la filiación divina, precisamente como contrapuesta a la creación: en casi todos los símbolos apostólicos, desde las más antiguas  versiones del Credo, se llama a Cristo monogenés, untgenitus, y ya desde el Niceno se añade expresamente: yevvndéya, 03 rondévto (gennethénta, ou poieihénta); natun (o genitum), non factum.

 

La noción de creatio ex nihilo —ex nihilo sui et subjecti, como aclararán después los escolásticos---- se Opone de un lado a la «generación» del Hijo y del otro al concepto neoplatónico de «emanación». No se trata de una derivación de la propia realidad divina, ni tampoco de la mera «fabricación» de un mundo partiendo de una materia, ¿£ os (ex hoú), sino de un «llamar» a la existencia o «poner» en la existencia. La dificultad de pensar esta noción era casi insalvable para el pensamiento griego, principalmente a causa del sentido relativamente débil que tienen las expresiones griegas con que se ha designado la nada: no ya un 3 (me ón), sino incluso la más fuerte ox é (ouk ón). La tentación es interpretar la «nada» como una «quasi-materia» cuando se dice que Dios creó el mundo de la nada.

 

En la idea de creación intervienen dos elementos diferentes: la contingencia, la irreductibilidad. La primera es, para el griego, la de «cada cosa»; para el cristiano, la de «toda cosa». No es que algo podría no ser (se entiende, lo que es), sino que podría no ser nada, podría «no haber nada». ¿Por qué hay algo y no más bien nada? -—esta es la pregunta decisiva. El ente griego-—— esto es bien sabido —está amenazado por el movimiento o cambio, xivnois (kinesis) y el «no ser»; la realidad cristiana está amenazada por la nada. Y a la tesis ex nihilo nihil fit —de la nada nada se hace-— corresponde la tesis ex nihilo omne ens qua ens fit — «de la nada se hace todo ente en cuanto ente----, precisamente cuando se íntroduce la infinita potencia creadora de Dios.   Pero podemos ensayar ahora una perspectiva distinta de esta tradicional. La positividad de la nada reside en que es imaginada como inminencia, como amenaza. Hace muchos años apunté (en «La interpretación visual del mundo») que las tinieblas son probablemente el origen psicológico de la noción de la nada; pero las tinieblas no consisten en que «no se ve», sino en que, en ellas, «vemos que no se ve». En español podríamos distinguir fácilmente entre 'nada' y la nada” (en alemán, nichts y das Nichts; en francés, cambiando de palabra, rien y le néant; en inglés, nothing y nothingness, con un enojoso sufijo de abstracción que perturba no poco). El artículo confiere «realidad» a la 'nada', aunque sea la negación de toda realidad, hecha desde ella. Es el sentido ontológico de lo que he llamado “amenaza”. Frente a la nada como «materia» (el ex del ex nihilo) podemos hablar del carácter programático o proyectivo de la nada, la nada como horizonte. Es el correlato de la personalidad. 'La nada” está sostenida programáticamente por mí; si se prefiere, y aún con mayor rigor, está «radicada» en el área de mi vida, donde se constituye como la negación de toda realidad, como la amenaza de aniquilación; su «consumación» sería 'nada', es decir, la pérdida de su 'sustantividad”, expresada por el artículo.

 

Por otra parte, es nervio de la noción de creación la irreductibilidad. No es «fabricación», ni «generación», ni «emanación», sino creación ex nihilo sui et subjecti. El mundo no es algo «hecho» por Dios con una materia prima preexistente, ni engendrado por él —como el Hijo del Padre—, ni emanado de su propia realidad, sino puesto en la existencia, «fuera»: este 'fuera' radical es lo que se ha llamado trascendencia, frente a toda forma de panteísmo; es la total irreductibilidad entre creador y criatura.

 

Pero este planteamiento tradicional se resiente de lo que aqueja a todo el pensamiento helénico o heleni zado: el esustancialismo» o «cosismo» o «materialismo». La irreductibilidad de «cosas» —en el sentido más lato de la palabra— es siempre problemática, especialmente si se tiene en cuenta la probabilidad de que, en cuanto cosas, se reduzcan todas a una sola estructura. Hay otro modo de irreductibilidad, otro «modelo» mental, si se prefiere, con el que no ha contado suficientemente la filosofía: la irreductibilidad personal. Desde esta perspectiva, se impone con evidencia, porque la persona es siempre irreductible a todo lo que no es ella; pero hay un riesgo, que ha invalidado los intentos que el pasado ha hecho de pensar en esta dirección: la eventual «cosificación» de la persona —visible desde la famosa definición de Boecio—, el abandono del punto de vista estrictamente personal. Si se dice, simplemente, «el yo» —y esta ha sido la tentación de todo el idealismo— se está perdido; «el yo» es una sustantivación o cosificación, que altera la significación originaria y, lo que es más grave, elimina la función denominativa de la expresión “yo”. Hay que decir «yo» ejecutivamente. Y entonces resulta evidente que todo es irreductible a mí, como yo soy irreductible a todo, empezando por mi cuerpo y mi alma y, por supuesto, mis hijos.

 

Intentemos pensar personalmente la generación humana. Psicofísicamente, la cosa es clara (al menos todo lo clara que puede ser la explicación científica, a la cual falta el elemento personal de la «comprensión»). La realidad psicofísica del hijo —cuerpo, funciones biológicas, psiquismo, carácter, etc.— se «deriva» de la de los padres, y en este sentido es «reductible» a ella. Su realidad psicofísica, sí, pero el hijo no. Es decir, «lo que» el hijo es, su «qué», sí; pero no «quien» es, El hijo que es y dice “yo” es absolutamente irreductible al yo del padre y al de la madre, igualmente irreductibles, por supuesto, entre sí. No tiene el menor sentido controlable  decir que «viene» de ellos, porque yo no puedo venir de otro yo, sino que este es un “tú” irreductible. Decir “yo' es formar una oposición polar con toda otra realidad posible o imaginable, y esta polaridad, en forma bilateralmente personal, es precisamente la dualidad yo-tú.

 

Aquí es adonde quería llegar. En este sentido puramente «descriptivo y fenomen0lógico», la creación personal es evidente. Quiero decir, la aparición de la persona —de una persona— en cuanto tal es el modelo de lo que realmente entendemos por creación: el alumbramiento de una realidad nueva e intrínsecamente irreductible.

 

No lo veamos ahora desde Dios. La idea de creación ha estado perturbada porque su punto de partida ha sido siempre Dios; religiosamente esto es natural y justificado, pero  filosóficamente exige el salto de fe que haría de la filosofía una teología, y eso es algo que la filosofía siempre quiere esconder,  porque en filosofía no podemos partir de Dios; aunque siempre partamos de Dios,  ¿A Dios no lo encontramos? ¿Y nunca puede ser un punto de partida?. Por supuesto que lo encontramos y por supuesto que es el punto de partida y de llegada pero ahí toda filosofía colapsa.   Aunque pueda parecer paradójico, metódicamente no es necesario hacer intervenir a Dios desde el comienzo para entender lo que quiere decir creación. Yo propondría ensayar el camino inverso. No podemos demostrar que Dios crea cada persona, porque no «disponemos» de él, no podemos partir de él. Lo evidente es, en cambio, que cada persona significa una radical novedad, imposible de reducir a ninguna otra realidad dada; y esto es lo que nos veríamos obligados a llamar «creación». Quiero decir que, prescindiendo momentáneamente del «creador», la creación se impone como manera adecuada de descripción del origen de las realidades personales. La persona como tal se deriva de la 'nada' de toda otra realidad, ya que a ninguna de ellas puede reducirse. Si no la vemos como «creada», nos resulta literalmente inexplicable o bien aparece violentamente reducida a lo que no puede ser: una cosa.

 

Según este punto de vista, llamaríamos creación a la innovación de realidad. El estudio de la estructura ontológica de esa innovación y la posible inferencia de un «creador» —y aun acaso el descubrimiento de los atributos de este, en forma de «requisitos» de la acción creadora— serían cuestiones ulteriores. Una de las funciones capitales de la filosofía es determinar el «lugar» de cada realidad y el de cada tema o cuestión dentro de la teoría.

 

En lugar de partir de un Creador y ver desde él la realidad del mundo, se trataría de descubrir la condición de criaturas en ciertas realidades: concretamente, aquellas que son a la vez contingentes e irreductibles; o, dicho de otro modo, cuya manera de llegar a ser consiste en efectiva innovación. Sobre este «modelo» de la creación personal podría intentarse la comprensión de la creación en general y acaso de un posible Creador.

 

Como tantas veces, las analogías en el pensamiento del pasado resultan equívocas y, en el fondo, desorientadoras. Si se piensa en lo que se ha llamado la «creación del alma», se desliza, quiérase o no, una cierta cosificación, y por tanto una pérdida de esa condición personal ——«quién», «yo»— en la cual descubrimos la necesidad —o, mejor, la evidencia— de la «creación». Digamos, por tanto, creación de la persona, o más inmediata y rigurosamente, de mí —de cada «mí»—. Pero el hacer esto obliga a preguntarse un poco en serio qué significan estas palabras que a toda hora usamos: «persona», «quién», «yo». 

  Creo que se podría reducir todo a dos preguntas radicales e inseparables, cuyo sentido está en intrínseca conexión mutua: 1) ¿Quién soy yo? 2) ¿Qué va a ser de mí? No se trata de «el hombre», ni de «qué», sino de «yO» y «quién». Y a esa pregunta no se puede contestar más que viviendo, con una respuesta ejecutiva. La segunda es también una pregunta personal: pregunto «qué», pero digo qué va a ser «de mí». La articulación del 'quién” y el 'qué' es precisamente el problema de la vida personal.

 

Pero lo decisivo es la interconexión de ambas preguntas. El saber la primera significa no saber la segunda; y en la medida en que la segunda es contestada se desvanece el carácter personal de ese mí, se va aproxlmando a un qué, a una cosa. Cuanto más sé quién soy, cuanto más poseo mi realidad programática y proyectiva, futuriza, irreal y viniente, cuanto más auténticamente soy yo" en el modo de la vida personal, menos sé qué va a ser de mí, más incierta es mi realidad futura, más abierta a la posibilidad, la invención, el azar y la innovación.

 

Esta es la radical menesterosidad del hombre como persona, proyectado hacia adelante, de cara al futuro, yendo hacia lo otro y, sobre todo, hacia el otro; la persona necesita a la otra persona en la medida en que se le presenta como tal, y por tanto como insustituible e irrenunciable. Y como toda persona humana está afectada por esa misma insuficiencia y menesterosidad, aquí encontramos la razón de que el ser personal, pensado hasta sus últimas consecuencias, remita a la necesidad de eso que se designa con una palabra oscura si las hay: salvación. 

 

Y de que esta salvación sea, no otro cosa que regresar a la nada para encontrar el ser que he perdido al perderme en las cosas y no encontrarme en el otro que me integra ¿Más quien tiene el valor de regresar a la nada? Solo el logos.  

 

    

 

    

 

miércoles, 19 de marzo de 2025

¿Qué es el comunismo complementario?

 

¿Qué  es el   comunismo complementario?

 

Imposible la plena comunicación humana, los otros siempre nos aceptan mutilados, jamás con la totalidad de nuestros vicios y virtudes. 

 

Alejandra Pizarnik 

 

No se conocen bien los hombres a si mismos, tan desvalidos se creen como aparecen en la vida, no saben que los dioses viven en su pecho, desconocidos. Los dioses se ríen. La vida les pertenece. Edith Sodergran: Llegan Jos dioses

 

Completamente. Además, ¡vida!

 Completamente. Además, ¡muerte!

 Completamente. Además, ¡todo!

 Completamente. Además, ¡nada!

 Completamente. Además, mundo!...

 ¡Completamentel

 César Vallejo: Yuntas 

 

 

Hay un Iugar que yo me sé en este mundo, nada menos, adonde nunca llegaremos. Donde, aun si nuestro pie llegase a dar por un instante será, en verdad, como no estarse. Es ese un sitio que se ve a cada rato en esta vida, (. .. ) Mas el Lugar que yo me sé, en este mundo, nada menos, hombreado va con los reversos. -Cerrad aquella puerta que está entreabierta en las entrañas de ese espejo. -¿Esta? -No; su hermana. -No se puede cerrar. No se puede llegar nunca a aquel  sitio do van en rama los pestillos. Tal es el Iugar que yo me sé.

 César Vallejo: Trilce

¡Cuatro conciencias simultáneas enrédanse en la mía! ¡Si vierais cómo ese movimiento apenas cabe ahora en mi conciencia! ¡Es aplastante! Dentro de una bóveda pueden m19 bien adosarse,ya internas oya externas, segundas bóvedas, mas nunca cuartas; mef or dicho, sí, mas siempre y, a lo sumo, cual segundas. No puedo concebirlo; es aplastante. César Vallejo: ¡Cuatro conciencias •••

 

 

 

Pacha

En el principio estaba la relación

 

 

El primer capítulo del Manuscrito de Huarochirí comienza diciendo lo siguiente: "Ancha ñawpa pachaqa huk waka ñisqas Yanañamqa Tutañamqa sutjyuq karqan. Kqy wakakunakta qipaf1j>i huk wakata WallaJ/o Qanvincho sutjyuq atirqatl'. José María Arguedas (1966) tradujo esto del siguiente modo: "En tiempos  antiguos existió un huaca llamado Yanañamca Tutañamca. Después de estos huacas, hubo otro huaca de nombre Huallallo Carhuincho. Este huaca venció'~ Por su parte, Gerald Taylor (2008) lo ha traducido así: "Dicen que en tiempos muy antiguos había unos huacas llamados Yanañamca (Namuq mgro)y Tutañamca (Namuq de la noche). En una época posterior, éstos fueron vencidos por otro huaca llamado Huallallo Carhuincho'   

 

¿Qué orientación, que configuración ontológica manifiesta el orden arcaico de Yanañamqa Tutañamqa, del que, por tanto, se siguen los demás que constituyen la tradición andina? Como se puede ver en las citas hechas de Taylor y Arguedas, sus respectivas traducciones difieren precisamente en este punto crucial, pues mientras Arguedas se refiere a la waka primordial como una, Taylor da cuenta de dos waka, lo cual parece ser más concordante con el hecho de que tanto él como Arguedas traducen la expresión subsiguiente, "kay wakakunaktd',, en plural, como corresponde, y, por tanto, como referida a dos waka. No obstante, consideramos que en este punto la traducción de Arguedas es más pertinente, pues da cuenta de un waka dual, un waka que siendo uno es dos (Yanañamqa, Tutañamqa) y, por tanto, tres (Yanañamqa, Chawpiñamqa, Tutañamqa), ya que allí donde se presenta una dualidad se anuncia una relación, como un "tercero" oculto, tal como veremos enseguida. En esa condición, aquella deidad sintetiza simbólicamente tanto la relacionalidad como el dinamismo que caracteriza a lo  andino.  

 

Ahora bien, si Tuta significa "noche', Yana significa "negro" -simbolismo asociable al de la noche-, pero también ''pareja, ayuda, ayudante y complemento', condición que, considerando que en el imaginario andino no se concibe lo aislado, solo y carente de complemento (menos aún para el caso de las deidades, seres de mayor densidad ontológica), refuerza la interpretación de Arguedas en relación a que cuando el Manuscrito nombra a Yanañamqa Tutañamqa, no se está refiriendo a dos deidades distintas, sino a una de condición dual• Más aún, el simbolismo de la nocturnidad compartida parece remitir a un "término medio" vinculante que se oculta, como veremos más adelante.  Es como si en aquel imaginario, por lo demás caracterizado por una suerte de horror al vacío, el ser idéntico a sí mismo (la mera tautología) fuera equivalente al vacío, pues lo que es conlleva diferencia, complemento, predicado y relación, siendo por tanto, en su manifestación mínima originaria, dos, condición que en la teodicea andina hallaría un equivalente en el carácter andrógino que parece atribuirse a Wiraqocha (según Santa Cruz Pachacuti, simbolizado en el templo de Qorikancha del Cusco  por una plancha de oro oval situada en el eje que media entre el lado de lo masculino y el de lo femenino), waka que en diversas versiones, aun en el mismo Manuscrito de Huarochiri, asume la condición de deidad originaria y matricial, y que solía representarse también con ídolos de constitución bifronte. No obstante, allí donde lo manifiesto es al menos dual -dos-, debe haber un tercero, menos visible, no del todo manifiesto: el vínculo, la mediación, el chaupi, sin el cual simplemente no podría manifestarse lo dual que no es otra cosa que unidad  ontológica.   

 

Si la unidad ontológica mínima debe aparecer como dual-pues de no ser así no habría diferencia y equivaldría a una tautología vacía, carente de contenido- y la dualidad comporta relación, entonces la relación, aunque implícita, es tan efectiva como lo relacionado. Por ello, Chaupiñamqa, deidad eminentemente relacional, tal como la raíz de su nombre (Chaupi~ lo indica, designaría lo matricial en su dimensión más raigal, como aperturara y mediación de lo fenoménico, en tanto se anuncia, ocultándose, como relación, y como tal, también como soporte de lo fenoménico relacional y dinámico, desdoblado y comunicado. En efecto, chawpi designa el centro o eje articulador; también el medio, lo que está en medio y en esa condición articula (media) y comunica siendo la base de toda trasferencia ontológica.  

 

Pero para comprender la mediación de la transferencia ontológica el Chaupi o Chawpi  que nos expone Zenón de Paz Toledo en su libro la cosmovisión andina en el manuscrito de Huarochiri, del cual haremos un recorrido en este texto para contestar a la pregunta que es el comunismo complementario,    veamos con atención este video donde se muestra una sesión de terapia psicoanalítica.

 

https://www.youtube.com/watch?v=4eW8cC5TbSM&t=7s 

 

Aquí se ve claramente como el terapista logra la transferencia de su paciente al punto que ella queda totalmente enamorada de él, teniendo esta transferencia, el terapista puede biotejer el inconsciente de su paciente, el preconsciente, el consciente, el sistema socio cultural, hasta llegar a la súper conciencia, pero el psicoanálisis se especializa en el preconsciente teniendo como código el complejo edípico en cambio la cosmovisiónandina se basa en el inconsciente y desde el  bioteje todo hasta lo socio cultural alcanzado una súper conciencia.

La clave es lograr ser el mediador,  como este terapeuta en esta seria argentina lo logra, miren su atención, su mirada, su escucha como se hace vacío, para que ella se transfiera a él, se invierta totalmente a él  para que luego él la pueda convertir en lo que quiera, ahí está  el grave problema del mediador  este toma tu alma, los aymaras dirían  tu    Ajayu, Zenon de Paz nos diría tu kama tu aliento vital, Gamaliel Churata nos diría Ahayu es decir nuestra alma colectiva, y es que el terapeuta se convierte en lo otro que realmente eres tú, robándote tu mitad para reconfigurar tu unidad desde ella , esta es la base de la cibernética de tercer orden una cibernética de desplazamiento metonímico y de condensación metafórica.

 

Pero escuchemos a Mario Poli antropólogo italiano que ha estudiado con rigurosidad a los curanderos norteños del Perú.   

 

https://www.youtube.com/watch?v=4bF5TrUsJwI&t=39s

 

Aquí un resumen de su libro:

 

https://www.academia.edu/57618278/Despierta_remedio_cuenta_adivinos_y_m%C3%A9dicos_del_Ande_Mario_Polia_Meconi_Fondo_Editorial_de_la_Pontificia_Universidad_Cat%C3%B3lica_Lima_1996 

 

Y aquí un prólogo y su índice.

 

 http://spainshobo.net/html/user_data/detalle/147285detalle.pdf

 

Al Final todo se resume a la mal de ojo un problema transferencial y al mal del susto un problema retransferencial.

 

Expongamos esto desde la matemática transferencial, hemos expuesta en otros textos esta matemática así como la ciencia del logos desde donde damos cuenta de la transferencia ontológica es muy importante acceder a ellos para comprendernos pero ahora expondremos la transferencia desde la cosmovisión andina:

 

Así hay un ser, la cosmovisión nos diría una Waka, nosotros lo simbolizamos con el número 1

Pero esta ser tiene su complemento su otredad y esa otredad es la nada el vacío, la otra huaca.

 

1→0 

¿Qué  ha ocurrido? 

 

Que es el ser se ha invertido en el no ser

Que la huaca se ha invertido para manifestar su otredad

Es una pachakutic un invertir el mundo algo que siempre pasa en la cosmovisión andina.

Pero ahora el no ser, esa otredad hará  de chawpi de mediador para que se logre la síntesis , la complementariedad.

 

1→0→10  

¿Qué ocurrió?

Una condensación, que nos deja ver la entidad, el ser ha soplado para afuera y ha revelado lo que hay , ahí está la huaca que  realmente es dos en uno y al ser dos en uno , es tres.

La trinidad como la base ontológica andina y como la base cristiana Padre Hijo Espíritu Santo y como la base Dharmica Shiva, Vishnu, Brahma donde siempre hay alguien que media.

 

Pero esta transferencia también tiene que tener su dualidad complementaria:

 

 

1→0→10  = ≠  0→1→01 

 

Así la transferencia tiene su opuesto complementario en la retransferencia.

Donde no hay una codensación sino un desplazamiento metonímico material, sexual del deseo, claro que trabajo hacia dentro ese desplazamiento es Dharmico liberándonso de la cadena de los significantes y su desplazamiento metonímico. 

El exhalar el kama o Ajayu 1→0→10 tiene su opuesto en el inhalar el ajayu o kama 

0←1←0  pero para que estos se complementen uno tiene que hacer de chawpi del otro.

Así el no ser, el desplazamiento metonímico hace de mediador de Chaupi, para que el ser logre una nueva condensación.

 

1→0→10→0→1→0→1→0→1010.

 

Esto es lo que hace el terapeuta y el curandero así  como también el ser  puede hacer de mediación para que  el no ser logre su desplazamiento su liberación.

              1010←1←0←1←0←1←0←1←01

Así el terapeuta te puede ligar amarrar a algo o a alguien como desligar, atar y desatar como dice la biblia, condensar y desplazar.

Si yo hago la mediación de atar a eso lo llamamos chaupi quipu

Y si hago la mediación de desatar a eso lo llamaos Koshi kene en alusión al kene amazónico.

Pero en la cotidianidad la gente no hace un rol mediador, sino que más bien trata de imponer sobre el otro provocando lo que nosotros llamamos una contratransferencia ontológica.

1→0→1→←0←1←0

Si el conflicto persiste se produce la herida rompiéndose la complementariedad

1→ 0 0→1/2→←1/2→1→←1←0 

Esta herida la cosmovisión andina la comprende cómo perder la sombra, es decir cómo perder el ajayu la mitad de tu alma. 1→0 0→1   o como un mal del ojo en el que el  otro te ha introducido una carga, un conflicto interior con su mirada envidiosa  0→1→←1←0.

¿Qué  hacer? 

Hay que ir al lugar simbólicamente y recuperar tu ajayu, recuperar tu condensación:

 

  https://www.youtube.com/watch?v=AHvdb4Qj6Qw&list=PLnoAq-OOTBlYT1IkZnpXOTtOY3RXOBP3e&index=22 

 

https://www.youtube.com/watch?v=ThqriXsdGcw 

 

Y en caso de mal de ojo hay que hacer una limpia.

https://www.youtube.com/watch?v=VyvMfNiG8xU&list=PLnoAq-OOTBlYT1IkZnpXOTtOY3RXOBP3e&index=17

 

¿Qué es esto?  

Es recuperar la mediación para que se dé  la transferencia y la retransferencia.

 

1→0 →(1) →10

 0←1←(0)←1←0

Ese es el trabajo del terapeuta , ese es el trabajo del shaman ser el mediador que se perdió, para que uno pueda religarse condensar otra vez y desligarse desplazarse otra vez.

 

Así  hay un paciente que tuvo una experiencia traumática

 

→Paciente←

El doctor psicoanalista o el chaman se ganan su afecto, son valorados por el paciente y este se invierte.

Paciente 1→0 0→1/2→Shaman o doctor 0→1→0

 

El doctor o shaman  inhala la herida del paciente y lo lleva simbólicamente en el caso del sahaman y analíticamente en el caso del Psicoanalista, a la experiencia traumática, mediando esa experiencia para que puede volver a respirar espiritualmente el paciente a condensarse a recuperar su ahayu eso es biotejer.   

Paciente 1→0 0→1/2→Shaman o doctor 0→1→0 → Paciente 1→0 (Doctor shaman (1))→10(paciente recuperando su alma condensando)

  10←1←(0)Doctorshaman←1←0Paciente←1←0←1Doctor shaman←Paciente 1/2←1→←1←0

Paciente limpiado de todo conflicto logra desplazarse.

 

Ahora si esto se hace de un lado y del otro se produce la pacha el caos desplazamiento cosmos condensación.

 

Así, en tanto totalidad plena que se da en el tiempo, pacha parece connotar igualmente apertura y donación, con lo cual su más hondo sentido simbólico sería el de aquello que se abre y se muestra como fenómeno, pero que no se reduce a esa condición, sino que la excede.

 

El mundo andino o pacha constituye un tejido relacional. En el Manuscrito de Huarochirí la unidad ontológica mínima se revela simbólicamente como triádica en la waka primordial que, siendo una, se manifiesta como dual (Yanañamqa Tutañamqa) y, como tal, remite a un "término medio" vinculante oculto: Chanpiñamqa. La deidad originaria no podría ser ni una sola (wakcha), ni irreductiblemente dual o múltiple (pues, en tal caso los dos términos de la dualidad serían igualmente wakcha), estados por lo demás impensables. Así, la chinkana (el aeX'l) de ese mundo abre y manifiesta un estado, una configuración, un orden estructural y dinámico patente en el juego de mostrarse dual con ocultamiento del vínculo. El ser idéntico a sí mismo, tautológico, equivale al vacío, por eso lo que es conlleva complemento, predicado y relación, siendo por tanto, en su manifestación mínima originaria, dos, y en su apertura, tres, pues no puede haber dualidad allí donde no hay relación alguna. Allí donde experimentamos lo relacionado, experimentamos también la relación, aunque ante una mirada cosificante quede enteramente oculta. La cosmo-visión del Manuscrito lo hace patente. 

 

El simbolismo del Manuscrito tiende a evitar que la dualidad configure una dicotomía. Así ocurre con lo que relata de los mellizos y los pares en general, que siempre  son remitidos a un centro o chawpi, ocurre también con las deidades. Se trata de asegurar la mediación, el vínculo unificante, el chawpi que permita el discurrir de la vida. En el simbolismo de la waka dual arcaica ese chawpi es precisamente Chawpiñamqa. Pero ella, como Pariaqaqa, su alter ego, puede manifestarse también como siendo cuatro, como cuatripartita (la dualidad duplicada, simbolismo de lo pleno), topología característica del mundo andino. No obstante esa cuatripartición o condición cuádruple es también una relación y, como tal, se realiza simbólicamente por remisión a un quinto oculto. De allí la remisión casi obsesiva del Manuscrito al simbolismo del número cinco. De allí también que tanto de Chawpiñamqa como de Pariaqaqa se dice que eran cinco, pero sólo se puede dar cuatro nombres, pues el quinto corresponde a lo que juega a ocultarse, a la naturaleza ultima e inasible de lo manifiesto a que se refiere también Heráclito, quien comprendió igualmente este principio ontológico.

 

 

 

1→0→1 su dualidad

0←1←0

Se integran

1→0→1→0→1→0 Su dualidad 

 1←0←1←0←1←0

Se integran

  1→0→1→0→1→0→1→0→10 Su dualidad

    10←1←0←0←1←0←1←0

¿Se integran? Esto ya es más difícil 

1→0→1→0→1→0→1→0→10→←10←1←0←0←1←0←1←0 

Así tenemos:

 

1→0→1 

1→0→1→0→1→0 

1→0→1→0→1→0→1→0→10

1→0→1→0→1→0→1→0→10→←10←1←0←1←0←1←0←1←0 

10←1←0←1←0←1←0←1←0

1←0←1←0←1←0

0←1←0    

 

Las tres primeras transferencias son el Hanan pacha

Las tres últimas son  el uku pacha

Y la del medio donde se juega todo es el kay pacha

Si contamos de arriba abajo al llegar al medio tenemos 4 y si contamos de abajo arriba al llegar al medio también tenemos cuatro ¿Dónde está el chaupi el quinto que siempre se esconde? 

1→0→1  (Hanan pacha) 1

1→0→1→0→1→0  (Hanan pacha) 2

1→0→1→0→1→0→1→0→10   (Hanan pacha) 3

1→0→1→0→1→0→1→0→10→←10←1←0←1←0←1←0←1←0 (kay pacha) 4

10←1←0←0←1←0←1←0 (uku pacha) 3

1←0←1←0←1←0 (uku pacha) 2

0←1←0  (uku pacha) 1 

 

Pues en el otro cuando hace de mediador:

1→0→1→0→1→0→1→0→10→10→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1010

1010←1←0←1←0←1←0←1←0 ←1←0←1←0←1←0←1←0←10←10←1←0←1←0←1←0←1←0

 

Así tenemos:

 

 

1→0→1  Espíritu absoluto religión

1→0→1→0→1→0  Espíritu Revelado arte  

1→0→1→0→1→0→1→0→10  Espíritu subjetivo filosofía 

1→0→1→0→1→0→1→0→10→←10←1←0←1←0←1←0←1←0 Espíritu objetivo ciencia 

1→0→1→0→1→0→1→0 0→1/4→←1/4←1→←1←0←1←0←1←0←1←0 Espíritu desintegrado 

1010←1←0←1←0←1←0←1←0 ←1←0←1←0←1←0←1←0←10←10←1←0←1←0←1←0←1←0  Espíritu integrado

1→0→1→0→1→0→1→0→10→10→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1→0→1010 Espíritu infernal  

1010←1←0←1←0←1←0←1←0 ←1←0←1←0←1←0←1←0←10←10←1←0←1←0←1←0←1←0 ←→1010←1←0←1←0←1←0←1←0 ←1←0←1←0←1←0←1←0←10←10←1←0←1←0←1←0←1←0

Espíritu Danto

10←1←0←0←1←0←1←0 Sein Anti espíritu subjetivo

1←0←1←0←1←0  Resein Anti espíritu revelado

0←1←0 Dasein Anti espíritu absoluto     

 

Es decir que el kay pacha se da el espíritu objetivo, desintegrado, integrado y Santo, logrando el sinsein el ser integrado complementado es decir la pacha, que no es otra cosa que en tawantinsuyo con el chaupi en el medio.     

 

 

En realidad, la naturaleza simplemente juega, siempre juega, y todo juego consiste en mostrar algo y ocultar algo, razón por la que no conocemos sino lo que allí se pone de manifiesto. En el simbolismo del Manuscrito la más elemental manifestación es dual; corresponde a la unidad mínima de sentido que exige decir algo de algo. En ese mismo simbolismo la dualidad se realiza, viene a ser plena, duplicándose, siendo cuatripartita. En el corazón del simbolismo andino hay pues una ontología por la cual lo dual originario tiende a desdoblarse, produciendo intercambios como en un quiasma o entrecruzamiento vital por el cual puede manifestarse multiplicada, en un movimiento genésico en que lo uno dual y, por tanto, triádico, tiende a reproducir su condición a partir del centro mediador o chawpi. Así, lo cuádruple simboliza la potencia genésica. En un mundo de criadores de la vida y la diversidad en que ella se manifiesta, esa condición se traduce en una cosmo-visión según la cual ese mundo es un tawantinsuyo, topología que según el Manuscrito y otras fuentes indígenas como Santa Cruz Pachacuti, parece haber precedido al Estado que hallaron los europeos en la zona andina y que da cuenta no sólo de cuatro partes manifiestas, sino también del quinto vinculante, el chawpi mediador entonces constituido por el Cusco.

 

 

Yana complementariedad 

 

El termino yana, aparece al inicio del Manuscrito de Huarochirí en la referencia a la waka dual llamada Yanañamqa Tutañamqa, cuya remisión a la negrura (yana) y a la noche (tuta) da cuenta de su condición matricial. Pero yana denota también complementariedad, concurrencia, co-operación y ayuda como condiciones del despliegue de la vida, orientación que parece presidir la cosmo-visión andina yana significa igualmente pareja, connotando ayuda, cura y servicio, como aludiendo al cuidado permanente que supone la vida entendida como con-vivencia, donde lo completo, abundante y vario contiene complementariedad, paridad; pues lo singular, en tanto dispar, es visto como defectivo y carente.  La existencia discurre en un juego de mutua ayuda, servicio y donación, y la plenitud de la existencia supone contar con un yanantin, con el soporte de un par que se hermana; por lo cual existir es siempre cooperar y el mundo se sostiene en la co-operación de todo lo existente, que hace discurrir el flujo o potencia vital denominado kama. Con ello, la cooperación halla un soporte cósmico, una base ontológica que va más allá del ámbito humano, involucrando a todos los seres.  

El término quechua wakcha, que se suele traducir por ''pobre', en su sentido genuino alude al aislamiento, la orfandad y la carencia de afecto. Aún el hombre rodeado de bienes, pero solitario, es un wakcha, digno de conmiseración. Sintomáticamente, en el Manuscrito quienes aparecen en esa condición son deidades, como simbolizando que se trata de una apariencia, pues en aquella cosmo-visión no hay nada ni nadie enteramente aislado y carente, pues todos tienen kama, ánimo, poder o potencia vital que sostiene el mundo entero, pero para que fluya -y solo es en tanto fluye- es preciso que haya comunicación, vínculos; lo cual deja notar, asimismo, el carácter relacional, ontológico, del poder. Así, Wiraqocha, en tanto kamaq, constituye lo más íntimo de los seres a los que cría, es la fuente de su kama o ánimo vital, pero se presenta como un extraño, un foráneo desvalido, poniendo a prueba la solidaridad de los hombres que, atrapados por las apariencias, no ven a quien sostiene su ser. Esa ceguera, simbólicamente destacada por el trasfondo de fiesta y comunión en que se produce, remite también en el plano ético a una cosmo-visión en que todos los seres integran comunidades de vida y se crían mutuamente, y la insensibilidad para con el necesitado es inadmisible, convicción que sostuvo el orden social andino.  El imperativo moral de reciprocidad tiene así un alcance cósmico. Se sustenta en una cosmo-visión en que ningún evento se da por aislado, pues supone concurrencia de fuerzas. En ella cada ente hace parte de un tejido relacional que tiene la forma de comunidades de vida vinculadas entre sí en términos de complementariedad. El sentido de reciprocidad, traducido en el despliegue de una lógica de vida de crianza mutua, preside las interacciones entre los hombres y los demás seres, incluyendo las deidades. Así se entiende cómo en el capítulo  del Manuscrito el inca Tupaq Y upanki, hallándose en un duro trance, convoca a los waka a los que sirve y los emplaza enérgicamente a servirlo también a él Según el Manuscrito, cuando la gente acudía a cualquiera de las cinco hermanas que correspondían a la condición plural de Chawpiñamqa, asumiendo así que constituían una unidad co-operante. Cuando se referían a su manifestación dual, IJaqsawato y Mirawato (walt!J es ligar, amarrar), decían: ''permanecen (existen) la una con y en la otro'. Y, al ser consultadas, ellas solían responder: ''primero voy a deliberar con mis hermana/'. Se trata de un simbolismo de gran alcance ontológico. En el cosmos, que es percibido como un juego de fuerzas concurrentes, todo dialoga, todos los seres y situaciones se están diciendo algo. Allí la existencia es siempre co-existencia y la acción co-operación. Se trata de una intuición fundamental que, como axioma ontológico, sostiene la cosmo-visión andina y la civilización que tomó cuerpo sobre esa base. La reciprocidad,  como imperativo moral en las relaciones de intercambio que sostienen la vida, supone un sentido de mutua dependencia entre todos los seres y tiene una base ontológica en el reconocimiento de las relaciones de oposición, complementariedad y equilibrio dinámico de entes y fuerzas que constituyen el cosmos en aquel horizonte de sentido. Así, el  andino se funda en la necesidad ontológica de contar con un complemento o yanantin, dada la paridad como unidad fenoménica mínima. 

 

Nosotros hemos trabajado mucho la complementariedad sus propiedades se resumen en este texto de ecuaciones complementarias:

http://teatrolocoteorico.blogspot.com/2025/03/ecuaciones-complementarias.html

 

Waka

El término waka, que examinamos en el tercer capítulo, alude a lo sagrado y a la diversidad de rasgos y manifestaciones en los que era reconocido y reverenciado, entre los cuales destaca su condición de potencia genésica y propiciatoria. Así, la condición de waka es intrínsecamente paradójica, pues siendo comunicable, diseminable (huaccachascca significaría "quedar hecho huaca}, se muestra también como extraordinaria. Por tanto, conlleva radical otredad (huaca) y honda intimidad, igualmente desmesurados, lo cual produce extra-ordinario pavor (apareciendo como peligroso) o singular ternura (generando atracción), y da cuenta de la carga patética que conlleva y transmite. En tal condición, lo waka sostiene al mundo entendido como el flujo de la vida y se manifiesta en ese mundo, por lo cual su manifestación es necesariamente plural, inclusiva. No obstante, excede al mundo entendido como ámbito con orden y sentido regular; excede la diversidad de soportes en los que se manifiesta. Es pues, la fuente, el fundamento o tiqsi-a la vez borde e interior-de la regularidad cósmica,paqarina y chinkana de lo cósmico, en el juego constante de manifestación y ocultamiento.

 

 

- Puesto que lo sagrado se manifiesta en el mundo y éste constituye un orden relacional, tal manifestación es plural. Así, el mundo del Manuscrito de Huarochiri está lleno de dioses. Las montañas son deidades que interactúan con los hombres, tienen pareja, progenie y ganado. También lo son las nubes, la lluvia, los aludes, los ríos, el mar, el viento o las piedras. Cada lugar cuenta historias al que sabe interpretar los signos allí desplegados. Los animales también saben y pueden comunicar ese saber; la coca conversa, responde a las preguntas y media entre dioses y hombres; el árbol tiene madre; el cóndor o la golondrina otorgan sus poderes y su forma a quienes los veneran; los astros duermen, se despiertan y comunican a los hombres el curso de los acontecimientos. En esa cosmovisión todo está animado (kamasqa) y tiene la condición de lo que Heidegger denominó Dasein, ser-ahí o ser-en-el mundo. Por ello, a nadie se le ocurre dominar la tierra. En contraste, la teodicea judeo cristiana es intrínsecamente excluyente, pues supone una diferenciación absoluta entre Dios y el mundo, o entre Dios y los demonios, que son vinculados al mundo y la carne. Allí Dios es excluyentemente Uno y exclusivamente Bueno, mientras el demonio es malo y sólo malo, además de ser plural; de allí que cabe hablar de demonios, pero no de dioses. Por ello, mientras los catequistas cristianos demonizaron y proscribieron a las deidades andinas, los sacerdotes andinos reconocieron la divinidad de Jesucristo, lo incorporaron a  su panteón o lo asimilaron como alter ego de sus deidades, y hasta recomendaron su culto. En el capítulo 21° del Manuscrito un converso reta en sueños al waka LioclkfywankNpa a que diga que Jesucristo no es dios, obteniendo un silencio que él interpretó como asentimiento de su condición de deidad exclusiva y excluyente. Aquel silencio equivale a la risa mortal que asaltó a los dioses en la alegoría nietzscheana titulada "De los apóstata!', al oír de un intolerante Dios que se hallaba entre ellos lo más ateo que cabe decir: "¡existe un único diosi". Ciertamente, el silencio de LiocllaywankNpa era más púdico, más clemente. 

 

Pero aquí no estamos de acuerdo con Zenon de paz, lo que proponemos no es una cosmovisión andina que excluya lo cristiano sino que más bien integre a occidente y oriente en esta complementariedad comprendiendo la meta historia y que lo que toca para superar a la pos humanidad del capitalismo tardío es esa  complementariedad , basada en la transferencia ontológica. 

 

http://exaltacionalmiedo.blogspot.com/2025/03/meta-historia.html

 

Para esto es necesario complementar lo sagrado y lo profano en lo santo, cuando los judeo Cristianos predican un solo Dios o los griegos nos hablan del ser y lo equiparan al pensar y los platónicos nos hablan del uno están haciendo una revolución universal, que Zeon de paz dirá que no es universal que lo verdaderamente universal es lo múltiple no lo uno, pero el otro lado de lo múltiple es lo uno, Zenón crítica y critica a la iglesia católica por excluir lo múltiple  

https://www.youtube.com/watch?v=FK4rl_HIPyE&t=1203s

 

Pero lo peor que podemos hacer es nosotros excluir lo uno, así tenemos que complementar la visión lineal del logos, con la visión mítica cíclica  y si bien lo uno a lo que llegamos en una dialéctica de la conciencia vuelve profana la tierra  solo basta invertir esa dialéctica y vamos a lo múltiple de la nada de lo potencial de lo material.

 

 1→0→1 

1→0→1→0→1→0 

1→0→1→0→1→0→1→0→10

1→0→1→0→1→0→1→0→10→10→1→0→1→0→1→0→1→0 

10→1→0→1→0→1→0→1→0

1→0→1→0→1→0

0→1→0   

 

Este es el proceso deconstructivo donde se pierde la unidad de hecho del ser al no ser hay una una mutiplicidad descendente.

1→1/2→1/3→1/4…→0

 

Como podemos ir en un proceso redeconstructivo recuperando la unidad 

 

 

1←0←1 

1←0←1←0←1←0 

1←0←1←0←1←0←1←0←10

1←0←1←0←1←0←1←0←10←10←1←0←1←0←1←0←1←0 

10←1←0←1←0←1←0←1←0

1←0←1←0←1←0

0←1←0      

 

Del no ser al ser hay un proceso redeconsctructivo ascendente que va de la multiplicidad a la unidad.

1←1/2←1/3←1/4←1/5←1/6←0

 

Y entonces lo múltiple puede ser santificado por lo sagrado en su transferencia ontológica y lo uno sagrado profanado por lo múltiple, este capacidad de profanar del hombre es muy importante, esta lucha contra Dios es esencial en la conciencia humana, no todo puede quedar sacralizando hay también que profanar, sino el propio trabajo humano y su transformación quedarían proscritos, así  como su visión de progreso, y yo comprendo lo sagrado no es intocable solo exige una vinculación, pero desvincularse es algo tan importante como vincularnos, la comunidad y su pacha  no lo puede ser todo el individuo desde poder desligarse de ella.        

 

 

 

       

 

-Relata el Manuscrito que antes de llegar los españoles, l.Vlniraya Wiraqocha fue hacia el Cusco para invitar al inca W ayna Qapaq a que lo acompañe al santuario de Titiqaqa, diciéndole que allí le revelaría su ser. Este trayecto se efectúa en dirección contraria a la que habría tomado antes para desaparecer por el mar en Puerto Viejo, como si estuviera completando un ciclo simbólico que revelaría su ser vinculándolo al ciclo del mundo o pachakuti. En la partida (Pachakamaq) y la llegada (Titiqaqa) hay un tiqsi, término que se traduce como ''principio" pero también como ''fin" de algo, nociones de netas resonancias ontológicas, éticas y epistémicas, que en este caso componen el rango de sentido de un juego simbólico, dimensión que revela su mayor alcance precisamente allí donde tensa significados aparentemente antitéticos. Así, Wiraqocha, en tanto vincula el principio (á~X'/J y el final ( rt).oq), se revela como cha»1Ji cósmico. En ese simbolismo, también su pequeñísima hermana que va de Pachakamaq a  Titiqaqa en el interior de un cofre, se revela como chazipi al pasar por ese otro centro que es el Cusco. Como tal tiende a ocultarse y tiene virtudes propiciatorias. Una vez en Titiqaqa, paqarina del último Tawantinsuyo, KNnirt!Ja Wiraqocha le dice al inca "vamos a hendir este pachaq'' y trazó allí una línea divisoria para sumirse en el seno del mundo, él por un lado y el inca con su hermana por el otro. El término pachaq podría significar "lo que hace (genera y sostiene al) mundo"; aludiendo por tanto a lo más interior del mundo, dimensión de la cual brota el mundo y a la cual retorna al cumplirse un ciclo cósmico. El simbolismo de la hendidura (ceque) sugiere que también al consumirse el mundo (puchuqan) su última huella es dual. Más allá (o más acá) está el punto de donde se abre y cierra el mundo. Dada la condición fenoménica de todo lo manifiesto en el mundo, ese punto o pachaq constituiría simbólicamente el principio y el fin, tensión extrema de la potencia germinal y de su realización plena, que sostiene el ciclo cósmico. 

El simbolismo de lo quíntuple, que en el Manuscrito remite a plenitud, parece resumir el ciclo de la vida, en el cual la muerte no es sino la fase de retorno al germen por reintegración al seno matricial de la Pachamama o Uku Pacha. Pero la vida plena o vida buena no es la vida desbordada, desmesurada. Supone un equilibrio que alcanza tanto a la relación entre la vida y la muerte, como a la relación entre diversas formas de vida, una de las cuales es la humana. Su pérdida en algún ámbito de lo existencia, afecta a otras manifestaciones de la vida, pues todo lo existente está vinculado entre sí. En el Manuscrito, la desmesura está vinculada a una multiplicación de lo mismo, contraria a la tendencia a la diversificación que sostiene la vida. Ello configura una situación análoga a la que designa el concepto griego de v{Jet,. El desequilibrio producido por la desmesura de lo humano da como resultado una vida fea (mi/lay), miserable. 

Cuando se hace referencia a la vida buena o el bien estar (que implica convivencia), el término que se usa es aUi, que significa "lo correcto", involucrando así lo bueno, lo bello y lo recto. Ahora bien, en relación a cuándo y cómo se sabe que algo es correcto -que está bien-, el Manuscrito de Huarochiri hace decir al zorro que vie~e de arriba: "Lo que está bien, está bien". Así, la valoración "colorea" el mundo, tiñéndolo de tonos cálidos o fríos, estimulantes o desalentadores, y le ocurre lo que al color: resulta conceptualmente indefinible y su comprensión es originariamente ostensiva. Las situaciones en que se despliega la vida son experimentadas siempre como mostrando algún valor, por tanto la valoración constituye la experiencia originaria de sí y del mundo, que en realidad es la experiencia de sí en el mundo; es una dimensión ontológicamente fundante, en la que el existente encuentra el mundo y se encuentra, experimenta su ser y el ser. Por ello antecede y excede a todo ejercicio reflexivo. Por lo mismo, y sin que quepa dar argumentos de ello, el zorro mítico enuncia la razón o medida suprema: "lo que está bien, está bien''; esa constatación nos sitúa en el mundo, donde el orden y la belleza sostienen el curso de la vida 

 

Kama

 

- El térnúno kama, cuyo significado analiza Zenón en el cuarto capítulo de su libro , parece designar un principio activo intrínseco al mundo (homologable con las nociones griegas de logos, o la china de tao), que asegura el despliegue de sus potencialidades y que como aptitud conlleva una orientación y un límite. Al efectivizar (actualizar o traducir en acto) su rango de posibilidades pone en juego un orden dinámico, con una racionalidad (Donúngo de Santo Thomas traduce kama por "razonamiento'} correspondiente a determinado ámbito vital. Siendo ello así, el orden del mundo (la disposición de los fenómenos) manifestaría el curso del kama o ánimo vital, que parece conllevar también una voluntad y traduce el juego de oposición y complementariedad entre una tendencia expansiva, de dispersión, y otra implosiva, unificante. Por ello, kama denota también abundancia que conlleva delimitación, medida, norma y obligación (camani es "medir", cam'!J "mi obligación" y camahuanmi riccihuanmi ''venir muy bien o justo'); es igualmente aptitud de mandar u ordenar, pero también de proveer y surtir. Ello remite a una cosmo-visión en que la abundancia, efecto del poder, conlleva la necesidad de donación y generosidad como condición de posibilidad de la vida. Así, en el Manuscrito de Huarochirí, a propósito de las deidades se pondera su condición de kamaq o "proveedores de kama', de poder; los entes a quienes sostiene ese ánimo vital son kamasqa o "dotados de kama', y quienes participando de aquel flujo vital tienen la capacidad de realizar sus potencialidades con respecto a algo, en una lógica de crianza de ello, se denominan kamayuq  -En su primer capítulo, el Manuscrito dice que Wallallo Qarwincho disponía el curso y alcance de la vida. El término empleado es kamarqan, que da cuenta de la acción de disponer u ordenar el ánimo vital (kama) que discurre por la realidad entera, sosteniéndola. Kama suele usarse también para denotar un límite. Así, el poder es la capacidad de disponer un orden. Pero, si el waka establece el alcance de la capacidad humana de procrear, esto no le sobreviene al hombre desde fuera: corresponde al ritmo e intensidad del ánimo que por él fluye. Con ello, ese ordenamiento conjuga dos aspectos aparentemente antitéticos, pero concurrentes: la capacidad expansiva de la vida y su límite. No obstante, la puesta en juego del kama, por parte del hombre, como kamt!Joq, rebasa su capacidad individual de obrar, pues proviene del kamaq cósmico, waka que a modo de un chamán cósmico da curso -dirige, ordena o gobierna, es decir, cría- al kama que brota del Uku Pacha, así como un chamán-con el concurso de las deidades y actuando como su agente- da curso a esa misma energía (sv€eystoc o É:v-rsMxstoc) que sostiene el cosmos o pacha cuyas dimensiones manifiestas son el Kay Pachay el Hanaq Pacha. Aludiendo a esa potencia vital, en el tiempo mítico del diluvio narrado en el Manuscrito, el zorro penetró con su cola en el caldo genésico producido por el agua. Desde entonces su punta ennegrecida posee virtud taumatúrgica (negro es yana, palabra que designa también ayuda), como si simbólicamente hubiese penetrado en el kama o ánimo (alma) del mundo.

 

Un motivo que al definirse por la permanencia  parece escapar al ciclo de la vida que discurre entre el florecimiento y la vuelta a la semilla, es el de la petrificación de seres humanos, animales y deidades. No obstante, se presenta más bien como la consumación de la perdurabilidad (wiñay) que buscaría la vida, simbolizando el sumum de la vitalidad. Por ello, la piedra es una de las manifestaciones privilegiadas de lo sagrado en el mundo andino, sino la principal; lo cual tendría que ver también con su condición de ''brote" de la tierra entendida como matriz genésica. En sentido inverso y complementario, la petrificación inscribe en el paisaje el referente nodal de un suceso, desplegando su decurso temporal en un lugar que se articula con otros lugares. Así, el ''lugar" conjuga la dimensión temporal y la espacial al modo de un texto, manifestando la condición textual del mundo (que articulando diversos tiempos, vendría a ser más bien una suerte de palimpsesto que contiene capas de sentido). El hecho de que las piedras tuviesen una presencia casi ubicua como medio de consulta oracular, ratifica su condición de sapientes y de kamasqa, de entes animados de fuerza vital. Es así como en el juego simbólico del Manuscrito la petrificación aparece también como culminación de la plenitud vital que constituye el encuentro sexual de seres humanos (W ay/lama y Anchiqara), deidades ( Chawpiñamqa y R.Jmaqoto) y aún elementos del cosmos (el agua y la tierra); por tanto, como afirmación de la vida  Al describir la vida, el Manuscrito de Huarochiri, destaca el ritmo u orden cíclico que sigue, no sólo en relación a  la muerte, que se presenta como su fase de retorno, sino también en el plano simbólico radical representado por las deidades, a las que se presenta en el primer capítulo como presidiendo ciclos de vida, el último de los cuales, correspondiente a Wiraqocha, bien podría ser también el primero. En ese curso cíclico, sin comienzo ni final absoluto, cada una de esas deidades daría cuenta de un mundo, pacha u orden de vida que culmina en un pachakuti o inversión, que siendo inversión de un orden unitario (pacha) constituiría un proceso de dispersión (ch 'iqfy) o vuelta (kuh) al estado germinal de ese orden. En el capítulo 18°, un sacerdote que ausculta las señales que envía Pariaqaqa anuncia el final de una era y la vuelta al estado de germinación. Enterados de la llegada de los españoles, sus compañeros asumen que así es y proponen dispersarse. Allí el tiempo simbólico articula como un chawpi otros dos tiempos: el del mito y el de la historia, que convergen en el motivo del mundo descalabrado. El proceso de dispersión y desorden, simbólicamente caracterizado por su feracidad, aparece como el germen de la reconstitución de un orden que acoja la diversidad generada en dispersión, tal como parece haber ocurrido históricamente en el espacio andino. Así, aquellos periodos de dispersión no pueden considerarse ni un retroceso ni una pérdida, pues en ellos se gana en diversidad que el proceso siguiente unifica en su complementariedad. Desde esa perspectiva, la irrupción europea bien podría comprenderse como el inicio de una nueva dispersión, tras la cual vendría un proceso de articulación de lo disperso que incorpore los nuevos elementos a la diversidad deseada, y el tiempo largo de esta dispersión se comprendería por la irrupción de elementos civilizatorios distintos a los del mundo andino, por lo que el tiempo de amalgama sería mayor, aunque algunas manifestaciones del cumplimiento de ese ciclo estarían ya asomando, como ocurre en la culinaria, terreno que simbólicamente se traslapa con la siembra, la cosecha, la nutrición y la expansión de la vida. En todo caso, la decisión de dispersarse, tomada en el santuario arruinado de Pariaqaqa anunciaría simbólicamente una estrategia de vida de alcance civiliza torio, consistente en volver al germen, a la dispersión y la noche de la semilla, cuando un orden social se muestra insuficiente para albergar la diversidad sobrevenida, para luego nuevamente florecer; con lo cual constituiría una afirmación de la vida y del orden que lo sostiene. Esa afirmación de la vida nada tiene que ver con el utopismo occidental que remite a una "fuga hacia adelante", consistente en una permanente apuesta por lo que aún no existe y que deberá ser radicalmente nuevo, desplazando --condenando al no ser- lo antes existente. El mundo deseable está aquí mismo y de lo que se trata es de reconciliarnos con él y criarlo con cariño, a fin de que el orden que contiene permita el florecimiento dela vida.  

 

Así comprendemos el fluir del kama cuando es hacia dentro  retransferencialmente se vuelve a la semilla.

 

 

0←1←0     

1←0←1←0←1←0

10←1←0←1←0←1←0←1←0

1←0←1←0←1←0←1←0←10←10←1←0←1←0←1←0←1←0 

1←0←1←0←1←0←1←0←10

1←0←1←0←1←0 

1←0←1 

 

 

 

 

 

 

Replegándose hasta tiempos mejores, para luego pasar a una reconstitución al exterior

1→0→1 

1→0→1→0→1→0 

1→0→1→0→1→0→1→0→10

1→0→1→0→1→0→1→0→10→10→1→0→1→0→1→0→1→0 

10→1→0→1→0→1→0→1→0

1→0→1→0→1→0

0→1→0       

 

 

Miremos con atención este video:

 

https://www.youtube.com/watch?v=sXKqBZxxEUw 

 

Para comprender que la transferencia ontológica es todo un arte y que pasa de energías densas en la gravedad del devenir voluntad  a energías sutiles espirituales  de levedad del ser  como sami siempre evitando el jucha el conflicto porque este trae la perdida del alma así de lo que se trata  es de respirar uno en el otro, aquí la transferencia no es una cuestión psicológica, es como un entrelazamiento cuántico en el que nos biotejemos logrando nuestro ajayu nuestra alma colectiva complementada.

 

 

     Yachay

El saber que comunica el Manuscrito de Huarochiri es una condición que concierne a todos los entes y al mundo como totalidad, y orienta el curso de la vida en su conjunto. Como tal, conlleva una dimensión axiológica y ética, es decir, vincula verdad, bien y belleza como  dimensiones consustanciales de una experiencia genuina, y se sostiene en una conversación o diálogo en que participan todas las comunidades de vida e involucra tanto el aprender como el enseñar, pero es ante todo un situarse en el mundo, por eso constituye una cosmovisión, una experiencia cósmica, compartida, enraizada en el mundo. Así, el término yachaY remite a un actuar sapiente, abierto a posibilidades y tendiente a desplegar las posibilidades de aquello a lo que atiende la acción. En el aspecto intelectivo consistiría en desvelar los presupuestos y posibilidades de aquello a lo que se atiende; en el aspecto ético o moral se vincula al bien-estar, al arraigo y familiaridad con el entorno; en su dimensión pragmática remite al cuidado y la destreza con que se logra que aquello a que se atiende llegue a ser lo que potencialmente es. Supone, por tanto, una ontología en que ser es inter-actuar. 

 

Dice el Manuscrito que al empezar un trabajo difícil los tejedores se dirigían a a Wiraqocha pidiéndole entendimiento  y destreza , sagacidad y pericia. Más aún, cuando se ejerce en el juego de dualidad y complementariedad  da cuenta de un recordarse mutuamente con afecto y cuidado, mostrando que el entendimiento no es axiológicamente neutro, sino que supone apertura y buena disposición hacia todo aquello que nos interpela,  que por tanto es también sapiente, pues en esta cosmovisión todo ente sabe y puede comunicar ese saber. Por eso también, lo contrario del runa u hombre de razón es el utiq-aquél que se halla ensimismado-; el cosmos es diálogo y la experiencia, que es cósmica, constituye un proceso de crianza, cuidado, aprendizaje y enseñanza. En el capítulo 3° del Manuscrito, el llama cuya comunicación insistente advirtiendo de un próximo diluvio no atiende su pastor, enrostra a éste su ensimismamiento. Aquel animal debió comprender las señales emitidas por su yana o par cósmico constituido por una gran zona negra que semeja el perfil de una llama, con dos estrellas relucientes por ojos, sobre el trasfondo de la Vía Láctea, que en la cosmo-visión andina provee señales en relación al ciclo del agua. Los demás animales, al igual que el llama, habían comprendido esas señales y llegaron primero a la cumbre a la que el pastor y su llama subieron luego para salvarse.  Al referirse a Wiraqocha el Manuscrito destaca su condición de amauta. Los significados básicos de este término son los de sabiduría y prudencia; se trata, por tanto, de un saber de la vida, que orienta la acción desde la acción, atendiendo con cuidado a sus posibilidades y condiciones de posibilidad. Aquello sobre lo que se ejerce tiene siempre la condición de signo (unancha) e incógnita; por ello no es mera constatación de lo dado, sino su evaluación atenta y cuidadosa. Unancha significa "señal', y dado que la comprensión se ejerce sobre la base de señales, tanto el signo como la pregunta desde la cual se lo interpreta tienen un carácter indicial, de señal y derrotero, de una indicación de sentido. Ese saber conjetural e interpretante, que se sabe condicionado, se halla lejano de la pretensión de saber apodíctico, incondicionado y absoluto, libre de toda perspectiva, pretensión que exige un saber acósmico, como el del ojo de alcance absoluto de un dios excluyente, paradójicamente "situado" fuera del cosmos. Aquel saber interpretante remite también al carácter textual del mundo, como ámbito con sentido y significación, donde todo está diciendo algo y cada evento constituye una señal, en una polifonía sostenida en el diálogo que a su vez es apertura hacia otros horizontes. El pasaje del capítulo 18° del Manuscrito en que un hombre discreto interpreta de lejos las entrañas de una llama sacrificada a Pariaqaqa, logrando ver lo que otros en posición más cercana no llegan a ver, provee un referente simbólico de gran alcance para comprender el significado del saber entendido como hamut'!). Ese hombre proveniente de las alturas, simboliza un posicionamiento fronterizo, de cruce y traslape de horizontes entre el ámbito de los hombres, el de los dioses y el de lo montaraz. Los demás intérpretes estaban demasiado circunscritos por el horizonte próximo del prestigio y veneración del que gozaba Pariaqaqa entonces. 25.- El capítulo más breve del Manuscrito de Huarochirí es el cuarto. Se refiere a la muerte del sol, que es desquiciamiento del orden, vuelta al caos y oscuridad, simbolismo de la vuelta a la matriz y a la semilla, esta vez proyectada a escala cósmica, como el Uku Pacha genésico. Se trata, por tanto, de un pachakuti o trastocamiento del orden, que suele ser antesala de su regeneración. El narrador, que es indígena y cristiano, busca identificar ese acontecimiento con la oscuridad que siguió a la muerte de Cristo, sobre la base de la interpretación (unanchay) de ese simbolismo, y cuenta que los indígenas no cristianizados también decían que la noche del Calvario bien podría haber sido la misma que se produjo por la muerte del sol, centro del cosmos andino. Así los interlocutores andinos (unos creyentes en los waka y otros en el dios cristiano) producen un diálogo de horizontes en base a la potencia heurística de la ontología andina que favorece el encuentro y reconocimiento de lo diverso. Del mismo modo, el encuentro (tinkuy) de los zorros míticos que se narra en el capítulo 5° del Manuscrito da cuenta de las mediaciones que hacen posible que haya unidad en lo diverso y que la unidad sostenga la diversidad. El escenario del encuentro, abierto por el sueño de Watyaquri, es el medio de un camino que une la región alta y la baja, lo cual connota un chawpi hiperbólico. El encuentro de los dos zorros cuyo rumbo los llevará a intercambiar sus posiciones -como un ponerse en el lugar del otro- se afirma cuando el de abajo se dirige al de arriba llamándolo hermano, estableciendo así condiciones de equidad y constituyendo al otro en par opuesto y complementario a la vez. Watyaquri ocupa la posición del chawpi mediador que juega a ocultarse; hace las veces de un tercer zorro, un metazorro: el zorro mediador (chawpi atoq) que produce el encuentro entre el zorro de abajo (ura atoq) y el zorro de arriba (hanaq atoq), puente por donde discurre el kama (o el Myo,),  que es comunicación y potencia, ratificando que el cardinal ontológico mínimo del diálogo y del ser es la tríada. Ese encuentro de zorros que da curso al conocimiento, que es también autoconocimiento y conocimiento del cosmos, viene a ser en la mirada de aquel tercer zorro que es Waryaquri, cosmo-visión, fusión de horizontes, como lo es también el propio Manuscrito de Huarochirí, donde se encuentran y dialogan dioses y hombres, cultura oral y cultura escrita, y dos grandes tradiciones civilizatorias, dos horizontes de sentido. 

 

Y entonces quwe es Yachay sino esa experiencia de encuentro en la que nos biotejemos por medio de una transferencia exhalar el kama y  una retransferencia inhalar el kama.  

1→0→1→Exhalo el kama→0→1→0 inhalo el kama

Hasta lograr el ajayu el alma colectiva complementada

Miremos con atención estos videos 

 

https://www.youtube.com/watch?v=ZltAz8K55Kg&t=572s

 

Kausay: La existencia consciente. .

Anya: La plataforma de mi conciencia

 Munay: Amar conscientemente. 

El segundo video no lo encuentro

Yanque es la representación

Y

Yachay es la formula el nombre que me permite evocar la experiencia

Donde se da el

Ayni esa reciprocidad

 Logrando el Ajayu

Nosotros recreamos esta experiencia por medio del arte del biotejido donde se dan 7 números:

 

El Rito

El mito

La representación

La diacrítica  

La alteración de sistemas

La biodramaturgia

Logrando una cibernética de tercer orden 

http://teatroloco.blogspot.com/2025/03/taller-de-cibernetica-de-desplazamiento.html

Donde nos abrimos a la comunión.

   

 

Y entonces ya podemos responder a la pregunta

¿Qué  es el comunismo complementario?  

 

 Es el proceso por el cual nuestro pueblo recupera su alma su ajayu su complementariedad.

 

Este proceso empezó  en nosotros con el grupo teatro loco

http://adagioalamor.blogspot.com/2024/09/biotejido-teatro-loco-as.html

 

El cual se convirtió en biotejido abriéndose al campo ontológico  Con el taller de Crítica comedia en 7 números que culmina en el Evangelio de la Matria, que es la matria sino la super conciencia, la maestra en mediación, luego seguimos con el arca de la libertad tragedia en 7 números proceso en el que forme a mi familia en el arte del biotejido, a la para estuvo la cocina del sabor espiritual donde intentaba cocinar personas , complementarlas , lograr el alma colectiva por medio del dialogo filosófico ene l que libertad positiva y negativa se integraban  y ahora estamos en la ciencia del logos desde la cual sacamos adelante los 7 ensayos biodramturgicos del no ser peruano, basado en los 7 ensayos de interpretación peruana de José Carlos Mareategui  solo que nuestra interpretación es desde una hermenéutica de revelación donde encarnamos  el ajayu.

 

El Gamaliel  Churata esto queda muy claro:

Gamaliel Churata construye un mito moderno al concebir el Wawaku. Se trata de un

mito característicamente literario, fijado en El pez de oro. Pero ¿por qué darle al

Wawaku esta categoría en lugar de la de mero personaje?

El Wawaku reúne en sí significados que le dan una dimensión fuertemente simbólica.

Anna Trocchi, en su excelente recapitulación sobre los mitos literarios, destaca la

definición de André Dabezies, en que mito es descrito precisamente como una

“ilustración simbólica y fascinante de una situación humana ejemplar para una

determinada colectividad” (2002, p. 149).

En efecto, el Wawaku concentra los elementos negativos que caracterizan el ámbito

andino: la permanencia de la violencia, la muerte y la opresión adquieren su clave en

este monstruo que representa, encarnación de una idea, el miedo. De esta forma, lo

abstracto adquiere cuerpo y emanación imaginativa.

En la creación de Churata están presentes las funciones constitutivas del mito literario:

la saturación simbólica, la estructuración rigurosa, la iluminación metafísica y la

presencia de lo sacro (Trocchi, 2002, p. 150). La reflexión filosófica, cultural y política

que Gamaliel Churata realiza a lo largo de esta obra se transforma en este episodio en

un relato, cuyos protagonistas concentran profundas dimensiones significativas. La

compleja formulación de Churata del Ser andino, el Naya, adquiere en la Batalla del

espanto formas narrativas, con elementos estrechamente vinculados a la tradición oral.

Contra el Wawaku contenderán otras dos figuras míticas, el Puma y el Pez de oro, estás

sí, como señaló Helena Usandizaga, emparentadas con la tradición andina, aunque no  trasladadas literalmente (2006, pp. 146-147). Según Marco Thomas Bosshard, que

analizó minuciosamente el mito del Pez de Oro, definido en el primer capítulo de la

obra de Churata:

el nacimiento del Pez de Oro como el resultado de una relación amorosa

entre un puma y una sirena se corresponde con toda una serie de

iconografías precolombinas: relaciones entre mamíferos de presa y

anfibios parecen señalar siempre el ocaso del mundo viejo y el comienzo

de una nueva era; es decir, el pachacuti (2007, p. 522).

De hecho, la historia del nacimiento de El pez de oro es recontada en el episodio que

nos ocupa, esta vez, con la intervención principal del nuevo mito incorporado por el

autor. El Wawaku, tirano implacable, es el padre de la Khesti-Imilla, sirena del lago,

que escapa del dominio del monstruo con el Khori-Puma. La pareja, sin embargo, es

capturada: el puma será decapitado y la sirena, encerrada en una cárcel donde, perdido

el juicio, concebirá al Pez de oro. El relato legendario, forjado por Churata a partir de

motivos de la tradición andina, condensa temas que proceden de la imaginación

colectiva como la decapitación del héroe, la persistencia de los muertos y la esperanza

del regreso: “Pero está dicho que cuando el morrillo de la mala bestia sea quebrantado,

EL PEZ DE ORO se agitará de nuevo y nuevamente oiremos su trino” (p. 505).

Además, Churata asume también el significado de mito como fuerza ficticia señalado

por Paul Valéry en su Pequeña carta sobre los mitos: “Mythe est le nom de tout ce que

n’existe et ne subsiste qu’ayant la parole pour cause” (1957, p. 964).

Así, la Batalla del espanto se inicia con una discusión sobre la realidad del miedo. El

Puma cree que se trata de una invención, un complejo, y por tanto no ve necesario

intervenir. El Pez de oro, sin embargo, replica: “Si es un complejo tiene elementos de

que procede y le originan. El miedo no es de generación espontánea. El pueblo le ha

denominado El Wawaku. El Gobernante no puede destruir al Wawaku con solo

ignorarle” (p. 493). Todas las referencias en torno al monstruo señalan su naturaleza

engañosa e inaprensible: el Wawaku es una sombra, una pesadilla, una enfermedad de la

vida, un fantasma, una aflicción neurótica, una forma de la oscuridad y, finalmente, la

Nada.

En estas definiciones se hace evidente el carácter polisémico del mito, que adquiere una

dimensión psíquica e ideológica. Aquí Churata entronca con la psicología, disciplina

precisamente caracterizada por su recurrencia a la mitología. En la estela del Freud de

El malestar en la cultura el autor caracteriza al Wawaku como una afección colectiva,

un complejo de muerte capaz de paralizar a todo un pueblo y transformar las relaciones

en la comunidad.

También es muy significativo el primer relato que se le hace al Pez de oro sobre la

acción del Wawaku:

Condenados al silencio, la muerte enseñoreó nuestro destino; y el dolor

que estrangula fue comparable sólo al dolor de los Chullpares. De una

sombra, que nadie conociera hasta entonces, se hizo presente la crueldad

en la naturaleza de un monstruo que despedazó el Imperio de los Khori-

Pumas y con diente frío devoró nuestra libertad (p. 448).

Aquí el mito presenta claramente un carácter histórico y político. Para establecer el

nuevo orden surgido de la conquista el miedo devino un instrumento necesario,

prodigado a partir de diferentes formas de violencia por encomenderos y eclesiásticos  frente a una población muy numerosa. La modernidad del mito del Wawaku se debe a

las dimensiones histórica, psicológica y política que presenta: el miedo adquiere su

condición monstruosa con la intervención europea en América y la inversión

catastrófica (pachakuti) del mundo andino.

4. El miedo como razón de Estado

La reflexión sobre el miedo como instrumento político emana del pensamiento de

Thomas Hobbes, que le da un lugar central en el funcionamiento del Estado moderno.

El miedo a la muerte violenta lleva a los individuos a ultrapasar sus divergencias para

fundar un orden político (renunciando a la soberanía personal y delegándola en el

Estado) que garantice la supervivencia (Jasmin, 2007, p. 114). De esta manera, el

miedo, racionalmente conocido e instrumentalizado, está en el origen de la sociedad

entre los hombres y además la fundamenta: el miedo al poder coercitivo del Estado

garantiza el cumplimiento de las relaciones contractuales en que consisten los vínculos

civiles (Limongi, 2007, p. 135). Es pues, un miedo racional, que funciona en los

cálculos políticos garantizando el orden establecido.

Gamaliel Churata parece contestar directamente estas ideas en su apreciación del

Wawaku:

hubo quienes le concedían poderes represivos sobre los vicios,

juzgándole un mal necesario:

- El temor que inspira el Wawaku – me dijeron – es freno para la

delincuencia.

[…] No poco indignado les argüí, que el freno del vicio es la virtud; que

el vicio no puede ser el freno del vicio. El mal no puede ser el enemigo

del mal. Y que haya quien suelte el pecado para que destroce y devore

como el medio de conseguir que la virtud domine, fundamentará el bien

en la coexistencia de poderes que nunca tendrán relación, pues, si son,

son precisamente porque se repelen. La vida es buena, y sólo buena; o no

es buena, en cuyo caso es mala. La vida no puede ser buena y mala al

mismo tiempo. La vida es Vida: ¿cómo podrá ser Muerte? (p. 445)

En esta réplica, además de una reflexión filosófica, se hace presente una disputa

histórica y social. Es el rechazo al miedo instalado en los Andes como instrumento de

subordinación política y espiritual. Un miedo omnipresente, fundado en la violencia

arbitraria y cotidiana, que encontramos también en los relatos de José María Arguedas,

como por ejemplo, en “Agua”. Este autor, en uno de sus ensayos sobre la literatura en

quechua, “Los himnos quechuas católicos cuzqueños”, nos da una clave de esta

omnipresencia, abrumadora y difusa, del miedo, y de su instrumentalización política. En

los himnos católicos tradicionales compuestos en quechua predomina el discurso de la

culpa y el arrepentimiento (Durston, 2010, p. 154). El miedo estaría deliberadamente

instalado en la misma lengua indígena, en el ritual litúrgico cotidiano, repitiéndose una

y otra vez, en unos cantos que, según José María Arguedas, tenían como objetivo

infundir el terror por la muerte y el pecado. Apunta en un estudio reciente Martín

Lienhard citando a Arguedas: “Al inculcarle a los vencidos el ‘principio de que el

hombre ha nacido para sufrir’, el catolicismo colonial consagra ideológicamente la

servidumbre indígena e infunde al creyente nativo ‘pavorosos temores y sentimiento de

culpa <tan> desmedidos’” (2011, p. 4). Lienhard

5

señala cómo Arguedas en este

ensayo, preocupado por captar la relación entre los cantos y la experiencia histórica de

la población andina, identifica en los himnos católicos la posibilidad de expresar el  estado de desconcierto que provocó la conquista y la evangelización forzada; sin

embargo, en ellos queda patente el impacto de la predicación católica en la penetración

de un profundo sentimiento de culpa y necesidad de expiación; un ‘pathos’ que

persistirá no solo en las canciones comunitarias antiguas sino también en la poesía

moderna (2011, pp. 4 y 5).

El pez de oro de Gamaliel Churata es una batalla de la imaginación y el pensamiento

contra las ideas católicas de la muerte y el pecado concertadas en la dominación de la

cultura andina, y tiene en el episodio del Wawaku su expresión en forma de relato

mítico:

El Wawaku existe, hijo mío: me has convencido. Es la Muerte; y la

muerte es una enfermedad de la Vida. El despotismo es una de las formas

de la muerte… Estas verdades percutirán en los ámbitos del planeta: no

lo dudes…¡Nada tengo que replicar, mi hijo bien amado! … ¡A la guerra

contra el Wawaku! (p. 494).

Ahora bien, en las implicaciones políticas y sociales de la identificación de la opresión

con el Wawaku, un elemento debe ser retenido: Churata no plantea la lucha de

liberación de la comunidad andina como una batalla contra los españoles, los gamonales

o los mestizos. El miedo iguala a todos, amenazando el futuro y los lazos de la

comunidad. Churata denuncia, no sólo una opresión histórica, sino un estado de

injusticia, fundado en el miedo, que imposibilita lo colectivo. El miedo tiene formas

complejas e irradia en varias direcciones: “Nó tuya la culpa. Fueron el miedo al indio y

el miedo del indio; miedo a tu madre y el miedo de tu madre” (p. 438).

Frente a la sistematización ideológica del miedo llevada a cabo por intereses políticos y

religiosos, Churata decide intervenir imaginativamente. Convierte la disgregación social

en un monstruo, al cual se enfrentan todos los peces del Titikaka. La batalla del espanto

destaca como resolución imaginada, mítica, al conflicto cultural e histórico en los

Andes.

5. La batalla del espanto

Este singular enfrentamiento es narrado con un lenguaje bélico-poético, de corte

vanguardista. Todo el lago se moviliza para hacer frente a un enemigo poderoso y

ubicuo. El escenario de la batalla se localiza finalmente en la caverna. Ello no debe

sorprendernos. Se trata de una alusión transparente a Platón, al cual Churata ha estado

retando durante todo el libro. Contra su idealismo y la separación entre esencia y

simulacro, idea y materia, y sus derivaciones cristianas, alma y cuerpo, y sobre todo,

vida y muerte, Churata ha estado tejiendo su particular visión filosófico-poética

entroncada en la cultura andina. Marco Thomas Bosshard ha denominado ‘monismo

indígena’ a esta concepción que, en contra del dualismo platónico, propone el concepto

de ahayu, el alma indígena colectiva, célula y semilla de todo lo vivo (2007, p. 516).

Así, a pesar que las operaciones militares son dirigidas por el Pez de oro, los que

contienden contra el Wawaku, quienes ganan la batalla, son las miríadas de peces que

tozudamente se proyectan, mueren y persisten contra él:

De los hacinamientos de cadáveres se alzaron legiones de vidas; y

aunque la bestia dábase cuenta sólo entonces que afrontaba la suerte de

verdadera batalla, y renovó la cólera de los zarpazos, cayó sobre ella –

mundo herido y ferviente – monstruoso microbio que le atenazaba con

anillos que, cerrándose, comenzaron a triturarle La batalla es, pues, una empresa colectiva, en que todas las lenguas del lago tienen

cabida: desde la gravedad de los capitanes suchis hasta el lenguaje híbrido de los

humildes khestis, que salvan al puma de su encierro en la caverna. El ego andino

colectivo, el Naya, “corporación multánime en que las unidades encuentran la unidad”

(p. 495), adquiere aquí una formulación dinámica. Entre todos, cada uno en su función,

derrotan al Wawaku.

El resultado del combate es también significativo: el monstruo es devorado por el Puma

de oro después de haber dado, en medio de una intensa lucha, un zarpazo mortal al Pez.

La muerte, de nuevo, alcanza al héroe; es, sin embargo, una muerte renovada que se

integra en la vida: “Aquel no fue morir de América, niña querida. En una lágrima le

puse; en una lágrima vendrá. Vamos, pues, niña querida: aquí le dejé, aquí tiene que

estar” (p. 526).

El mesianismo de Gamaliel Churata, arraigado en la tradición popular andina, aspira no

al regreso de un inca, sino a la persistencia del alma colectiva, la ahayu, por encima de

cualquier contingencia. A esta alma, a esta célula, representada por El pez de oro,

debían incorporarse los americanos, para superar el miedo que origina y expande la

opresión. Por ello, el mensaje final del libro hace referencia a este relato mítico, que

concentra en sí diferentes planos interpretativos, desde el literario al histórico, político y

social. Dice Churata en las últimas palabras de su obra:

Alineamos en la Batalla del Espanto y testificaremos para las venideras

edades, presentes en la Caverna, el asalto del PUMA venido del

Sepulcro, despedazando con garra de oro y colmillo de fuego el morrillo

del WAWAKU, que es la parte hedionda de la luz, camino de muerte,

invitación al miedo.

He aquí el áureo mensaje de EL PEZ DE ORO:

- ¡América, adentro, más adentro; hasta la célula!...