La ciencia del logos he aquí todos los movimientos del Espíritu
Cuarto cuerno
SEPULTURERO 1. Yo amé en mis primeros años, dulce cosa lo
juzgué; pero casarme, eso no, que no me estuviera bien.
.- Qué poco siente ese hombre lo que hace, que abre una
sepultura y canta.
Emanuel.- La costumbre le ha hecho ya familiar esa
ocupación.
.- Así es la verdad.
La mano que menos trabaja, tiene más delicado el tacto.
SEPULTURERO.- me hundió con mano cruel, y toda se destruyó
la existencia que gocé. .-
Aquella calavera tendría lengua en otro tiempo, y con ella
podría también cantar... ¡Cómo la tira al suelo el pícaro! Como si fuese la
quijada con que hizo Caín el primer homicidio. Y la que está maltratando ahora
ese bruto, podría ser muy bien la cabeza de algún estadista, que acaso
pretendió engañar al Cielo mismo. ¿No te parece?
Emanuel .- Bien puede ser.
.- O la de algún cortesano, que diría: felicísimos días,
Señor Excelentísimo, ¿cómo va de salud, mi venerado Señor? Ésta puede ser la
del caballero Fulano, que hacía grandes elogios del potro del caballero Zutano,
para pedírsele prestado después. ¿No puede ser así?
Emanuel.- Sí señor.
.- ¡Oh! Sí por cierto, y ahora está en poder del señor
gusano, estropeada y hecha pedazos con el azadón de un sepulturero... Grandes
revoluciones se hacen aquí, si hubiera en nosotros, medios para observarlas...
Pero, ¿costó acaso tan poco la formación de estos huesos a la naturaleza, que
hayan de servir para que esa gente se divierta en sus garitos con ellos?...
¡Eh! Los míos se estremecen al considerarlo.
SEPULTURERO.-con una azada, un lienzo donde revuelto vaya, y
un hoyo en tierra que le preparan: para tal huésped eso le basta.
.- Y esa otra, ¿por qué no podría ser la calavera de un
letrado? ¿Adónde se fueron sus equívocos y sutilezas, sus litigios, sus
interpretaciones, sus embrollos? ¿Por qué sufre ahora que ese bribón, grosero,
le golpee contra la pared, con el azadón lleno de barro?... ¡Y no dirá palabra
acerca de un hecho tan criminal! Éste sería, quizás, mientras vivió, un gran
comprador de tierras, con sus obligaciones y reconocimientos, transacciones,
seguridades mutuas, pagos, recibos... Ve aquí el arriendo de sus arriendos, y
el cobro de sus cobranzas; todo ha venido a parar en una calavera llena de
lodo. Los títulos de los bienes que poseyó cabrían difícilmente en su ataúd, y
no obstante eso; todas las fianzas y seguridades recíprocas de sus
adquisiciones, no le han podido asegurar otra posesión que la de un espacio
pequeño, capaz de cubrirse con un par de sus escrituras... ¡Oh! ¡Y a su
opulento sucesor tampoco le quedará más!
Emanuel - Verdad es, señor.
¿No se hace el
pergamino de piel de carnero?
Emanuel .- Sí señor, y de piel de ternera también.
.- Pues, dígote, que son más irracionales que las terneras y
carneros, los que fundan su felicidad en la posesión de tales pergaminos. Voy a
tramar conversación con este hombre. ¿De quién es esa sepultura, buena pieza?
SEPULTURERO 1.º.- Mía, señor. y un hoyo en tierra que le
preparan: para tal huésped eso le basta.
.- Sí, yo creo que es tuya porque estás ahora dentro de
ella... Pero la sepultura es para los muertos, no para los vivos: con que has
mentido.
SEPULTURERO 1.º.- Ve ahí un mentís demasiado vivo; pero yo
os le volveré.
- ¿Para qué muerto cavas esa sepultura?
SEPULTURERO 1.º.- No es hombre, señor.
.- Pues bien, ¿para qué mujer?
SEPULTURERO 1.º.- Tampoco es eso.
- Pues ¿qué es lo que ha de enterrarse ahí?
SEPULTURERO 1.º.- Un cadáver que fue mujer; pero ya murió...
Dios la perdone.
.- ¡Qué taimado es! Hablémosle clara y sencillamente, porque
si no, es capaz de confundirnos a equívocos. De tres años a esta parte he
observado cuanto se va sutilizando la edad en que vivimos... Por vida mía,
Emanuel , que ya el villano sigue tan de cerca al caballero, que muy pronto le
desollará el talón. ¿Cuánto tiempo ha que eres sepulturero?
SEPULTURERO 1.º.- Toda mi vida, se puede decir. Yo comencé
el oficio, el día que nuestro último Rey venció a Fortimbrás.
.- ¿Y cuánto tiempo habrá?
SEPULTURERO 1.º.- ¡Toma! ¿No lo sabéis? Pues hasta los
chiquillos os lo dirán. Eso sucedió el mismo día en que nació el joven l que
está loco, y se ha ido a Lima.
.- ¡Oiga! ¿Y por qué se ha ido a Lima?
SEPULTURERO 1.º.- Porque..., porque está loco, y allí
cobrará su juicio; y si no le cobra a bien que poco importa.
.- ¿Por qué?
SEPULTURERO 1.º.- Porque allí todos son tan locos como él, y
no será reparado.
.- ¿Y cómo ha sido volverse loco?
SEPULTURERO 1.º.- De un modo muy extraño, según dicen.
.- ¿De qué modo?
SEPULTURERO 1.º.- Habiendo perdido el entendimiento.
.- Pero, ¿qué motivo dio lugar a eso?
SEPULTURERO 1.º.- ¿Qué lugar? Aquí , donde soy enterrador, y
lo he sido de chico y de grande, por espacio de treinta años.
.- ¿Cuánto tiempo podrá estar enterrado un hombre sin
corromperse?
SEPULTURERO 1.º.- De suerte que si él no corrompía ya en
vida (como nos sucede todos los días con muchos cuerpos galicados, que no hay
por donde asirlos) podrá durar cosa de ocho o nueve años. Un curtidor durará
nueve años, seguramente.
.- ¿Pues qué tiene él más que otro cualquiera?
SEPULTURERO 1.º.- Lo que tiene es un pellejo tan curtido ya,
por mor de su ejercicio, que puede resistir mucho tiempo al agua; y el agua,
señor mío, es la cosa que más pronto destruye a cualquier hideputa de muerto.
Ve aquí una calavera que ha estado debajo de tierra veintitrés años.
.- ¿De quién es?
SEPULTURERO 1.º.- Mayor hideputa, ¡loco! ¿De quién os parece
que será?
.- ¿Yo cómo he de saberlo?
SEPULTURERO 1.º.- ¡Mala peste en él y en sus travesuras!...
Una vez me echó un frasco de vino del Rhin por los cabezones... Pues, señor,
esta calavera es la calavera de Christian, el payasuto de los semáforos
.- ¿Ésta?
SEPULTURERO 1.º.- La misma.
.- ¡Ay! ¡Pobre
Christian ! Yo le conocí, Emanuel ..., era un hombre sumamente gracioso detra
de una gran tristeza de la más fecunda
imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus
hombros... y ahora su vista me llena de horror; y oprimido el pecho palpita...
Aquí estuvieron aquellos labios donde yo di besos sin número. ¿Qué se hicieron
tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos achistes repentinos que de ordinario
arruinaban la mesa con depresión abismal? Ahora, falto ya enteramente de
músculos, ni aún puedes reírte de tu propia deformidad... Ve al tocador de
alguna de nuestras damas y dila, para excitar su risa, que porque se ponga una
pulgada de afeite en el rostro; al fin habrá de experimentar esta misma
transformación... Dime una cosa, Emanuel.
Emanuel .- ¿Cuál es, señor?
¿Dios
es la lágrima del amor vertida en la soledad más profunda sobre la indigencia
humana?
Emanuel-No
lo se señor
No
lo sabes ¡No te he ensañado la ciencia del logos y en ella todos los
movimientos del espíritu!
¿Cómo
puede hablarse de leyes que la razón
elabora
por sí misma si solo se puede atribuir autonomía a un ser absolutamente libre?
Emanuel- Porque hay algo que trasciende a la razón
¡Exacto! Y eso es el
espíritu
Ser
radical es tener conciencia de las propias raíces. Ahora bien, la raíz del
hombre
es ser mismo . La prueba evidente del radicalismo de la ciencia del logos
y, por tanto, de su energía práctica es
que su punto de partida es la
supresión
(Aufhebung)
positiva,
determinante, de toda religión, de todo arte, de toda filosofía y aun de toda
ciencia . La crítica de la
Ciencia
del logos conduce a la adoctrina según
la cual el hombre encuentra su esencia en la resurrección de Dios la esencia más alta
para
el hombre y,
de esta
manera, al imperativo categórico de destruir todas las
relaciones
en las cuales el hombre es rebajado, esclavizado, abandonado,
menospreciado
...
Emanuel-Enséñamela
de nuevo
¿Para
qué? Para que de nuevo juegos con el lenguaje y la destruyas como te dé la
gana.
Emanuel-Si
no, para que más
Pues
bien riámonos juntos y hagamos de esta tragedia una comedia
Te
enseñe el primer movimiento del Espíritu absoluto.
Emanuel-Si
el de la bondad que se actualiza por medio de la fe donándose para luego
redimirse otra vez por, medio de la fe, lo cual cumple todo el misterio
pascual.
¿Pero
que tiene este movimiento del otro lado del espejo en el anti espíritu, es
decir su objeto lo que tiene adelante?
Emanuel-
El trabajo
En
la sociedad productora de bienes de consumo, las relaciones
entre
los individuos parecen depender de las cosas, de las mercancías y de las leyes
de
mercado. Una fuerza misteriosa transforma los productos del trabajo humano en
mercancías
con un valor, y estas son, pues, intercambiables por otras mercancías.
Marx
intenta desenmascarar este misterio. Lo que hay de misterioso de la condición
de
mercancía consiste en devolver al hombre el carácter social de su propio
trabajo como característica objetiva del mismo producto del trabajo. Este
fenómeno es análogo al fenómeno religioso.
En
El
capital, la
superación de la religión se espera como consecuencia de un cambio de las
formas de producción que hará transparentes y, al mismo tiempo, inteligibles la
relaciones de los hombres. El resplandor religioso del mundo real solo podrá
desaparecer de este cuando las condiciones de la vida laboral práctica del
hombre ofrezcan permanentemente unas relaciones transparentes y racionales de
los hombres entre sí
y
con la naturaleza. La configuración del proceso vital de la sociedad, es decir,
del proceso material de producción, hace correr el velo místico.
En
una sociedad constituida de esta manera y que Marx cree realizable bajo la
condición de que los individuos asociados libremente asuman el control sobre la
producción y la distribución, el resplandor religioso del mundo real llegará a
desaparecer de este. La tarea que se ha de realizar, pues, no consiste de ninguna
manera en luchar contra la religión, sino en propiciar una sociedad tal que
origine la extinción de la conciencia religiosa. El sufrimiento y la miseria,
que ya eran considerados por Feuerbach como el origen de la religión, se
concretan ahora en el sufrimiento
bajo unas condiciones de existencia (un orden social) forzadas,
ininteligibles
y extrañas. El acento se ha desplazado del sufrimiento emocional al intelectual
sin olvidar la aflicción sensible.
Y
entonces solo el espíritu absoluto puede lograr el encuentro de la bondad
consigo misma si logra traspasar el trabajo humano pero antes el trabajo humano
¿No tiene que traspasar acaso a la religión y purificarlo, logrando un trabajo
desajenado?
Emanuel-Esto
es lo que no entiendo tú aquí propones un doble traspaso.
Claro
he aquí la biodramaturgia
1→0→1→←0←1←0
El
misterio pascual se ha hecho religión
1→←1→←1
Y
el trabajo es contra transferencial es decir siempre es una traba que solo con
mucho esfuerzo se vence
0→1←0
Más
para que el trabajo sea una labor pascual y para que la religión sea misterio
pascual es decir bondad que se encuentra a si misma reconociéndose como
santidad debe traspasar al trabajo ,
pero primero el trabajo debe de traspasar a la religión.
0←1←0← (1→←1→←1) ← 0→1←0
alteración
Y
luego la religión al trabajo
1→←1→←1
(0→1→0) →1→0→1 contra alteración
En
el traspaso ambos se purifican se reparan y se reencuentran, el tener del
trabajo se desajena y el ser de la religión se revela santa.
Estos
son los movimiento de la ciencia del logos el movimiento contratraferencial en
donde se se hace la alteración de sistemas para librarnos de la transferencia
impuesta y la contra alteración para purificar la contra transferencia.
Se
comprende mejor viendo todo el cuadro
1→0→1
Religión misterio pascual Espíritu absoluto
1→0→1→0→1→0 Arte Espíritu revelado
1→0→1→0→1→0→1→0→10
Filosofía Espíritu subjetivo
1→0→1→0→1→0→1→0→10→←10←1←0←1←0←1←0←1←0
Ciencia Espíritu
objetivo
10←1←0←1←0←1←0←1←0 voluntad Anti espíritu
subjetivo
1←0←1←0←1←0 Libido Anti espíritu
revelado
0←1←0
trabajo Misterio Dharmico Anti espíritu absoluto
En
el pensamiento de Marx, la religión
era
un narcótico que el propio pueblo anhelaba en su desgracia y que procedía de la
miseria real de su situación. En el pensamiento de Lenin, en cambio, el
narcótico se convierte en un medio intencionalmente creado por las clases
dominantes para mantener al pueblo esclavizado y para recibir, por parte de él,
una actitud de humildad y de paciencia en la vida terrenal. La religión se
convierte, entonces, en un
instrumento
de dominación. Según él, el marxismo considera invariablemente todas las
religiones e Iglesias como órganos del capitalismo reaccionario, que sirven para
proteger la explotación y para engañar a la clase obrera.
En
la década de los setenta, los filósofos y teólogos de la liberación más lúcidos
ya dieron razón de la simplicidad de la interpretación de Lenin y resaltaron,
en contraposición, el nervio transformador y revolucionario intrínseco al
cristianismo primitivo. Hicieron un esfuerzo por retornar a las fuentes
originarias de la filosofía marxiana y poner de relieve las coincidencias entre
el proyecto de Marx y el de Jesús
de
Nazaret.
Así
podemos decir que no hay Evangelio sin revolución y no hay revolución sin
evangelio.
El
hombre posmoderno ha dejado de acercarse a las instituciones religiosas
tradicionales
para llenar su vida de sentido. No encuentra consuelo en su soledad y se acerca
a otros ámbitos y mediadores para conseguir el consuelo que anhela en sus
momentos de temor. El resultado, en cualquier caso, está claro: el hombre
siente necesidades de orden metafísico y espiritual que no puede solucionar con
los medios científicos y tecnológicos que tiene a su alcance. Esta necesidad se
puede interpretar
como
un desorden de la naturaleza, como un síntoma enfermizo de la criatura humana, pero
también se puede leer como una manifestación de la grandeza del hombre y de su
singularidad en el conjunto del universo.
Y
en esa singularidad solo logrando el misterio pascual es que se logra el
misterio dharmico y solo así se supera a la religión y al trabajo enajenado
Pero
este primer círculo engloba otros pequeños que deben de realizarse
Si
el espíritu revelado no traspasa al inconsciente y si primero el inconsciente
no traspasa al espíritu revelado no se podrá lograr la sintransferencia el
biotejido.
Ya
te mande los textos sobre el psicoanálisis cuando hablo de los maestros de la
sospecha y ahí hay dos caminos complementarios el de Jung y el de lacan, si la
libido consciente por medio del psicoanálisis traspasa al espíritu revelado la
libido se libera y si el espíritu revelado traspasa a la libido consciente, la
belleza se hace creatividad.
Luego
viene el traspaso del anti espíritu subjetivo al espíritu subjetivo, aquí la
clave es Nietzsche espero hayas podido comprender el eterno retorno en el él
devenir se integra con el ser pero el movimiento ene l anti espíritu subjetivo
es más complejo y para comprender la voluntad de poder, hay que comprender a la
voluntad de ser y para esto necesitamos a Heidegger:
Heidegger y la cuestión del ser
El pensador alemán Martin Heidegger desarrolla su actividad
filosófica dentro del ámbito de la fenomenología de Edmund Husserl. Sin
embargo, cuando en 1927 publica su primera obra importante, Ser y tiempo (Sein
und Zeit), incluye en ella una crítica radical de la subjetividad trascendental
husserliana. Según Heidegger, Husserl pretende establecer como dato más simple
y evidente la conciencia pura e inmutable del sujeto que constituye el mundo y
hace posible toda significación al darle a todo objeto su carácter de objeto,
una unidad y un sentido más allá de su ser espacial y temporal. Pero Heidegger
considera que esta conciencia pura e inmutable enfrentada a los objetos no es
el dato más simple y originario, sino una ilusión generada por el conocimiento
teórico, el cual introduce en la vida natural la relación objetivante “sujeto
que tiene delante un objeto” en que consiste su propia estructura, y con ello
deforma esa vida natural o espontánea impidiendo el acceso a su auténtica
fuente de significación, al hecho de que cada yo se encuentra consigo mismo en
el mundo en aquello en lo que vive o de lo que se ocupa, en el hallarse inmerso
en un proceso temporal e histórico constituido por unos todos de
significatividad o todos de útiles dentro de los cuales él está en continua
actividad, comportándose, existiendo. Lo primario que se trata de entender no
será accesible desde los conocimientos de un sujeto acerca de los objetos, ni
siquiera desde los actos del sujeto sobre los objetos, sino desde los
comportamientos del sujeto, que incluyen tanto a los objetos como a lo que el
propio sujeto experimenta en sí mismo. El punto de partida tiene que ser el
análisis de la actividad práctica de la vida.
1 1. Ser y tiempo 1.1. La pregunta por el Ser En Ser y
tiempo Heidegger hace la pregunta por el sentido del Ser, por el sentido de
aquello que determina a los seres como seres y hace posible que sean
entendidos, por el sentido de la capacidad de encontrar sentido a todo lo que
existe. Cuando algo existe decimos que es, yo soy, él es, la mesa es, la lluvia
es, ¿pero qué queremos decir exactamente con esto? ¿Cómo es posible que algo
sea? ¿Qué es el Ser? Heidegger reconoce que esta pregunta ya se la ha hecho
toda la tradición occidental, pero añade
que se la ha hecho de un modo erróneo, pues siempre se ha
pensado sobre el Ser como si fuera algo que está delante, como presencia
constante, y por tanto se ha pensado a partir de un determinado modo temporal,
a partir del presente, haciendo caer la decisión sobre el sentido del Ser
dentro del ámbito temporal sin cuestionarse siquiera si esto es posible, y
descartando de ese sentido del Ser la experiencia del cumplimiento de la vida
de todo ser humano, que no es un mero presente, sino que es una experiencia
fáctico-histórica, la existencia propiamente dicha, un continuo proyectarse
hacia el futuro desde un pasado, un continuo hacer planes e intentar
cumplirlos. La meta de la obra será así comprobar si el tiempo es un horizonte
posible para comprender el Ser, si el Ser se ha de dar necesariamente con el
tiempo, y de paso, intentar mostrar que esta búsqueda del sentido temporal del
Ser sólo se puede realizar desde la aclaración de la existencia fáctica de los
seres humanos, los únicos para los que hay Ser. Veamos como se realiza este
proyecto. 1.2. Distinción entre Ser y ente Heidegger comienza distinguiendo
entre Ser (Sein) y ente (Seiend). Ser es lo que determina al ente en cuanto
ente, lo que hace que un ente sea, y ente significa cosa, algo que es. Por
ello, todo ente presupone el Ser, que no puede ser pensado como un ente más,
como una cosa o un objeto, sino que es una especie de horizonte significativo
desde el cual toda realidad, todo ente, es siempre visto. Ser es pues la idea
no captada conceptualmente que la metafísica supone sin tematizar. Es una idea
indefinida de la que no tenemos en principio ningún contenido que la precise,
pero que está actuando desde el momento en que hay entes, cosas que son. Es un
significado anterior a todas las distinciones que la tradición ha efectuado
sobre los entes y que han dado lugar a las diferentes ciencias o saberes.
Primero los entes son, tienen ser, las cosas existen, y presuponiendo esto, las
diferentes ciencias acotan un ámbito del Ser, un grupo de entes, y los estudia.
Por ejemplo, la física estudia los entes o cosas que se mueven y alteran, la
matemática estudia los entes o cosas numéricos, la historia estudia cómo se han
comportado o qué le ha sucedido a un grupo de entes llamados seres humanos,
etc. 1.3. El ser-ahí como punto de partida Si la cuestión del Ser es
prioritaria sobre las otras, si no se puede derivar de ninguna cuestión
anterior, pues cualquier ente o cosa que veamos ya es, ¿cómo abordar entonces
el Ser? ¿cómo sería posible la Ontología o cuestionamiento acerca del Ser?
Heidegger indica que el Ser será abordable si partimos del ser humano, único
ente que se pregunta por el Ser. Todos los entes son, todas las cosas tienen
ser, pero sólo un grupo de entes, los seres humanos, preguntamos por el Ser, y
ello indica que tenemos una cierta precomprensión de él, una comprensión
confusa y poco clara, ya que preguntamos por el Ser sin que acabemos de ver
exactamente por lo que preguntamos, pero real, pues en caso contrario no
podríamos ni tan siquiera hacernos la pregunta. Nadie se imagina, por ejemplo,
a un caballo o a un árbol preguntándose por el Ser: Nos movemos desde siempre en
una comprensión del Ser (Seinsverständnis). Desde ella brota la pregunta
explícita por el sentido del Ser (dem Sinn von Sein) y la tendencia a su
concepto. No sabemos lo que significa “Ser”. Pero ya cuando preguntamos: , nos
movemos en una comprensión del “es” (ist), sin que podamos fijar
conceptualmente lo que significa el “es”. (Sein und Zeit. § 2, p. 5 (Edición
Niemeyer). Traducción castellana: Ser y Tiempo (Edición Trotta), pp. 28-29).
El ser humano es, dice Heidegger, ser-ahí (Dasein), único
ente que entiende el Ser, que ve su vida afectada por el Ser, que existe
(Existenz), y lo que tenemos que hacer para intentar alcanzar un conocimiento
lo más claro y preciso del Ser es analizar ese rasgo especial del ser humano o
ser-ahí, aclarar esa vaga comprensión que poseemos del Ser. Se trata de
distinguir entre lo existentivo (existenziell) u óntico del ser humano,
aquellas propiedades o aspectos que posee en cuanto es un ente más, y lo
existencial (existenzial) u ontológico, aquellos elementos que se refieren al
ser humano en tanto condicionado por su comprensión del Ser, aquello que lo
convierte en un ser ahí, y que es lo que nos interesa. 1.4. El ser-en-el-mundo
Lo primero que se revela al analizar al ser humano o ser-ahí (Dasein) es el
ser-en el-mundo (In-der-Welt-sein), el hecho de que no es un sujeto aislado en
sí mismo, sino que sólo tiene subjetividad en cuanto la despliega en su mundo
circundante, en cuanto piensa o se ocupa de los demás entes o cosas que le
rodean. Al ser-ahí se le ha de ver, pues, en el conjunto de intenciones,
significaciones y cosas con las que se relaciona, y a las cosas o entes no hay
que tomarlas como cosas en sí mismas, sino como relacionadas con el ser del
ser-ahí. El ser-ahí no sale fuera, todo acontece en su estar fuera en medio de
los entes: Dirigiéndose hacia… y aprehendiendo algo, el ser-ahí (Dasein) no
sale de su esfera interna, en la que estaría primeramente encapsulado, sino
que, por su modo primario de ser, ya está siempre “fuera” (draußen), junto a un
ente que sale al encuentro (begegnenden) en el mundo ya descubierto (entdecken)
cada vez. Y el determinante estar junto al ente por conocer no es algo así como
un abandono de la esfera interna, sino que también en este “estar fuera”, junto
al objeto, el ser-ahí está “dentro” (drinnen) en un sentido que es necesario
entender correctamente; es decir, él mismo es el “dentro”, en cuanto es un
ser-en-elmundo cognoscente. Y, a su vez, la aprehensión de lo conocido no es un
regresar del salir aprehensor con la presa alcanzada a la “caja” (Gehäuse) de
la conciencia (Bewußtseins), sino que también en la aprehensión, conservación y
retención el ser-ahí cognoscente sigue estando, en cuanto ser-ahí, fuera. (Sein
und Zeit. § 13, p. 62 (Edición Niemeyer). Traducción castellana: Ser y Tiempo
(Edición Trotta), p. 88). No hay por tanto una estricta contraposición
sujeto-objeto o conciencia-objeto, un elemento aislado que tiene enfrente,
fuera de él, unas cosas totalmente independientes que usa o no, como defiende
mayoritariamente el pensamiento tradicional, incluido Husserl, y el propio
sentido común, sino una íntima unidad de ambos aspectos denominada
ser-en-el-mundo. El ser-ahí o ser humano sólo puede vivir refiriéndose a los
entes que le rodean. Ningún ser humano puede lograr, aunque sólo sea por un
momento, dejar de pensar en nada o no ocuparse de algo. El ser-ahí está siempre
relacionándose con los entes externos, integrándolos en sus propios
sentimientos o estados de ánimo (Stimmung), comprendiendo y realizando con
ellos parajes o todos de significatividad (bewandtnisganzheit), dando razones,
realizando descubrimientos, abriendo posibilidades, proyectando, existiendo,
erigiendo el mundo que forma parte de su propio ser. A su vez, todos los entes
que rodean a un ser-ahí no son algo por sí mismos, sino que forman parte de los
parajes o todos de significatividad que realiza el ser-ahí cuando los abre o
hace accesibles (erschliessen), cuando forman parte de los conjuntos de
referencia que realiza el ser-ahí y que no les son extrínsecos, sino que los
constituyen en cuanto útiles (Zeug), constituyen su ser mismo, les dan un
sentido, los convierten en objetos. Lo que no significa que Heidegger adopte la
posición idealista, pues aunque el mundo parece ser un conjunto de relaciones
significativas que el ser-ahí pone, los instrumentos que se manejan son reales,
la significación es real.
El ser-ahí existe dando un sentido o utilidad a los entes
que le rodean, convirtiéndolos en objetos manejables e integrándolos en sus
centros de interés: el martillo sirve para clavar clavos, y esto le da su
identidad, su ser, mientras que los cuadros se clavan para colgar un cuadro,
que sirve para adornar, para que el ser humano esté a gusto, para que descanse
mejor, para que pueda trabajar más, y así hasta donde se quiera. Si no hubiera
seres humanos, puede que hubiese algo, no lo sabemos, pues no nos podemos
imaginar el mundo sin seres humanos, pero lo que es seguro es que no habría
martillos, ni clavos, ni cuadros, pues todo esto son identidades o sentidos que
el ser humano otorga a los entes que le rodean cuando los integra en los todos
de significatividad o conjuntos de para qué que forman parte de sí mismo, y el
último para qué, lo último que le va al ser-ahí, es el cuidado (Sorge) de los
entes: Ser-en-el-mundo (In-der-Welt-sein), según la interpretación que hemos
hecho, quiere decir: absorverse atemática y circunspectivamente en las
remisiones constitutivas de la manejabilidad (Zuhandenheit) del todo de útiles
(Zeugganzen). El cuidarse de (Besorge) es, en cada caso, como es, sobre la base
de una familiaridad con el mundo. (Sein und Zeit. § 16, p. 76 (Edición
Niemeyer). Traducción castellana: Ser y Tiempo (Edición Trotta), p. 103). El
ser ahí es un ente cuyo ser es posibilidad, ser de una manera o de otra. Encontrándose
(Befindlichkeit) en el mundo y comprendiendo (verstehen), se cuida (besorgen)
de los entes que le rodean, se preocupa por ellos, e integrándolos en todos de
significatividad va más allá de sí y traza metas o posibilidades que luego
intenta cumplir. El ser-ahí alcanza así su propia apertura o estado de abierto
(Erschlossenheit), abre las posibilidades de su ser y las regula. El ser-ahí
existe (Existenz), se las tiene que ver con el Ser, siendo relativamente al
poder ser que es él mismo, como proyecto. Y cuando se comporta de este modo,
cuando utiliza los entes que le rodean para trazar metas o posibilidades que
luego intenta cumplir, el ser-ahí existe propiamente. No hay un sujeto
contrapuesto al Ser, no hay una especie de relación entre el ser-ahí y el Ser,
sino que la existencia designa el ser del ser-ahí en tanto que éste es un
comportarse según el modo de la posibilidad. No se trata de permanecer en la
inactividad o en la contemplación, sino que se trata de vivir trazando
posibilidades, asumiendo riesgos, existiendo. 2 Del mismo modo, la relación del
ser-ahí con sus semejantes, con los otros ser-ahí o seres humanos, también
forma parte del ser-en-el-mundo. Pero la relación del ser-ahí con estos otros
entes que son semejantes a él, que no son útiles manejables, va más allá del
cuidarse de ellos (Besorge), es un preocuparse por ellos (Fürsorge) que genera
lo social y sus instituciones, y que surge a partir del carácter originario del
ser-ahí como ser-con (Mitsein). En la relación con los demás no hay dos sujetos
que estén juntos, un yo que se complete con un tú, sino un ser-nosotros
originario. Aunque también es cierto que esta dimensión intersubjetiva se ve
fuertemente limitada por el hecho de que la existencia propia o auténtica es
finalmente asunto de uno solo, que es cada ser-ahí el que existe proyectándose
o cuidándose, mientras que la existencia impropia o inauténtica, la caída, se
identifica con las excesivas concesiones a la intersubjetividad.
1.5. La caída, el uno y el cuidado La existencia es el lugar
del ser del ser-ahí, el ser humano existe bajo el modo de la posibilidad,
trazando metas e intentando cumplirlas. Pero llega un momento en el que el
ser-ahí comprende su facticidad, que es proyecto arrojado (geworfenen Entwurf).
Se da cuenta de que él no se ha creado a sí mismo ni tampoco al mundo en el que
se encuentra, sino que se halla ahí, instalado, arrojado, sin un fundamento,
sin un motivo, y se da cuenta, además, de que él tampoco ha escogido ser cómo
es, un ente que existe o se comporta con el Ser a modo de posibilidad,
escogiendo unas posibilidades y no otras. Y sin embargo, pese a no haber
escogido ser o existir, y pese a no haber escogido su manera de ser o existir,
su ser o existir a modo de posibilidad, el ser-ahí se sabe responsable de su
ser como si él lo hubiera construido. Comprende que en su existir se juega su
ser, que si se equivoca al trazar o al cumplir las posibilidades puede dejar de
ser o existir, puede salirse del mundo, puede morir. Se da cuenta de que es
responsable de un ser que él no ha creado y que es de un modo que él no ha
escogido. Experimenta entonces el estado de ánimo de saberse abandonado a sí
mismo, siente angustia (Angst), malestar, desasosiego. Es precisamente al
tratar de evitar la angustia y el malestar cuando el ser-ahí cae (fallen),
cuando deja de vivir propiamente y escucha lo que el uno (das Man) tiene que
decirle. El uno (das Man) no es alguien en concreto, sino lo otro, el sujeto
disipado en la mundanidad, el dejarse llevar por el exterior, por lo que se
dice, por lo que se piensa, por lo que no es nadie y somos todos. El uno es lo
que podríamos llamar la sociedad, las estructuras que implantan lo que está
bien y lo que está mal, lo que se debe y lo que no se debe pensar o hacer. Y
sometido al uno, abandonado a la influencia o guía de algo que está fuera de él
y que le evita la angustia, el ser-ahí pierde su ser, no en el sentido que se
lo quiten, sino en el sentido que ya no es suyo, pues renuncia a plantearse sus
propias posibilidades, a comprender e ir más allá de sí, a ser relativamente al
poder ser que es él mismo, y acepta como posible lo que el uno dice que es
posible, entregado a las habladurías (Gerede) o mero repetir y transmitir lo
que se habla, entregado a la avidez de novedades (Neugier) o excitación por lo
siempre nuevo y entregado a la ambigüedad (Zweideutigkeit) o creencia de que se
entiende todo cuando en realidad no se entiende nada. Pero el ser-ahí tiene
encomendado su ser, no puede despedir su propio ser ni abandonarlo al uno, es
caído cuidante, tiene que cuidarse en medio de la caída, y por eso más tarde o
más temprano acaba saliendo del uno y aceptando la angustia que se experimenta
en la conducta auténtica de darles un ser o sentido a los entes que le rodean y
trazar las propias posibilidades, aceptando la responsabilidad de ese ser
propio a modo de posibilidad que ni se ha creado ni se ha escogido, cuidándose
de aquello que ha de hacerse. Estructura del cuidado que unifica la pluralidad
de modalidades del ser del ser-ahí. 1.6. El análisis de la verdad Es en este
punto de Ser y tiempo donde Heidegger, consecuente con lo expuesto hasta el
momento, presenta en el § 44 su teoría de la verdad como desocultamiento o
desvelamiento, teoría que según él recupera la originaria concepción de la verdad
que poseían los primeros pensadores griegos.
Tradicionalmente la verdad se ha entendido como la
adecuación del entendimiento con la cosa, como la correspondencia de lo que hay
en el entendimiento con lo que la cosa es, ligando así estrechamente verdad y
conocimiento. El conocimiento es la relación entre un sujeto y un objeto, un
proceso mediante el cual el sujeto sale de su esfera y capta las
determinaciones del objeto, para luego retornar a sí y tener conciencia de lo
captado. El sujeto se forma así la imagen del objeto, aunque no de un modo
ingenuo, pues ha de tener en cuenta que lo aprehendido se incluye en su
relación experiencial y a través de sus propias estructuras cognoscitivas. El
conocimiento no es el objeto como es en sí, sino la representación o imagen que
del objeto se hace el sujeto, y esta representación puede ser acertada o
desacertada. Si los rasgos del objeto están de algún modo reproducidos en la
imagen, el conocimiento es verdadero, si hay discrepancia es no verdadero,
error. La verdad o no verdad está así en un primer nivel en la representación y
en un segundo nivel en la unión de representaciones o juicio, y se define como
la uniformidad o concordancia del contenido de la representación, o del
contenido de la unión de representaciones o juicio, con el objeto, mientras que
el objeto no puede ser ni verdadero ni no verdadero, es en sí lo que es. Si yo
digo: “El lápiz es blanco”, la verdad o lo falso no está en el lápiz, en la
cosa sin más, sino en la afirmación sobre la cosa, en el juicio o unión de la
representación “lápiz” y de la representación “blanco” referidas a la cosa.
Siendo dicho juicio verdadero o falso en función de que la representación que
hago en mi mente concuerde o no con la cosa, que sea o no un lápiz, y en
función de que el enlace que hago en mi mente entre las representaciones
concuerde o no con el enlace que está hecho en la cosa, que sea o no un lápiz
blanco. Heidegger acepta esta concepción tradicional de la verdad como
correspondencia, pero señala que es secundaria y depende de una verdad más
originaria, que es el estar la cosa o ente en el ser-en-el-mundo, su
significado en un contexto, el haber sido desvelada o hecha aparecer por el
ser-ahí que se cuida encontrándose-comprendiendo. Sólo cuando el ente ha sido desocultado
o puesto de manifiesto por el ser humano o ser-ahí, sólo cuando le ha sido dado
un ser o sentido, puede ser objeto de la verdad secundaria de la tradición que
sitúa lo verdadero o lo falso en el juicio. Sólo cuando el ser humano hace
surgir la verdad originaria de una cosa y la desoculta o pone de manifiesto
como el objeto lápiz, pueden surgir las verdades secundarias como
correspondencia, pueden hacerse juicios verdaderos o falsos sobre ese lápiz.
Por tanto, en un sentido original, verdadero significa la desocultación o
puesta de manifiesto (entdeckend) de un ente por el ser-ahí, y falso significa
la no desocultación. El ser-ahí es el ente veritativo que otorga o no verdad a
los otros entes, que permite que se manifiesten, y esto tiene una serie de
consecuencias: En primer lugar, hay una equivalencia entre verdad y Ser, pues
mientras que para la tradición el Ser y la verdad se oponen como lo que existe
a manera de cosa y lo que adquiere la luz a manera de iluminación intelectual,
la concordancia entre lo de dentro y lo de fuera, para Heidegger Ser y verdad
son lo mismo en cuanto el ser del ente es ser puesto de manifiesto o ser
desocultado, ser hecho verdad por el cuidado del ser-ahí. En segundo lugar, es
evidente que sin el ser-ahí o ser veritativo no puede haber verdad. Por
ejemplo, no hubo verdad de la gravedad hasta que no hubo un Newton que la
descubrió, sólo una vez formulada por él fue verdad, y verdad objetiva, pues permite
que se manifiesten entes reales. Antes de él no existía, era falsa, algo no
desvelado, no manifestado. Finalmente, si el ser humano o ser-ahí es el ente
donador de verdad, no puede demostrar dicha verdad, pues está en ella, del
mismo modo que no puede demostrar la existencia del ser humano en cuanto que lo
tendría que demostrar desde sí mismo, que ya existe, y no puede demostrarse
algo de lo que ya se parte.
1.7. La temporalidad como el ser del cuidado Explicado el
tema de la verdad, Heidegger se dedica a exponer con más detalle el modo de ser
propio del ser-ahí, cómo el ser-ahí se ve obligado a ser continua acción y
devenir debido a que su estructura ontológica se relaciona con la nada. Como el
ser-ahí se las tiene que ver con el Ser, existe, a modo de posibilidad,
trazando posibilidades e intentando cumplirlas, tiene una doble relación con el
no-ser o nada. En primer lugar, es fundamento de un no-ser o nada en tanto que
toda proyección o posibilidad tomada excluye lo no proyectado, en cuanto al
elegir unas posibilidades deja de escoger otras, que no serán, y, en segundo lugar,
está afectado por el noser o nada en tanto que elegirá estar o existir en una
posibilidad que aún no es: El ser-ahí es su fundamento existiendo
(existierend), es decir, de tal manera que él se comprende desde posibilidades
y, comprendiéndose de esta manera él es el ente arrojado (geworfene Seiende).
Ahora bien, esto implica que, pudiendo ser, el ser-ahí está cada vez en una u
otra posibilidad, que constantemente no es alguna otra y que ha renunciado a
ella en el proyectarse existentivo. El proyecto no sólo está determinado por la
nihilidad (Nichtigkeit) del ser-fundamento en tanto que aquél siempre está
arrojado, sino que, incluso como proyecto, es esencialmente negativo (nichtig).
(Sein und Zeit. § 58, p. 285 (Edición Niemeyer). Traducción castellana: Ser y
Tiempo (Edición Trotta), p. 303). Sucede que las posibilidades que el ser-ahí
proyecta conciernen a las posibilidades de su ser como un todo que va variando
en función de las posibilidades que se cumplen y de las que no se cumplen, de
las adiciones. Si el ser-ahí puede captarse a sí mismo como una totalidad es
precisamente porque es finito y posee un límite que no puede sobrepasar y que
lo completa, porque le espera su propia muerte como posibilidad propia,
inevitable e intransferible, porque es seguro que un día morirá. Si el ser-ahí
viviese siempre no sería una totalidad proyectante. Es la muerte lo que permite
que el ser-ahí se vea a sí mismo como totalidad que existe proyectando
posibilidades. Y en este sentido el ser-ahí es ser-para-la-muerte. Pero esto
significa también que la muerte es el límite de esa totalidad que es el
ser-ahí, el fin de su ser en el mundo. La muerte no es una posibilidad entre
otras del ser-ahí, sino su más peculiar posibilidad, la posibilidad de la más
absoluta imposibilidad, la posibilidad tras la cual acecha la nada. El ser-ahí
está insatisfecho en el fondo más originario, pues es doblemente deudor
(schuldig). Es deudor en tanto que es fundamento de no-ser o nada, las
posibilidades rechazadas, y en tanto que es relativamente a un fin, en cuanto
vive la muerte como la posibilidad suprema que le singulariza, que le arranca
del uno en el que todas las cosas son substituibles, y que sin embargo es la
posibilidad de la imposibilidad, pues es la posibilidad de la nada, y es imposible
que la nada sea. 4 Finalmente, Heidegger muestra cómo el comportarse con el Ser
a modo de posibilidad implica el tiempo, pues en cuanto la existencia del
ser-ahí es poder ser, esta existencia no es nunca un simple tener que vérselas
con el presente, sino tener que ver con el haber sido pasado y el haber de ser
futuro. Todas las estructuras del ser-ahí, unidas bajo la estructura del
cuidado, deben concebirse en lo que respecta a su despliegue como temporales.
Todo acontece en un único movimiento desglosado en un triple tipo de vivencia,
pasado, presente y futuro, que se halla por debajo de todas las demás
vivencias. En cuanto el cuidado tiene estructura de posibilidad, su ser es la
temporalidad. Y que la temporalidad es el ser del cuidado quiere decir que el
ser-ahí es anticiparse a sí (referencia al futuro) siendo ya (referencia al
pasado) en el mundo en medio de los entes (referencia al presente): La
totalidad del ser (Seinsganzheit) del ser-ahí como cuidado (Sorge) quiere
decir: anticiparse-a-sí-siendo-ya-en (un mundo) y en-medio-de (los entes que
comparecen dentro del mundo). (Sein und Zeit. § 65, p. 327 (Edición Niemeyer).
Traducción castellana: Ser y Tiempo (Edición Trotta), p. 344). La constitución
fundamental del ser-ahí se funda en la temporalidad (Zeitlichkeit). Pero, si,
por otra parte, la comprensión del Ser pertenece a la existencia del ser-ahí,
entonces de la temporalidad depende también la posibilidad de la comprensión
del Ser, la posibilidad de la Ontología misma. Y en la medida en que la temporalidad
(Zeitlichkeit) o el desarrollo histórico se convierte en tema u horizonte de la
condición de la posibilidad de la comprensión del Ser y de la Ontología como
tal, se convierte en temporeidad (Temporalität). 5 2. La segunda etapa del
pensamiento de Heidegger 2.1. El viraje Con lo dicho, Ser y tiempo alcanza el
primer objetivo propuesto, mostrar la temporalidad de la existencia fáctica del
ser humano, pero no realiza el paso más importante, no muestra el tiempo como
horizonte posible para comprender el Ser. La obra queda inacabada, y ello es
debido a que Heidegger se da cuenta de que estaba cayendo en aquello mismo que
criticaba, pues Ser y tiempo intenta alcanzar la comprensión del Ser utilizando
el lenguaje y los esquemas mentales de esa tradición metafísica occidental
dominada por la infundada idea del Ser como constante presencia y por la
creencia en un sujeto independiente enfrentado a unos objetos que no forman
parte de él. Además, los comentarios provocados por la publicación de Ser y
Tiempo, que iban desde las interpretaciones exclusivamente existencialistas de
la vida humana a las interpretaciones teológicas, le hicieron comprender a
Heidegger que había sido mal entendido respecto al objetivo perseguido, que no
era otro que formular la pregunta única y verdaderamente propia por el Ser.
Malentendido que según él no era responsabilidad de su libro, sino del propio
abandono del Ser en el que se hallaba la época moderna. Por este motivo,
Heidegger realiza lo que se ha dado en llamar el viraje o cambio (Kehre) que da
lugar a una segunda etapa. Inicia así un pensar diferente que encuentra alguna
reminiscencia en los filósofos presocráticos, pues se quiere anterior a todas
las divisiones epistemológicas y disciplinarias, y utiliza a la poesía y a al
arte como forma de argumentar y como fuente de reglas. Nueva manera de pensar
que ya no cree en el discurso razonado, Heidegger no se molestará en responder
a ninguna crítica, y que ya no se expresa mediante obras sistemáticas como Ser
y tiempo, sino a través de colecciones de pensamientos que permanecerán
inéditas, como Aportes a la filosofía (1936-1938), o a través de cursos universitarios y textos
sueltos como “¿Qué es Metafísica”? (1929), “De la esencia de la verdad” (1930),
Introducción a la Metafísica (1935), “El origen de la obra de arte” (1935),
“Hölderlin y la esencia de la poesía” (1936), “Epílogo a <>” (1943),
“Carta sobre el humanismo” (1947) o “La pregunta por la técnica” (1954).
Escritos que presentan impresiones o ideas apenas esbozadas, pues no pretenden
conseguir un comprender acabado sobre la cuestión del Ser, establecer consignas
definitivas, sino simplemente provocar un giro en la disposición de ánimo a
partir del cual sea posible captar paulatinamente aquello que debe ser dicho:
Este pensamiento esencial –que, por lo tanto, siempre y desde cualquier punto
de vista es preparatorio–, se dirige hacia lo imperceptible. Aquí, cualquier
colaboración pensante, por muy torpe y vacilante que sea, constituye una ayuda
esencial. La colaboración pensante se convierte en una invisible semilla, nunca
acreditada por su validez o utilidad, que tal vez nunca vea tallo o fruto ni
conozca la cosecha. Sirve para sembrar, o incluso para preparar el sembrado.
(“Nietzsches Wort >>Gott ist tot<<>. Caminos del Bosque (Alianza)
p. 158). El objetivo de esta segunda etapa sigue siendo el mismo que el de la
primera, pasar de la comprensión previa y confusa del Ser que posee todo
ser-ahí a una comprensión plena y auténtica. Pero ahora se reconoce que para
salir del abandono del Ser y alcanzar su plena comprensión es necesario en
primer lugar comprender el origen de ese abandono y en segundo lugar establecer
un nuevo modo de acceso, tareas para lo cual es necesario renunciar al lenguaje
y a los esquemas mentales de la metafísica tradicional y encontrar un nuevo
lenguaje y una nueva manera de pensar. Básicamente, este nuevo enfoque se
caracteriza por la afirmación de la absoluta primacía del Ser sobre todo
intento de comprenderlo como derivado en cualquier sentido posible de la existencia
humana. Siendo también fundamentales la consideración del lenguaje no como un
instrumento del pensamiento sino como medio del pensamiento mismo y el rechazo
explícito del mundo moderno dominado por la técnica. 6 Veamos todo esto con
calma. En esta segunda etapa, el Ser ya no es una proyección del ser-ahí o ente
veritativo que existe proyectándose y abriendo posibilidades, permitiendo la
verdad, ahora el Ser es lo radicalmente primero, lo que constituye al ser-ahí y
a la vez lo interpela, lo que lo hace ser. De hecho, en diversas ocasiones
Heidegger sustituye la palabra alemana actual para referirse al Ser “Sein”, por
su grafía más antigua “Seyn”, o incluso tacha la palabra “Sein” en aspa,
intentando acentuar el hecho de que aquello por lo que se pregunta es el Ser
mismo, no el Ser como mera verdad del ente tematizado por la tradición
metafísica: La pregunta por el “sentido”, es decir, según la dilucidación en
Ser y tiempo, la pregunta por la fundación del ámbito de proyección, en breve
por la verdad del Ser mismo (Seyn), es y permanece mi pregunta y es la única
mía, pues ella rige para lo único por excelencia (…) La pregunta por el
“sentido del Ser” es la pregunta de todas las preguntas. En la realización de
su despliegue se determina la esencia de lo que aquí “sentido” denomina,
aquello en lo que se sostiene la pregunta como mediación, lo que ella como
pregunta inaugura: la apertura para el ocultarse, es decir, la verdad (…) La
pregunta por el Ser (Sein) es el salto al Ser mismo (Seyn), que el hombre
cumple como buscador del Ser mismo (Seyn), en tanto que es un hacedor pensante.
(Beiträge zur Philosophie (Vom Ereignis). § 4, Gesamtausgabe. Band 65. pp.
10-11. Traducción castellana: Aportes a la filosofía. Acerca del evento.
(Almagesto / Biblos).
2.2. El olvido del Ser En el § 44 de Ser y tiempo Heidegger
había llegado a afirmar que sólo en tanto que el ser-ahí es hay Ser, pues sólo
hay Ser en tanto que la verdad es, y la verdad sólo es mientras el ser-ahí, el
ente veritativo, es y en la medida en que es. Por el contrario ahora, aunque la
verdad continúa siendo el manifestarse de los entes, el que tengan ser, se
eliminan todos aquellos aspectos que parecían conceder al ser humano o ser ahí
una primacía subjetiva dentro del mundo en cuanto era el ente veritativo que
asignaba el ser a los demás entes y hacía posible la verdad como
desocultamiento. Las cosas son simplemente entes sin referencia a su
disponibilidad para el ser-ahí y que son verdad en cuanto aparecen, en cuanto
tienen ser. Se insiste en que el ente nace del Ser, que los entes nunca carecen
de ser, mientras que el propio Ser reposa de un modo más inicial en su verdad,
que posee esencia sin entes: (…) no sólo el ente (Seiende) nace del Ser (Sein),
sino que también y de modo aún más inicial el propio Ser reposa en su verdad y
la verdad del Ser se presenta como el ser de la verdad (…) El Ser no es ninguna
cualidad intrínsicamente existente de lo ente. A diferencia de lo ente, el Ser
no se deja representar y producir como un objeto. Eso absolutamente otro en
comparación con lo ente es lo no-ente. Pero dicha nada se presenta como el Ser
(…) Sin el Ser, cuya esencia abismal pero aún no desplegada nos viene destinada
por la nada y nos conduce a la angustia esencial, todo ente permanecería
inmerso en la ausencia de ser. (“Nachwort zu >> Was ist Metaphysik?
<<>”. Hitos (Alianza), pp. 252-253). El Ser es lo absolutamente otro,
lo que no es ente u objeto, y este “no” es paradójicamente la posibilidad de la
nada. Al igual que en Ser y tiempo, el ser humano es el único ente que es
llamado en su esencia a la verdad del Ser, que siendo interpelado por la voz
del Ser experimenta la maravilla de las maravillas, que lo ente es y el Ser no
es ente. El ser humano es el único ente que tiene una experiencia del Ser como
experiencia de la alteridad respecto a todo ente, y eso le aproxima a lo
abisal, a la experiencia de la nada, que le angustia y que sin embargo
satisface la suprema exigencia de su esencia. Y si el ser humano no soporta la
angustia esencial, si siente miedo o angustia ante la angustia esencial que le
hace experimentar la verdad del Ser y la pluralidad de sentidos de la nada,
abandona esa angustia esencial en cuanto estado de ánimo y se refugia en la
angustia como un sentimiento meramente psicológico perfectamente distinguible
entre otros. El ser humano renuncia a pensar el Ser, cae en el olvido del Ser.
Pero el Ser no es ningún producto del pensar, sino que el pensar esencial
acontece por el Ser. Por eso al olvidar el Ser, al dejar de pensarlo y reducir
lo pensable a lo calculable, el ser-ahí reduce también la realidad a cálculo.
Deja de pensar su propia esencia y deja de ser aquello que es y es capaz de
ser. Renunciando a su existencia como alteridad proyectante y responsable se
abandona a la colectiva irresponsabilidad de la simple instrumentalización, se
sumerge en el mundo de la técnica en el que domina el pensamiento calculador y
abandona el pensamiento esencial, la reflexión meditativa acerca del sentido
que impera en todo cuanto es. 7 A partir de la idea de verdad como
correspondencia el ser de los entes u objetos deja de ser considerado como algo
que se encuentra más allá de ellos mismos y pasa a ser considerado como el
funcionar efectivo de estos entes u objetos dentro del sistema instrumental
impuesto por la voluntad de un sujeto. El ser del martillo pasa a ser la
utilidad que dicho martillo tiene para los seres humanos, y el propio
pensamiento no es otra cosa que un instrumento destinado a solucionar todos los
problemas internos que puedan surgir en la totalidad instrumental que se ha
convertido en la única realidad, y que priva al propio ser humano de su
fundamento. En efecto, aunque parece que en el mundo técnico el sujeto humano
es el dueño absoluto, pues los demás entes u objetos tienen ser, son reales, en
cuanto él les puede dar una razón o fundamento, puede asignarles un lugar en la
cadena de utilidades, en realidad él es un instrumento más, pues todo ser
humano individual es también un ente u objeto, y como tal sólo tiene ser, es
real, si otro ser humano puede dar una razón o fundamento de él, puede
asignarle su lugar en la cadena de utilidades. La técnica convierte a la
naturaleza y a la realidad en un engranaje (Gestell) en el que todo se
relaciona con todo según la lógica de la compatibilidad y de la producción, en
el que todo se hace presente a partir de la conexión causa-efecto. Deja
entonces de darse la verdad esencial como apertura o desocultamiento y el ser
humano deja de existir esencialmente como proyección desocultante de posibilidades,
no encontrándose consigo mismo y perdiendo su esencia. Todo ente, incluidos los
seres humanos, se reduce a su presencia como manejabilidad o utilidad, se
convierte en un artefacto. No está propiamente fundamentado, no tiene ninguna
verdadera razón de ser, y ninguno de sus actos está más o menos justificado que
cualquier otro. Se produce así el mundo vacío y pobre de la época técnica en la
que nada posee un verdadero fundamento y en la que cada ser humano en vez de
ser sujeto real de su propia vida simplemente sobrevive sin otro motivo u otro
criterio que la mera subsistencia. Por eso, donde domina la técnica y se
produce el engranaje están en peligro el Ser y la verdad: Desde el momento en
que lo no oculto aborda al hombre, no ya siquiera como objeto sino
exclusivamente como subsistente, y desde el momento en que el hombre, dentro de
los límites de lo no objetual, es ya sólo el solicitador de lo subsistente,
entonces el hombre anda al borde de despeñarse, de precipitase allí donde él
mismo va a ser tomado sólo como subsistente (…) El engranaje (Gestell) oculta
sobre todo aquel hacer salir lo oculto que, en el sentido de la poíesis, hace
pro-ad-venir (her-vor-kommen), deja aparecer a lo presente. En comparación con
esto, el emplazar que provoca empuja hacia un respecto que está dirigido en el
sentido opuesto a aquello que es (…) De este modo, pues, el engranaje que
provoca no sólo oculta un modo anterior del hacer salir lo oculto, el
traerahí-delante, sino que oculta el hacer salir de lo oculto como tal, y con
él, aquello en lo que acaece de un modo propio el estado de desocultamiento, es
decir, la verdad (…) Así, pues, donde domina el engranaje, está, en su sentido
supremo, el peligro. (“Die Frage nach der Technik”. Vorträge und Aufsätze
(Neske), pp. 30-32. Traducción castellana: “La pregunta por la técnica”.
Conferencias y artículos (Ediciones del Serbal), pp. 28-30). El engranaje o
sistema de organización total de la realidad que comporta la técnica, que para
Heidegger se produce tanto en la sociedad capitalista de los Estados Unidos
como en la sociedad comunista de la Unión Soviética, significa la culminación
de ese proceso de ocultación del Ser que se había ido produciendo durante toda
la tradición occidental. En el mundo técnico el Ser se oculta como la imposición
o el emplazamiento de todo objeto en el presente. El ser de los entes no es
otra cosa que su mero manifestarse, su total disponibilidad para cualquier uso.
Todo se reduce a la simple novedad sin sentido y sin fundamento que a su vez
será olvidada ante una novedad posterior. Ya no hay diferencia, ni misterio, ni
nada que desocultar, sólo hay un conjunto homogéneo de entes, entre los que se
encuentran los propios seres humanos, que están dispuestos para ser utilizados.
Ya no son posibles un pensamiento o una acción que no estén destinados a
controlar o a producir, y el ser humano ya no puede experimentarse a sí mismo
como existiendo, como comportándose con el Ser desocultando y trazando posibilidades
esenciales. En el mundo técnico todo funciona cada vez mejor, y cuanto mejor es
el funcionamiento, mayor es el desarraigo de un ser humano inmerso en una serie
sin fin de puras relaciones técnicas: Desde el punto de vista metafísico, Rusia
y América son lo mismo; en ambas encontramos la desolada furia de la
desenfrenada técnica y de la organización sin fondo del hombre normal. Cuando
se haya conquistado técnicamente y explotado económicamente hasta el último
rincón del globo terrestre (Erdball), cuando cualquier acontecimiento en
cualquier lugar se haya vuelto accesible con la rapidez que se desee, cuando se
pueda simultáneamente a un atentado contra un rey de Francia y a un concierto
sinfónico en Tokio, cuando el tiempo ya sólo equivalga a velocidad,
instantaneidad y simultaneidad y el tiempo en tanto historia (Geschichte) haya
desaparecido de cualquier existencia de todos los pueblos, cuando al boxeador
se le tenga por el gran hombre de un pueblo, cuando las cifras de millones en
asambleas populares se tengan por un triunfo… entonces, sí, todavía entonces,
como un fantasma que se proyecta más allá de todas estas quimeras, se extenderá
la pregunta: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y luego qué? (Einführung in die
Metaphysik. (Niemeyer), pp. 28-29. Traducción castellana: Introducción a la
metafísica (Gedisa), pp. 42-43). 2.3. La decisión y el último dios Nuestra
época, la época técnica, ha caído en el olvido del Ser. Y sin embargo,
Heidegger cree que aún hay alguna esperanza de volver a un mundo en el que el
Ser mismo sea recuperado plenamente, en el que haya fundamento y sentido para
ese ente que es el ser humano, en el que el ser-ahí retorne a aquello que es y
es capaz de ser, en el que acontezca apropiadoramente (Ereignis) el Ser, la
verdad: En la esencia de la verdad del acontecimiento apropiador (Ereignis) se decide
(entscheidet) y funda al mismo tiempo todo lo verdadero, el ente deviene
siendo, se desliza el no ente a la apariencia del Ser mismo (Seyn). (Beiträge
zur Philosophie (Vom Ereignis). § 7, Gesamtausgabe. Band 65. p. 24. Traducción
castellana: Aportes a la filosofía. Acerca del evento. (Almagesto / Biblos). p.
37). Aunque esté sumergido en el planificado, monótono y seguro engranaje del
mundo técnico que lo conduce a una existencia inauténtica, el ser humano sigue
manteniendo con el Ser una esencial copertenencia. Por eso puede escuchar la
apelación o llamada del Ser, puede producirse el acontecimiento apropiador que
lo una al Ser. Llamada del Ser que en un principio Heidegger describe como el
espanto ante la lógica utilitarista y dominadora del mundo técnico, y que
después reformula como la experiencia del desasimiento (Gelassenheit), como la
capacidad de resistirse al pensamiento de la dominación técnica y calculadora y
de aceptar el pensamiento como apertura al misterio. El acontecimiento
apropiador permite un nuevo reencuentro esencial entre el ser humano y el Ser,
una nueva manera de plantear la cuestión del sentido del Ser. Lo importante es
que el Ser es algo primario que pasa o que ocurre, algo que al acontecer se
apropia de lo que es, del ente, y lo constituye, lo hace precisamente ser, le
otorga una esencia, lo convierte en una verdad que permanece como aquello que
es y es capaz de ser, como proyección siempre renovada, como decisión
responsable. En el acontecimiento apropiador del Ser, el ser-ahí “salta”
(Einsprung) desde la existencia inauténtica del mundo técnico a la auténtica.
Sustrayéndose al cálculo y al número rechaza toda huida u ocultamiento que
puedan proporcionar lo sido o un falso acabamiento y “decide” (Entscheidung)
abrir su disposición, aceptar su ahí y entrar en el espacio-tiempo totalmente
otro de la aceptación originaria de lo venidero, convertirse en
manifestabilidad plena y extrema que realiza sus acciones de una manera
supremamente creativa e incondicionada y a través de la cual el Ser en cuanto
acontecimiento apropiador despliegue su esencia o verdad como la diferencia con
todo ente o como la unidad con la nada. Decisión o aceptación de la realidad
proyectiva y de la esencia verdadera
del Ser que da lugar a lo que Heidegger llama el último dios (der letzte Gott):
El acontecimiento apropiador (Ereignis) y su disposición en la abismosidad del
espacio tiempo es la red de la que se suspende a sí mismo el último dios (der
letzte Gott), para desgarrarla y hacerla terminar en su singularidad, divina y
raramente y lo más extraño en todo ente (Seiende). (Beiträge zur Philosophie
(Vom Ereignis). § 143, Gesamtausgabe. Band 65. p. 263. Traducción castellana:
Aportes a la filosofía. Acerca del evento. (Almagesto / Biblos). p. 216). En la
conducta de la verdad del Ser mismo, en el acontecimiento apropiador en cuanto
que acontecimiento apropiador, está implicado el pensamiento del último dios,
que es lo divino propiamente, la trascendencia desgajada de lo trascendente o
del Dios del cristianismo. Según Heidegger, el Dios del cristianismo o lo
trascendente es una idea, valor o sentido subordinado al principio de una
visión del mundo y que intenta dar cuenta del ente. Por el contrario, en el
acontecimiento apropiador (Ereignis) tiene lugar la trascendencia o último
dios. El ser humano ha saltado (Einsprung) y ha surgido como ser-ahí, como
apertura original y posibilitante, como relacionado con la verdad del Ser
mismo, como implicado en lo divino. No hay un Dios externo metafundante que
determina al mundo y al ser humano, a la manera cristiana, ni una trascendencia
auto-fundante por la que el ser humano se determina subjetivamente, a la manera
kantiana, sino que hay una apertura original o acontecimiento apropiador en el
que lo divino se transfiere al ser-ahí y éste se adjudica a lo divino: ¡Qué
pocos saben que el dios aguarda la fundación de la verdad del Ser mismo (Seyn)
y con esto el salto (Einsprung) del hombre al ser-ahí (Da-sein)! En lugar de
ello parece que el hombre tuviera que y habría de esperar al dios. Y tal vez
sea ésta la forma más capciosa del más profundo ateísmo. (Beiträge zur
Philosophie (Vom Ereignis). § 256, Gesamtausgabe. Band 65. p. 417. Traducción
castellana: Aportes a la filosofía. Acerca del evento. (Almagesto / Biblos). p.
333). El último dios, que se manifiesta en la reunión del ser-ahí en el espacio
sin fondo del Ser mismo, no es un nuevo dios que luche contra los antiguos o el
último de una serie. Es a la vez el más antiguo y el más nuevo, pues señala el
otro inicio, la radical alteridad de lo originario trascendental. El salto
implica el pleno despliegue del proyecto de la verdad del Ser a partir de un
ser-ahí que retornando al Ser retorna a sí mismo. Lo ente es siempre del Ser,
mientras que el Ser es lo que llega a ser lo ente. El Ser es lo que permite la
apertura o la proyección como posibilidad, mientras que el ente es lo que se va
abriendo o proyectando. Sólo es propiamente, sólo existe, lo que llega a ser,
lo que al abrirse o proyectarse como posibilidad se relaciona con el Ser.
Siendo precisamente en esta relación con el Ser, con aquello que tiene sentido
por sí mismo y que por lo tanto puede otorgar sentido, 8 que el ser-ahí se abre
hacia la posibilidad del comienzo originario y se convierte en custodio del
último dios o de lo divino, de la trascendencia sin trascendente, del puro
tránsito que siempre comienza de nuevo y nunca finaliza. 9 En efecto: El último
dios no es el fin sino el otro comienzo de inconmensurables posibilidades de
nuestra historia (Geschichte). A causa de ello la historia vigente no puede
fenecer, sino que debe ser llevada a su
fin. Tenemos que crear la transfiguración de sus posiciones fundamentales
esenciales hacia el tránsito (Übergang) y la disposición (Bereitschaft).
(Beiträge zur Philosophie (Vom Ereignis). § 256, Gesamtausgabe. Band 65. p.
411. Traducción castellana: Aportes a la filosofía. Acerca del evento.
(Almagesto / Biblos). p. 330). Cuando el ser humano se “decide” (Entscheidung)
abre su disposición y se convierte en manifestabilidad plena y extrema que
realiza sus acciones de una manera creativa e incondicionada, en tránsito a
través del cual el Ser en cuanto acontecimiento apropiador despliega su esencia
o verdad. Se convierte así en ser-ahí. Se sustrae de la vida técnica y de la
historia como cálculo cronológico del objeto previsible (Historie) y se
transfigura o transforma en vida proyectiva que efectivamente acontece y que es
objeto de la historia efectiva (Geschichte). El Ser o el sentido acaece cuando
se produce el acontecimiento apropiador, cuando el ser humano decide vivir como
lo que realmente es, como ser-ahí, como finitud proyectante que existe abriendo
o desocultando posibilidades, haciendo posible la historia. El proceso de
desplegarse el Ser como acontecimiento apropiador se produce por tanto de un
modo necesario, habiendo una identificación entre ontología e historia. Como
ocurría ya con la caída en Ser y tiempo, el dominio de la técnica no es algo
accidental que suceda a partir de algo exterior al ser humano, sino que es un modo
fundamental suyo. Desde el momento en que el ser humano puede convertirse en
ser-ahí se produce el dominio de la técnica, y sólo se puede producir el
acontecimiento apropiador que revele el Ser y permita el ser-ahí en la medida
que el domino de la técnica se ha producido y puede ser superado. La existencia
verdadera del ser-ahí es estar relacionándose con el mundo según el modo de la
posibilidad, como estructura proyectante, lo que implica que es o existe en el
tiempo, que el tiempo es un constitutivo radical de la existencia humana. Hay
un tiempo cronológico, objetivo, neutro, susceptible de cálculo o de
periodización, pero hay también hay un tiempo originario, instantáneo,
kairológico, la necesidad del pasado y la posibilidad del futuro sintetizados en
un instante presente en el que ocurre el acontecimiento apropiador que genera
la autocomprensión que el ser humano tiene de su situación concreta y el
consiguiente acontecer histórico. Superando toda subjetividad inauténtica, el
ser-ahí se origina en la difusión del Ser, piensa la eternidad a partir del
instante y se proyecta, haciendo posible la llegada del último dios, que no es
el fin o la última etapa, sino que es la verdad esencial y originaria a partir
de la cual surge todo lo verdadero, el abismo originario a partir del cual
surge la posibilidad inconmensurable de la historia acontecida que avanza sin
cesar. La historia del ser es un progresar que saliendo del inicio convertirá
un día el regreso en necesidad. 10 El acontecimiento apropiador es la última
estación de la historia del Ser, pero únicamente la termina para tener que
proseguirla. 11 Es evidente además que este el proceso de desplegarse el Ser
como acontecimiento apropiador puede ser pensado, aunque sólo por ese ser-ahí a
través del cual se está produciendo. Únicamente el ser-ahí es capaz de
filosofar, del pensar que abre al misterio y se plantea la cuestión originaria
por el Ser, de pensar algo que no es visible y manejable como los entes u
objetos de las demás ciencias utilitarias y que exige la renuncia a la
obtención de un resultado o de una meta, o que tiene como única meta el
cuestionarse mismo: En el pensamiento inicial, sobre todo tienen que ser
recorridos circuitos de la verdad del Ser mismo (Seyn), para luego, cuando
resplandezca el ente, de nuevo retroceder a la ocultación (…) En la filosofía
lo esencial tiene que retroceder a lo inaccesible (para los muchos) después de,
casi oculto, haberse convertido en golpe, porque eso esencial es inaventajable
y por ello tiene que sustraerse hacia el posibilitamiento del comienzo. Pues
con el Ser mismo y su verdad se tiene que comenzar siempre de nuevo. 12
(Beiträge zur Philosophie (Vom Ereignis). § 5, Gesamtausgabe. Band 65. p. 17.
Traducción castellana: Aportes a la filosofía. Acerca del evento. (Almagesto /
Biblos). p. 32). Por otra parte, es interesante observar cómo en la doctrina de
la historia del Ser que acabamos de exponer Heidegger combina diversos motivos
e influencias, pudiéndose destacar especialmente cuatro de ellas. En primer
lugar, la comprensión del vivir propia de la fe cristiana como espera ante la
segunda venida del Señor, que encuentra su máxima expresión en la primera
epístola de San Pablo a los Tesalonicenses y en la epístola a los Romanos. En
segundo lugar, la distinción de Dilthey entre la historia vivida o comprendida
(Geschichte) y la historia como pasado narrado (Historie). En tercer lugar, la
fusión de las doctrinas de Nietzsche acerca de la voluntad de poder y del
eterno retorno de lo mismo en una sola doctrina y su posterior interpretación
como el ser del ente. Y en cuarto lugar, la concepción del poeta Hölderlin de
lo divino no como un ámbito del más allá, sino como una realidad transfigurada
en el hombre, como una vida abierta al mundo, intensa y despierta. 13 2.4. La poesía
como fundación del Ser Finalmente, Heidegger indica que si el ser humano que
vive en el olvido del Ser y en el dominio de la técnica puede escuchar la
llamada o apelación del Ser, puede decidirse y saltar al Ser, convertirse en
ser-ahí y permanecer en el acontecimiento apropiador, en la verdad esencial del
Ser mismo, es gracias a que el lenguaje es la casa del Ser. En el mundo moderno
el lenguaje preserva lo que el Ser es y que aún está por venir, la autenticidad
o esencia del ser humano que está siendo puesta en peligro por el desarrollo de
la técnica: El Ser (Sein) es la protección (Hut) que resguarda de tal manera a
los hombres en su esencia existente (ek-sistenten Wesen) en lo relativo a su
verdad que la existencia los alberga y les da casa en el lenguaje (Sprache).
Por eso, el lenguaje es a un tiempo la casa del Ser y la morada de la esencia
del hombre. (“Brief über den >>Humanismus<
Mientras que en Ser y tiempo, § 34, el lenguaje era
concebido como una articulación estructural del ser-ahí que desempeñaba una
función básicamente expresiva, ahora es concebido como imprescindible para que
acontezca la apertura del Ser que permite el salto del ser humano al ser-ahí.
Es más, aún existen los poetas, los verdaderos pastores del Ser, los que
procuran que el Ser no se pierda definitivamente, pues las palabras de los
poetas no se agotan en lo dicho, no remiten a la mera cosa significada, sino
que hay en ellas algo que no está explícito, que va más allá de la mera
presencia instrumental de los entes a los que la técnica ha arrebatado su
esencia, y remite a un lugar previo, a un origen o fundamento que puede acoger
el ser de las cosas. Son los poetas los que fundan o dan lugar (stiftet) al Ser
mismo: Buscador del Ser mismo (Seyn) es en la más propia demasía de fuerza
buscadora el poeta, quien funda (stiftet) al Ser mismo. (Beiträge zur
Philosophie (Vom Ereignis). § 4, Gesamtausgabe. Band 65. p. 11. Traducción
castellana: Aportes a la filosofía. Acerca del evento. (Almagesto / Biblos). p.
27). Precisamente lo que permanece debe ser llevado a la inmovilidad a pesar de
lo que arrebata: lo sencillo debe ser arrancado del enredo, la medida debe
anteponerse a lo desmesurado. Debe salir a lo abierto aquello que sustenta y
penetra al Ser (Sein) en su totalidad, rigiéndolo. El Ser debe quedar abierto
para que aparezca lo que es. Pero precisamente eso que permanece es lo
transitorio. (…) El poeta nombra a los dioses y nombra a todas las cosas en lo
que son. Ese nombrar no consiste en que algo ya conocido antes sea provisto
sólo de un nombre, sino en que al decir el poeta la palabra esencial, mediante
esa denominación, lo que es resulta nombrado como lo que es. Así es conocido
como ente. Poesía es auténtica fundación del Ser. (“Hölderlin und das Wesen der
Dichtung”. Erläuterungen zu Hölderlins Dichtung. Gesammtausgabe. Band 4, p. 41.
Traducción castellana: “Hölderlin y la esencia de la poesía”. Interpretaciones
sobre la filosofía de Hölderlin (Ariel), p. 61). DR. VICENTE LOZANO Universidad
de Barcelona
Si has podido comprender a Heidegger ahora puedes comprender
lo que es la ciencia hemos hablado del primer movimiento como una alteración de
la contratransferencia y del segundo movimiento
como una contra alteración, pero estos son los movimientos
biodramaturgicos de alteración y contra alteración de sistemas.
Antes están los movimientos que crean los sistemas y el
primero movimiento se da en el misterio dharmico y es un movimiento meta musical este es el
primer pensamiento que intentaba descubrir Heidegger y es un pensar como un
vibrar y en este vibrar las cosas se desocultan, estos son los metagramas más
conocidos como los chakras.
Sahasrara, de acuerdo a las tradiciones del tantrismo, se refiere al chakra sahasrara (en sánscrito: सहस्रार चक्र, AITS: sahasrāra cakra, en castellano:
'el loto de los mil pétalos') o chakra corona12 y se ubica
en la coronilla.3 El chakra
corona no se encuentra al nivel del cuerpo sino en el plano trascendente, por
lo que no es considerado uno de los chakras primarios.
·
añakia (‘conocer por el
entendimiento’), que se ubica en el entrecejo.
·
vishuda (‘muy puro’), en la
laringe, a la altura de la garganta.
·
anajata (‘no-herido’ o
‘no-golpeado’), en el centro del pecho, junto al esternón.
·
manipura (‘joya-ciudad’), la
punta del estómago o epigastrio,
junto al bazo.
·
suadishtana (‘su-propio
lugar-de-estar’), la región umbilical, junto al ombligo.
·
muladara14 (‘sostén de la raíz’),
la zona entre el ano y los genitales, justo donde se apoya el cuerpo al
sentarse con las piernas cruzadas.
Es en este vibrar que la realidad se desoculta, luego los
margas intentan liberarse de la realidad
que estas vibraciones develan y en eso consiste todo el misterio dhármico, pero
luego los occidentales hacen de esta
realidad un objeto y un sujeto, que es superada en el misterio pascual logrando
el absoluto, superado en el espíritu revelado que revela lo absoluto y superado
en el espíritu subjetivo en la filosofía de Hegel, pero la gran mayoría de
occidentales se quedan en Kant, cuando él espíritu capitalista como lo
demuestra Marx es lo que los determina, el noúmeno Dios es remplazado por el
noúmeno capital pero son pocos los que comprenden los movimiento del espíritu,
por eso se hace necesario al anti espíritu donde la voluntad purifica al
espíritu para que este vuelva a su origen.
¿Y entonces que es la ciencia?
Es el encuentro del espíritu consigo mismo.
Hay un en sí que es la lógica, el cuerpo teórico, lo real
nos diría Lacan.
Hay un para sí que es la experiencia el fenómeno de lo que
se hace consciente la fenomenología.
Y hay una unión del en si para si he aquí el Espirtiu.
Así tenemos al Padre el en si donde están todos los
movimientos del logos
Tenemos al hijo el para sí que es el logos mediando en la
experiencia
Y tenemos el en si para sí que es el Espíritu traspasando la
experiencia y encontrando se en la comunión del padre y el hijo.
Y eso es la ciencia.
Pero como esta comunión falla en el hombre se hace necesario
que la voluntad purifique al espíritu y surja la contra transferencia así si el
espíritu se da en una negación de la negación el anti espíritu se da en una afirmación de la afirmación para
comprender esto hay que estudiar a Nishida kitaro quien hace la inversión lógica
del espíritu.
El filósofo japonés Kitarō Nishida (1870-1945) concibió la
conciencia como un “lugar” o basho (en japonés) que abarca los lugares
individuales de cada uno de los fenómenos que comprendemos como constitutivos
de la realidad. En su análisis, la conciencia también posee una fuerza, o mejor
dicho, tiene en ella una fuerza que une la pluralidad de basho y ello pese a su
constante movimiento y cambio. Basho, como un “lugar [tokoro o sho] en un campo
[ba]”, es un “campo de fuerza”, mientras que el “campo de conciencia”
simultáneamente es constituido por el “campo de fuerzas” de todo los basho que
existen en él y es un “campo de fuerza” en sí mismo. Para Nishida, basho no es
simplemente la ubicación que una cosa ocupa en el espacio o en la conciencia,
sino más bien un campo activo que ejerce una fuerza en el medio donde se
proyecta el objeto, al mismo tiempo que da unidad a las cosas que están
ubicadas en él. El “campo de conciencia” actúa como una fuerza que imposibilita
que cualquier cosa dentro de él se mueva hacia afuera, de modo similar a la
manera en que los “campos gravitacionales” propuestos por Albert Einstein unen el universo y evitan que los
cuerpos se alejen unos de otros, a la vez que proporciona la fuerza que da
unidad a un determinado cuerpo. Palabras clave: basho, conciencia, campo de
fuerzas, Nishida, lugar.
Introducción El interés principal de Kitarō Nishida cuando
empezó a desarrollar su teoría de basho era superar el dualismo de la
epistemología occidental del momento (en general, la que practicaban los
neokantianos), la cual criticó desde la publicación del Zen no Kenkyū. 2 Para
él, la dualidad entre sujeto y objeto, experiencia y realidad, etcétera, no era
necesaria para entender el funcionamiento de la conciencia. Es importante
enfatizar, sin embargo, que Nishida no fue el primero en proponer poner freno a
tal dualismo. Como sostiene John Krummel: Desde Nietzsche en el siglo XIX, en
Occidente ha habido intelectuales que han proclamado el fin de la metafísica y
sus suposiciones dualistas. Un ejemplo destacado y reciente fue Jacques Derrida
(1930–2004). Derrida criticó el pensamiento occidental porque asumía dicotomías
jerárquicas, como masculino-femenino, cuerpo-mente, naturaleza-cultura,
sujeto-objeto, etc., como algo meramente dado en vez de construido. (Krummel y
Nagatomo, 2012: 44) Con todo, Nishida es el primero en proponer que el lugar
(en su caso, la concepción del basho) podía ser la clave para liberar al mundo
de la conciencia de la lógica dualista que había predominado hasta entonces. Puesto
que todo existe en el universo como una sola unidad que comprende tanto al yo
como a todos los fenómenos internos y externos a él, basho debe actuar como el
fundamento lógico de un sistema de la realidad en el que las mencionadas
dicotomías no tengan valor ontológico ni metafísico. Además, basho ayuda a
resolver el problema de los universales en cuanto “receptáculo” para las ideas
sobre las que la conciencia reflexiona y que son experimentadas por el yo.
El nacimiento de basho Según James Heisig, la concepción del
lugar de Nishida poseía una suerte de propiedad magnética que, en cierto modo,
hacía posible reunir todos los supuestos anteriores del filósofo en un sistema
de pensamiento conciso. Afirma Heisig que: “La idea, a diferencia de cualquier
otra, fue como un imán que atraía hacia sí todas las demás ideas y aumentó su
tracción, si no su claridad de definición, hasta el final de su obra.
Claramente fue esta idea, más que una sola obra, su logro supremo” (Heisig,
2001: 72). En efecto, no es exagerado decir que, desde la época de su
concepción en La acción expresiva, basho era la idea que Nishida había estado
buscando a lo largo de su carrera filosófica. Basho se presentaba como la
concepción que conectaría todo el acervo de ideas de Nishida en un mismo campo.
Pero, ¿cómo lo define en el ensayo homónimo que fue publicado originalmente en
1926? De entrada, Nishida afirma que: “Lo que es debe estar situado en alguna
cosa, pues, de otro modo, la distinción entre es y no es sería imposible”
(Nishida, 1978: Vol 4, 208). Este pasaje parece retomar otra cita de Zen no
Kenkyū, obra que precede por quince años al ensayo evocado y en la cual el
filósofo japonés mantenía: “Normalmente, decir que una cosa existe significa
que existe en un determinado basho y en una forma determinada” (Nishida, 1978:
Vol 1, 75).
Aunque los caracteres chinos empleados para escribir basho
en la cita mencionada difieren de los que usa de manera consistente a partir de
1926 (場処 en vez de 場所), Nishida expresa en ambos casos la
misma idea sencilla de que “existir, es estar en un lugar”. Sin embargo, esta
idea está lejos de ser el núcleo de la originalidad de la filosofía nishidiana.
Platón y Aristóteles también habían pensado de una forma similar dos milenios
antes que él, y en la historia de la filosofía, Leibniz, Kant y Bergson, para
nombrar sólo aquellos a quienes Nishida reconoció explícitamente como
influencias en su concepción del basho, también relacionaron directamente el
ser con el espacio. Incluso físicos modernos como Einstein, cuando dijo que
aunque la idea del espacio “no se pueda experimentar directamente” y sea de
difícil comprensión, “parece hallarse en la base de nuestro hábito de
pensamiento acostumbrado” (Einstein, 1961: 136), apuntaban al hecho de que el
“espacio” es necesario para el pensamiento humano, pues sin él seríamos
incapaces de expresarnos y de establecer cualquier clase de conocimiento sobre
el mundo. Además, Platón, Aristóteles, Bergson y Einstein coinciden en que si
una cosa existe, debe hacerlo en alguna clase de lugar, (ya sea khôra, tópos,
espacio o los campos gravitacionales respectivamente); mientras que una cosa
que no lo haga, no existe desde el punto de vista de las cosas que están
situadas en algo. Por tanto, ¿qué es tan original en el basho de Nishida? Desde
la publicación de Zen no Kenkyū, el filósofo había lidiado con la idea de que
los fenómenos no representan meramente esas cosas u objetos que se nos
presentan, sino que el conjunto de fenómenos de la conciencia es, al mismo
tiempo, toda la realidad que el yo es capaz de experimentar. A su vez, el yo es
en sí un sujeto que experimenta los fenómenos y una parte de esa realidad
experimentada. Para él, las características que inferimos como atribuidas a los
fenómenos que identificamos como objetos, así como las distinciones entre estos
y los sujetos, ocurren simplemente por el modo en que percibimos las cosas que
existen en el mundo. En este sentido, no existe una distinción ontológica entre
el sujeto y el objeto puesto que ambos, así como las características que les
atribuimos, existen y se presentan a nosotros solamente como “experiencia
pura”, es decir, como fenómenos a priori. Esto significa que, con respecto a
los fenómenos de la conciencia, no hay distinción entre sujetos y objetos, o
incluso entre los objetos, las acciones y las características que les
atribuimos. Todos esos fenómenos sólo pueden ser experimentados por la
“experiencia pura”, la cual es para Nishida la única clase de experiencia por
la que se es capaz de buscar alguna clase de conocimiento real [真の知識 shin no chishiki].
Basho y khôra Como se ha mencionado antes, Nishida sostiene
que, si algo existe, debe estar situado o localizado [於いてある oitearu] en algún lugar
(Nishida, 1978: Vol 4, 2018-209). Esto significa que, para decir que algo es
(sea un objeto [対象
taishō], su contenido [内容
naiyō] o un acto [作用
sayō] de este) debe existir en algo, o mejor dicho, en algún basho.
Evidentemente, Nishida no habla aquí de lugares que esas cosas ocupen en un
espacio físico, sino del lugar donde están situadas las ideas que representan
esas cosas en la conciencia. Su proyecto de basho resulta claro cuando lo
identifica como si tuviera el mismo papel metafísico que la concepción
platónica de khôra y sostiene que ambos funcionan como “receptáculos para las
ideas” (Krummel y Nagatomo, 2012: 50) o como “la cosa que recibe las ideas”
(Nishida, 1978: Vol 4, 209). De la misma forma que khôra recibe las ideas y les
da existencia en el mundo sensible, basho las hace existir en el mundo de la
conciencia. El basho de Nishida representa un límite y está ocupado por la
existencia de una idea universal en la conciencia. Como explica Michiko Yusa:
“Basho es, en efecto, una metáfora espacial para las actividades de la
conciencia. Tal como lo universal abarca lo particular en el juicio subsuntivo,
el tópos [basho] abarca el yo autoconsciente” (Yusa, 2002: 204). Esto no
significa, no obstante, que Nishida no tome en consideración el lugar físico de
los objetos o el espacio como un todo, más bien, significa que incluso el
espacio físico mismo, puesto que existe, así como las relaciones entre él y las
cosas físicas que se encuentran en él, deben tener también un basho en el que
esté situada su existencia en la conciencia. Así, hay un basho para la
existencia de toda cosa, incluso para el basho (lugar) físico mismo. Basho y la
existencia son indisociables uno de otro,3 lo que equivale a decir que sin
basho sería imposible para la conciencia pensar en algo. El basho donde los
fenómenos están situados en la conciencia no es, a diferencia de su
localización espacial, accesible a la experiencia cotidiana, sino que sólo se
alcanza mediante la experiencia pura y directa. Esto sucede porque mientras que
la experiencia de los lugares físicos, por ejemplo, está sujeta a percepciones como
estar fuera o dentro o ser mayor o menor, la percepción del basho, según la
concibe Nishida, significa únicamente percibir el basho como es. Esto acerca la
concepción de Nishida a la khôra platónica. Krummel también señala esa
proximidad cuando afirma que: Derrida, quien ciertamente desconocía la
apropiación de Nishida [del concepto], se acerca a la concepción de Nishida
cuando observa que la khôra de Platón como triton genos no es de la clase de
los inteligibles inmutables (ideas) ni de los sensibles corruptibles y en
devenir (imágenes), es un “más allá” oscuro (en exceso del sentido y del
significado), que contraviene la “lógica de la no-contradicción” o-o, la
“lógica binaria”. (Krummel y Nagatomo, 2012: 21) Basho, como la khôra
platónica, es entonces una suerte de “tercer género” de las cosas, pues no es
de la misma clase de cosa que una idea universal e inmutable, y tampoco de la
naturaleza de un fenómeno sensible. Es perceptible sin ser un objeto y recibe
las cosas sin ser un sujeto activo. Es, en palabras del propio Nishida, una
“cosa que se convierte en un predicado gramatical, pero no un sujeto” (Nishida,
1978: Vol 18, 203-204). Basho y la conciencia No resulta difícil admitir que
cada cosa de la conciencia posee un basho. De acuerdo con lo que propone
Nishida, cuando experimentamos un objeto en el espacio, ambos, tanto el objeto
como el espacio físico en donde se encuentra, poseen un basho individual en la
conciencia que nos permite percibirlos. Sin embargo, decir que “un objeto es en
el espacio” es experimentar no solo cada uno de ellos separadamente, sino
también percibir la relación que existe entre ambos. En efecto, el “espacio”,
al tener un basho y ser percibido por el yo observante, es también un objeto en
esa relación, y decir que “un objeto es en el espacio” representa la misma
clase de comprensión que decir que “un objeto se relaciona con otro objeto”.
Así, aunque la gente pueda decir, mediante la experiencia del sentido común,
que en la relación “un objeto es en el espacio” sólo el objeto posee un lugar
en el que existe. De hecho la acción de la conciencia cuando experimentamos
dicha relación mediante la “experiencia pura” es la de situar no sólo el
“objeto” en un basho, sino también el “espacio” y la “relación” entre ambos.
Esto es parecido a lo que pensaron Bergson y Einstein cuando consideraban que
el espacio era esencial para pensarlo todo.4 No solo eso, sino que toda
característica atribuida al objeto como su color, tamaño y textura y, en
realidad, todo “contenido” que podamos relacionar con esta experiencia poseen,
de manera similar, un basho propio. De nuevo, hay un basho para cada objeto, cada contenido y cada acto.
Todas esas cosas en el basho, que Nishida identifica como “fenómenos de la
conciencia” [意識現象ishiki
genshō], están en constante cambio; no solo porque las cosas se relacionan
entre sí, sino además porque sus significados pueden cambiar en la conciencia
según el tiempo (la historia) o el contexto (sociedad/cultura). En este
sentido, los fenómenos son en el basho de la misma forma que los elementos son
en el tópos para Aristóteles. Los elementos poseen su tópos natural, pero en el
momento en que se empiezan a mover se transforman en un elemento diferente con
propiedades diferentes, de la misma forma que los objetos cambian y se
transforman en la conciencia, y sus relaciones también lo hacen
simultáneamente. Resulta claro ahora que cada fenómeno posee un basho en la
conciencia y que todos ellos están objetivados y situados en un basho que
funciona como un predicado gramatical que admite y les confiere un significado
contextual. No es difícil observar aquí la influencia del “espacio”
bergsoniano, pues de la misma forma que el filósofo francés juzga necesario que
la conciencia piense acerca de todo, el basho de Nishida está en la base de
todo lo que tiene existencia desde el punto de vista del yo consciente. Sin
embargo, Bergson no trata el “espacio” como el sustrato epistemológico que hace
existir a los fenómenos, como en cambio sí hizo Nishida. Por el contrario,
Bergson habla del espacio como un medio completamente pasivo en el que las
cosas percibidas existen y relacionan unas con otras. Así pues, ¿cómo entiende
Nishida el basho de la conciencia en su conjunto? Si las cosas en su respectivo
basho se relacionan unas con otras en la conciencia, debe haber una suerte de
“fundamento común” donde tengan lugar todas las relaciones. Si cada fenómeno
existiera aislado de los demás en su respectivo basho, las relaciones no serían
posibles. De nuevo, conviene no olvidar que basho no es meramente un tokoro,
sino una porción o un límite (tokoro o sho) rodeado por un campo (ba) y, por
tanto, sin un medio común, las relaciones serían imposibles debido a que la
“fuerza” ejercida por el campo tiende a dar unidad a los fenómenos aislándolos.
Para tratar de resolver este problema, recurramos nuevamente al filósofo
estagirita. El tópos aristotélico adquiere la misma forma que las cosas que
contiene en sí y también les da unidad, pero también hay un tópos que las rodea
y comprende los tópos de las cosas individuales. Por ejemplo, el tópos natural
de la tierra está dentro del tópos del agua, y el tópos de todos los elementos
móviles y cambiantes (así como también aquellos de los inmutables) existe
dentro del tópos del universo que es inmóvil. De la misma manera que hay un
tópos inmóvil y absoluto que comprende todo tópos relativo de los cuerpos
constantemente cambiantes en la concepción aristotélica del universo, debe
haber un basho último que comprenda el basho de todos los fenómenos siempre
cambiantes de la conciencia. Ahora bien, si el basho de cada fenómeno se en cuentra
en la conciencia, entonces la conciencia en sí debe ser el ámbito en que el
basho de cada cosa se relaciona con los demás. Esto no significa que los
fenómenos existan en la conciencia; más bien, estos tienen lugares y se
reflejan o proyectan [映 す
utsusu] en ella para ser pensados por el yo [我
ware o ga]. En palabras de Nishida: “debe haber un “campo de la conciencia” [意識の野 ishiki no ya] 5 inmóvil a
diferencia de los “fenómenos de la conciencia” que se suceden cambiando a cada
momento” (Nishida, 1978: Vol 4, 212). Este “campo de la conciencia” es ese
basho inmóvil que necesita el basho individual de todas las cosas que se
reflejan en él para poder establecer relaciones con los demás. Acerca de esta
“reflexión” o “proyección” de los “fenómenos de conciencia”, Nishida explica lo
siguiente: Cuando pensamos las cosas [物事
monogoto], debe haber algo como un basho en el que se reflejen. De entrada,
podemos pensarlo como un “campo de la conciencia”. Para que seamos conscientes
de las cosas, estas deben reflejarse en el “campo de la conciencia”. Sin
embargo, conviene distinguir entre los “fenómenos de la conciencia” proyectados
y el “campo de la conciencia” en que se proyectan. Podemos decir que no existe
un “campo de la conciencia” fuera de la continuidad de los “fenómenos de la
conciencia”. (Nishida, 1978: Vol 4, 210) Por lo tanto, Nishida sostiene que el
“campo de la conciencia” es el campo en que está situado el basho de cada
fenómeno proyectado y, además, que no hay fenómeno consciente que sea
proyectado fuera de él. Cada cosa que tiene un basho para nosotros, esto es, cada
cosa que existe para nosotros, debe tener su basho en el “campo de la
conciencia” que es como el tópos inmóvil aristotélico, no sólo porque comprende
los basho de todas las demás cosas sino también porque, desde el punto de vista
de la conciencia, no existe cosa que no esté proyectada en él. No hay basho
proyectado fuera del “campo de la conciencia”. Como explica, además, Nishida:
Si el objeto trasciende el acto de conciencia [意識作用 ishiki sayō], y si el objeto está
completamente fuera de la conciencia, nosotros, al existir en la conciencia,
seríamos incapaces de pensar incluso que el contenido de nuestra conciencia
indica un objeto o que el objeto trasciende el acto de conciencia. (Nishida,
1978: Vol 4, 211) La “primera” conciencia a la que se refiere Nishida (es
decir, la conciencia que se relaciona con los objetos) es la conciencia del yo,
mientras que la “última” (es decir, la conciencia en la que nos encontramos
nosotros mismos) es el “campo de la conciencia” en el que todos los fenómenos
experimentados, incluido el yo, se refleja y encuentra su basho. Por tanto, lo
que ocurre dentro del yo no es la conciencia de las cosas que puede ser
pensada, sino el yo que, al ser uno de los fenómenos experimentados, también
tiene su basho en el campo más amplio de la “conciencia”. Esto dialoga
directamente con Zen no Kenkyū, obra en la que Nishida propone que todo lo que
existe en la unidad del universo, incluyendo los “fenómenos naturales” y los
“fenómenos de la conciencia” que el yo percibe como internos, son en realidad
una y misma cosa. Cuando Nishida habla acerca de los “fenómenos de la
conciencia”, hay que tener en cuenta que no representan todos los fenómenos de
la conciencia íntima del yo pues también incluye a los “fenómenos de la
naturaleza” externos. Y esto no significa que el mundo natural no exista o que
exista únicamente en cuanto proyecciones en el “campo de la conciencia”. Antes
bien, lo que los científicos consideran como el orden de los “fenómenos
naturales” (por ejemplo, las tres leyes del movimiento de Newton o las leyes
del movimiento planetario de Kepler) es, en realidad, el orden de nuestros
“fenómenos de conciencia”. De la misma forma, la oposición que nos vemos inducidos
a percibir entre el espíritu y la naturaleza, la mente y la materia, el sujeto
y el objeto, está causada meramente por conflictos en el “sistema de la
realidad”, o más bien, por los diferentes puntos de vista sobre la unidad del
universo que Nishida propone en Zen no Kenkyū. En esa obra, el autor explica
mejor la “conciencia” y su relación con los fenómenos en el siguiente pasaje:
Toda conciencia está establecida de acuerdo con una unidad. Y esta unidad
comprende desde la unidad de la pequeña conciencia diaria de cada persona
individual hasta la gran unidad de la conciencia universal [宇宙的 uchūteki] que incluye toda
conciencia individual. ([Decir que] la unidad de la conciencia está limitada a
la conciencia individual no es más que un dogma arbitrario añadido a la
“experiencia pura”). El mundo natural [自然界
shizenkai] es un sistema de conciencia constituida por una unidad
trans-individual [超個人統一
chōkojin tōitsu]. Unificamos la experiencia del yo por medio del sujeto [主観 shukan] individual y, además,
unificamos la experiencia de todos los individuos por medio de un sujeto
trans-individual, en el cual el mundo natural nace como un objeto. (Nishida,
1978: Vol 1, 180) Esto significa que el yo, al verse como un sujeto, objetiva
el yo individual de los demás y ve el mundo natural (o el mundo de los objetos)
a través de esta relación sujeto-objeto. Sin embargo, el yo y su conciencia
individual también están proyectados en una conciencia mayor que se comprende a
sí misma y a todas las demás conciencias individuales. En otras palabras, la
conciencia individual, junto al yo, también está proyectada en el “campo de la
conciencia” sin trascenderlo. La conciencia siempre está reflexionando sobre sí
misma y, por tanto, es autónoma. Al mismo tiempo, limita todo lo que es conocido
y todo lo que puede ser conocido, es completa y comprende toda la unidad
presente en el mundo de la naturaleza. De este modo, tanto los “fenómenos
naturales” externos como las “emociones-yvoliciones” internas [情意 jōi] son proyectados en la
conciencia y tienen su basho en el interior de su campo, los primeros al ser
proyectados desde fuera del yo, y las segundas al ser proyectadas desde el
interior de este. La dinámica de basho Al ser reflejado en el “campo de la
conciencia”, cada objeto existente en el ámbito que percibimos como el mundo
material se nos presenta como “fenómenos de la conciencia”. Sus cambios de
“forma-y-posiciones” [形状位置
keijō ichi] en el espacio y los cambios en sus significados que pueden resultar
de ellos, no representan ningún problema para el sistema de Nishida en su
conjunto; más aún, indican que debe haber una fuerza [力 chikara] que los sostenga en el
interior del “campo de la conciencia” de la misma forma que Einstein había
demostrado antes que hay una fuerza que mantiene unidos todos los cuerpos en el
espacio. De acuerdo con la teoría de la relatividad de Einstein, aunque las
cosas cambian y se mueven, nunca pueden moverse fuera del continuo
espacio-tiempo, lo que también es válido para el sistema de Nishida en el que
la conciencia cumple el mismo papel como medio para el basho de las cosas
proyectadas. Nishida explica esta propuesta como sigue: […] no tenemos otra
opción que pensar que, además de las cosas y el espacio, hay algo como una fuerza.
Si podemos pensar que las cosas poseen una fuerza, como un noúmeno [本体 hontai] de fuerza, podemos pensar
también el espacio físico con una fuerza que sea atribuida al espacio. Me
gustaría intentar pensar el “conocimiento” [知るということ
shiru to iu koto] como un ser atribuido al “espacio de la conciencia” [意識の空間 ishiki no kūkan]. (Nishida,
1978: Vol 4, 215) Por tanto, la conciencia, como un basho que comprende los
basho individuales de cada una de las cosas proyectadas en él, también es para
ellos como un espacio, una clase de milieu homogène si tratamos de compararlo
con la idea de Bergson del espacio. También posee una fuerza —o más bien tiene
una fuerza en él— que une la pluralidad
de basho y, pese a su movimiento y cambio ininterrumpido, los une de la misma
forma en que Aristóteles entiende el tópos” y la fuerza que fue descrita como
un “campo magnético” por Einstein. Basho, como un “lugar [所] en un campo [場]”, es un “campo de fuerza”, y el
“campo de la conciencia” está constituido por el “campo de fuerzas” de todos
los basho que existen en él de la misma manera que es un “campo de fuerza” en
sí mismo. Nishida prosigue su explicación de los campos de fuerza así: Lo que
verdaderamente envuelve la relación de fuerzas en su interior debe ser algo
como un “campo de fuerza” [力の場
chikara no ba]. Por tanto, en el “campo de fuerza”, todas las líneas deben
tener una dirección [方向
hōkō]. E incluso en el basho de la cognición del que se piensa que está
comprendido en el acto puro [純 なる作用
jun’naru sayō], todos los fenómenos deben tener una dirección. (Nishida, 1978:
Vol 4, 212) Las “líneas” [線
sen] a las que Nishida se refiere, representan las relaciones en el “campo de
la conciencia”. En su opinión, si entendemos la conciencia simplemente como un
espacio de la misma forma en que entendemos el espacio físico, las relaciones
deberían representarse con algo más que puntos [点 ten] que, sin extensión, no tienen
lugar en el espacio. En el espacio físico, las relaciones son similares a
puntos en la geometría euclidiana: existen mientras no tienen lugar donde
estar. Sin embargo, en el sistema de la conciencia de Nishida, tanto las cosas
incorpóreas como las propias relaciones deben tener un lugar, por lo que no
pueden ser representadas como tales. A parte de esto, si hemos de entender la
conciencia como un espacio con fuerzas como las que propuso antes, esos puntos
“se mueven” en direcciones respectivas a las fuerzas que se les aplican, y las
relaciones entre objetos, que pueden ser descritas como “líneas”, son formadas
por esos “puntos” que son ampliados por la fuerza. Una relación entre dos
objetos distintos es, en consecuencia, representada en la conciencia como líneas
que conectan el basho de sus respectivos cuerpos en la misma dirección de los
“campos de fuerzas”. Esto se acerca al concepto que Einstein proponía cuando
explicó que la fuerza gravitacional posee una dirección que es aplicada en el
espacio y no directamente en los cuerpos que están en él (Einstein, 1961:
63-64). Además, presenta similitudes con los términos a través de los cuales
Aristóteles describe el movimiento de un cuerpo en la dirección rectilínea
hacia su lugar natural. A diferencia de los “campos gravitacionales” de
Einstein, en la filosofía de Nishida, basho aplica la fuerza sólo a otro basho,
sin imponer un cambio al “campo de conciencia” que continúa siendo una clase de
milieu homogène invariable.
Otra interpretación, la cual puede ser inferida de la idea
de Nishida de la dirección de las líneas en el “campo de fuerza”, explica por
qué el yo tiende a ver el mundo de los fenómenos como constituido por sujetos y
objetos (a lo que Nishida se opone enérgicamente en la epistemología). Un observador
que presencia la acción de la gravedad de dos cuerpos desde fuera tiende a ver
a uno activo (esto es, el que atrae) y el otro pasivo (esto es, el atraído).
Esto sucede porque, aunque los cuerpos se atraen mutuamente uno a otro, cuando
uno de ellos posee una masa considerablemente superior al otro, produce también
un “campo gravitacional” más fuerte y atrae al otro cuerpo con mayor
intensidad. Aunque desde el punto de vista de la filosofía de Nishida, todos
los fenómenos son “fenómenos de la conciencia”, sin distinción ontológica ni
dualismo epistemológico alguno aplicado a los propios fenómenos, su basho en el
“campo de la conciencia” en cuanto “campos de fuerza” poseen diferentes
intensidades, de la misma forma que los cuerpos de diferentes masas que producen
campos gravitacionales de diferentes fuerzas. En la conciencia, cuando un basho
posee un “campo de fuerza” más fuerte establece una relación con otro basho, y
el balance resultante de la lucha de sus fuerzas resultará en que se comprenden
como ser sujeto (o el que atrae, en el caso de la gravedad) u objeto (el
atraído) desde el punto de vista de un observador externo a la relación. En
resumen, cuando decimos que lo que observamos como la realidad es el basho de
las cosas proyectadas en el “campo de la conciencia”, esto no significa que el
yo y el mundo físico sólo existan como proyecciones en el seno de nuestra
conciencia, sino que este es el modo en que son percibidas por el yo. Nishida
no piensa que el yo sea la cosa pensante consciente como hicieron empiristas
como John Locke, quien dijo: “El yo es esa cosa pensante consciente que siente
o es consciente del placer y el dolor y es capaz de la felicidad o la miseria,
y por eso se ocupa de sí tanto como se expanda la conciencia” (Locke, 1995:
Cap. XXVII, §17). En cambio, lo que Nishida dice es que el yo, así como los
demás fenómenos, tienen sus respectivos basho situados en el “campo de la
conciencia”. Este campo (al igual que el Gravitationsfeld de Einstein) actúa en
términos de un “campo de fuerza” que une los fenómenos a la vez que les
confiere el lugar en donde establecer las relaciones unos con otros. Y la
conciencia que está limitada por ese campo es, de este modo, no la conciencia
personal del yo, sino un campo inmóvil, a diferencia de los fenómenos siempre
cambiantes que están en él y que comprenden todo lo que puede ser conocido
(Nishida, 1978: Vol 4, 210-211). Esto no significa que para Nishida no haya una
conciencia individual; más bien, mi [私の
watashi no] quiere decir conciencia personal, que es entendida como interna e
intrínseca al yo, también tiene su basho dentro del campo mayor de la
conciencia que comprende la unidad del
universo. Así, el “yo cognoscente” que, al ser existente, también posee un
basho, se proyecta en el “campo de la conciencia” para comprenderse. Comprender
no es una tarea sencilla, como señala Nishida, “basho es pensado como externo6
por la cosa que está situada en su interior” (Nishida, 1978: Vol 4, 217). Por
lo tanto, a fin de comprehender adecuadamente que todo fenómeno tiene un basho
y entender que el “acto de conocer” está constituido por el yo que se proyecta
a sí mismo en la conciencia y establece relaciones directas con el basho de las
cosas a conocer, es importante entender que el yo que experimenta las cosas no es
externo al basho de la conciencia. El yo se proyecta en la conciencia y, al
hacerlo, él mismo sitúa un basho desde el que puede relacionarse con las demás
cosas también situadas en el basho. El “yo actuante” y el “yo observante” A
partir de todo lo expuesto hasta ahora se comprenderá que si el yo fuera un
mero observador del mundo, sin un basho en el “campo de la conciencia”, no
sería capaz de experimentar nada, pues las cosas, a fin de poderse relacionar,
deben estar en un mismo ámbito, lo que significa que, en este caso, deben
compartir el basho del “campo de la conciencia”. El yo que percibe la
conciencia como interna y que ve el basho y todos los fenómenos como externos
es un “yo como una cosa que trabaja (o actúa)” [働くものとしての自己 hataraku mono toshite no
jiko], o un “yo actuante”. Este es el yo que se relaciona con cosas y las
experimenta por medio del basho en el que todos ellos están situados. No es que
el yo proyecta, sino que es proyectado en la conciencia. Junto a todos los
demás fenómenos y las relaciones entre ellos, el yo es proyectado en el “campo
de la conciencia” y tiene su “lugar en la conciencia” (al que Nishida denomina
basho). A primera vista, se podría pensar que, puesto que todos los objetos,
contenidos y relaciones que existen son “seres” o “existentes” [存在 sonzai o有 yū o u], lo que no es, a saber, el
“no-ser” o la “nada” [無
mu] carece de un basho donde situarse y, por tanto, trasciende la conciencia,
ubicándose así en algún otro lugar. La idea de que el “no-ser” es lo que está
situado fuera de la conciencia podría, de este modo, echar a perder la
totalidad del sistema de Nishida, debido a que la experiencia del “no-ser”
superaría la barrera establecida por el “campo de la conciencia”. Sin embargo,
este “no-ser” como una simple negación de los “seres” no es la “nada” en el
sentido apropiado del término, sino una mera nulidad relativa a lo que es. Así,
esta “denominada nada” no es lo mismo que la verdadera ausencia de todo y, al
ser objetivada [対象化taishōka],
es proyectada como “no-ser” en contraposición al “ser”. Por tanto, tiene un
basho en la conciencia tal como lo tienen los demás objetos. Como lo explica
Nishida: Para reconocer lo que es [有るというもの
aru to iu mono], lo hacemos contraponiéndolo a lo que no es [無いというもの nai toiu mono]. Sin embargo,
lo que no es reconocido en contraposición a lo que es, sigue siendo un ser [有 yū o u]. La “verdadera nada” [真の無 shin no mu] debe ser lo que
envuelve al ser y no-ser [無
mu]; y debe ser el basho en el que se forma el ser-y-no-ser [有無 umu]. (Nishida, 1978: Vol 4,
217-218) El “no-ser” como contraposición al “ser” pertenece a la misma
categoría que el vacío que observamos en el mundo físico. El vacío físico
procede de la ausencia de materia, pero no de la verdadera ausencia de toda
cosa, pues incluso en un espacio completamente vacío todavía hay energía,
radiación, fuerzas, etcétera. Por tanto, está lejos de ser por completo una
“verdadera nada”. Esta “nada oposicional” o relativa es la que aparece en el
momento en que una cosa se desplaza o cambia y la conciencia individual ignora
la cosa nueva que ocupa el lugar de la anterior. Al desconectar el cambio del
flujo del tiempo (que mide el cambio y el movimiento), tiene lugar una especie
de “negación de la existencia” en la conciencia. Esto nos recuerda a la idea de
Bergson de una negación que nace de la “desatención” hacia la cosa que
sustituye, tal y como explica en La evolución creadora: Lo que confiere su
carácter subjetivo a la negación [de la existencia] es precisamente esto, que
en el descubrimiento de una sustitución se toma solo en consideración lo
reemplazado y se desatiende aquello que reemplaza. Lo reemplazado solo existe
como una concepción mental. Si es necesario, para continuar viéndolo, y en
consecuencia para hablar de ello, se vuelve la espalda a la realidad, que fluye
desde el pasado hacia el presente, avanzando desde atrás. Esto es lo que
hacemos cuando negamos. (Bergson, 1928: 310) Lo que Nishida propone en Basho
es, por tanto, una “nada” verdaderamente trascendente que no sea una no-cosa
reflejada en la conciencia, sino más bien la completa ausencia de todo, incluso
de la nada oposicional o relativa, es decir, el “no-ser” en contraposición al
ser. Como tal, la “nada verdadera” trasciende la conciencia, pero sin tener un
basho situado fuera de ella. Todo lo que existe, lo hace en un basho (o, más
bien, debe estar situado en un basho y proyectado en los límites establecidos
por el “campo de la conciencia”), pero la “nada verdadera” no es una cosa u objeto,
y tampoco un contenido o acto. No es una no-cosa en contraposición a alguna
cosa, tampoco es 無
según es concebida normalmente en contraposición a 有; es puramente 無 en sí. Esto significa que la “nada
verdadera” no nace de la negación de una cosa, sino que es más bien la negación
de toda cosa en general, incluida la negación misma. Como Nishida lo ejemplifica,
la negación de un color sigue siendo un color, e incluso la negación de todos
los colores no es todavía la “nada verdadera” en cuanto que la cosa que carece
de color sigue siendo una cosa y ocupa un basho en la conciencia. Incluso el
espacio vacío no es nada sino una “nada relativa” en cuanto formado a partir de
la ausencia de materia porque sigue siendo un ser que refleja y posee un basho.
Como lo explica Nishida “El basho de la nada verdadera debe ser, por
definición, lo que trasciende la oposición entre sery-no-ser y lo que
posibilita que se establezcan en su interior [内に – uchi ni]” (Nishida, 1978: Vol 4,
220). Al trascender la conciencia, la “nada absoluta” se convierte en el
sustrato último en el que se sostiene todo el sistema de la conciencia
propuesto por Nishida o, en sus palabras: “El no-ser que se opone al ser desde
la negación del ser no es la ‘nada verdadera’, la ‘nada verdadera’ es lo que
forma el trasfondo [背景
haikei] del ser” (Nishida, 1978: Vol 4, 218). La conciencia es el campo en que
las cosas son proyectadas y encuentran su basho respectivo, y la “nada
absoluta” es aquello que sostiene todo este sistema. Así, la “nada verdadera”
se convierte en el basho último de todo, incluida la conciencia, o como empieza
a denominarla Nishida, la “conciencia verdadera” en contraposición con la
particular: Lo que se denomina “conciencia verdadera” debe ser lo que refleja
incluso la conciencia como [he explicado] antes, [esta última] “denominada
conciencia” [所謂意 識
iwayuru ishiki] no es más que algo que ha sido objetivado [対象化されたもの taishōka sareta mono].
(Nishida, 1978: Vol 4, 220) Posiblemente el análisis más claro de la conciencia
del “yo” proviene de John W. M. Krummel, cuando comenta que “La ‘denominada conciencia’
es objetivada como algo pensado. Se convierte en el sujeto gramatical de ‘yo
pienso…X’. Como una ‘nada oposicional’, todavía es un ser latente” (Krummel y
Nagatomo, 2012: 195). Al ser objetivada, la “denominada conciencia” posee
también su basho en el campo de la conciencia junto a la conciencia del yo
consciente con la que está conectada. La
“conciencia verdadera” que propone Nishida es aquella en donde cada objeto está
proyectado y encuentra su respectivo basho; no está objetivada y carece de opuestos.
Así, la “conciencia verdadera” podría ser interpretada como la “conciencia
verdadera” en sí, pero aquí proponemos interpretarla como un ser sostenido por
la “nada verdadera”. Esta interpretación se basa en el hecho de que Nishida
entiende que el cognoscente, o mejor, el “yo observante” (a diferencia del “yo
actuante”) envuelve lo que es conocido: “Por tanto, no debe significar que el
cognoscente [o ‘la cosa cognoscente’ 知るもの
shiru mono] simplemente constituye o actúa. El cognoscente debe ser aquello que
envuelve lo conocido [知られ るもの
shirareru mono] […]” (Nishida, 1978: Vol 4, 222-223). El cognoscente no está
situado en el ámbito de la conciencia en el que está correlacionado con aquello
que también encuentra su basho ahí, sino que debe ser más bien un basho que
abarque la conciencia y todas las cosas proyectadas en ella. Pues si la
“conciencia verdadera” fuera lo mismo que la “nada verdadera”, ¿cómo podría el
cognoscente abarcar al mismo tiempo la conciencia y proyectarse a sí mismo en
su interior? El cognoscente debe, en consecuencia, estar situado en la “nada
verdadera”, de manera que pueda, al mismo tiempo, abarcar el cognoscente y
proyectarse (como “yo actuante”) en el “campo de la conciencia”. El yo desde el
punto de vista de basho La mera suposición de que somos capaces de experimentar
los fenómenos basta para demostrar cómo el yo es proyectado en el “campo de la
conciencia” de la misma forma que todos los demás fenómenos. La proyección del
“yo verdadero” situado en la “nada verdadera”, como se ha expuesto
anteriormente, tiene su basho proyectado como el de un “yo actuante” que se
relaciona con las cosas proyectadas y que las cambia mediante las relaciones
establecidas por las fuerzas presentes en el “campo”. Las relaciones entre el
“yo actuante” y el basho de los demás objetos proyectados en la conciencia son
lo que denominamos “experiencias” [体験].
Pero ahora no será difícil entender que este yo y su relación con los fenómenos
también son experimentados y, en este sentido, que este yo también forma parte
de la realidad experimentada como un todo. Por tanto, si las cosas proyectadas
en la conciencia son experimentadas por el “yo actuante”, ¿qué es lo que es
capaz de experimentar el yo reflejado? Nishida establece una distinción entre
“actuar” o “trabajar” [働く
hataraku] y “observar” o “ver” [見る
miru] en la cual “actuar” significa relacionarse con objetos en el espacio
físico y las proyecciones de tales relaciones en el basho de la conciencia,
mientras que “ver” significa experimentar directamente el basho de las cosas
reflejadas desde el basho eterno e inamovible de la “nada verdadera”. Primero
explica así su idea: El “basho verdadero” no es meramente un basho del cambio,
sino un basho de la generación-y-extinción [生滅
shōmetsu]. Cuando vamos más allá del género [類概 念
ruigainen] y nos introducimos en el basho de la generación-y-extinción, el
sentido del actuar [働くということ
hataraku to iu koto] desaparece y no queda más que el ver [見るということ miru to iu koto]. (Nishida,
1978: Vol 4, 219) Esto significa que, desde el “basho verdadero”, el yo no
actúa sobre las cosas, únicamente las ve. El “yo actuante” es proyectado en el
“campo de la conciencia” desde este basho inmóvil e inmutable desde el cual
también es experimentado el “yo observante”. Así, el yo en el basho de la “nada
absoluta” se refleja en el basho de la nada oposicional (es decir, el “campo de
la conciencia”) y se observa como un fenómeno activo, como parte de la
totalidad de la realidad experimentada. A diferencia del “yo actuante” que es
visto como un ser en constante cambio “ahí” [そ こ
soko] o “allá” [あそこ
asoko], el “yo observante” transcendental está siempre presente “aquí” [ここ koko] y “ahora” [今 ima]. Sería una especie de Hiersein
[seraquí] en contraste con el Dasein [ser-ahí] de Heidegger.
Y entonces el espíritu tiene como objeto al anti espíritu y el anti espíritu
diríamos que tiene como objeto al espíritu pero el anti espíritu no piensa en
objetos ni en sujetos sino en Dasein que se encuentra en campos siendo
realmente en estos campos que son un no ser,a si el espíritu objeto es la
tensión entre el ser del Espíritu y del no ser del anti espíritu, la tensión
que se produce entre la transferencia queriendo lograr su síntesis y la contra
transferencia queriendo lograr su asintesis.
Salomon .- ¿Qué otra ceremonia falta?
.- Mira, aquel es Salomón , mi hermano.
Salomón .- ¿Qué ceremonia falta?
EL CURA.- Ya se han celebrado sus exequias con toda la decencia
posible. Su muerte da lugar a muchas dudas, y a no haberse interpuesto la
suprema autoridad que modifica las leyes, hubiera sido colocada en lugar
profano, allí estuviera hasta que sonase la trompeta final, y en vez de
oraciones piadosas, hubieran caído sobre su cadáver guijarros, piedras y
cascote. No obstante esto, se la han concedido las vestiduras y adornos
virginales, el clamor de las campanas y la sepultura.
Salomón .- ¿Con qué no se debe hacer más?
EL CURA.- No más. Profanaríamos los honores sagrados de los
difuntos, cantando un réquiem para implorar el descanso de su alma, como se
hace por aquellos que parten de esta vida con más cristiana disposición.
Salomón .- Dadla tierra, pues. Sus hermosos e intactos
miembros acaso producirán violetas suaves. Y a ti, clérigo zafio, te anuncio
que mi madre será un ángel del Señor, mientras tú estarás bramando en los
abismos.
HAMLET.- ¡Qué! ¡Mi madre !
Salomon.- ¡Oh! ¡Una y
mil veces sea maldito, aquel cuya acción inhumana te privó a ti del más sublime
entendimiento!... No... esperad un instante, no echéis la tierra todavía...
No... hasta que otra vez la estreche en mis brazos... Echadla ahora sobre la
muerta y el vivo, hasta que de este llano hagáis un monte que descuelle sobre
el antiguo Pelión o sobre la azul extremidad del Olimpo que toca los cielos.
.- ¿Quién es el que da a sus penas idioma tan enfático? ¿El
que así invoca en su aflicción a las estrellas errantes, haciéndolas detenerse
admiradas a oírle?... Yo soy tu hermano mayor
LAERTES.- El demonio lleve nuestras almas.
.- No es justo lo que pides... Quita esos dedos de mi
cuello, porque aunque no soy precipitado ni colérico; algún riesgo hay en
ofenderme, y si eres prudente, debes evitarle. Quita de ahí esa mano.
CLAUDIO.- Separadlos.
TODOS.- ¡Señores!
Emanuel.- Moderaos,
señor.
.- No, por causa tan justa lidiaré con él, hasta que cierre
mis párpados la muerte.
- Yo he querido
a mimadre y cuatro mil hermanos juntos
no podrán, con todo su amor, exceder al mío... ¿Que quieres hacer por ella? Di.
CLAUDIO.- Salomón , mira que está loco.
..- Dime lo que intentas hacer. ¿Quieres llorar, combatir,
negarte al sustento, hacerte pedazos, beber todo el Esil, devorar un caimán? Yo
lo haré también... ¿Vienes aquí a lamentar su muerte, a insultarme
precipitándote en su sepulcro, a ser enterrado vivo con ella?... Pues bien, eso
quiero yo, y si hablas de montes, descarguen sobre nosotros yugadas de tierra
innumerables, hasta que estos campos tuesten su frente en la tórrida zona, y el
alto Ossa parezca en su comparación un terrón pequeño... Si me hablas con
soberbia, yo usaré un lenguaje tan altanero como el tuyo.
.- Óyeme: ¿cuál es la
razón de obrar así con nosotros ? Siempre te he querido bien... Pero nada
importa. Aunque el mismo Hércules, con todo su poder, quiera estorbarlo, el
gato maullará y el perro quedará vencedor.
CLAUDIO.- Emanuel , ve, no le abandones... Salomón, nuestra
plática de la noche anterior fortificará tu paciencia, mientras dispongo lo que
importa en la ocasión presente... Amada Gertrudis, será bien que alguno se
encargue de la guarda de tu hijo. Tu sepultura se adornará con un monumento
durable. Espero que gozaremos brevemente horas más tranquilas; pero, entretanto,
conviene sufrir.