Comunión santa salida del horno
Recuerda Piero Santino
En la familia no hay nada imperdonable
-¡Pero como te perdono madre! Que me hayas hecho guardar silencio
Hablando
-¡NO ENCUENTRO LAS PALABRAS!
Las encontraras recuerda que eres mi príncipe de la mareas
Dios es malvado
"Si Dios fuera real, sería una
entidad malvada. El filósofo Arthur Schopenhauer llegó a esta conclusión tras
afirmar que los ideales de la religión carecen de un significado claro,
especialmente los del cristianismo. Esa religión aboga por un Dios benevolente
que da vida y cuyas creaciones pueden llevar a la humanidad a un mundo
pacífico. Esto carece de plausibilidad cuando se mira su producto en la Tierra.
Su libre albedrío, exento de cualquier vínculo con un ser superior, causa todo
lo malo en el mundo; Por eso, si la humanidad es producto de Dios, es un cruel
observador de su obra imperfecta.
Esa sería la primera razón para dudar
de Dios, junto con su falta de participación en los asuntos de la gente, y
también es el principal argumento contra la idea de una entidad superior
creando este mundo. Grandes filósofos han discutido la existencia de esta
figura y, sin demasiadas complicaciones, la mayoría llega a la misma
conclusión: la idea de Dios es una necesidad humana desde la cual comienza su
sentido moral. Es importante tener en cuenta que aunque el tiempo ha demostrado
que la religión carece de fidelidad en cuanto a sus ideas e historias, sirvió
de base para crear civilizaciones bajo diferentes códigos éticos que
permitieron el desarrollo semiprospero de la humanidad.
¿Por qué no creer en Dios?
Bertrand Russell escribió un ensayo
titulado "Por qué no soy cristiano", hace 90 años, donde generalmente
define que la religión surge de la necesidad de darle significado a la estancia
de la humanidad en la Tierra. El problema es que los cristianos,
principalmente, se centran en resistirse a las pruebas que niegan la ideología
que han seguido durante siglos. Necesitan responder con argumentos de
causa-efecto diciendo que un Dios debe haber existido para que estemos aquí. Al
principio se pensó que éramos únicos y que el planeta giraba alrededor del Sol.
Cuando se demostró lo contrario, la iglesia se negó a aceptar ese hecho hasta
que fue imposible rechazarlo, y cuando recibió la idea de un Universo, afirmó
que Dios había creado eso. creado, olvidando las explicaciones de las leyes
naturales del cosmos.
Lo anterior demuestra que la religión
está dispuesta a perder verosimilitud en sus declaraciones e historia para
mantener una ilusión. Con esto en mente, no sólo pone en duda la existencia de
Dios, sino que expone las razones por las que algunas personas se aferran a la
idea de que Él es real; necesitan tener un sentido egocéntrico de lo que les
rodea. Aunque la ciencia afirma que no somos tan especiales, la religión defiende
su ideal central. Necesitas seguridad.
El amor me ha usurpado todas las prácticas y llenado de poesía
He intentado repetir sin cesar en silencio
No hay más poder que el tuyo pero no he podido
Tuve que palmear y cantar
Yo era respetable, casto y estable pero
¿Quién es capaz de resistir este fuerte viento y recordar
esas cosas?
La montaña conserva el eco muy dentro de si
Así es como yo conservo tu voz
Soy serrín que se lanza a tu fuego
Y raudo quedo reducido a humo
Te vi y me quede vacío
Esta vacuidad más hermosa que la existencia
Oblitera toda existencia y sin embargo cuando llega
La existencia prospera y crea más existencia
El cielo es azul. El mundo es como un ciego
Defecando en cuclillas en el camino
Pero quien quiera que vea tu vacuidad
Ve allende el azul y allende el ciego
Las grandes almas se esconden como Mahoma o Jesús
Y deambulan entre la multitud de la ciudad nadie los conoce
Alabar es alabar como uno se entrega a la vacuidad.
Alabar el sol es alabar tus propios ojos
La alabanza, el océano. Lo que decimos un barquito.
Por tanto la travesía continúa y sabe Dios con qué rumbo
Que nos aguante el océano es la mejor suerte que se puede
tener
Es un despertar total
¿Por qué apenarnos de haber estado dormidos?
Da igual cuanto tiempo hayamos permanecido inconscientes
Aunque estemos aun vacilantes, Deshazte de la culpa
Siente el mecer de la ternura
A tu alrededor, la flotación
Estoy repleto de ti
Piel, sangre, huesos, cerebro y alma
No hay cabida para la falta de confianza ni para la confianza
No hay nada en esta existencia más que esa existencia.
Un artesano arranco una caña de un cañizal
Le hizo unos agujeros y lo llamo ser humano
Desde entonces la caña gime con una tierna agonía
De alejamiento, sin nunca mentar la destreza que le dio vida
de flauta.
Cuando un hombre se inventa un cuento para su hijo
Se convierte en padre e hijo
Al mismo tiempo al escuchar.
Agua de cuentos
Un cuento es como el agua que te calientas para el baño
Transmite los mensajes entre el fuego y tu piel
¡Permite que se conozcan y te limpia!
Soy muy pocos los capaces de sentarse en medio del fuego
Como una salamandra o como Abraham
Necesitamos de intermediarios
Se producen sensaciones de plenitud
Pero necesitamos de algo de pan para que aparezcan
Estamos rodeados de belleza
Pero es frecuente que tengamos que estar paseando
Por un jardín para darnos cuenta.
El cuerpo en sí mismo es una pantalla
Para proteger y en parte revelar
La luz que resplandece en el interior de tu presencia
Agua, cuentos, el cuerpo
Todas las cosas que hacemos son medios
Para mostrar y ocultar lo que está oculto
Estúdialos y disfruta de este baño de secretos
Que a veces conocemos y a veces, no.
Toda comparación es inadecuada
En el mundo físico no hay dos cosas iguales
Toda comparación resulta inadecuadamente dura.
Puede poner un león al lado de un hombre
Pero dicha colocación resulta inadecuada para ambos
Digamos que el hombre es como esta lámpara
Necesita una mecha y aceite, Sueño y alimentos
De no tenerlos morirá
Y siempre los está quemando
intentando morir
Pero ¿Dónde está el
sol en esa comparación?
Al amanecer la luz de la lámpara
Se confunde con la del día
La unidad
La cual es la realidad, no se puede comprender con imágenes de
De lámparas y soles
No es correcto emborronar la pluralidad en una unidad.
No hay imagen que pueda describir lo que queda
De nuestros padres y de nuestras madres
De nuestros abuelos y abuelas
El lenguaje no afecta aquel que vive en cada uno de nosotros.
Y entonces me dirás:
- Y porque tío estas
siempre haciendo comparaciones y metáforas
Porque en ellas se recrea la transferencia
Más llega el punto en que la transferencia se abre al silencio sintransferencial
Superando toda poesía.
Allá donde vive Jesús el logos
Se reúnen las personas de gran corazón
Somos una puerta que jamás se cierra
Si padeces algún tipo de dolor
Mantente cerca de esta puerta. Ábrela.
Te llame desde la puerta
Los místicos se están reuniendo
En la calle ¡Sal!
¡Déjame en paz estoy enfermo!
¿Como?
¡Si estás muerto!
Ha venido Cristo y
quiere resucitar a alguien.
Jesús a lomos de un burro escuálido
Jesús a lomos de un burro escuálido
Un emblema de como el intelecto racional
Debe traspasar el alma animal
Que tu espíritu sea fuerte como Jesús
Si esa parte se debilita
Entonces ese burro enjunto se transforma en un dragón.
Un amante le estaba diciendo a su amada
Cuanto la quería, cuan fiel le había sido
Cuanto se había sacrificado levantándose
Cada amaña al amanecer, ayunando, renunciando a riquezas
poder y fama
Todo por ella
En su interior ardía un fuego
Él no sabía de donde procedía
Pero le hacía llorar y derretirse como una vela
Has hecho bien le
dijo ella
¡Pero escúchame estos son lo abalorios del amor!
Las ramas, las hojas y los capullos.
Debes vivir en la raíz para ser un auténtico amante
¿Y eso dónde está?
Dímelo
Has hecho todas las acciones externas
Pero no has muerto
Debes morir
Al oír eso se tumbo boca arriba en el suelo
Riéndose y se murió
Se abrió como una rosa que cae al suelo
Y murió riendo
Esa risa fue su libertad
Y su regalo a la eternidad.
Al igual que la luz de la luna devuelve al sol su resplandor
Oyó la llamada del regreso al hogar y ahí fue
Cuando la luz regresa a su fuente
Nada de lo que ha iluminado se lleva consigo
Puede que haya vertido sus rayos sobre un montón de basura o
sobre un jardín
O en el centro de un ojo humano da igual
Se va y cuando se va, la extensa llanura se torna apasionadamente desolada
Deseando que regrese
El Gato y la Carne
Había una vez una esposa despectiva
Que se comía todo lo que su marido traía a casa
Y después le mentía al respecto.
Un día estaba se
comió el cordero para un invitado
Que estaba por llegar
El marido había trabajado 200 días para poder comprar esa
carne
Mientras él estaba ausente su mujer preparo un kabob
Y se lo comió todo
con vino
El marido regreso con el invitado
El gato se ha comido toda la carne le dijo
Compra más si te queda algo de dinero
El marido le pidió a un sirviente que trajera al gato
Y la balanza. El gato
peso tres libras
La carne pesaba tres libras y una onza
Si es este el gato ¿Dónde está la carne?
Si es esta la carne ¿Dónde está el gato?
Ya puedes el ir buscando el uno al otro
Si tienes cuerpo ¿Dónde está el espíritu?
Si tienes espíritu ¿Dónde está el cuerpo?
Este problema no debe
preocuparnos ambos son ambos
El maíz es tanto la mazorca como el tallo
El carnicero divino nos corta una pieza del muslo
Y una pieza del cuello.
Invisible, visible el mundo no funciona sin ambos
Si a alguien le tiras
polvo a la cabeza
No sucede nada.
Si le tiras agua, nada
Pero mezclalos para
formar una bola
Ese casamiento
Entre el agua y el polvo parte una cabeza en dos
Y después hay otros casamientos.
El jeque Karraqani y su malvada esposa
No me mires déjate caer en la seguridad de Dios
Yo ya me he ahogado
¿Tengo barba?
No me acuerdo
Rescatad a este hombre de su bigote
De orgullosos rizos, mientras que interiormente se arranca
los cabellos
¡Casado con Dios! ¡Casado con Dios peo finguiendo no estarlo!
Vemos claramente en que se convierte esta impostura dentro de
cien años
Un jeque se mira en un trozo de hierro como si fuera un
espejo.
Lo que este hombre de frondosa barba
No descubre en su propia casa
Un chico lo podría encontrar muy fácilmente
Zambúllete en el océano
Estas atrapado en tu propia barba ostentosa
Como si tú no tuvieras nada que ver
¡No eres basura!
Las perlas quisieran ser como tu
Deberías estar con ellas
Donde las olas, y los peces, y las algas y las perlas y el
viento son todo uno
Ni uniones, ni jerarquías, ni diferencias, ni dudas, ni
perplejidades, ni habla
Supera cualquier descripción.
O te quedas aquí y hablas o te vas allí y te quedas en
silencio
O haces las dos cosas, alternándolas
Con los que ven doble utiliza un lenguaje ambiguo
¡Haz ruido toca un tambor utiliza metáforas!
Con los amigos habla solo de misterios
Cerca delas rosas, canta
Con la gente engañosa, cubre la jarra y protégela
Pero ten paciencia con los que están sumidos en la dualidad
Háblales en términos dulces y razonables
La paciencia pule y purifica.
Esta es la historia de un hombre que buscaba al jeque
Karraqani
Cierto derviche se marcha de talaqan, cruza las montañas
Y remonta un largo valle.
Cabe mencionar las injurias y tribulaciones que soporto
Pero seré breve.
Este joven hombre llega a la casa del jeque y llama
La mujer del jeque asoma la cabeza por la puerta
¿Qué quiere?
Desearía ver al jeque
Ja ja ja se carcajeo la mujer
¡Aquí está su señoría!
¡No tenías nada mejor que hacer allá donde vives que lanzarte
a una expedición tan superflua!
¿No soportas tu pueblo?
¿O es que Satanás te ha traído aquí tirándote de la nariz?
No voy a contaros
todo lo que ella dijo
“Aun así me gustaría ver al jeque”
Pues mejor que des media vuelta y te vayas para tu casa
Cientos de tu calaña han venido aquí como israelitas
Para poder tocar ese arrogante ternero de oro
Parasito, lameplatos en el suelo, dormilón, inútil
Y dicen ¡Oh!! Esto es éxtasis, oh! Y se olvidan de todas
Las auténticas
ceremonias religiosas y de sus oraciones
El joven ya no pudo aguantarla más
Pero ¿Qué es esto? ¿Una
patrulla nocturna me ha tendido una emboscada en pleno día?
Pero y ahora una charlatana intenta impedir que acceda a un
hombre santo
Pero yo conozco la luz que me ha conducido aquí
La misma que convirtió el ternero de oro en palabras de una
historia sagrada
Un santo es un teatro en el que se pueden ver las cualidades
de Dios
No intente impedirme el paso, ¡Sople esta vela
y le saltara en la cara!
¡Mejor intente apagar
el sol!
¡O ponerle un bosal al mar!
Los viejos murciélagos como usted sueñan que todo es tan
oscuro como su cueva
Pero no es así.
Mi determinación de estar en presencia de este hombre es rápida
y constante
No conseguirá pararme o retrasarme
No hay diferencia
entre el que revela el misterio y lo que se revela.
Semilla, sembrar, crecer, recolectar una sola presencia
Ante la que deberían inclinarse las viejas
brujas gruñonas como usted.
Hallaj dijo soy Dios y vivió en consecuencia
¿Qué sucede al desaparecer el yo?
¿Qué queda después del no?
El que se mofa de estas cuestiones y de las experiencias
A que se refieren se escupe su arrogancia en su propia cara
¡Imposible escupir en el camino en el que seguimos¡
Hasta la lluvia se convierte en escupitajo
Sobre los que se burlan y muestran una falta de respeto a
los santos
Entonces se alejó de la entrada de la casa
Y fue caminando y preguntando por el pueblo.
Finalmente alguien le dijo:
El quth esta cogiendo leña en el bosque.
El joven derviche fue corriendo hacia el bosque
Aunque con una duda
¿Por qué un jeque como él tiene una mujer así por esposa
A un ser tan opuesto tan primitivo?
Dios me perdone que lo panga en tela de juicio ¿Quién soy yo
para juzgarle?
Pero no le abandonaba esa pregunta
¿Cómo puede un
maestro acostarse con esa mujer?
¿Puede un guía estar de acuerdo con una ladrona?
De repente apareció el jeque karraquini montado en un león
Con un monto de leña detrás. Como fusta una serpiente viva
Todo jeque cabalga un león feroz
Aunque uno no lo vea.
Observalo con tus propios ojos
¡Bajo los muslos de tu maestro hay miles de leones y todos
van cargados de leña!
Karraqani se percató del problema e inmediatamente le empezó
a responder
¡Pues no es el deseo lo que hace soportarla!
No creas. No es ni su perfume, ni su ropa de brillantes
colores.
Al soportar su desprecio en público me he hecho fuerte y
paciente
Ella es mi practica nada se puede aclarar sin que esté presente un polo opuesto.
Dos estandartes uno negro, otro blanco, entre los dos algo
se establece
Entre Faraón y Moisés el mar rojo
Analizas las cuestiones pero no con la suficiente
profundidad
Tienes el vigor congelado. La fe es un fluir
No intentes forjar el hierro en frio
Estudia a David, el herrero, el bailarín, el músico
Ponte al sol, estas
envuelto en fantasías
Y en refunfuños internos
Cuando el espíritu penetra en él,
El hombre comienza a caminar libremente,
Escapando y saltando por encima de las plantas del jardín
Espontaneo y asimilándolo todo.
Ahora el relato de un milagro…
El cazador de
serpientes y la serpiente congelada
Escuchad esto y comprended el misterio que contiene:
Un cazador de serpientes partió hacia las montañas para cazar una serpiente
Quería un animal amistoso y que cautivara al público
Pero estaba buscando un reptil
Un animal que desconoce el concepto de amistad
Era invierno
Metida en el fondo de la nieve encontró una enorme y
pavorosa serpiente muerta.
Aunque le daba miedo tocarla, la toco
De hecho se llevó el
animal hasta Bagdad
Con la esperanza de que la gente pagara por verla
¡Así de tontos nos hemos vuelto!
El ser humano es una cordillera
¡Las serpientes se sienten fascinadas por nosotros!
Pero nosotros nos vendemos por mirar a una serpiente muerta
Somos como un hermoso satén
Con el que se ha remendado una arpillera
Vengan y vean el dragón que he matado
Y escuchen mis aventuras
Ante este anuncio se agrupo ante él una enorme multitud
Pero el dragón no estaba muerto sino dormido
Preparo su número en un cruce de caminos
Creció el círculo de
gentes desgarbadas
Todos caminaban con gran
cuidado hombres y mujeres
Nobles y labriegos, todos apretados juntos inconscientes de
sus diferencias
¡Era como la resurrección!
El hombre empezó a
desenroscar las gruesas cuerdas
Y deshacer las envolturas de tela con que la había embalado
tan cuidadosamente
Un pequeño movimiento
El ardiente sol iraquí había despertado, esta terrible forma
de vida
La gente que estaba más cerca empezó a gritar
¡Cundió el pánico! El
dragón hambriento se solo con facilidad
Y mato a muchos en un instante.
El cazador de serpientes permaneció en pie, paralizado
¿Qué he traído de las montañas?
La serpiente se agarró alrededor de un poste, aplasto al hombre y lo
devoro.
La serpiente es tu animal.
Cuando la expones al aire caliente de la energía de tus
deseos
Caldeada por esta, y por las perspectivas de poder y de
riqueza
Tiene un efecto devastador
Déjala en la nieve de
las montañas
No quieras enfrentar a ella, con tranquilidad, dulzura y buenos deseos
Los nafs no reaccionan ante estas cosas y no se pueden matar
Hay que ser un Moisés
para enfrentarse a esa bestia
Para hacerla retroceder y hacerla yacer en la nieve
Pero en esta ocasión no había ningún Moisés
Millares perecieron
“Pedidos”
Rimbaud fue un genio tan precoz que
muy pronto sus profesores supieron reconocer en él el signo de una iluminación
especial, que a juicio de algunos lo predestinaba a la celebridad segura,
aunque de incierto carácter. Su terrible existencia fue reflejada en biografías,
estudios, tesis doctorales. Pero tal vez nada como su correspondencia para
asomarnos a la intimidad de una vida atormentada por el sufrimiento, que no
conoció jamás sosiego, y que culmina en una muerte atroz, corolario de una
travesía destrozada por la locura. Como es habitual en buena parte de los
genios creadores, las pruebas iniciales de su soberbio talento se acompañaron
de signos a los que la posteridad revistió de una pátina romántica y literaria,
pero que sin lugar a dudas revelaban el dolor de un alma quebrada por la
sinrazón.
Empujado a huir de una madre
aterradora, a la que en sus cartas nombra irónicamente como “The mother”, a los
dieciséis años emprende su primera fuga, argumentada en el hastío que le
produce la mediocridad provinciana en la que habita. A partir de entonces, su
vida se convertirá en una sucesión interminable de escapadas, en la dolorosa
búsqueda de un más allá sin fin, donde la poesía y la escritura serán para él
los únicos hilos de sutura con los que intentar frenar la hemorragia subjetiva
de su miserable existencia.
"Una temporada en el
infierno", una de sus obras mayores, refleja muy bien el horror
claustrofóbico que le producía el ambiente familiar, en el que destacan el
abandono paterno y la dureza implacable de una madre cuyo perfil psicológico
puede reconstruirse a través de las cartas que le dirige su hija Isabel,
hermana del poeta, y que se incluyen en el apéndice del epistolario.
Quiso la tremenda coherencia de la
vida de Rimbaud que su estadía en el infierno no se limitase a una temporada.
El infierno fue la única patria a la que permaneció unido, el único punto de
identidad perpetuo a través de esa interminable errancia por el África colonial
donde acabó instalándose, persiguiendo negocios absurdos y empresas imposibles
que lo mantuvieron paradójicamente inmóvil, atado a un sufrimiento que acabó
con su vida.
Porque si algo deja claro la lectura
de esta correspondencia, es que Rimbaud no murió de un carcinoma (aunque haya
sido ese el diagnóstico oficial y biológico de su penuria), sino de la
imposibilidad para seguir soportando su terrible dolor de vivir. La escritura,
que le confirió un nombre póstumo, no fue suficiente para salvarlo de su atroz
melancolía, de su locura a la deriva, de su delirante y agónico empeño en
negocios ruinosos, soportando rigores interminables a los que sólo la muerte
pudo poner fin. Rimbaud huye obsesivamente del frío de las Ardenas, su región
natal. Su temor al frío adquiere por momentos un sesgo delirante, puesto que al
mismo tiempo se confina en regiones donde el calor abrasador es implacable, una
reproducción de la vivencia infernal que lo consume. No obstante, la sólo idea
de regresar a Francia le despierta pavor, y ese pavor lo asocia al frío, un
frío que sin duda no se limita a las inclemencias del tiempo, sino que es a
todas luces una evocación de la vivencia de muerte ligada a la proximidad de su
madre, y de cuya siniestra sombra ha procurado escapar desde siempre.
¿Qué encontramos en estas cartas,
cuyos destinatarios son algunos amigos y maestros de la juventud, y a
posteriori su madre y un buen número de personajes involucrados en su
peregrinar por tierras africanas? Si prescindimos del contexto, de las
anécdotas circunstanciales y de los sucesivos destinatarios, podremos acceder a
una lógica que se destaca al contraluz de la lectura, un nervio que transporta
de un extremo al otro de la serie un mismo e irreprimible dolor: Rimbaud es un
pedigüeño crónico. Desde la primera a la última, todas sus cartas son la
expresión de un pedido. No se trata de una súplica, o de una demanda tímida,
puesto que sus pedidos no se formulan jamás desde una posición de humildad,
sino de una exigencia que parece soberbia, pero en la que palpita una
desesperación secreta. Rimbaud demanda todo el tiempo: libros, dinero, objetos
raros que supuestamente le resultan imprescindibles para sus extraños asuntos
comerciales, largas listas de cosas que enumera con meticulosidad,
proporcionando datos y detalles, precios y direcciones, en un afán de
asegurarse el cumplimiento de sus solicitudes. A excepción de unas pocas cartas
primeras en las que da rienda suelta a su concepción sobre el arte poético, y
algunas crónicas finales sobre su conocimiento de las regiones africanas, la
mayoría son la excusa para formular un pedido, un pedido cuyo tono denota la
imperiosa urgencia de una necesidad interior que lo tortura, más allá del
objeto que en apariencia reclama. Al mismo tiempo, su demanda deja traslucir el
modo en que el poeta concibe a su destinatario, el Otro de su correspondencia,
por encima del personaje real a quien se dirige. Para Rimbaud, el Otro es
alguien que por definición no puede negarse. Por todos los medios, es un Otro
literalmente obligado a satisfacer su demanda. Rimbaud se muestra
incansablemente como un ser a quien se le debe (sus cartas están repletas de
constantes referencias contables) y frente al cual el Otro se erige como un
deudor forzado sin cesar a responder.
Su hermana Isabel, que lo acompaña en
el lecho de muerte (quizás por esa profesión de hermana que desde Sófocles
hasta Sandor Marai, pasando por Hegel, detenta la sabiduría del intérprete), es
quien mejor nos descifra el significado profundo de esa demanda infinita,
cuando en su carta del 4 de octubre de 1891, un mes antes de la muerte de
Arthur, le escribe a la madre: “Cuando se despierta, se dedica a mirar por la
ventana el sol que siempre brilla en un cielo sin nubes y empieza a llorar, a
la vez que dice que ya nunca verá el sol desde fuera [...]. Y es así siempre,
una desesperanza sin nombre, una queja eterna”.
Esta herida abierta de su pierna
amputada es la viva imagen de esa llaga interior de la que siempre ha querido
escapar, la que lo hace escribir, la que lo impulsa a reclamar en vano algo que
jamás llega. En cada una de sus cartas hay siempre un reproche por algún envío
que no le fue entregado, por el agravio de no haber sido correspondido en lo
que considera una obligación de su interlocutor. Murió en la convicción de que
nadie supo responder a su exigencia, una exigencia en la que latía la súplica
de que alguien pudiera mitigar el dolor de su locura.
Pero ¿Es el dolor de su locura? o más bien hablando desde
Shakespeare es el dolor de su conciencia.
Noche de infierno
Antaño, si lo recuerdo bien, mi vida era un festín donde se
abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían. Una noche, senté a
la Belleza en mis rodillas. —Y la encontré amarga. —Y la injurié. Me armé
contra la justicia. Hu. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh collera, a vosotras os
he confiado mi tesoro! Logré desvanecer de mi espíritu toda esperanza humana.
Sobre toda alegría para estrangularla di el salto sordo de la bestia feroz. 21
Llamé a los verdugos para morder, mientras agonizaba, la culata de sus fusiles.
Llamé a las plagas, para ahogarme con la arena, la sangre. La desdicha fue mi
dios. Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen. Y le di buenos
chascos a la locura.
Y la primavera me trajo la horrenda risa del idiota. Ahora
bien, hallándome hace muy poco a punto de lanzar el último ¡cuac! soñé
recuperar la llave del antiguo festín, en donde tal vez recobraría el apetito.
Esta llave es la claridad. —Tal inspiración prueba que he soñado! “Seguirás
hiena, etc.....”, exclama el demonio que me coronó con tan amables adormideras.
“Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pe cados
capitales”. ¡Ah! Estoy harto de eso: —Pero, querido Satán, os conjuro, ¡una
mirada menos iracunda! y a la espera de algunas pequeñas vilezas repagadas,
para quienes aprecian en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o
instructivas, desprendo estas pequeñas aborrecibles hojas de mi carnet de
condenado.
Mala sangre
Heredo de mis antepasados galos los ojos azul–blancos, el
juicio estrecho, y la torpeza en la lucha. Considero mi vestimenta tan bárbara
como la suya. Pero no engraso mis cabellos. Los galos fueron los desolladores
de bestias, los incendiarios de hierbas más ineptos de su tiempo. De ellos,
heredo: la idolatría y el amor al sacrilegio; —¡oh! todos los vicios, cólera,
lujuria—, magnífica, la lujuria; —y sobre todo mentira y pereza. 25 Me
horrorizan todos los oficios. Patronos y obreros, todos plebe, innobles. La
mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. —¡Qué siglo
de manos!— Yo nunca tendré mano. Además, la domesticidad lleva demasiado lejos.
Me exaspera la honradez; de la mendicidad. Los criminales repugnan como los
castrados: en cuanto a mí, estoy intacto, y me da lo mismo. ¡Pero! ¿quién hizo
mi lengua tan perfida como para que guiara y protegiera hasta ahora mi pereza?
Sin servirme de mi cuerpo ni siquiera para vivir, y más ocioso que el sapo,
estuve en todas partes. No existe una familia de Europa que no conozca. —Hablo
de familias como la mía, que lo deben todo a la declaración de los Derechos del
Hombre. —¡He conocido cada hijo de familia!
¡Si poseyera antecedentes en algún to de la historia de Francia! Pero
no, nada. Es indudable que siempre fui raza inferior. No comprendo la rebeldía.
Mi raza sólo se sublevó para saquear: como los lobos al animal que no mataron.
26 Recuerdo la historia de Francia hija mayor de la Iglesia. Villano, habría
hecho el viaje a Tierra Santa; rememoro caminos de las llanuras suabas,
panoramas de Bisando, murallas de Solima; el culto a María, el enternecimiento
por el crucificado se despiertan en mí entre mil fantasías profanas. —Estoy
sentado, leproso, sobre tiestos y ortigas, al pie de un muro roído por el sol—.
Más tarde, mercenario, habría vivaqueado bajo las noches de Alemania. ¡Ah! más
aún: con viejas y niños danzo el Sabat en el rojizo claro de un bosque. Mi
recuerdo no va más allá de esta tierra y del cristianismo. Jamás terminaré de
reverme en ese pasado. Pero siempre solo; sin familia; ¿qué lenguaje hablaría?
Nunca me veo en los consejos de Cristo; ni en los consejos de los Señores,
—representantes de Cristo. Quienquiera que yo fuese en el siglo pasado, sólo
vuelvo a encontrarme hoy. Nada de vagabundos, nada de guerras vagas. La raza
inferior lo cubrió todo —el pueblo, como se dice, la razón; la nación y la
ciencia. 27 ¡Oh! ¡la ciencia! Todo se ha retomado. Para el cuerpo y el alma,
—el viático—, contamos con la medicina y la filosofía, —los remedios de buenas
mujeres y las canciones populares aregladas. ¡Y los entretenimientos de los
príncipes y los jueces que ellos prohibían! ¡Geografía, cosmografía, mecánica,
química!... La ciencia, ¡la nueva nobleza! El progreso. ¡El mundo marcha! ¿Por
qué no habría de girar? Es la visión de los números. Vamos hacia el Espíritu.
Lo que digo es muy cierto, es oráculo. Comprendo, e incapaz de explicarme sin
palabras paganas, quisiera enmudecer.
¡La sangre pagana retorna! El Espíritu está próximo, ¿por
qué no me ayuda Cristo confiriéndole a mi alma nobleza y libertad? ¡Ay! ¡el
Evangelio ha muerto! ¡el Evangelio! ¡el Evangelio! Espero a Dios con verdadera
gula. Soy de raza inferior por toda la eternidad. 28 Heme aquí en la playa
armoricana. Que las ciudades se iluminen en la noche. He cumplido mi jornada;
abandono a Europa. El aire marino quemará mis pulmones; me curtirán los climas
perdidos. Nadar, pisotear hierba, cazar, sobre todo fumar; beber licores
fuertes como metal hirviente, —a semejanza de aquellos queridos antepasados
alrededor del fuego. Regresaré, con miembros de hierro, la piel ensombrecida,
la mirada furiosa: por mi máscara, se supondrá que pertenezco a una raza
fuerte. Tendré oro: seré ocioso y brutal. Las mujeres cuidan a esos feroces
lisiados reflujo de las tierras cálidas. íntervendré en política. Salvado.
Ahora estoy maldito, tengo horror a la patria. Lo mejor, sería dormir,
completamente ebrio, sobre la playa. No se parte. —Retomemos los caminos de
aquí, cargado con mi vicio, el vicio que echó sus raíces de sufrimiento en mi
flanco, desde la edad de la razón— que sube al cielo, me azota, me derriba, me
arrastra. La última inocencia y la última timidez;. Lo dicho. No llevar al
mundo mis repugnancias y mis traiciones ¡Vamos! La marcha, el fardo, el
desierto, el hastío y la cólera. ¿A quién venderme? ¿A qué bestia adorar? ¿A
qué imagen santa atacar? ¿Qué corazones destrozaré? ¿Qué mentira debo sostener?
—¿Sobre qué sangre caminar? Cuidarse, más bien, de la justicia. —La vida dura,
el simple embrutecimiento—, levantar, con el puño reseco, la tapa del féretro,
sentarse, sofocarse. Así, nada de peligros, ni de senectud: el terror no es
francés. —¡Ah! me encuentro tan abandonado que ofrezco a cualquier divina
imagen mis impulsos hacia la perfección. ¡Oh mi abnegación, oh mi caridad
maravillosa! ¡aquí en la tierra, sin embargo! De profundis Domine, ¡si seré
estúpido! Cuando aún era muy niño, admiraba al presidiario intratable tras el
cual se cierran siempre las puertas de la cárcel; visitaba los albergues y las
posadas que él había santificado con su presencia; veía con su idea el cielo
azul y el florido trabajo del campo; husmeaba su fatalidad en las ciudades. El
era más fuerte que un santo, más sensato que un viajero —y él, ¡sólo él! como
único testigo de su gloria y de su razón. En las rutas, durante las noches de
invierno, sin techo, sin ropas, sin pan, una voz oprimía mi corazón helado:
“Debilidad o fuerza. No sabes a dónde vas ni por qué vas, entra en todas
partes, responde a todo. Como si fueras un cadáver ya no te podrán matar.” A la
mañana tenía una mirada tan extraviada y un aspecto tan muerto que aquellos que
encontré quizá no me hayan visto. En las ciudades el fango se me aparecía
súbitamente rojo y negro, como un espejo cuando la lámpara circula en la habitación
contigua, ¡cual un tesoro en el bosque! Buena suerte, exclamaba, y veía un mar
de llamas y humo en el cielo; y, a izquierda, a derecha, todas las riquezas
flameando como un millar de relámpagos. 31 Pero la orgía y la camaradería de
las mujeres me estaban prohibidas. Ni siquiera un compañero. Me veía ante una
multitud exasperada, ante el pelotón de ejecución, llorando la desgracia de que
ellos no hubieran podido comprender, ¡y perdonando! —¡Como Juana de Arco!—
“Sacerdotes, profesores, maestros, os equivocáis al entregarme a la justicia.
Jamás pertenecí a este pueblo; nunca he sido cristiano; pertenezco a la raza
que cantaba en el suplicio; no comprendo las leyes; carezco de sentido moral,
soy una bestia: estáis equivocados...” 32 Sí, tengo los ojos cerrados a vuestra
luz. Soy una bestia, un negro. Pero puedo ser salvado. Vosotros sois falsos
negros, vosotros: maniáticos, feroces, avaros. Mercader, tú eres negro;
magistrado, tú eres negro; general, tú eres negro; emperador, vieja comezón, tú
eres negro: has bebido un licor sin impuesto, de la fábrica de Satanás. —Este
pueblo se inspira en la fiebre y el cáncer. Inválidos y ancianos son tan
respetables que piden que los hiervan—. Lo sagaz es abandonar este continente,
donde ronda la locura para proveer de rehenes a esos miserables. Yo entro en el
verdadero reino de los hijos de Cam. ¿Conozco tan siquiera la naturaleza? ¿me
conozco? —Basta de palabras. Sepulto a los muertos en mi vientre. ¡Gritos,
tambor, danza, danza, danza, danza! Ni siquiera vislumbro la hora en que, al
desembarcar los blancos, me precipitaré en la nada. ¡Hambre, sed, gritos,
danza, danza, danza, danza! Los blancos desembarcan. ¡El cañón! Hay que
someterse al bautismo, vestirse, trabajar. He recibido el golpe de la gracia en
pleno corazón. ¡Ah! ¡no lo había previsto! 33 Yo no hice el mal. Los días me
serán leves, se me ahorrará el arrepentimiento. No habré padecido los tormentos
del alma casi muerta para el bien, por la que asciende la luz severa como los
cirios funerarios. El destino del hijo de familia, féretro prematuro cubierto
de límpidas lágrimas. Sin duda el libertinaje es estúpido, el vicio es
estúpido; hay que dejar a un lado la podredumbre. ¡Pero el reloj no habrá
llegado a dar más que la hora del puro dolor! ¡Me raptarán como a un niño para
jugar al Paraíso en el olvido de toda desdicha! ¡Pronto! ¿hay otras vidas? —El
sueño en la riqueza es imposible. La riqueza fue siempre un bien público.
Únicamente el amor divino otorga las llaves de la ciencia. Veo que la naturaleza
es sólo un espectáculo de bondad. Adiós quimeras, ideales, errores. El
razonable canto de los ángeles se eleva del navio salvador: es el amor divino.
—¡Dos amores! puedo morir de amor terrestre, morir de abnegación. ¡Dejo almas
cuya pena se acrecentará con mi partida! Me has elegido entre los náufragos;
los que quedan ¿no son acaso mis amigos? ¡Sálvalos! Me ha nacido la razón. El
mundo es bueno. Bendeciré la vida. Amaré a mis hermanos. Estas ya no son
promesas infantiles. Ni la esperanza de escapar a la vejez y a la muerte. Dios
hace mi fuerza, y yo alabo a Dios. El hastío ya no es mi amor. Las iras, el
libertinaje, la locura, de la que conozco todos los impulsos y los desastres,
—todo mi fardo está depositado. Apreciemos sin vértigo la extensión de mi
inocencia. En adelante seré incapaz, de reclamar el consuelo de una paliza. No
me creo embarcado para unas bodas donde Jesucristo es el suegro. No soy
prisionero de mi razón. He dicho: Dios. Quiero la libertad en la salvación: ¿cómo
alcanzarla? Los gustos frívolos me han abandonado. Ya no necesito ni abnegación
ni amor divino. No echo de menos el siglo de los corazones sensibles. Cada uno
tiene su razón, su desprecio, su caridad: yo conservo mi sitio en la cumbre de
esta angelical escala de buen sentido. En cuanto a la felicidad establecida,
sea o no doméstica... no, no puedo. Soy demasiado débil, demasiado disipado. La
vida florece por el trabajo, vieja verdad: en cuanto a mi vida no es lo
bastante pesada, y vuela y flota lejos muy por encima de la acción, ese dorado
punto del mundo. 35 ¡Hasta dónde me he convertido en una vieja solterona que me
falta coraje para amar a la muerte! Si Dios me concediera la calma celestial,
aérea, la plegaria —como a los santos de antaño—. ¡Los santos, fuertes! ¡los
anacoretas, artistas como yo no hacen falta! ¡Perpetua farsa! Mi inocencia
podría hacerme llorar. La vida es la farsa en que participamos todos. ¡Basta!
He aquí el castigo. ¡En marcha! ¡Ah! ¡los pulmones arden, bullen las sienes! la
noche rueda en mis ojos, ¡con este sol! el corazón... los miembros... ¿A dónde
vamos? ¿al combate? ¡Yo soy débil! los otros avanzan. ¡Las herramientas, las
armas... el tiempo!... ¡Fuego! ¡fuego sobre mí! ¡Allí! o me rindo. —¡Cobardes!
—¡Me mato! ¡Me arrojo a las patas de los caballos! ¡Ah!..., —Me habituaré. Eso
sería la vida francesa, ¡el sendero del honor! He ingerido un enorme trago de
veneno. —¡Sea tres veces bendito el consejo que llegó hasta mí!— Se me abrasan
las entrañas. La violencia del veneno me retuerce los miembros, me deforma, me
derriba. Muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. Es el infierno, ¡la pena
eterna! ¡Mirad cómo asciende el fuego! Ardo como es debido. ¡Vaya, demonio!
Había entrevisto la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. ¿Podría
describir esa visión, el aire del infierno no tolera himnos! Eran millones de
criaturas encantadoras, un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las
nobles ambiciones, ¿qué se yo? ¡Las nobles ambiciones! 37 ¡Y aún es la vida!
—¡Si la condenación es eterna! Un hombre que desea mutilarse está bien
condenado ¿no es así? Yo me creo en el infierno, por lo tanto estoy en él. Es
el cumplimiento del catecismo. Soy esclavo de mi bautismo. Padres míos, habéis
he cho mi desgracia y la vuestra. ¡Pobre inocente! —El infierno no puede atacar
a los paganos. —¡Aún es la vida! Las delicias de la condenación resultarán
después profundas. Un crimen, y pronto, que yo caiga en la nada, en virtud de
la ley humana. ¡Calla, pero calla!... Es la vergüenza, el reproche, aquí: Satán
proclamando que el fuego es innoble y que mi cólera es horriblemente estúpida.
—¡Basta!... Errores que me soplan al oído, magias, perfumes falsos, músicas
pueriles. —Y pensar que poseo la verdad, que percibo la justicia: tengo un
criterio sano y definido, estoy preparado para la perfección... Orgullo. —La
piel de mi cabeza se reseca. ¡Piedad! Señor, tengo miedo. ¡Tengo sed, tanta
sed! ¡Ah! la infancia, la hierba, la lluvia, el lago sobre las piedras, el
claro de luna cuando el campanario daba las doce... Allí se encuentra el diablo
a esa hora. ¡María! ¡Virgen santa!... —Me horroriza mi estupidez. ¿No están
allí esas almas honradas, que desean mi bien?... ¡Que acudan!... Tengo una
almohada sobre la boca, no me oyen, son fantasmas. Por lo demás, nadie piensa
en los otros. No se me acerquen. Huelo a quemado, es evidente. Las
alucinaciones son innumerables. Es lo que siempre tuve: falta de fe en la
historia, olvido de los principios. Me callaré: poetas y visionarios sentirían
celos de mí. Soy mil veces el más rico, seamos avaros como el mar. ¡Ah! el
reloj de la vida se ha detenido hace un instante. Ya no estoy en el mundo. —La
teología es seria, el infierno con seguridad está abajo— y el cielo en lo alto.
—Éxtasis, pesadilla, un sueño en un nido de llamas. Cuántas malicias en la
atenta contemplación del campo... Satán, Fernando, corre con los granos
salvajes... Jesús camina sobre las zarcas purpurinas, sin doblegarlas... Jesús
caminaba sobre las aguas irascibles. La linterna nos lo mostró de pie, blanco y
de negras trenzas, sobre una ola de esmeralda... 39 Voy a revelar todos los
misterios: misterios religiosos o naturales, muerte, nacimiento, porvenir,
pasado, cosmogonía, la nada. Soy maestro en fantasmagorías. ¡Escuchad!...
¡Poseo todos los talentos! —Aquí no hay nadie y sin embargo hay alguien: no
quisiera esparcir mi tesoro. —¿Queréis cantos negros, danzas de huríes?
¿Queréis que desaparezca, que me sumerja en busca del anillo.? ¿Qué queréis?
Haré oro, remedios. Confiad en mí, la fe alivia, guía, cura. Venid todos,
—hasta las criaturas—, para que os consuele, para que uno esparza entre
vosotros su corazón, —¡el corazón maravilloso!— ¡Pobres hombres, trabajadores!
Yo no pido plegarias; con vuestra confianza solamente, seré feliz. —Y pensemos en
mí. Esto apenas me hace extrañar el mundo. Tengo suerte de no sufrir más. Mi
vida sólo fue dulces locuras, es lamentable. ¡Bah! hagamos todas las muecas
imaginables. 40 Decididamente, estamos fuera del mundo. Ni un solo sonido. Mi
tacto desapareció. ¡Ah! mí castillo, mi Sajonia, mi bosque de sauces. Los
atardeceres, las mañañas, las noches, los días... ¡Estoy tan cansado! Debería
tener mi infierno para la cólera, mi infierno para el orgullo, —y el infierno
de la caricia; un concierto de infiernos. Muero de lasitud. Esto es la tumba,
voy hacia los gusanos, ¡horror de horrores! Satán, farsante, quieres
disolverme, con tus hechizos. Yo reclamo. ¡Yo reclamo! un horquillado, una gota
de fuego. ¡Ah! ¡ascender otra vez; a la vida! Otear nuestras deformidades. ¡Y
ese veneno, ese beso mil veces maldito! Mi debilidad, ¡la crueldad del mundo!
¡Piedad, Dios mío, ocúltame, me siento demasiado mal! —Estoy escondido y no lo
estoy. Es el fuego que se levanta con su condenado.
Delirios
VIRGEN LOCA EL ESPOSO INFERNAL Escuchemos la confesión de un
compañero de infierno: “Oh divino Esposo, mi Señor, no rehuses la confesión de
la más triste de tus siervas. Estoy perdida, ebria. Soy impura. ¡Qué vida!
“¡Perdón, divino Señor, perdón! ¡Ah! ¡perdón! ¡Cuántas lágrimas! ¡Y cuántas
lágrimas todavía para después, espero! “¡Más tarde, conoceré al divino Esposo!
Nací sometida a Él. —¡Ahora puede golpearme el otro! “Actualmente, ¡estoy en el
fondo del mundo! ¡Oh mis amigas!... no, no son mis amigas... Jamás hubo
delirios ni torturas semejantes... ¡Qué tontería! 45 “¡Ah! sufro, grito. Sufro
verdaderamen- te. Cargada con el desprecio de los más despreciables corazones,
todo me está permitido sin embargo. “En fin, hagamos esta confidencia, a
condición de poder repetirla otras veinte veces, —¡tan opaca, tan
insignificante! “Soy esclava del Esposo infernal, de aquel que perdió a las
vírgenes locas. Es ciertamente ese demonio. No es un espectro, no es un
fantasma. Pero a mí que perdí la prudencia, que estoy condenada y muerta para
el mundo, —¡no me matarán!— ¡Cómo os lo describiré! Ya ni siquiera sé hablar.
Estoy de luto, lloro, tengo miedo. ¡Un poco de frescura, Señor, si quieres, si
tú así lo quieres! “Soy viuda... —Era viuda...— pero sí, antes era muy seria,
¡y no nací para convertirme en esqueleto!... El era casi un niño... Sus
misteriosas delicadezas me sedujeron. Olvidé todo deber humano por seguirlo.
¡Qué vida! La verdadera vida está ausente. No estamos en el mundo. Yo voy
adonde él va, es necesario. Y él se encolerina a menudo conmigo, conmigo, la 46
pobre alma. ¡El Demonio! —Es un Demonio, ya lo sabéis, no es un hombre. “El
dice: “No amo a las mujeres. Hay que reinventar el amor, ya se sabe. Ellas sólo
pueden ambicionar una posición segura. Obtenida, corazón y belleza se dejan a
un lado: sólo queda frío desdén, único alimento del matrimonio de hoy. O bien
encuentro mujeres con los signos de la felicidad, a quienes yo hubiera podido
trasformar en buenas camaradas mías, devoradas desde el comienzo por brutos
sensibles como hogueras...” 47 “Le escucho convertir la infamia en una gloria,
la crueldad en un encanto. “Soy de raza lejana: mis padres eran escandinavos:
se atravesaban las costillas, bebían su propia sangre. —Yo cubriré de
incisiones todo mi cuerpo, me tatuaré, quiero volverme horrible como un mongol:
ya verás, aullaré por las calles. Quiero enloquecer de rabia. Nunca me muestres
joyas, me arrastraría y me retorcería sobre la alfombra. Mi riqueza, la querría
toda manchada de sangre. Jamás trabajaré...” Muchas noches, su demonio se
apoderaba de mí, y rodábamos juntos, ¡y yo luchaba con él! —Otras, a menudo,
ebrio, acecha en las calles o en las casas, para asustarme mortalmente. “Con
toda seguridad me cortarán la cabeza; será “repugnante”. ¡Oh!, ¡esos días en
que desea andar con aire de crimen! “A veces habla, en una especie de jerga
enternecida, de la muerte que hace arrepentir, de desdichados que ciertamente
existen, de trabajos penosos, de despedidas que desgarran los corazones. En los
tugurios donde nos embriagábamos, lloraba al pensar en la gente que nos
rodeaba, rebaño de la miseria. Levantaba a los ebrios en las negras calles.
Sentía la piedad de una mala madre por las criaturas. —Se alejaba con gentileza
de niñita que va al catecismo. —Simulaba conocerlo todo, ce mercio, arte,
medicina. —Yo lo seguía, ¡como corresponde! 48 “Veía todo el decorado con que
se rodeaba mentalmente: vestimentas, telas, muebles; yo le prestaba armas, otro
rostro. Veía cuanto le concernía, como él hubiera querido crearlo para sí
mismo. Cuando su espíritu parecíame inerte, lo seguía, lejos, en acciones
extrañas y complicadas, buenas o malas: estaba segura de no penetrar jamás en
su mundo. Junto a su querido cuerpo dormido, cuántas horas nocturnas he velado,
preguntándome por qué ansiaría tanto evadirse de la realidad. Jamás ningún
hombre hizo semejante voto. Reconocía —sin temer por él— que podría representar
un serio peligro para la sociedad. ¿Tendrá acaso secretos para cambiar la
vida.? “No, sólo los busca”, me respondía. En fin, su caridad está hechizada, y
yo soy su prisionera. Ninguna otra alma tendría fuerza suficiente —¡fuerza de
desesperación!— para soportarla, para ser protegída y amada por él. Por lo
demás, no lo imaginaba con otra alma: uno ve a su propio Ángel, nunca al Ángel
de otro, creo. Yo residía en su alma como en un palacio que se ha desocupado
para no recibir a una persona tan innoble como vosotros: eso es todo. ¡Qué
vamos a hacerle! Yo dependía de él enteramente. Pero ¿qué pretendía con mi
opaca y pusilánime existencia? ¡El no conseguía que fuese mejor, 49 sino
haciéndome morir! “Te comprendo.” Él se encogía de hombros. 50 “Así, mi pena se
renovaba sin cesar, y encontrándome cada vez más perdida ante mis propios ojos
—¡como también ante los de aquellos que hubieran querido fijarse en mí, si no
hubiese estado condenada para siempre al olvido de todos!— sentía más y más
hambre de su bondad. Con sus besos y sus cariñosos abrazos aquello era un
verdadero cielo, un sombrío cielo en el que yo penetraba, y en el cual hubiese
querido que me dejaran, pobre, sorda, muda, ciega. Ya me iba habituando a ello.
Yo nos veía como dos buenos niños que pueden pasearse libremente en el Paraíso
de la tristeza. Nos compenetrábamos. Llenos de emoción, trabajábamos juntos.
Pero, despues de una penetrante caricia, él me decía: “Qué extraño te parecerá
todo lo que has pasado, cuando ya no esté. Cuando ya no tengas mi brazo bajo tu
cuello, mi corazón para que reposes, ni esta boca sobre tus ojos. Porque tendré
que irme, muy lejos, algún día. Pues tengo que ayudar a otros: es mi deber.
Aunque sea tan poco apetecible... alma querida...” En seguida yo me presentía,
ya lejos de él, presa de un vértigo que me precipitaba en las más horribles de
las sombras: la muerte. Le hacía jurar que no me abandonaría. Veinte veces,
hizo esta promesa de amante. Era tan frívolo como yo cuando le decía: “Te
comprendo”. 51 “¡Ah! Jamás me inspiró celos. Creo que no me abandonará. ¿Qué
sucedería? Carece de relaciones; no trabajará jamás. Quiere vivir sonámbulo.
¿Bastarían su bondad y su caridad para darle derecho al mundo real? Hay
instante en que olvido la miseria en que he caído: él me hará fuerte,
viajaremos, casaremos en los desiertos, dormiremos sobre el pavimento de
ciudades desconocidas, sin cuidados, sin penas. O despertaré, y las leyes y las
costumbres habrán cambiado —gracias a su poder mágico—, el mundo, aunque siga
siendo el mismo, me permitirá entregarme a mis deseos, a mis alegrías, a mis
indolencias. ¡Oh! la vida de aventuras que existe en los libros de los niños
¿me la darás como recompensa por todo lo que he sufrido? No puede. Ignoro su
ideal. Me ha dicho que tiene penas, esperanzas: no debo inmiscuirme en eso. ¿El
habla con Dios? Tal vez yo debiera dirigirme a Dios. Estoy en lo más hondo del
abismo, y ya no sé rezar. “Si me explicase sus tristezas, ¿las comprendería
mejor que sus sarcasmos? Me ataca, pasa horas enteras avergonzándome por todo
lo que pudo conmoverme en el mundo, y se indigna si lloro. “—Ves a ese elegante
joven, penetrando en la hermosa y calma mansión: se llama Duval, Dufour, Armando,
Mauricio, ¿qué sé yo? Una mujer se ha consagrado a querer a ese maligno idiota:
está muerta, con seguridad ahora es una santa en el cielo. Tú me matarás como
él mató a esa mujer. Es nuestro destino, el destino de los corazones
caritativos...” ¡Ay! algunos días se le antojaba que todos los hombres
laboriosos eran juguetes de delirios grotescos; se reía largo rato,
espantosamente. Luego recobraba sus modales de joven madre, de hermana querida.
¡Si fuera menos salvaje, estaríamos salvados! Pero su dulzura tam52 bien es
mortal. Yo estoy sometida a él. ¡Ah! ¡Si seré loca! “Quizás algún día él
desaparezca maravillosamente; ¡pero necesito saber si subirá a un cielo, y
presenciar, aunque sea en parte, la asunción de mi amiguito!” ¡Vaya una pareja!
II ALQUIMIA DEL VERBO ¡A mí! La historia de una de mis
locuras. Desde tiempo atrás me vanagloriaba de poseer todos los paisajes
imaginables, y me parecían irrisorias todas las celebridades de la pintura y la
poesía modernas. Gustaba de las pinturas idiotas, ornamentos de puertas,
decorados, telas de saltimbanquis, enseñas, iluminadas estampas populares; la
literatura pasada de moda, latín de iglesia, libros eróticos sin ortografía,
novelas de nuestras abuelas, cuentos de hadas, pequeños libros de infancia,
viejas óperas, estribillos bobos, ritmos ingenuos. 55 Soñaba cruzadas, viajes
de descubrímiento sobre los que no existen relaciones, repúblicas sin historia,
guerras de religión sofocadas, revoluciones de costumbres, desplazamientos de
razas y de continentes: creía en todos los encantamientos. ¡Inventaba el color
de las vocales! —A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde—. Regía la forma,
el movimiento de cada consonante, y, con ritmos instintivos, me jactaba de
inventar un verbo poético, accesible, un día u otro, a todos los sentidos.
Reservaba la traducción. Al comiendo fue un estudio. Escribía silencios,
noches, anotaba lo inexpresable. Fijaba vértigos: Lejos ya de rebaños, de
pájaros, de aldeanos, ¿qué era lo que bebía entre aquella maleza, de rodillas,
en ese tierno bosque de avellanos y ese brumoso y tibio mediodía? ¿Qué era lo
que bebía en ese joven Oise, —¡olmos sin voz, oscurecido cielo, césped sin una
flor!— en esas amarillas calabazas, lejos ya de mi choza, tan amada? 56 Un
licor de oro insípido que nos baña en sudor. Hacía yo de enseña dudosa de
hostería. —Una tormenta vino a perseguir los cielos. En la virgen arena el agua
de los bosques se perdía, y el vendaval de Dios su granito arrojaba a la marea,
en el atardecer. Oro veía, llorando —y no pude beber. Hasta la aurora, en
verano, el sueño de amor perdura. Bajo el follaje se esfuma la noche que
festejamos. Allí, en sus vastos talleres —y ya en mangas de camisalos
Carpinteros trajinan bajo el sol de las Hespérides. 57 En espumosos Desiertos
tranquilos arman los techos, donde, luego, ha de pintar falsos cielos, la
ciudad. ¡Oh, por esos Artesanos de algún rey de Babilonia deja, Venus, los
Amantes de alma en forma de corona! ¡Oh Reina de los Rebaños, obsequiales
aguardiente! ¡Que en paz; su fuerza se encuentre, mientras esperan el baño en
el mar más meridiano! Las antiguallas poéticas formaban gran parte de mi
alquimia del verbo. Me habitué a la alucinación simple: veía con toda nitidez
una mezquita en lugar de una fábrica, una escuela de tambores erigida por
ángeles, calesas por las rutas del cielo, un salón en el fondo de un lago; los
monstruos, los misterios; un título de sainete proyectaba espantos ante mí. 58
¡Después explicaba mis sofismas mági- cos por medio de la alucinación de las
palabras! Terminé por encontrar sagrado el desorden de mi espíritu. Permanecía
ocioso, presa de pesada fiebre: envidiaba la felicidad de las bestias —las
orugas, que representan la inocencia de los limbos, los topos ¡el sueño de la
virginidad! Mi carácter se agriaba. Me despedía del mundo en una especie de
romanzas:
CANCIÓN DE LA MÁS ALTA TORRE ¡Que venga! ¡Que venga! el
tiempo que nos prenda. 59 Tuve tanta paciencia que por siempre olvidé.
Sufrimientos, temores a los cielos se elevan. Y la malsana sed oscurece mis
venas. ¡Que venga! ¡Que venga! el tiempo que nos prenda. Tal como una pradera
entregada al olvido, se expande, florecida de inciensos y cardones, al huraño
zumbido de sucios moscardones. ¡Que venga! ¡Que venga! el tiempo que nos
prenda. Amaba el desierto, los vergeles quemados, las pequeñas tiendas
marchitas, las bebidas tibias. Me arrastraba por calles hediondas y, con los
ojos cerrados, me ofrecía al sol, dios de fuego. “General, si queda un viejo
cañón sobre tus ruinosas murallas, bombardéanos con bloques de tierra seca. ¡A
los cristales de los espléndidos almacenes! ¡a los salones! Que la ciudad
trague su polvo. Oxida las gárgolas... Colma los tocadores con polvos de rubí
ardiente...” 60 ¡Oh! ¡el ebrio moscardón en el mingitorio de la posada,
enamorado del sedimento, y al que un rayo disuelve! HAMBRE Si es que algún
gusto me queda es por la tierra y las piedras. Me desayuno con viento,
peñascos, carbones, hierro. ¡Den vueltas, mis hambres! Las hambres, ¡que pasten
en prado de sones! ¡Que atraigan la suave, la alegre ponzoña de las amapolas!
Coman riscos que alguien quiebra, antiguas piedras de iglesia o de diluvios de
antaño; panes de los valles pálidos. 61 Aullaba bajo la fronda el lobo
escupiendo plumas de un volátil desayuno: como él ¡ay! yo me consumo. Las frutas,
las ensaladas, sólo esperan la cosecha; pero en el soto la araña no ingiere más
que violetas. ¡Que yo duerma, que yo hierva! en aras de Salomón. Corre el caldo
por la herrumbre para mezclarse al Cedrón. En fin, ¡oh dicha! ¡oh razón!,
aparté del cielo el azul, que es negro, y viví, chispa de oro, de la luz
naturaleza. De alegría, adoptaba la más bufonesca y extraviada expresión
posible: ¡Se la volvió a encontrar! ¿Qué? la eternidad. Es el sol mezclado al
mar. Cumple tu voto alma eterna pese a los fuegos del día y de la noche
desierta. 62 Así pues tú te desprendes de los sufragios humanos y entusiasmos
cotidianos para alzar vuelo... según. —Ya se alejó la esperanza, nunca ya más
orietur. Tan sólo ciencia y paciencia. El suplicio es sin albur. Ha sucumbido el
mañana. Brasas ardientes de raso, es el deber vuestras llamas. Se la volvió a
encontrar. —¿Qué?— la eternidad. Es el sol mezclado al mar. Me trasformé en una
ópera fabulosa: vi que todos los seres tienen una fatalidad de dicha: la acción
no es la vida, sino una forma de malgastar una fuerza, un enervamiento. La
moral es la debilidad del cerebro. 63 Me pareció que, a cada ser, se le debían
muchas otras vidas. Ese señor ignora lo que hace: es un ángel. Esta familia es
una carnada de perros. Ante muchos hombres, conversé en voz; alta con un
momento de una de sus otras vidas. —Así, amé a un cerdo. Ninguno de los
sofismas de la locura —de la locura que se recluye—, fue olvidado por mí:
podría repetirlos todos, poseo el sistema. Mi salud peligró. El terror llegaba.
Caía dormido durante días enteros, y, despierto, continuaba los sueños más
tristes. Me encontraba maduro para la muerte, y por una ruta de peligros mi
debilidad me conducía a los confines del mundo y de la Cimeria, patria de la
sombra y de los torbellinos. Debí viajar, disipar los encantamientos acumulados
en mi cerebro. Sobre el mar, al que amaba como si él debiera lavarme de un
estigma, veía elevarse la cruz; consoladora. Yo había sido condenado por el
arco iris. La Dicha era mi fatalidad, mi remordimiento, mi gusano: mi vida
sería siempre demasiado inmensa para ser consagrada a la fuerza y a la belleza.
64 ¡La Dicha! Su diente, dulce para la muerte, me advertía al cantar el gallo
—ad matutinum, al Christus venit—, en las más sombrías ciudades: ¡Oh estaciones!
¡Oh castillos! ¿qué alma carece de vicios? El mágico estudio yo hice de la
dicha ineludible. ¡Salud! a ella, cada ves que canta el gallo francés. ¡Ah! no
tendré más codicia. Se ha encargado de mi vida. Su encanto invade alma y cuerpo
y dispersa todo esfuerzo. ¡Oh estaciones! ¡Oh castillos! El instante, ¡ay! de
su fuga será el mismo de la tumba. ¡Oh estaciones! ¡Oh castillos! Eso ha
terminado. Hoy sé saludar a la belleza
Lo imposible
¡Ah! la vida de mi infancia, el ancho camino en cualquier
tiempo, sobrenaturalmente sobrio, más desinteresado que el mejor de los
mendigos, orgulloso de no tener patria, ni amigos, qué tontería fue aquello.
—¡Y sólo ahora lo advierto! —Tuve razón de despreciar a esos buenos burgueses
que no perderían la oportunidad de una caricia, parásitos del aseo y de la
salud de nuestras mujeres, hoy cuando ellas están tan poco de acuerdo con
nosotros. Tuve razón en todos mis desdenes: ¡puesto que me evado! ¡Me evado! Me
explicaré. 69 Ayer no más, suspiraba: “¡Cielos! ¡Somos ya bastantes los condenados
aquí abajo! ¡Llevo ya tanto tiempo en su rebaño! Los conozco a todos. Nos
reconocemos siempre; nos damos asco. La caridad nos es desconocida. Pero somos
corteses; nuestras relaciones con el mundo son correctísimas.” ¿No es
asombroso? ¡El mundo! ¡los mercaderes, los ingenuos! —No estamos deshonrados—.
Pero ¿cómo nos recibirían los elegidos? Ahora bien, hay gentes ariscas y
joviales, falsos elegidos, puesto que se necesita humildad o audacia para
abordarlos. Ellos son los únicos elegidos. ¡No son bendecidores! Al recobrar
dos céntimos de razón —¡eso pasa pronto!— veo que mis malestares provienen de
no haberme figurado a tiempo que estamos en Occidente. ¡Los pantanos
occidentales! No es que la luz me parezca alterada, la forma extenuada, el
movimiento extraviado... ¡Bueno! He aquí que mi espíritu quiere asumir
íntegramente todos los crueles desarrollos que ha sufrido el espíritu desde el
fin del Oriente... ¡Pues no es nada lo que quiere mi espíritu! 70 ... ¡Mis dos
céntimos de razón terminaron! El espíritu es autoridad, exige que permanezca en
Occidente. Tendría que obligarlo a callar para concluir como yo quería. Mandaba
al diablo las palmas de los mártires, los resplandores del arte, el orgulio de
los inventores, el ardor de los bandidos; retornaba al Oriente, a la primera y
eterna sabiduría. ¡Parece un sueño de grosera pereza! No pensaba ni
remotamente, sin embargo, en el placer de eludir los sufrimientos modernos. No
tomaba en cuenta la sabiduría bastarda del Corán. Pero ¿no es realmente un
suplicio que, desde esa decíaración de la ciencia, el cristianismo, el hombre
se burle, se pruebe las evidencias, se hinche de placer al repetir esas pruebas
y sólo viva en tal forma? ¡Tortura sutil, tonta; fuente de mis divagaciones
espirituales! ¡La naturaleza quizá pudiera hastiarse! El señor Prudhomme ha
nacido con Cristo. 71 ¿No será porque cultivamos la bruma? Comemos la fiebre
con nuestras legumbres acuosas. ¡Y la embriaguez! ¡y el tabaco! ¡y la
ignorancia! ¡y las abnegaciones! ¿Se encuentra todo esto muy lejos del pensa-
miento, de la sabiduría de Oriente, la patria primitiva? ¡Para qué un mundo
moderno, si se inventan semejantes venenos! Las gentes de Iglesia dirán:
Entendido. Pero tú quieres referirte al Edén. No hay nada para ti en la
historia de los pueblos orientales. Es cierto. ¡Pensaba en el Edén! ¿Qué
significa para mi sueño la purera de las rasas antiguas? Los filósofos: El
mundo no tiene edad. La humanidad se desplaza, simplemente. Te encuentras en
Occidente, pero eres libre de habitar en tu Oriente, tan antiguo como te haga
falta — y de habitarlo a gusto. No seas un vencido. Filósofos, sois de vuestro
Occidente. Espíritu mío, ten cuidado. Nada de medios de salvación violentos.
¡Ejercítate! —¡Ah! ¡la ciencia no avanza lo suficientemente veloz; para nosotros!
—Pero advierto que mi espíritu duerme. 72 ¡Si a partir de este instante siempre
estuviese completamente despierto, alcanzaríamos bien pronto la verdad, que
quizá nos circunde con sus ángeles en llanto!... —¡Si hasta ahora hubiese
permanecido des- pierto, yo no habría cedido a los instintos deletéreos, en una
época inmemorial!... —¡Si siempre él hubiera estado despierto, navegaría yo en
plena sabiduría!... ¡Oh pureza! ¡pureza! ¡Es este minuto de vigilia el que me
ha proporcionado la visión de la pureza! —¡Por el espíritu se va a Dios!
¡Desgarrador infortunio!
El relámpago
¡El trabajo humano! explosión que ilumina mi abismo de vez
en cuando. “Nada es vanidad; ¡hacia la ciencia, y adelante!” exclama el
Eclesiastés moderno, es decir Todo el mundo. Y sin embargo los cadáveres de los
malvados y de los holgazanes caen sobre el corazón de los otros... ¡Ah! rápido,
un poco rápido; allá lejos, más allá de la noche, esas recompensas futuras,
eternas... ¿las eludiremos? —¿Qué puedo hacer? Conozco el trabajo; y la ciencia
es demasiado lenta. Que la plegaria galopa y la luz brama... bien lo veo. Es
demasiado simple y hace demasiado calor; prescindirán de mí. Tengo mi deber,
pero me enorgullecería como muchos, dejándolo a un lado. 77 He malgastado mi
vida. ¡Vamos! Finjamos, holguemos, ¡oh piedad! Y existiremos divirtiéndonos,
soñando amores monstruosos y universos fantásticos, quejándonos y combatiendo
las apariencias del mundo, saltimbanqui, mendigo, artista, bandido, ¡sacerdote!
Sobre mi lecho de hospital, el olor del incienso retornó a mí tan potente;
guardián de aromas sagrados, confesor, mártir... Reconozco en todo esto la
sucia educación de mi infancia. ¡Y qué!... Andar mis veinte años, si los otros
andan veinte años... ¡No! ¡No! ¡ahora me rebelo contra la muerte! El trabajo
resulta excesivamente liviano para mi orgullo: mi traición al mundo
significaría un suplicio demasiado breve. A último momento, atacaría a diestra
y siniestra... Entonces, —¡oh!— pobre alma querida, ¡la eternidad no se habría
perdido para nosotros!
Mañana
¿Acaso no tuve una vez una juventud amable, heroica,
fabulosa, digna de inscribirse en hojas de oro? — ¡demasiada suerte! ¿Por qué
crimen, por qué error he merecido mi actual debilidad? Ya que pretendéis que
las bestias sollozan de dolor, que los enfermos desesperan, que los muertos
sueñan mal, intentad relatar mi caída y mi sueño. Ya no logro expresarme mejor
que el mendigo con sus continuos Pater y Ave Maña... ¡Ya no sé hablar! Hoy
creo, sin embargo, haber terminado la relación de mi infierno. En verdad era el
infierno; el antiguo, aquél cuyas puertas abrió el hijo del hombre. 81 Desde el
mismo desierto, hasta la misma noche, mis fatigados ojos siempre se abren a la
estrella de plata, siempre, sin que se conmuevan los Reyes de la vida, los tres
magos, el corazón, el alma, el espíritu. ¿Cuándo iremos, más allá de las playas
y los montes, a saludar el nacimiento del nuevo trabajo, la nueva sabiduría, la
fuga de los tiranos y de los demonios, el fin de la superstición? ¡a adorar
—¡los primeros!— la Natividad sobre la tierra! ¡El canto de los cielos, la
marcha de los pueblos! Esclavos, no maldigamos a la vida.
A Dios
¡El otoño ya! — Pero por qué añorar un sol eterno, cuando
estamos empeñados en descubrir la claridad divina, — lejos de las gentes que
mueren en las estaciones. 81 El otoño. Nuestra barca en lo alto de las brumas
inmóviles vira hacia el puerto de la miseria, la ciudad enorme de cielo
manchado de fuego y lodo. ¡Ah! ¡los harapos podridos, el pan empapado en
lluvia, la embriagues, los mil amores que me han crucificado! ¿No acabará nunca
esta vampira, soberana de millones de almas y de cuerpos muertos y que serán
juzgados.! Vuelvo a verme, la piel devorada por el fango y la peste, lleno de
gusanos los cabellos y las axilas y con gusanos aún mayores en el corazón, tendido
entre desconocidos sin edad, sin sentimiento... Hubiera podido morir allí...
¡Horrible evocación! Execro la miseria. ¡Y temo al invierno por ser la estación
del “confort”! —A veces veo en el cielo playas sin fin cubiertas de blancas
naciones jubilosas. Por encima de mí, un enorme navío de oro agita sus
pabellones multicolores en las brisas de la mañana. He creado todas las
fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He tratado de inventar nuevas
flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevos idiomas. Creí adquirir poderes
sobrenaturales. ¡Y bien! ¡debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos! ¿Bella
gloría de artista y de narrador perdida! ¡Yo! ¡Yo que me consideré ángel o
mago, dispensado de toda moral, soy restituido a la tierra, con un deber que hay
que buscar, y una rugosa realidad que es necesario estrechar! ¡Patán! ¿Me
engaño? ¿La caridad sería, para mí, hermana de la muerte? En fin, pediré perdón
por haberme nutrido de falsedad. ¡Y adelante! ¡Pero ni una mano amiga! ¿Y
adónde pedir socorro? 82 Sí, la nueva hora al menos es muy severa. Porque puedo
decir que alcancé la victoria: el rechinar de dientes, los silbos del fuego,
los suspiros pestíferos se moderan. Todos los inmundos recuerdos se desvanecen.
Mis últimos pesares escapan —celos de los mendigos, los bandoleros, los amigos
de la muerte, los retardados de toda especie—. Condenados, ¡si yo me vengase!
Hay que ser absolutamente moderno. Nada de cánticos: conservar lo ganado. ¡Dura
noche! La sangre reseca humea sobre mi rostro, y detrás de mí sólo tengo ese
horrible y diminuto arbusto... El combate espiritual es tan brutal como la
batalla de los hombres; pero la visión de la justicia es el placer de Dios
únicamente. Entretanto es la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y
de auténtica ternura. Y al llegar la aurora, armados de ardiente paciencia,
entraremos en las espléndidas ciudades. ¡Qué hablaba yo de mano amiga! Es una
ventaja considerable poder reírme de los viejos amores engañosos y cubrir de
vergüenza a esas parejas embusteras —he vis83 to allá el infierno de las
mujeres—; y me será posible poseer la verdad en un alma y un cuerpo.
Se agradecido cuando algo que parce desagradable viene de
una persona sabia
Una vez un santo montado en su burro
Vio que una serpiente se metía en la boca de un hombre
dormido
A pesar de apresurarse no pudo evitarlo
Le dio varios golpes al hombre con su bastón
El hombre se despertó aterrorizado y corrió hacia un manzano
Debajo del cual el suelo estaba lleno de manzanas podridas.
¡Come manzanas miserable infeliz cómetelas!
¿Por qué me haces esto?
Come más estúpido
No te conozco de nada
¿Tienes alguna lucha interna con mi alma?
El sabio siguió obligándole a que comiera y después empezó a
perseguirle
Se pasó horas dando
de latigazos a ese hombre y haciéndolo correr
Finalmente al caer la noche, hinchado de manzanas podridas
Agotado y sangrando, cayó al suelo y lo vomito todo
Lo bueno y lo malo las manzanas y la serpiente
Al ver que le salía de dentro
Esa serpiente horrible cayó de rodillas ante su agresor
¿Eres Gabriel? ¿Eres Dios?
Bendito sea el momento en que me viste
Yo estaba muerto y no lo sabia
De haberte explicado lo que estaba haciendo
Es posible que te hubiera dado pánico y te hubieras muerto
de miedo
Mahoma dijo:
Si yo describiera al enemigo que tenemos dentro
Hasta el más valiente quedaría paralizado
Nadie saldría a la calle ni trabajaría en nada
Nadie iría a la oración ni ayunaría
Y los seres humanos perderían toda su capacidad de cambio
Así que no te dije nada, mientras te fustigaba para como
David
Poder darle forma al hierro
Para aun pareciendo imposible poder reinsertar las plomas en
las alas del pájaro
El silencio de Dios es necesario a causa de la pusilanimidad
del género humano
Si te hubiese dicho que tienes una serpiente dentro
Habrías sido incapaz de comer nada
Y si no hubieras comido no hubieras vomitado.
Al darme cuenta de tu situación espolee a mi burro
Para intentar evitarlo sin dejar de susurrar
Señor pónselo fácil ¡No se me permitía decírtelo
Ni se me permitía dejar de fustigarte!
El hombre curado aun de rodillas dijo
No tengo forma de agradecerte la rapidez de tu sabiduría y
el poder de tu guía
Dios te lo agradecerá.
Bruñir el espejo
Cuando Abu Bakr conoció a Mahoma
Dijo no es esta una cara que mienta
Abu Bakr era de
aquellos cuyo cuenco se ha caído del tejado
Es imposible disimular la fragancia que viene de un ser extático
Un espejo bien bruñido no puede evitar reflejar.
En una ocasión Mahoma está hablando
A un grupo de príncipes altamente influyentes
Cuando le interrumpió
un pobre ciego
Mahoma frunció el
ceño y le dijo permíteme atender a estos visitantes
Es una situación muy poco frecuente mientras tú eres amigo
mío
Después tendremos todo el tiempo que quieras
Entonces alguien cerca de le dijo:
Este ciego puede valer más que cien reyes
Recuerda el proverbio el ser humano es una mina
El poder humano no significa nada
Lo único que importa es la indescriptible y engalanada vida
interior
Mahoma respondió: No creas que me importa obtener el
reconocimiento de estas autoridades
El que el escarabajo camine al agua de rosas prueba que está
muy diluida
A los escarabajos les encanta el estiércol no el agua de
rosas.
Cuando una moneda está ansiosa de ser puesta aprueba
Dicha moneda puede convertirse en la prueba misma
Al ladrón le encanta la noche
Yo soy el día revelo las esencias
Un ternero cree que Dios es una vaca
La teología del burro cambia
Cuando alguien lo camela
Dándole lo que quiere
Yo no soy ni una vaca ni pasto
De cardos para
camellos
La gente que me insulta solo está bruñendo mi espejo.
Ali en la lucha
Aprended de Ali a luchar
Sin que participe vuestro ego.
El león de Dios no hizo nada que no le surgiera de su fuero
interno.
Una vez en una batalla se enfrentó a cierto caballero
Y rápidamente le quito la espada
El hombre desarmado en el suelo le escupió a Ali en la cara
Ali dejo caer su espada se relajó y le ayudo a ponerse de pie
¿Por qué me has perdonado la vida?
¿Por qué el relámpago se recoge en su nube?
Contéstame príncipe mío para que mi alma pueda agitarse como
un embrión
Después de un silencio Ali respondió:
Soy el león de Dios no el león de la pasión
El sol es mi señor él es mi único anhelo
Cuando se levanta un viento de reacción personal yo no lo sigo
Muchos vientos están llenos de rabia
Lujuria y avaricia agitan toda la basura que hay alrededor
Pero la sólida montaña de nuestra autentica naturaleza
Se mantiene donde siempre ha estado
Ahora no hay nada más que cualidades divinas
Entra en mí a través de
la abertura
Tu atrevimiento fue mejor que cualquier reverencia
Porque en este momento yo soy tú y tú eres yo
Te entrego este corazón abierto como Dios entrega regalos
El veneno de tu escupitajo se ha transformado en la miel de
la amistad
Los tres hermanos y la princesa China
Había un rey que tenía tres hijos igualmente consumados
Los tres eran generosos y sabios
Y con certera capacidad de decisión cuando la ocasión lo
exigía
Eran como tres ardientes cirios
Ante su padre, dispuestos a partir
Hacia las lejanas tierras de su reino para comprobar
Que se
estaban administrando bien y con justicia
Las tres besaron las manos del rey en señal de
despedida y obediencia
Id donde sintáis os llaman. Les dijo el rey
Y bailad por el camino estéis protegidos
Solo les aviso de que no entréis en un castillo en
particular
El que se llama la fortaleza que elimina la claridad
Dicho castillo tiene una galería de hermosas
pinturas
Causa de grandes dificultades para la familia real
Es como la sala que suleika decoro con su cuadro en todas
partes
Para atrapar a José
Él no podía evitar mirarla
Es el único lugar del que os debéis mantener alejado
Evidentemente como suele suceder los tres príncipes quedaron
Obsesionados con ver ese castillo
Y a pesar de la advertencia de su padre fueron a verlo
Tenía cinco puertas que daba a la tierra
Y cinco que daban al mar
Al igual que los cinco sentidos externos
Captan el color y el
perfume de los fenómenos
Y los cinco sentidos internos se abren al misterio.
Los miles de cuadros allí presentes inquietaron a los príncipes
Pasearon embriagados por los pasillos hasta que
Los tres al unísono concedieron a un mismo
retrato
La cara de una mujer
Los tres enloquecieron de amor
De esto nos advirtió nuestro padre
Creíamos que éramos lo bastante fuertes
Para resistir cualquier cosa
Como el que tiene tisis y cree que está bastante bien como para seguir adelante
¡Pero no lo somos!
¿Quién es esa mujer?
Un sabio jeque se lo revelo es la princesa china, la oculta
El rey de china la ha
recluido como el espíritu está escondido
en el embrión
Nadie puede acceder a su presencia
Ni siquiera se permite que los pájaros vuelen por su tejado
Nadie ha conseguido entrar nunca
No hay ingenio que la pueda conquistar
Daos por vencidos
No obstante los príncipes intercambiaron ideas como
camaradas
Compartiendo
una misma pasión
El mayor dijo siempre hemos sido atrevidos al dar consejo a
otros
¡Pero fijaos como estamos ahora!
Antes decíamos la paciencia es la clave
Pero las reglas que hemos hecho para los demás no nos sirven
ahora
Les aconsejamos reíd, ¿Porque ahora estamos tan callados?
¿Dónde están nuestras fuerzas?
Desesperados partieron para china no porque albergaran esperanza alguna de unión
Con la princesa, sino con el fin de estar cerca de ella
Lo abandonaron todo y se dirigieron a la oculta amada
Vivieron disfrazados en la capital intentando elucubrar
alguna forma de penetrar en el palacio
Finalmente el mayor dijo:
No puedo seguir esperando así
No quiero vivir si tengo que vivir separado de mi amada
Es de ella de quien llevo vanagloriándome toda
la vida
¿Qué le importa un naufragio a un pato?
Los pies de pato en el agua de una mar son mejor que un
barco
Mi alma y mi cuerpo están casados con este alarde
Estoy soñando pero no estoy dormido
Me jacto pero no miento
Soy una vela
Córtame cien veces el cuello con un cuchillo
Que seguiré ardiendo con igual resplandor
El almiar de mi
existencia ha prendido por ambos lados
Que arda toda la noche hasta consumirse
La luna me proporciona toda la luz
Que necesito en el camino, voy a exponerle mi deseo al rey
Sus hermanos intentaron convencerle de que no lo hiciera
Pero no lo consiguieron
Salió raudo y llego
titubeante ante el rey chino
El cual sabía lo que le sucedía pero guardo silencio
Aquél rey estaba dentro
de los tres hermanos
Aunque fingía no conocerlos
El fuego debajo del cazo es la apariencia
El agua hirviendo es la realidad
El amado está en tus
venas aunque parezca tener una forma externa a ti
El príncipe se arrodillo y beso los pies del rey
Y allí permaneció en profunda reverencia
Este joven hombre obtendrá todo lo que busque
Y veinte veces todo aquello de lo que se ha desprendido
En éxtasis arrojo y aposto su túnica
Un amor así vale más
de mil túnicas
Es un embajador de ese amor y está cumpliendo bien con su trabajo
Al oír esto el príncipe
se quedó mudo
Pero su alma entro en constante conversación con aquella
alma
El príncipe pensó esta es la realidad, este despertar este
deshacerse
Permaneció mucho rato
inclinado ante el rey fundiéndose
Una cosa es la ejecución pero a mí me están ejecutando una y otra vez a cada
momento
Que pasa en cuanto a riquezas pobre, pero rico en cuanto a
vidas que sacrificar
Nadie puede jugar el juego del amor con una sola cabeza
Esta gozosa espera consumió al príncipe
La forma del ser amado desapareció de su mente y consiguió la unión
Las ropas del cuerpo eran de suave seda pero esta desnudez
es aún más suave
No se puede hablar más de este tema lo que sigue debe
permanecer oculto
Cabalgas hacia el mar, pero después el caballo
de madera del silencio místico
Es el que te debe
transportar
Cuando se hunde ese barco eres el pez, ni callado ni
hablando una maravilla sin nombre
Así murió el hermano mayor y el segundo hermano asistió al
funeral
¿Qué es esto?
¡Un pez del mismo mar musito el rey!
El chambelán anuncio: Un hijo del mismo padre
El hermano siguiente en edad al fallecido
El rey dijo:
Si la ofrenda que el me ofrece
Y volvieron a descender los sublimes favores
Y pareció que el
patio se partía en dos
Como una granada riente
Mientras todas las formas del universo abrían al frente de
sus tiendas
Nuevas creaciones a cada segundo
Con libros se había documentado sobre dichas revelaciones
Ahora le tocaba a el
No paraba de decir
¿Hay más? ¿Hay más? Alimentándose de la naturaleza del rey
Sentía una satisfacción que jamás había sentido antes
Pero entonces le
surgió el orgullo
¿No soy yo también un rey, e hijo de un rey?
¿Porque me está controlando?
Debería montármelo por mi cuenta independientemente de el
El rey pensó te doy luz pura y me tiras porquería a la
cara
De repente el segundo hermano se dio cuenta de lo que había hecho
interiormente
Pero ya era demasiado tarde se le retiro su magnificencia
De ser un pavo real salió volando al desierto como lechuza solitaria
Como Adán labrando como un Buey lejos del Edén
Volvió en sí mismo y
logro perdón mediante su arrepentimiento
Combino algo más el profundo dolor que surge
al perder la unión
Vamos a acortar esta historia
Un año después cuando el rey salió de su propio retraimiento
Se encontró con que faltaba una flecha de su aljaba y con el
segundo hermano muerto
De un flechazo en la garganta
El rey lloro como matador y como principal afectado
Pero todo estaba bien, el segundo hermano también había alcanzado
al amado
A través del ojo asesino que reventó su engreimiento.
Fue el tercer hermano que hasta entonces había
estado enfermo
El que obtuvo la mano
de la princesa
Experimento el
casamiento de la forma y del espíritu
Sin haber hecho absolutamente nada para merecerlo.
La comunión Santa está
servida, ven saborea mientras escuchas a los dos Zorros
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El zorro de abajo: ¿Entiendes bien lo que digo y cuento?
El zorro de arriba: Confundes un poco las cosas.
El zorro de abajo: Así es. La palabra, pues, tiene que
desmenuzar el mundo. El canto de los patos negros que nadan en los lagos de
altura, helados, donde se empoza la nieve derretida, ese canto repercute en los
abismos de roca, se hunde en ellos; se arrastra en las punas, hace bailar a las
flores de las yerbas duras que se esconden bajo el ichu, ¿no es cierto?
El zorro de arriba:
Sí, el canto de esos patos es grueso, como de ave grande; el silencio y la
sombra de las montañas lo convierte en música que se hunde en cuanto hay.
El zorro de abajo: la
palabra es más precisa y por eso puede confundir. El canto del pato de altura
nos hace entender todo el ánimo del mundo. Sigamos. Este es nuestro segundo
encuentro. Hace dos mil quinientos años nos encontramos en el cerro Latausaco,
de Huarochirí; hablamos junto al cuerpo dormido de Huatyacuri, hijo anterior a
su padre, hijo artesano del dios Pariacaca. Tú revelaste allí secretos que
permitieron a Huatyacuri vencer el reto que le hizo el yerno de Tamtañamca,
dios incierto, vanidoso y enfermo. El yerno desafió, primero, a Huatyacuri, a
cantar, danzar y beber; y cantó y danzó doscientos bailes distintos con
doscientas mujeres; Huatyacuri, acompañado de su esposa, que también era hija
del simulador Tamtañamca, hizo danzar a las montañas cantando al compás de una
tinya fabricada por un zorro. Todas las
pruebas las ganó el hijo de Pariacaca: se presentó con un vestido hecho de
nieve, fue el mejor traje; construyó en una noche, trabajando con los insectos
y los animales mayores, un palacio completo; hizo bramar a un puma de color
azul; bramó él, aún con más fuerza, mientras danzaba vestido de blanco y negro;
espantó a su rival y lo convirtió en venado, y a la mujer de su rival en
milagrosa ramera de piedra. Nuestro mundo estaba dividido entonces, como ahora,
en dos partes: la tierra en que no llueve y es cálida, el mundo de abajo, cerca
del mar, donde los valles yungas encajonados entre cerros escarpados, secos, de
color ocre, al acercarse a la mar se abren como luz, en venas cargadas de
gusanos, moscas, insectos, pájaros que hablan; tierra más virgen y paridora que
la de tu círculo. Este mundo de abajo es el mío y comienza en el tuyo, abismos
y llanos pequeños o desiguales que el hombre hace producir a fuerza de golpes y
canciones; acero, felicidad y sangre, son las montañas y precipicios de más
profundidad que Tamborcillo. ¿Suceden ahora, en este tiempo, historias
mejor entendidas, arriba y abajo?
El zorro de arriba: Recuerdas que hablaste desde Chimbote; contaste historias de
Chimbote. Hace dos mil quinientos años, Tutaykire (Gran Jefe Herida de la Noche),
el guerrero de arriba, hijo de Pariacaca, fue detenido en Urin Allauka, valle
yunga del mundo de abajo; fue detenido por una virgen ramera que lo esperó con
las piernas desnudas, abiertas, los senos descubiertos y un cántaro de chicha.
Lo detuvo para hacerlo dormir y dispersarlo. El agua baja de las montañas que
yo habito; corre por los valles yungas encajonados entre montañas secas y ocres
y se abre, igual que la luz, cierto, cerca del mar; son venas delgadas en la
tierra seca, entre médanos y rocas cansadas, que es la mayor parte de tu mundo.
Oye: yo he bajado siempre y tú has subido. Pero ahora es peor y mejor. Hay
mundos de más arriba y de más abajo. El individuo que se la vida y escribo un
libro era de arriba; tiene aún ima sapra sacudiéndose bajo su pecho. ¿De dónde,
de qué es ahora? Yanawiku hina takiykamuway atispaqa, asllatapas,
Chimbotemanta. Chaymantaqa, imaymanata, imaynapas, munasqaykita willanakusun
¡Yaw! yunga atoq. [Como un pato cuénteme de Chimbote, oye, zorro yunga. Canta
si puedes, instante. Después hablemos y digamos como sea preciso y cuanto sea
preciso].
El zorro de abajo: Nisiutam kaypi, sumaq, millay qapaykuna,
imaymana, runakunamanta, asnasqaña la mar qochamantapas, imaymana uku
yakumanta, llasaq wayramanta, hichaq, hichanakuq, tubukunamanta qapaynin,
sinqayta, uyariyniyta tutayachin. Ninriyñataqmi, saya sayarispa, huk asnaywan,
huk qapaywan, chay nisqay minisqa asnaykunawan, kancharin, tanlinyan, wañuyta,
achikyayta, mosoqyayta, poqchiqta, poqchoqta, llanllariqta, kikillanmanta o por
la fuerza tasnuqta, qasillaqta, musiaspa. Qawaytaqa qawanipunim. Qam hina
imaymana kaq, chay kaqllamanpas tukukuytaqa atinitaq. Chaynam, willanakunsuyá,
aypanakunsunyá maykamapas imaynapas. [Muy fuertemente, aquí, los olores repugnantes
y las fragancias; los que salen del cuerpo de los hombres tan diferentes, de
aguas hondas que no conocíamos, del mar apestado, de los incontables tubos que
se descargan unos sobre otros, en el mar y al pesado aire se mezclan, hinchan
mi nariz y mis oídos, Pero el filo de mis orejas, empinándose, choca con los
hedores y fragancias de que te hablo, y se transparenta; siente, aquí, una
mezcolanza del morir y del amanecer, de lo que hierve y salpica, de lo que se
cuece y se vuelve ácido, del apaciguarse por la fuerza o a pulso. Todo ese
fermento está y lo sé desde las puntas de mis orejas. Y veo, veo; puedo
también, como tú, ser lo que sea. Así es. Hablemos, alcancémonos hasta dónde es
posible y como sea posible].
“No soy un culturado…” 11 Acepte con regocijo una mencion
honrosa dada por Sara Joffré, porque sentí que representa el único reconocimiento a una obra que pretende
difundir y contagiar en el espíritu de los biotejedores el arte de un individuo que jamás se
reconcilio con el lenguaje, gracias a la conciencia que tenía del valor del espíritu,
pudo saborear el logos y cocinar con su conocimiento, la belleza del arte
creado por otros pueblos que dispusieron de medios más vastos para expresarse. La
ilusión de juventud del biodramturgo parece haber sido realizada. No tuve más
ambición que la de superar en la
corriente de la sabiduría toda religión, todo arte, toda filosofía, toda ciencia
en una biodramaturgia que alcanzase la comunión. Integración imposible entre
un Perú criollo y la sabiduría de un pueblo al que se
consideraba degenerado, debilitado o “extraño” e “impenetrable” pero que, en realidad,
no era sino lo que llega a ser un gran pueblo, oprimido por el desprecio
social, la dominación política y la explotación económica en el propio suelo
donde realizó hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo: se
había convertido en una nación acorralada, aislada para ser mejor y más
fácilmente administrada y sobre la cual sólo los acorraladores hablaban
mirándola a distancia y con repugnancia o curiosidad. Pero los muros aislantes
y opresores no apagan la luz de la razón humana y mucho menos si ella ha tenido
siglos de ejercicio; ni apagan, por tanto, las fuentes del amor de donde brota
el arte. Dentro del muro aislante y opresor, el pueblo quechua, bastante
arcaizado y defendiéndose con el disimulo, seguía concibiendo ideas, creando
cantos y mitos pues bien esos mitos deben de realizarse para que de una vez por
todas lleguen a su fin. Y bien sabemos que los muros aislantes de las culturas no son nunca completamente aislantes. A mí me
echaron por encima de ese muro, un tiempo, cuando era niño; me lanzaron para descubrir la locura que fundamenta toda
civilización por lo mismo “No soy un culturado…” morada donde la angustia es más intensa que el odio y donde, por eso
mismo, el odio no es perturbador sino fuego que impulsa. Recreado para siempre por los cantos y los mitos,
esperando poder provocar el gran infierno en la tierra llevado por la fortuna hasta la plaza San Martín
universidad del pueblo, destruyendo en este hablar todo palabra , mal
incorporado al mundo de los cercadores, emigrante triste de grandes ciudades
extranjeras, intenté convertir en experiencia todo lenguaje escrito lo que era
como individuo: un vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran
conciencia cercada y la parte generosa, humana, de los opresores. El vínculo
podía universalizarse, extenderse; se mostraba un ejemplo concreto, actuante.
El cerco podía y debía ser destruido; el caudal de las dos culturas se podía y debían unir en tanto estas se
negaran a sí mismas, se llenaran y se vaciaran mutuamente. Y el camino
tenía qué ser, aquel únicamente el que exigía la destrucción de todo imperio de vencedores expoliadores, y de
vencidos manipuladores o sea: que la
cultura vencida deje de guardar el resentimiento, aun en la apariencia, y traspase la cultura de los vencedores, es decir que supere toda
culturización. Yo no soy un culturado; yo no soy un peruano porque el Perú es un no ser y solo no siendo es que realmente soy más el Perú
levanta en su vacío un nuevo tawantinsuyo, como un demonio feliz habla más allá
de todo cristiano
e indio, más allá que en español y en quechua. Convierto esa realidad en real más allá de
todo lenguaje, pero como los otros
pueden saberlo si no participan junto a mí en la experiencia por lo mismo jamás
habrá consenso más o menos general que me otorgue
algún reconocimiento. Por eso recibí la mención de Sara con regocijo. ¿Pudo ver ella la comunión de la que
hablaba? No Sara siempre estuvo muerta como todos ustedes pero a diferencia de
ustedes ella tenía calambres de vida, y es en una de estas contracciones de su
corazón que me cedió este pequeñísimo reconocimiento Pero
este discurso no estaría completo si no explicara que no tengo ningún ideal que intenté realizar, y que por lo tanto
soy el inkarri y que en mi pueden alcanzar este nuevo tawantinsuyo que de hecho es imposible, no lo habría logrado si no fuera
por la superación de dos principios que obstaculizaron mi trabajo desde el comienzo. En la primera
juventud estaba cargado de una gran rebeldía y de una gran impaciencia por
luchar, por hacer algo. Las dos culturas
de las que provenía después de la guerra interna parecían habér superado
su conflicto: el universo se me mostraba
carente de toda fe y de toda lucha era como una reconciliación entre traidores,
de promesas, de belleza de verdad en sí
de cualquier, exigencia. Fui leyendo a Mariátegui y después a Marx y no encontré un orden penetrante en las cosas; la teoría socialista no me dio
ningún un cauce, ningún porvenir no sabiendo quehacer con toda mí de energía, asi que tuve que crearme un destino y proclame el comunismo
complementario desde una dialéctica transferencial donde las mediaciones tanto
de la propiedad privada como del estado dictatorial todo estado lo es desaparecían
en un biotejido en una sintraferencia en una comunión. ¿Hasta
dónde han entendido el comunismo complementario ? Es que
acaso no saben que no hay nada que entender, siendo este el máximo entendimiento
saber que no sabemos.
No maten en ustedes lo mágico. No pretendo jamás que sean políticos si mi dialéctica no destruye todos los partidos y aun a la misma dialéctica ustedes seguirán sujetados al poder, pero
deben de traspasar toda ideología
alterar todo movimientos en todas las direcciones y en permanencia, un claro destino a la energía
que sentí desperdiciada durante mi
juventud yo renuncio a toda rebeldía. El otro principio fue el de considerar
siempre el Perú como una fuente infinita para la creación. Perfeccionar los
medios de entender este país infinito mediante el conocimiento de todo cuanto
se descubre en otros mundos. No, pensé no hay país más diverso, más múltiple en
variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio,
de urdimbres y sutilezas de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto
pensaba , como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacamac y
Pachacutec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Tupac Amaru y Vallejo,
Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros;
los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4.000 metros; patos que
hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían;
picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las
flores del mundo. Estaba engañado
descubre la vacuidad de esta nación vacuidad que los peruanos se niegan a aceptar y que llenan con basura para
aparentar ser algo ¿, Túpac Amaru no fue peruano, Santa rosa tampoco y yo
quiero una orgia total entre Santa Roza y Túpac Amaru pero para esto Túpac debe
ser occidente y Santa rosa oriente, ella desde la ciencia del logos ser una
maestra del Basho y el morir, ser atravesado por una flecha en la garganta y
por fin no hacer nada entrado a la presencia de todo esto no lo pueden lograr
siendo peruanos más solo es Perú los puede destruir de tal
manera que en ustedes nazca el nuevo Tawantinsuyo asi que veo al Perú como la única
mediación imposible como esa que al igual que la filosofía te dice sube a mi
barca yo te llevare al mar eterno yentonces usbes y al instante la barca se
hunde no quedándote otra que aprender a nadar. Encuentro por lo mismo en el Perú
desde su imposibilidad la posibilidad ontológica
de lograr el amor “Si yo hablo en lenguas
de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un tambor que
resuena o un platillo que hace ruido. Si doy mensajes recibidos de Dios, y no
conozco todas las cosas secretas, y tengo toda clase de conocimientos, y tengo
toda la fe necesaria para quitar los cerros de su lugar, pero no tengo amor, no
soy nada. Si reparto todo lo que tengo, y si entrego hasta mi propio cuerpo
para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve... El amor nunca muere.
Vendrá el tiempo en que ya no se tendrá que dar mensajes recibidos de Dios, ni
se hablará en lenguas, ni se necesitará el conocimiento. Pues concocemos sólo
en parte y en parte damos el mensaje divino; pero cuando conozcamos en forma
completa, lo que es en parte desaparecerá... Cuando yo era niño, hablaba,
pensaba y razonaba como niño; pero cuando ya fui hombre, dejé atrás las cosas
de niño. De la misma manera, ahora vemos las cosas en forma confusa, como reflejos
borrosos en un espejo; pero entonces las
veremos con toda claridad. Ahora sólo conozco en parte, pero entonces voy a
conocer completamente, como Dios me conoce a mí. Así, pues, la fe, la esperanza
y el amor duran para siempre; pero el mayor de estos tres es el amor...”
—¿Y el odio? —dijo Cardozo en inglés—. El odio de don
Cecilio Ramírez, odio con lágrimas, que me ha desquicidado y desquiciado a
todos en la oficina. Yo he visto aquí, en Chimbote, visiones entre
apocalipticas y ternuras. ¡Señor! Cada noche, cada día veo revelaciones que me
enardecen y conturban. Este don Cecilio dice más, muchísimo más que el cadáver
de la joven parturienta que descansaba sobre una estera, entre centenares de
moscas, allá en la barriada de Coishco, mientras sus parientes bebían. Ahora sé
que las moscas quizá chupaban odio de ese cadáver triste. Y este Hutchinson
tarda, tarda en aprender. ¿Para qué tanta inteligencia y tanto estudio? ¿Es
malo decir concha’e tu madre, Señor? ¡No, no es malo! Procura ardencias
necesarias en las neuronas y en la sangre. Por eso pescadores... Aunque don
Hilario jamás dice esas palabras. ¿Jamás? ¿De veras, don Hilario, que eres para
mí, y serás siempre, como el aceite al agua?
No porque en mi se logra toda reconciliación y no hay que no
esté puro y de lo que no puedan beber Imitar desde aquí a alguien resulta algo
escandaloso. En técnica nos superarán pero no nos dominarán, sabemos anora la comunión de la voluntad
y el espíritu de como uno saca serpientes de la garganta y como otra consuela
drena el dolor y enseña a amar dejándonos libres así que
podemos hacer que aprendan de
nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo. Ojalá vean la soberbia en lo que he tenido que hablar; mi
dragón nunca está dormido siempre estará
listo para devorarlos y ahora sepan todos decidí vivir, el niño Ernesto ha dejado de suicidarse
en mí Canudos es posible en un nuevo tawantinsuyo.
Zorro de arriba-OH este hombre es de los nuestros sabe que
delante no hay nada
Zorro de abajo- Los amantes creen que se buscan pero búsqueda
solo hay una:
Errar por este mundo es errar por el de aquel, ambos
insertos en un cielo trasparente. Aquí no hay dogma ni herejía
Zorro de arriba-El milagro de Jesús es el mismo, no lo que
dijo ni hizo respecto al futuro, olvídate del futuro, yo adoraría al que fuera
capaz de hacerlo.
Zorro de abajo-En el camino puedes echar la vista atrás o
puede que no, pero si puedes decir, delante no hay nada, nada habrá.
Zorro de arriba- Ábrete de brazos y sujeta la tela de tus
vestiduras con ambas manos la sanación del dolor está en el dolor mismo.
Zorro de abajo- Se mezclan lo bueno y lo malo, el ser y el
no ser, el deber y el querer, la verdad y el poder, El espíritu y la voluntad.
Si no los tienes a ambos no eres de los nuestros.
Zorro de arriba- Cuando uno de nosotros se pierde o no está aquí, debe estar dentro de nosotros.
Zaratustra- No hay en el mundo un lugar como ese.
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