La transferencia del ser
Lichtung es el camino que se hace camino entre lo oculto
y lo des-oculto, significa la más meridiana presuposición de toda luz (Cfr. Heidegger, 1988),16 esto es, el lugar de testimonio del ser, lo que ya
siempre dejará constancia de la presencia o de la ausencia, de lo abierto, lo
obturado, del eco y el silencio.
El título nombra el intento de una meditación que se queda
en pregunta. Las preguntas son caminos para una respuesta. Esta consistiría -en
el caso de que alguna vez se accediera a ella- en una transformación del
pensar, no en un enunciado sobre un contenido. El siguiente texto pertenece a
un contexto más amplio: es el intento -repetidamente emprendido desde 1930- de
configurar de una forma más originaria el planteamiento de «Ser y tiempo». Esto
significa someter el comienzo de la pregunta en «Ser y tiempo» a una crítica
inmanente. Con lo cual ha de aparecer claro en qué sentido pertenece necesaria y
permanentemente al pensar, la pregunta crítica sobre qué sea la «cosa» del
pensar. En consecuencia, el título de la tarea «Ser y tiempo» cambiará.
Preguntamos: I. ¿En qué sentido ha llegado la Filosofía a su final en la época
presente? II. ¿Qué tarea le queda reservada al pensar al final de la Filosofía?
I. ¿EN QUÉ SENTIDO HA LLEGADO LA FILOSOFÍA A SU FINAL EN LA ÉPOCA PRESENTE? La
Filosofía es Metafísica. Ésta piensa el ente en su totalidad - mundo, hombre,
Dios- con respecto al Ser, a la comunidad del ente en el Ser. La Filosofía
piensa el ente como ente, en la forma del representar que fundamenta, porque
desde y con el comienzo de la Filosofía, el Ser del ente se ha mostrado como
fundamento, (Grund, αρχή αίτιον, principio). El fundamento es aquello por lo
cual el ente, como tal, en su devenir, transcurrir y permanecer, es lo que es y
cómo lo es, en cuanto cognoscible, tratable y laborable. Como fundamento, el
Ser trae al ente a su estar presente: el fundamento se muestra como presencia.
Su presencia consiste en llevar a presencia lo que, a su modo, está ya
presente. El fundamento -según la impronta de la presencia- tiene su carácter
fundante como causa óntica de lo real, posibilidad trascendental de la
objetividad de los objetos, mediación dialéctica del movimiento del espíritu
absoluto, del proceso histórico de producción, como voluntad de poder creadora
de valores. Lo distintivo del pensar metafísico -que busca el fundamento del
ente- es que, partiendo de lo presente, lo representa en su presencialidad y lo
muestra, desde su fundamento, como fundado. ¿Qué significa la expresión «final
de la Filosofía» ? Con demasiada facilidad, entendemos el final de algo en
sentido negativo: como el mero cesar, la detención de un proceso, e incluso,
como decadencia e incapacidad. La expresión «final de la Filosofa» significa,
por el contrario, el acabamiento [Vollendung] de la metafísica. Ahora bien,
acabamiento no quiere decir perfección, en cuyo caso la Filosofía, a su
término, tendría que haber alcanzado la máxima perfección. Nos falta, no sólo
la medida que permita evaluar la perfección de una época de la metafísica con
respecto a otra: es que no hay derecho a hacer este tipo de apreciaciones. El
pensamiento de Platón no es más perfecto que el de Parménides. La filosofía de
Hegel no es más perfecta que la kantiana. Cada época de la Filosofía tiene su
propia necesidad. Hemos de reconocer, simplemente, que una filosofía es como
es. No nos corresponde a nosotros el preferir una a la otra, lo que sí se puede
hacer cuando se trata de diferentes «Weltanschauungen». 3 El antiguo
significado de nuestra palabra «Ende» [final] es el mismo que el de «Ort»
[lugar]: «von einem Ende zum anderen» significa « de un lugar a otro». El
«final» de la Filosofía es el lugar en el que se reúne la totalidad de su
historia en su posibilidad límite. «Final», como «acabamiento», se refiere a
esa reunión. Bajo formas distintas, el pensamiento de Platón permanece como
norma, a lo largo y ancho de toda la Historia de la Filosofía. La metafísica es
platonismo. Nietzsche caracteriza su filosofía como platonismo al revés. Con la
inversión de la metafísica, realizada ya por Karl Marx, se alcanza la
posibilidad límite de la Filosofa. Esta ha entrado en su estadio final. En la
medida en que se intente todavía un pensamiento filosófico, sólo se llegará a
una variedad de renacimientos epigonales. Entonces, y a pesar de todo, ¿no será
el «final» de la Filosofía un «cesar» de su manera de pensar? Sería precipitado
sacar esta conclusión. El final, como acabamiento, es la reunión en las
posibilidades límite. Tendremos una idea muy limitada de ellas, si es que tan
sólo esperamos un desarrollo de nuevas filosofías al antiguo estilo. Olvidamos
que, ya en la época de la filosofía griega, apareció un rasgo determinante de
la Filosofía: la formación de ciencias dentro del horizonte que la Filosofía
abría. La formación de las ciencias significa, al mismo tiempo, su emancipación
de la Filosofía y el establecimiento de su autosuficiencia. Este suceso
pertenece al acabamiento de la Filosofía. Su desarrollo está hoy en pleno auge
en todos los ámbitos del ente. Parece la pura y simple desintegración de la
Filosofía, cuando es, en realidad, justamente su acabamiento. Baste con señalar
la independencia de la Psicología, de la Sociología, de la Antropología como
antropología cultural, el papel de la Lógica como Logística y Semántica. La
Filosofía se transforma en ciencia empírica del hombre, de todo lo que puede
convertirse para él en objeto experimentable de su técnica, gracias a la cual
se instala en el mundo, elaborándole según diversas formas de actuar y crear.
En todas partes, esto se realiza sobre la base, según el patrón de la
explotación científica de cada una de las regiones del ente. No hace falta ser
profeta para saber que las ciencias que se van estableciendo, estarán dentro de
poco determinadas y dirigidas por la nueva ciencia fundamental, que se llama
Cibernética. Ésta corresponde al destino del hombre como ser activo y social,
pues es la teoría para dirigir la posible planificación y organización del
trabajo humano. La Cibernética transforma el lenguaje en un intercambio de
noticias. Las Artes se convierten en instrumentos de información manipulados y
manipuladores. El despliegue de la Filosofía en ciencias independientes -
aunque cada vez más decididamente relacionadas entre sí- es su legítimo
acabamiento. La Filosofa finaliza en la época actual, y ha encontrado su lugar
en la cientificidad de la humanidad que opera en sociedad. Sin embargo, el
rasgo fundamental de esa cientificidad es su carácter cibernético, es decir,
técnico. Presumiblemente, se pierde la necesidad de preguntarse por la técnica
moderna, en la misma medida en que ésta marca y encauza los fenómenos del mundo
entero y la posición del hombre en él. Las ciencias interpretarán según las
reglas de las ciencias -es decir, técnicamente- todo lo que todavía recuerde,
en su construcción, su origen a partir de la Filosofía. Entiende las categorías
-de las que depende cada ciencia, para la división y delimitación de su campo
de 4 objetos-, instrumentalmente, como hipótesis de trabajo. Su verdad no se
medirá sólo por el efecto que produzca al ser aplicada dentro del progreso de
la investigación: la verdad científica se equiparará a la eficacia de estos
efectos. Ahora, las ciencias asumen como tarea propia lo que -a trechos y de
una forma insuficiente- intentó la Filosofía en el transcurso de su historia:
exponer las Ontologías de las correspondientes regiones del ente (naturaleza,
historia, derecho, arte). Su interés se dirige hacia la teoría de los conceptos
estructurales, siempre necesarios para el campo de objetos subordinado a ellos.
«Teoría» significa ahora: suposición de las categorías, a las que sólo se
atribuye una función cibernética, negándoles, sin embargo, todo sentido
ontológico; llegar a dominar el carácter operacional y modélico del pensar
representantecalculador. Mientras tanto, las ciencias hablan cada vez más del
Ser del ente, al suponer necesariamente su campo categorial. Sólo que no lo
dicen. Pueden negar su origen filosófico, pero no eliminarlo: en la
cientificidad de las ciencias consta siempre su partida de nacimiento en la
Filosofía. El final de la Filosofía se muestra como el triunfo de la
instalación manipulable de un mundo científico-técnico, y del orden social en
consonancia con él. «Final» de la Filosofía quiere decir: comienzo de la
civilización mundial fundada en el pensamiento europeo-occidental. Ahora bien,
el final de la Filosofía, en el sentido de su despliegue en las ciencias, ¿no
significa también la plena realización de todas las posibilidades en las que
fue colocado el pensar como filosofía?, ¿o es que, aparte de la última
posibilidad mencionada (la desintegración de la Filosofía en las ciencias
tecnificadas), hay para el pensamiento una primera posibilidad, de la que tuvo
que salir, ciertamente, el pensar como filosofía, pero que, sin embargo, no
pudo conocer ni asumir bajo la forma de filosofía? En este caso, todavía le
quedaría reservada -secretamente- al pensar una tarea desde el principio hasta
el final en la Historia de la Filosofía; tarea no accesible a la Filosofía en
cuanto Metafísica, ni menos todavía a las ciencias que provienen de ella. Por
eso, preguntamos: II: ¿QUÉ TAREA LE QUEDA TODAVÍA RESERVADA AL PENSAR AL FINAL
DE LA FILOSOFÍA? De entrada, la idea de una semejante tarea del pensar resulta
ya extraña: ¿qué clase de pensar es ese que no puede ser ni metafísica ni
ciencia? ¿Y cuál es esa tarea que se ha cerrado a la Filosofía, desde su
comienzo y precisamente por él, y que se le ha escapado constante y
progresivamente en lo sucesivo? ¿Qué clase de tarea del pensar es esa que
-según parece implica la afirmación de que la Filosofía no ha estado a la
altura de la «cosa» del pensamiento, habiéndose convertido, por consiguiente, en
una historia de la mera caída? ¿No habla aquí la presunción de querer situarse
sobre la grandeza de los pensadores de la Filosofía? 5 Esa sospecha aparece con
insistencia, pero es fácil eliminarla, ya que cualquier intento de hacerse una
idea sobre la supuesta tarea del pensar, se ve remitido a una mirada atrás,
hacia la totalidad de la Historia de la Filosofía. Y no sólo esto: se ve,
además, precisada a pensar la historicidad de aquello que da a la Filosofía la
posibilidad de una Historia. El supuesto pensar es inferior, sobre todo, porque
su tarea tiene tan sólo un carácter preparatorio, no fundante. Se contenta con
despertar una disposición humana a una posibilidad, cuyo contorno sigue siendo
oscuro y su llegada incierta. El pensar tiene que aprender primero a conocer lo
que le queda reservado y guardado, y a entregarse a ello: en ese aprendizaje se
prepara su propio cambio. Se piensa con ello en la posibilidad de que la
civilización universal, que ahora mismo comienza, supere algún día el cuño
científico-técnico e industrial, única medida para la estancia del hombre en el
mundo; que lo supere, por supuesto no a partir de o por sí mismo, sino de la
disponibilidad del hombre para una determinación que, se la escuche o no, habla
constantemente en el destino aún incierto del hombre. Sigue siendo igualmente
incierto el que la civilización universal sea rápidamente destruida dentro de
poco, o bien se consolide durante un largo tiempo en el que no se apoye en algo
permanente; sino que, más bien, se acomode al cambio progresivo de lo que cada
vez es más nuevo. El supuesto pensar preparatorio no quiere ni puede predecir
ningún futuro. Tan sólo intenta indicarle al presente algo que, desde hace
tiempo y justamente en su comienzo, fue dicho ya para la Filosofía, aunque ésta
no lo pensara propiamente. De momento, bastará con que nos refiramos a ello
dentro de la debida brevedad. Con este fin, tomamos como ayuda una indicación
que la misma filosofía nos ofrece. En el horizonte de la Filosofía, preguntar
por la tarea del pensar significa: determinar aquello que concierne al pensar,
lo que todavía es cuestionable para él, el motivo de controversia. Esto es lo
que significa, en alemán, la palabra «Sache». Se refiere a aquello con lo que
tiene que habérselas el pensar en el caso presente; en lenguaje platónico: τό
πράγµα αυτό (cfr. la carta séptima, 341 c. 7). En la época más reciente, y por
sí misma, la Filosofía ha llamado expresamente al pensar «Zur Sache selbst» [A
la cosa misma]. Mencionaremos dos casos a los que hoy día se concede una
especial atención. Escuchamos esa llamada « a la cosa misma» en el prefacio que
Hegel colocó al comienzo de su obra, aparecida en 1807, y que lleva por título
Sistema de la ciencia. Parte primera: La Fenomenología del Espíritu. Este prefacio
no es el prólogo a la Fenomenología, sino al Sistema de la Ciencia, a la
totalidad de la Filosofía. La llamada «a la cosa misma» vale finalmente, y esto
quiere decir en lo que se refiere a la cosa [der Sache nach], en primer lugar,
para la Ciencia de la Lógica. En la llamada «a la cosa misma», el acento recae
sobre el «misma» [selbst]. Tal como suena, la llamada tiene el sentido de un
ponerse en guardia: se rechazan las relaciones inadecuadas con la «cosa» de la
Filosofía. Entre ellas está el mero hablar sobre el fin de la Filosofía, y
también el mero informar sobre los resultados del pensar filosófico. Ninguno de
los dos es la totalidad real de la Filosofía. La totalidad se muestra, en
primer lugar y tan sólo, en su devenir; lo que 6 sucede en la exposición
desarrollada de la «cosa». en la exposición se identifican tema y método.
Identidad que en Hegel se llama «Idea» [Gedanke]. La «cosa» de la Filosofía
aparece con ella «en sí misma». Sin embargo, esta cosa es determinada
históricamente [geschichtlich] como la «subjetividad». Con el ego cogito
cartesiano -dice Hegel-, la Filosofía pisa por primera vez tierra firme, en la
que puede estar en casa. Si con el ego cogito -como subjectum por excelencia-
se alcanza el fundamentum absolutum, esto quiere decir entonces que el sujeto
es el υποκείµενον trasladado a la conciencia, lo verdaderamente presente, que
en el lenguaje tradicional, y de una forma bastante imprecisa, se llama
substancia. Cuando Hegel explica en el prefacio (ed. Hoffmeister, p. 19) que
«lo verdadero [de la Filosofía] no se puede captar ni expresar como substancia,
sino como sujeto», esto quiere decir que el Ser del ente, la presencia de lo
presente, sólo se patentiza -y, en consecuencia, alcanza la plenitud de la
presencia-, si se hace presente para sí y como tal, en la Idea absoluta. Ahora
bien, a partir de Descartes, «idea» quiere decir perceptio. El devenir del Ser
hacia sí mismo tiene lugar en la dialéctica especulativa, y el movimiento del
pensamiento, el método, es justamente la «cosa misma». La llamada «a la cosa
misma» exige el método de la Filosofía adecuado a la cosa. Está decidido de
antemano, sin embargo, qué sea la cosa de la Filosofía: la cosa de la
Filosofía, como Metafísica, es el Ser del ente, su presencia bajo la forma de
substancialidad y subjetividad. Cien años más tarde, se escucha de nuevo la
llamada «a la cosa misma» en el ensayo de Husserl La Filosofía como ciencia
estricta. Aparece en el primer tomo de la revista Logos en el año 1910- 1911
(pp. 289 ss.). La llamada tiene, nuevamente, sobre todo el sentido de un poner
en guardia. Pero, en este caso, apunta en una dirección distinta a la de Hegel:
se refiere a la psicología naturalista, que pretende ser el verdadero método
científico para investigar la conciencia. La razón está en que ese método
cierra, de entrada, el acceso a los fenómenos de la conciencia intencional. La
llamada «a la cosa misma» se dirige también contra el historicismo, que se
pierde en discusiones sobre los diferentes puntos de vista de la Filosofía, y
en clasificar los tipos de «Weltanschauungen» filosóficas. A este propósito
dice Husserl, subrayándolo (op. cit., p. 34): El impulso de la investigación
tiene que partir, no de las Filosofías, sino de las cosas y de los problemas.
¿Y cuál es la «cosa» de la investigación filosófica? Siguiendo la misma
tradición, ésta es tanto para Husserl como para Hegel, la subjetividad de la
conciencia. Las Meditaciones cartesianas fueron para Husserl, no sólo el tema
de las conferencias pronunciadas en París, en febrero de 1929, sino que, desde
la etapa posterior a las Investigaciones lógicas, su espíritu acompañó hasta el
final la marcha apasionada de sus investigaciones filosóficas. La llamada «a la
cosa misma», tanto en su sentido positivo como en el negativo, sirve para garantizar
y elaborar el método; sirve de procedimiento filosófico, el único con el que la
cosa misma llega a darse legítimamente. Para Husserl, el «principio de todos
los principios» no es, en primer lugar, un principio de contenido, sino
metodológico. En su obra Ideas para una fenomenología pura y una filosofía
fenomenológica, publicada en 1913, Husserl dedicó todo un parágrafo (§ 24) a la
determinación del «principio de todos los principios». Husserl dice (op. cit.,
p. 44) que con este principio «ninguna teoría imaginable puede inducirnos a
error». El «principio de todos los principios» dice: 7 Toda intuición que da
originariamente [es] una fuente legítima de conocimiento: todo lo que se nos
ofrece originariamente [en su realidad viva, por así decirlo] en la intuición
[ha de] tomarse sencillamente como lo que se da, pero también sólo dentro de
los limites en los que ahí se da. El «principio de todos los principios»
implica la tesis de la primacía del método. Este principio decide sobre cuál es
la única «cosa» que puede convenirle al método. Exige que la subjetividad
absoluta sea la «cosa» de la Filosofía. Su reducción trascendental a ella, da y
asegura la posibilidad de fundamentar en la subjetividad, y por medio de ésta,
la objetividad de todos los objetos (el Ser del ente) en su legitima estructura
y estabilidad, es decir, en su constitución. La subjetividad trascendental
-como método de la «ciencia universal» de la constitución del Ser del ente-
pertenece también al mismo género de Ser de ese ente absoluto, es decir, al de
la «cosa» más propia de la Filosofía. El método no tiene sólo por norma la
«cosa» de la Filosofía, ni «está en la cosa», porque él es « la cosa misma». Si
se preguntara ¿de dónde saca el «principio de todos los principios» su
inamovible legitimidad?, habría entonces que responder: de la subjetividad, que
se ha dado ya por supuesto es la «cosa» de la Filosofía. Elegimos como guía la
explicación de la llamada «a la cosa misma». Debía encaminarnos a determinar la
tarea del pensamiento al final de la Filosofía. ¿Dónde hemos llegado? A
comprender que, para la llamada «a la cosa misma», ya está establecido de
antemano lo que concierne a la Filosofía como su «cosa». Desde el punto de
vista de Hegel y de Husserl -y no sólo para ellos-, la «cosa» de la Filosofía
es la subjetividad. Para la llamada, lo polémico no es la «cosa» en cuanto tal,
sino su exposición, a través de la cual la «cosa» misma se hace presente. La
dialéctica especulativa de Hegel es el movimiento en el que la «cosa», como
tal, llega a sí misma, a su correspondiente presencia. El método de Husserl
debe llegar a la «cosa», a su dación originaria, de una forma definitivamente
válida, es decir, a presentarse ella misma. Los dos métodos son de lo más
diferente que pueda pensarse. Pero la «cosa» en cuanto tal, que deberían
exponer, es la misma, aunque se la aborde de distinta forma. Pero ¿de qué nos
sirve comprobar todo esto, para el intento de poner ante los ojos la tarea del
pensar? No nos ayudará nada, mientras nos demos por satisfechos con una simple
explicación de la llamada. Se trata de preguntar qué es lo que queda por pensar
en la llamada «a la cosa misma». Al hacerlo así, podemos darnos cuenta de que,
precisamente allí, donde la Filosofía llevó a su «cosa» a saber absoluto y
evidencia definitivamente válida, algo se esconde, que ya no puede ser «cosa»
de la Filosofía el pensarlo. Sin embargo, ¿qué es lo que queda por pensar en la
«cosa» de la Filosofía, como también en su método? La dialéctica especulativa
es una de las formas en que la «cosa» de la Filosofía -desde sí y para sí
misma- aparece, haciéndose así presente. Este aparecer tiene lugar,
necesariamente, en una claridad [Helle]. Lo que aparece sólo puede mostrarse,
aparecer, a través de ella. Por su parte, la claridad se basa en lo abierto y
libre, que puede alumbrar aquí y allá, en uno u otro momento. La claridad juega
en lo abierto y lucha allí con lo oscuro. Dondequiera que algo presente sale al
encuentro de otro o permanece tan sólo frente a frente -e incluso donde, como Hegel,
uno se refleja especulativamente en el otro-, allí reina ya la apertura, un
espacio libre 8 está en juego. Y sólo esta apertura le permite también a la
marcha del pensamiento especulativo pasar a través de lo que piensa. Llamamos a
esa puerta, que hace posible el que algo aparezca y se muestre, die Lichtung
[El claro]. La palabra alemana Lichtung es, desde el punto de vista de la
historia del lenguaje, una traducción de la francesa clarière. Está formada
como las palabras más antiguas Waldung y Feldung. Sabemos lo que es el claro
del bosque [Waldlictung] por contraposición a la espesura del bosque, que en
alemán más antiguo se llama Dickung [espesura]. El sustantivo Lichtung remite
al verbo lichten. El adjetivo licht es la misma palabra que leicht.[ligero]
Etwas lichten significa: aligerar, liberar, abrir algo, como, por ejemplo,
despejar el bosque de árboles en un lugar. El espacio libre que resulta es la
Lichtung. Ahora bien, das Lichte, en el sentido de libre y abierto, no tiene
nada que ver, ni lingüística ni temáticamente, con el adjetivo licht, que
significa hell [Claro]. Esto hay que tenerlo en cuenta para entender la
diferencia entre Lichtung y Licht. Sin embargo, sigue existiendo la posibilidad
de una conexión temática entre los dos: la luz puede caer sobre la Lichtung, en
su parte abierta, dejando que jueguen en ella lo claro con lo oscuro. Pero la
luz nunca crea la Lichtung, sino que la presupone. Sin embargo, lo abierto no
sólo está libre para lo claro y lo oscuro, sino también para el sonido y el eco
que se va extinguiendo. La Lichtung es lo abierto para todo lo presente y
ausente. Es necesario que el pensar tenga en cuenta lo que aquí acaba de
llamarse Lichtung. No se trata, como fácilmente podría parecer en un primer
momento, de sacar de simples palabras (de Lichtung, por ejemplo) meras
representaciones. Se trata, más bien, de prestar atención a la cosa singular
que se designa con el correspondiente nombre de Lichtung. Lo que nombra la
palabra, en la conexión pensada ahora -lo abierto libre-, es, para emplear una
palabra de Goethe, un Urphänomen. Tendríamos que decir: una Ur-sache. Anota
Goethe (Máximas y reflexiones, n.° 993): «que nadie vaya a buscar nada detrás
de los fenómenos: ellos mismos son la doctrina». Esto quiere decir: el fenómeno
mismo nos coloca ante la tarea de aprender de él preguntándole, es decir, de
dejarnos decir algo. Según esto, quizás un día el pensamiento no se asuste ante
la pregunta de si la Lichtung -lo abierto libre- no sea precisamente aquello,
en lo que el espacio puro, y el tiempo estático, y todo lo presente y ausente
en ellos, encuentren el lugar que reúne y acoge todo. De la misma manera que el
pensamiento dialécticoespeculativo, la intuición originaria y su evidencia
necesitan de la apertura ya dominante, la Lichtung. Lo evidente es lo
inmediatamente visible. Evidentia es la palabra con que Cicerón traduce, es
decir, traslada al mundo romano, el griego aiegr‹n¤. aiegr‹nE , en la que habla
el mismo origen que en argentum, significa aquello que luce y brilla. Y, únicamente
puede brillar, si hay ya una apertura: el rayo de luz no crea la apertura, la
Lichtung, sino tan sólo la atraviesa. La apertura es la única que ofrece a un
dar y recibir, a una evidencia, la libertad en la que pueden permanecer y
tienen que moverse. Todo pensar bajo la forma de filosofía que, expresamente o
no, sigue la llamada «a la cosa misma» se confía ya, en su marcha, con su
método, a la libertad de la Lichtung. Sin embargo, la Filosofía no sabe nada de
la Lichtung. Es verdad que habla de la luz de la razón, pero no se preocupa por
la Lichtung del Ser. El lumen naturale, la luz de la 9 razón, alumbra tan sólo
lo abierto. Sin duda que tiene relación con la Lichtung, pero contribuye tan
poco a formarla que, más bien, necesita de ella para poder iluminar lo presente
en la Lichtung. Esto es válido, no sólo para el método de la Filosofía, sino
también, y sobre todo, para su «cosa», a saber: la presencia de lo presente. No
podemos mostrar aquí con detalle en qué medida, incluso en la subjetividad, se
piensa siempre el subjectum, el υποκείµενον, lo que está ya delante, es decir,
lo presente en su presencia. Ver a este respecto: Heidegger; Nietzsche, t. II,
1961, pp. 429 ss. Ahora prestamos atención a otra cosa. Independientemente de
que pueda o no ser aprehendido, comprendido o expuesto lo presente, la
presencia -como estancia en lo abierto- necesita siempre de la Lichtung ya
imperante. Lo ausente tampoco podría existir como tal, si no es como presente
en la libertad de la Lichtung. Toda metafísica -incluido su adversario el
positivismo- habla la lengua de Platón. La palabra fundamental de su
pensamiento -es decir, de la exposición del Ser del ente- es είδος, ιδέα: el
aspecto con que se muestra el ente como tal. El aspecto es, sin embargo, una
forma de presencia: no hay aspecto sin luz, y esto lo sabía ya Platón. Pero
tampoco hay luz y claro sin la Lichtung, incluso lo oscuro lo necesita, porque
¿cómo podríamos entrar en la oscuridad y errar a través de ella? No obstante,
la Lichtung imperante en el Ser y la presencia sigue sin pensarse en la
Filosofía, aun cuando se hablase de ella en sus comienzos. ¿Dónde y con qué
nombre sucede esto? Respuesta: En el poema pensante de Parménides, quien, por
lo que sabemos, fue el primero en reflexionar con propiedad sobre el Ser del
ente, que todavía hoy -aunque nadie le escuche- habla en las ciencias en las
que se ha disgregado la Filosofía. Parménides escucha la indicación: Χρεώ δέ σε
πάντα πυθέσθαι ηµέν Αληθείης ευκυκλεος ατρεµές ήτορ ηδέ βροτών δόξας ταις ουκ
ενι πίστις αληθής Fragmento I, 28 ss. [... pero tú tienes que conocer todo:
tanto del no-ocultamiento, del bien redondeado corazón que no tiembla como de
la opinión de los mortales, a la que falta el poder confiar en lo no oculto.]
Aquí se nombra a la Αληθεία, el no-ocultamiento. Se llama la «bien redondeada»,
porque está trazada según la pura esfericidad del círculo, en la que principio
y fin son lo mismo en todas partes. En esa vuelta no hay posibilidad alguna de
tergiversar, disimular y ocultar. El hombre que reflexiona debe conocer lo que
es el corazón, que no tiembla, del no-ocultamiento. ¿Y qué significa la
expresión «el corazón que no tiembla del no-ocultamiento»? Éste es la Lichtung
de lo abierto. Preguntamos: ¿apertura para qué? Ya hemos visto que el camino del
pensar -tanto especulativo como intuitivo- necesita de una Lichtung capaz de
ser atravesada. Y en ella reside también la posibilidad del «aparecer», es
decir, la posibilidad del estar presente de la presencia. Antes que nada, lo
primero que ofrece el no-ocultamiento es el camino por el que el pensar
persigue lo único y lo recibe: wvpö nits¦... 10 ianäe: que lo presente esté
presente. La Lichtung ofrece, ante todo, la posibilidad del camino hacia la
presencia y, también, la posibilidad de su estar presente. Hemos de pensar la
Αληθεία. el no-ocultamiento, como la Lichtung que permite al Ser y al pensar el
estar presente el uno en y para el otro. El tranquilo corazón de la Lichtung es
el lugar del silencio, en el que se da la posibilidad del acuerdo entre Ser y
pensar, es decir, la presencia y su recepción. En ese estar unidos se funda la
posible exigencia de una obligación del pensar. Sin embargo, hablar de
obligación o no del pensar carece de fundamento sin una experiencia previa de
la Αληθεία como Lichtung. Porque ¿de dónde le viene la obligatoriedad a la
determinación platónica de la presencia como ιδέα?, ¿con respecto a qué está
obligada la interpretación aristotélica de lo presente como ενέργεια? No
podemos hacer estas preguntas -extrañamente relegadas siempre por la Filosofía-
hasta que no conozcamos lo que Parménides tuvo que conocer: la Αληθεία, el
no-ocultamiento. El camino hacia ella es distinto de la carretera por la que ha
de vagar la opinión de los mortales. Si traduzco obstinadamente la palabra Αληθεία
por noocultamiento, no es en razón de su etimología, sino por la «cosa» que ha
de tenerse en cuenta, al pensar conforme a ella lo que se llama «Ser y pensar».
En cierto modo, el no-ocultamiento es el único elemento en que se dan tanto el
Ser como el pensar y su mutua pertenencia. Es cierto que se nombra a la Αληθεία
al comienzo de la Filosofía, pero no se la ha pensado después propiamente como
tal, pues la «cosa» de la Filosofía como Metafísica consiste, ya desde
Aristóteles, en pensar ontoteológicamente el ente como tal. Estando así las
cosas, no podemos tampoco juzgar que la Filosofía haya descuidado, que haya
echado a perder algo, adoleciendo, por tanto, de una carencia esencial:
referirse a lo impensado en la Filosofía no es criticarla. De ser ahora
necesaria una crítica, debería entonces recaer sobre el intento cada vez más
apremiante desde Ser y tiempo- de preguntar, al final de la Filosofía, por una
posible tarea del pensar. Ya es hora de preguntar: ¿por qué no se traduce aquí
Αληθεία con su nombre corriente, con la palabra «verdad». La respuesta será: En
la medida en que se entienda «verdad» en el sentido «natural» tradicional, como
la concordancia probada ónticamente entre el conocimiento y el ente, y, en la
medida en que se la interprete también, como la certeza del saber sobre el Ser,
la Αληθεία, el noocultamiento como Lichtung, no podrá ser equiparada a verdad.
La Αληθεία -el no-ocultamiento pensado como Lichtung- es, más bien, lo único
que permite la posibilidad de la verdad. Puesta ésta -igual que Ser y pensar-
sólo puede ser lo que es en el elemento de la Lichtung. La evidencia y la
certeza en todos sus niveles, cualquier clase de verificación de la veritas, se
mueven ya con ella en el ámbito de la Lichtung imperante. La Αληθεία, el no-ocultamiento
pensado como Lichtung de la presencia, todavía no es la verdad. ¿Es que la
Αληθεία es menos que la verdad? ¿O es más, por permitir ser a la verdad como
adaequatio y certitudo, y al no poder darse la presencia y el hacerse presente
fuera del ámbito de la Lichtung? Esta pregunta queda confiada al pensar como
tarea suya. Éste ha de preguntarse si realmente puede plantearla, en tanto que
piensa 11 filosóficamente, es decir, en sentido estrictamente metafísico que
interroga a lo presente sólo sobre su presencia. En cualquier caso, está claro
que la pregunta por la Αληθεία, por el no-ocultamiento en cuanto tal, no es la
pregunta por la verdad. Por eso, no era adecuado para la «cosa» e inducía a
error, el llamar a la Αληθεία, en el sentido de Lichtung, verdad. El hablar de
la «verdad del Ser» tiene en la Ciencia de la Lógica su legítimo sentido, ya
que verdad significa aquí la certeza del saber absoluto. Pero Hegel, como
tampoco Husserl y toda metafísica, no pregunta por el Ser en tanto que Ser, es
decir, no se plantea la pregunta: ¿en qué medida puede darse la presencia como
tal? Sólo se da si impera la Lichtung. Es cierto que se la nombra con la
Αληθεία, el no-ocultamiento, pero no se la piensa como tal. El concepto
«natural» de verdad, ni siquiera en la filosofía de los griegos, se refiere al
no-ocultamiento. Se apunta con frecuencia y con toda razón que, ya en Homero,
la palabra αλεθές se usa siempre para los verba dicendi, los enunciados, y, por
consiguiente, en el sentido de exactitud y fiabilidad, y no en el de
no-ocultamiento. Pero esta indicación significa, tan sólo, que ni el poeta ni
el uso cotidiano del lenguaje, ni aun la Filosofía, se ven ante la tarea de
preguntar cómo la verdad, es decir, la exactitud del enunciado, se ofrece sólo
en el elemento de la Lichtung de la presencia. En el horizonte de esta pregunta
debe reconocerse que la Αληθεία, el no-ocultamiento en el sentido de la
Lichtung de la presencia, fue conocida desde el comienzo, y sólo como ορθότες,
como la exactitud del representar y el enunciado. Pero, entonces, tampoco es
sostenible la afirmación de un cambio esencial de la verdad, es decir, del
no-ocultamiento en exactitud. En lugar de eso hay que decir: la Αληθεία -como
Lichtung de la presencia y actualización en el pensar y el decir- se manifiesta
desde un principio bajo la forma de οµοίωσις y adaequatio, es decir, como
asimilación en el sentido de concordancia de la representación y lo presente.
Pero este proceso desencadena justamente la pregunta: ¿cuál es el motivo de que
para el natural conocimiento y lenguaje humanos, la Αληθεία, el
no-ocultamiento, sólo aparezca como exactitud y fiabilidad? ¿Estriba en que la
estancia ex-tática del hombre en la apertura de lo presente, sólo está vuelto a
lo presente y a la presentación que se hace de lo presente? ¿Y qué otra cosa
significa sino que continúan sin tenerse en cuenta la presencia como tal, y con
ella, todavía más, la Lichtung que la hace posible? Sólo se conoce y piensa lo
que posibilita la Αληθεία como Lichtung, no lo que es ella en cuanto tal. Esto
sigue oculto. ¿Es por casualidad? ¿O es sólo consecuencia de una negligencia
del pensar humano? ¿O sucede porque el ocultarse, el ocultamiento, la Λήθη,
pertenecen a la Α Λήθεία, no como un mero añadido, como las sombras a la luz,
sino como corazón de la Αληθεία? ¿No reina ya en ese ocultarse de la Lichtung
de la presencia, un abrigar y preservar, a partir de los cuales sólo será
posible el no-ocultamiento, pudiendo así aparecer lo presente en su presencia?
De ser así, la Lichtung no sería mera Lichtung de la presencia, sino Lichtung
de la presencia que se oculta, del refugio que se oculta. De ser así, habríamos
llegado, tan sólo con estas preguntas, a un camino hacia la tarea del pensar al
final de la Filosofía. 12 Pero ¿no es todo esto mística sin fundamento,
inclusive mala mitología, o en todo caso, un irracionalismo funesto, la
negación de la Ratio? Yo pregunto de nuevo: ¿qué significan ratio, νούς, νοείν,
percibir?, ¿qué significan fundamento y principio, e incluso «principio de todos
los principios»?, ¿podríamos alguna vez determinarlo suficientemente sin
conocer la Αληθεία al modo griego, como noocultamiento, y después, yendo más
allá de los griegos, sin pensarlo como Lichtung del ocultarse? Mientras que la
Ratio y lo rationale sigan siendo cuestionables en lo más íntimo, carece
también de fundamento el hablar de irracionalismo. La racionalización
científicotécnica, que domina la época actual, se justifica sorprendentemente
cada día por sus efectos, todavía imprevisibles. Pero esa efectividad no dice
nada de lo único que permite la posibilidad de lo racional e irracional. La
efectividad prueba la exactitud de la racionalización científico-técnica. Pero
¿se agota en lo demostrable la apertura de lo que es? La insistencia en lo
demostrable ¿no cierra el camino hacia lo que es? Tal vez hay un pensar más
sencillo que el imparable desencadenamiento de la racionalización, y el
arrastrar tras de sí de la Cibernética. Es posible que sea sumamente irracional
precisamente ese arrastrar. Tal vez hay un pensar fuera de la distinción entre
racional e irracional, más sencillo todavía que la técnica científica, más
sencillo y, por eso, aparte; sin efectividad y, sin embargo, con una necesidad
propia. Al preguntar por la tarea de ese pensar, no sólo queda involucrado en
la pregunta ese mismo pensar, sino también la pregunta que cuestiona por él.
Frente a toda la tradición de la Filosofía, esto significa: Todos nosotros
tenemos aún necesidad de una educación en el pensar, y, antes de esto, de saber
qué significa tener o no educación en materia de pensamiento. A este respecto,
Aristóteles nos insinúa en el libro IV de su Metafísica (1006a ss.) εστι γαρ
απαιδευσία τό µή γιγνώσκειν τίνων δεί ζετείν απόδειξιν και τίνων συ δεί «Es, en
efecto, falta de educación no saber, con respecto a qué es necesario buscar una
prueba y, con respecto a qué no lo es.» Esta palabra exige una cuidadosa
meditación, porque todavía no se ha resuelto de qué manera debe conocerse, para
que pueda ser accesible al pensar, lo que no necesita de ninguna demostración.
¿Se trata de la meditación dialéctica, de la intuición que da originariamente,
o de ninguno de los dos? Únicamente puede decidir sobre ello la singularidad de
lo que, ante todo, exige de nosotros que le admitamos. Pero ¿cómo posibilitarnos
la decisión si antes no le hemos admitido? ¿En qué círculo -lamentable, además-
nos movemos aquí? ¿Se piensa la ευκύκλεος Αληθεία, el no-ocultamiento bien
redondeado, como la Lichtung? ¿Es, entonces, el título de la tarea del pensar,
en lugar de Ser y tiempo, «Lichtung y presencia»? Pero, ¿de dónde y cómo hay
Lichtung?, ¿qué habla en el «hay»? La tarea del pensar consistiría, entonces,
en el abandono del pensar anterior, para determinar lo que es la «cosa» del
pensar.
Pues bien eso es lo que hemos hecho camino y presencia desde
una continua reflexión y la tarea está acabada:
Ondas ontológicas
Ondas Alfa
Son las ondas que se
producen con el 1→0→1→0→1→0
Son ondas sinusoidales
Desde estas podemos
comprender al Espíritu en su revelación del ser.
Ser→ Logos→ Espíritu
Así como al no ser en su revelación
de la voluntad
←No ser ←Deseo ←Voluntad
Y darnos idea de su
desencuentro y encuentro en el amor
→← ←→
He aquí el juego entre los
arquetipos del Loco y el Mago
Comprendamos así ontológicamente
una onda y partícula
La partícula es la presencia
que en el proceso reflexivo no es otra cosa que una síntesis representativa a
esa síntesis la llamamos arquetipo que no es otra cosa que la idea platónica,
la cuestión era encontrar su onda y la encontramos en el misterio pascual y en
el misterio dharmico como ondas alfa siéndola base para toda construcción ontológica
es decir para todo lo que hay.
Ondas Beta
Si integramos al loco y al
mago se revelan 4 logos con sus respectivas ontologías el logos dialéctico de la emanación, el no logos o azar y el logos
de la identidad basado en el principio de no contradicción, dándonos como 4
logos, el logos dialectico de la acción:
Así tenemos:
Ser
→Idea←No ser
12
No ser ←Materia→Ser
Algo muy parecido a la filosofía
Kantiana donde en la idea se revela la aporía y en la materia el noúmeno como
una síntesis incognoscible.
Si la invertimos tenemos
No Ser←
Idea→ Ser
02
Ser →Materia← No Ser
Esto es la filosofía idealista
de Hegel donde el ser y el no ser son lo mismo y la filosofía de Marx donde
prima el conflicto en la materialidad.
Estas ondas no tienen forma
definida y están llenas de contra transferencias y de puntos muertos.
Así tenemos:
Logos→Naturaleza→Espíritu
idealismo
Naturaleza→←Cultura →←Comunismo Materialismo
Lo que nos faltaría sería la
secuencia del centro que pueda integrar las dos dialécticas y aquí nuestra propuesta.
Ondas Gamma
1013→0103→1010103
Y entonces:
Logos→Naturaleza→Espíritu
idealismo
Estructuralismo→pos
estructuralismo→meta estructuralismo
Naturaleza→←Cultura →←Comunismo Materialismo
Donde en el estructuralismo
tenemos el código binario
En el pos estructuralismo el
transcódigo donde se deconstruye el código pero no se lo supera
Y por fin el meta
estructuralismo donde se logra la integración de los campos ontológicos
superando todo código en una cibernética del tercer orden donde por fin se
revele al ser en su camino y presencia, en su onda y partícula.
Estas son ondas de pico que
superan todo sistema develando los arquetipos de la Matría y el Rey en comunión.
Así
Ser→ Logos→ Espíritu
↑ ↓↑
AmoreróticoAmorPlatónicoAmorfilialÁgape←SantoAmor→Ágap
↓ ↑↓
Energía ← Deseo ← Voluntad
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